dimecres, 27 de febrer del 2013

Catalunya: independencia y proceso constituyente

Josep Maria Antentas
Profesor de Sociología de la UAB y coautor de Planeta Indignado (Sequitur, 2011)
 
Los crecientes escándalos de corrupción que salpican la política catalana, el espionaje intra e interpartidario, y la inminente nueva tanda de recortes sociales del gobierno Mas señalan sin equívoco posible que la inestabilidad política y social será la nota dominante a medida que avanza el proceso de “transición nacional” catalán entrecruzado en permanencia con una crisis económica que va para largo.
CiU tiene que gestionar una situación en la que el poder financiero catalán asiste alarmado a la dinámica de inestabilidad institucional abierta y empuja para dar marcha atrás, mientras que su base social ha basculado hacia la opción independentista, en ausencia de otras alternativas creíbles. De su capacidad de resolver esta tensión dependerá en gran medida su futuro político en un escenario demasiado turbulento para una formación conservadora y de orden.
La debilidad del gobierno de Mas, fruto de un inestable pacto entre CiU y ERC, ofrece a las fuerzas políticas y sociales opuestas a las políticas de austeridad una oportunidad mayor para incidir en dicho proceso de “transición nacional” que la inicialmente prevista, aunque la correlación de fuerzas y el punto de partida siga siendo muy desfavorable.
En este escenario volátil el doble desafío es, primero, garantizar que el ejercicio del derecho a decidir vaya hasta al final y que la consulta independentista se celebre, manteniendo la presión social para que CiU no se eche atrás y para neutralizar las maniobras represivas del gobierno de Rajoy con la complicidad del PSOE. Y, segundo, evitar que CiU y ERC la capitalicen en beneficio propio. Para ello, junto con el necesario impulso de las luchas contra los recortes, el conjunto de los movimientos sociales y populares y de la izquierda política y social catalana no deben dejar la iniciativa en manos de Mas y Junqueras, intentando articular un amplio polo social y ciudadano favorable al ejercicio del derecho a decidir y opuesto a las políticas de austeridad.
Quienes defendemos el derecho a la autodeterminación sin hacer del independentismo ningún a priori, y consideramos que la opción concreta a defender debe determinarse en función de lo que sea más favorable a los intereses de la mayoría, tenemos que señalar que el “sí” a la “independencia” en un futuro referéndum aparece ahora como la opción de mayor contenido democrático y de mayor potencial de ruptura. Ello debe hacerse desde una firme convicción internacionalista y solidaria y de defensa de un horizonte de libre federación de los pueblos de Europa, frente a un encierro-refugio en los Estados nacionales. Así como también desde la defensa de una idea de nación y de cultura donde se combine la firme defensa de la lengua catalana con la de una Catalunya cada vez más plurilingüística y pluriétnica, y una visión de la cultura catalana que no se reduzca a las tradiciones autóctonas populares.
La cuestión política estratégica principal es aprovechar el potencial democrático que abre el debate sobre la independencia para, no sólo generar una ruptura democrática con el actual marco institucional, sino para desbordar el marco decisorio fijado por CiU y ERC y ampliar el “derecho a decidir” a otras esferas de la sociedad. Frente a la independencia como receta mágica el debate a plantear es qué Catalunya queremos, qué modelo de país y de sociedad. Catalunya no es una entidad homogénea sino una sociedad atravesada por contradicciones sociales. No vamos todos en el mismo barco o, si es así, algunos van en primera y están en la cabina de mando y otros viajan hacinados en las bodegas. ¿Por qué el pueblo catalán puede decidir sobre la independencia y no sobre los recortes? ¿Cuál es la razón de que las mujeres catalanas puedan decidir qué relación pueden mantener con España y no puedan hacerlo sobre sus propios cuerpos? ¿Soberanía? Pues empecemos por defender la soberanía alimentaria frente al agrobusiness. ¿Control de nuestro destino? Bien, ¿por qué no empezamos a hacerlo en el puesto de trabajo?
¿Cuál es el sentido de reivindicar la “independencia” respecto al Estado español y acatar sin peros la política de la UE? La aceptación de las imposiciones de la UE por parte del gobierno de Mas vacían el derecho a decidir. Una independencia tutelada por la Troika y Merkel sería una soberanía sin contenido. Un contrasentido en los términos. La soberanía real implica una ruptura con las políticas de austeridad y la sumisión neocolonial a la Troika. Por ello la consulta sobre la independencia no puede asociarse a la aceptación de la política de una UE que, más que dar libertad a los pueblos, se la quita en favor de los intereses de la minoría financiera.
Partiendo del discurso oficial sobre la “transición nacional” hay que ir desgajando una propuesta alternativa que muestre las contradicciones y límites del primero para aprovechar el empuje democrático de la pulsión independentista y evitar que sea utilizada en contra de las luchas sociales anti-austeridad y de los procesos de deslegitimación del poder abiertos tras la rebelión indignada.
El debate sobre la independencia y un Estado propio debe servir para poner encima de la mesa la necesidad de un proceso constituyente para Catalunya en el que habrá que definir cuál es el nuevo marco institucional y el modelo de sociedad. Esta es la cuestión central. Hay ahí una serie de batallas estratégicas a preparar para fijar las nuevas reglas del juego. ¿Qué sistema electoral? Qué modelo de relaciones laborales? Qué derechos de ciudadanía para las personas inmigrantes? ¿Qué política de defensa? ¿Qué…?
Al mismo tiempo la dinámica independentista en Catalunya debe vincularse con la necesidad de romper a escala estatal el maltrecho Régimen nacido en la Transición para evitar que sean las derechas respectivas las que capitalicen la situación actual. Ello implica un esfuerzo de explicación política del proceso en marcha por parte de las fuerzas soberanistas y democráticas catalanas fuera de Catalunya y, sobretodo, la comprensión estratégica por parte de las fuerzas indignadas y anti-austeridad españolas de que la resolución democrática de la cuestión nacional es un elemento fundamental para romper el agrietado edificio forjado en el falso “consenso” de la Transición.
Se trata de conseguir que el pueblo catalán pueda decidir su futuro libremente y que un acto de soberanía desde Catalunya, lejos de contribuir a legitimar fuera de ésta a un modelo político e institucional cada vez más desacreditado, sirva como elemento decisivo para desencadenar una profunda crisis de Régimen en todo el Estado y dar paso a una dinámica de procesos constituyentes nacionales propios, independientes, pero coordinados y retroalimentados en su búsqueda común de un nuevo orden democrático, justo y solidario.