dimecres, 18 de desembre del 2013

España contra Cataluña… y contra el resto

Juan Carlos Escudier

Una vez concluido el memorial de agravios financieros del Estado y situado el monto de la minuta en 9.375 millones, la Generalitat, a través del Centro de Historia Contemporánea de Cataluña, ha organizado un simposio para demostrar que la animadversión española es secular y que la represión ha sido constante en todos los ámbitos desde que las tropas de Felipe V tomaron Barcelona en 1714. El título del encuentro, España contra Cataluña, una mirada histórica, ha sido criticado hasta por el propio Círculo de Cultura, lo que en opinión del organizador de las jornadas, Jaume Sobrequès, constituye una “respuesta acientífica” ya que la ojeriza española es “incontestable”.
No puede uno estar más de acuerdo con Sobrequès. España ha estado contra Cataluña, pero no sólo. En realidad, España ha estado contra todo lo que habitaba en su interior, y sólo desde lo acientífico se podría negar este aserto. Si el Centro de Historia Contemporánea de Cataluña lo fuera también de Extremadura habría podido recordar cómo era la situación de aquellas tierras en 1922, cuando el propio Alfonso XIII se vio obligado a recorrer Las Hurdes en mula tras el espeluznante informe del hispanista francés Maurice Legendre.
Gregorio Marañón, que integró la comitiva, lo contó así en sus memorias: “Eran españoles como los demás, de la misma raza, con las mismas costumbres, la misma religión y la misma lengua; pero más hambrientos que los de las más pobres aldeas castellanas y, además, enfermos en su casi totalidad. Las Hurdes eran por entonces un inmenso repliegue montañoso habitado por gentes que parecían escapadas a medio curar de un hospital”. Diez años después Buñuel constató en Tierra sin pan que nada había cambiado.
España estaba contra Extremadura, y ha debido de seguir estándolo porque el PIB per capita era en 2012 de 15.394 euros frente a los 27.248 euros de Cataluña. La tasa de paro se situó en el tercer trimestre de este año en el 33,2%, superior en más de diez puntos a la catalana.
Pero también ha estado contra Andalucía, que además seguro que se lo merece porque, como afirmaba Durán Lleida hace menos de dos años, con lo que Cataluña daba al Estado, sus jornaleros recibían un PER para “pasar una mañana o toda la jornada en el bar del pueblo”. No obstante, antes de que el PER existiese, concretamente en 1983, el entonces Banco de Bilbao realizó un estudio cuya principal conclusión eran ésta: la renta per cápita de un andaluz era un 28,5% más baja que la del español medio.
Claro que no siempre fue así. Una investigación de la Universidad Autónoma de Madrid de 1977, (La economía del Antiguo Régimen. La Renta nacional de la Corona de Castilla), dirigida por el profesor Artola con información del Catastro de Ensenada, realizado entre 1752 y 1757, concluía que en ese período el PIB per capita andaluz y extremeño sólo estaban por detrás del de Murcia, Castilla la Nueva (que incluía Madrid) y Cataluña, que debía encabezar el ránking aunque el catastro no abarcara los territorios de la Corona de Aragón. Y ello, porque en una economía fundamentalmente agraria las regiones con mayores recursos ganaderos y agrícolas sobresalían del resto. La tasa de paro andaluza es hoy del 36,4% y la de los menores de 25 años supera el 67%. Indudablemente, España está contra Andalucía.
Con los datos de la última Encuesta de Condiciones de Vida, siendo científicos y admitiendo que España está contra Cataluña, habrá que asumir que también lo está contra Aragón, Cantabria, La Rioja, Castilla y León, Baleares, Galicia, Valencia, Castilla-La Mancha, Canarias, Murcia, Ceuta y Melilla (además obviamente de contra Extremadura y Andalucía), ya que el ingreso medio de sus habitantes es inferior al de un catalán y su tasa de pobreza es muy superior.
Lo bueno del seminario de Sobrequès es que servirá para aclarar cómo ha sido posible que Cataluña haya sido en estos tres siglos el motor del desarrollo español pese a la hostilidad que despertaba, estando además su economía sometida a un expolio permanente.
En esto de los divorcios no hay nada peor que la fase de reproches, científicos o no. Son etapas muy turbulentas para la pareja y terriblemente aburridas para los colegas, a los que no se les permite tomar una cerveza en paz. Cada parte tiene la urgencia imperiosa de convencer a los demás de que lo suyo no es capricho sino justa reacción a los padecimientos sufridos. Y suele hacerlo con algunas exageraciones innecesarias, cuando lo más sencillo sería aludir al desamor o a la insoportable rutina del misionero. Si esto fuera posible nos ahorraríamos tomar partido y hasta algún que otro seminario.