dissabte, 12 de juliol del 2014

Mis experiencias personales de cómo se gestó el desastre

Para acabar de una vez con el mito fundador de una Transición que ha destruido el sentimiento de unidad nacional, que ha aniquilado nuestros valores morales y es la gran responsable de nuestra ruina económica y social, quiero relatar dos hechos vividos que demuestran cómo estos irresponsables tomaban las decisiones y robaban a los españoles. En aquella época yo era consejero delegado de Campsa, que como Monopolio de Petróleos dependía de Hacienda, por lo que mi jefe era el ministro de Hacienda, Francisco Fernández Ordoñez, quien quería dotar a España de un sistema fiscal moderno en el que se erradicara cualquier privilegio o componenda a favor de regiones o personas.
La tres provincias vascas y Navarra tenían unos fueros históricos derivados de las guerras carlistas y pensados para una sociedad atrasada y pastoril. Franco había anulado los fueros de Vizcaya y Guipúzcoa, que no se habían unido al alzamiento y los había mantenido en Navarra y Álava, que le habían apoyado. Paco quería acabar con este anacronismo histórico y anular también los fueros de Navarra y Álava, es decir, que todos los españoles fuéramos iguales ante el fisco. Sin embargo, los cabezas de lista de UCD por Guipúzcoa y Vizcaya, Marcelino Oreja y Agustín Rodríguez Sahagún, ambos pesos pesados en el parido, no sólo se opusieron tajantemente, sino que exigieron que fueran restituidos en las provincias donde se presentaban, con el “patriótico argumento” de que si no se hacía así, UCD perdería las elecciones en ellas.
Fernández Ordoñez se negó en redondo a aceptar esta clamorosa injusticia fiscal. Los dos “barones” consiguieron el apoyo del insensato falangista Suárez, quien ordenó a su ministro de Hacienda la restitución del régimen foral. Algunas personas cercanas a Fernández Ordóñez, entre ellas Mariano Rubio, el último gran gobernador del BdE, le advertimos de las consecuencias de este disparate y le pedimos que abandonara a Suárez, pero mi jefe no era de carácter luchador y al final aceptó. Hoy las provincias vascas pagan 8.000 millones año menos a Hacienda de lo que les correspondería si estuvieran en el régimen común y, además, la diputaciones vascas que ingresan el IVA de todos los productos vascos vendidos en el resto de España (80%) sólo lo devuelven parcialmente, por lo que se apropian de miles de millones adicionales. Gracias a este expolio al resto de españoles, el País Vasco y Navarra tienen hoy la mayor renta per cápita de España.
En 1979 y como consecuencia de la crisis de los ayatolás en Irán, España estuvo durante muchos meses bordeando el desabastecimiento de petróleo. El vicepresidente Fernando Abril me nombró responsable de garantizar nuestro abastecimiento, dándome carta blanca para buscar suministros adicionales donde fuera. El entonces embajador de España en Kuwait, Fernando Schwarzt, un embajador de los de verdad, no como la chusma nombrada a dedo que hoy nos representa, me dijo que tenía una gran amistad con la familia Al-Sabah reinante en Kuwait y que podría conseguirnos petróleo adicional. Volé inmediatamente a Kuwait y, gracias a este gran embajador que hacía su trabajo, pude contratar un primer cargamento de 150.000 toneladas. Al volver tenía varias llamadas de mi jefe, Fernández Ordoñez, pidiendo que fuera a verle de inmediato.
Fui encantado, pensando en una efusiva felicitación. Nada más lejos. Al llegar a su despacho de la calle de Alcalá, Fernández Ordóñez se puso en pie, levantó los brazos al cielo y me dijo: “La que has liado, Roberto, me vas a buscar la ruina”. Me quedé atónito, ¿pero de qué me hablas, si acabo de contratar un cargamento en Kuwait que nos garantiza el abastecimiento dos o tres semanas? “Mira, me dijo, ha estado aquí Manolo Prado –senador, diplomático y administrador privado del rey Juan Carlos durante dos décadas–, que se ha enterado que estabas en Kuwait y me ha montado un pollo que no puedes imaginar, me ha dicho que Arabia Saudí y los Emiratos son exclusivamente suyos y nadie más que él puede negociar ni un barril, así que ni se te ocurra volver a hacer nada parecido”. Mi sorpresa se tornó en ira, así que, con la confianza y el cariño que siempre tuve por Fernández Ordóñez, le dije: “No tengo ni idea quién es ese tío, pero el responsable de garantizar los suministros soy yo y no ese tal Manolo, que ni siquiera sé quién es”.
Entonces fue Fernández Ordóñez quien se quedó atónito: “Pero vamos a ver, Roberto, ¿tú en que mundo vives?, ¿es que no sabes a quién representa Manolo Prado?”. Realmente no lo sabía y resultaba que la altísima instancia a la que representaba tenía el monopolio de nuestros suministros extra durante la crisis. Y, por cierto, nadie hablaba de precios: Hacienda pagaba por el petróleo lo que ponía en la factura, sin entrar en averiguación alguna y menos cometer la ordinariez de decir que se podía comprar más barato cuando el conseguidor era Prado. Así que, cuando se conoce la realidad de primera mano y se ve a la clase política corrupta y cortesana deshacerse en elogios al Rey como el otro día en la farsa que llaman Parlamento, a uno le dan ganas de marcharse de España.