dimarts, 10 de febrer del 2015

Mas, en la zona oscura de la familia

SALVADOR SOSTRES

El ‘president’ heredó de su antecesor el partido y la trama 

Cuando se dice que Pujol confunde su persona con su país puede parecer una crítica pero es una descripción bastante exacta «Lluís, la Generalitat som tu i jo», le dijo a Prenafeta cuando ambos entraron por primera vez en el despacho presidencial.
Siempre desde esta concepción patrimonial, y personalísima, de Cataluña y del poder, el primer viaje oficial que realizó fue al Vaticano, y la primera decisión que tomó fue destinar a su primogénito, Jordi Pujol Ferrusola, apodado Júnior por sus amigos, a satisfacer las necesidades de su familia y de su partido.
En el esquema mental –y moral– de Pujol, en tanto que él se dedicaba al país, era justo y necesario que su familia estuviera atendida y que alguien se ocupara de pensar en el partido, ya que él, en la cabeza, sólo tenía a Cataluña. Cuando Prenafeta, padrino de Júnior, dejó la Generalitat en 1991, se dio cuenta hasta tal punto de cómo su ahijado abusaba de los empresarios amigos de su padre, que pidió una cita con el president para advertirle de que su hijo estaba fuera de control y que le acabaría metiendo en problemas como, pasados los años, sucedió. Pujol, prácticamente echándole del despacho, le dijo: «Esto que me dices
me hace mucho más daño del que te puedes imaginar. Te ruego que de mis hijos no me vuelvas a hablar nunca más». Prenafeta y Júnior riñeron para siempre y hoy es africano el odio que se tienen. Pujol ha tenido siempre esta capacidad de evadirse de lo que no le interesa. Cuando Prenafeta volvió al sector privado, Pujol le animó a crear el periódico El Observador.
Prenafeta invirtió todo lo que tenía y se arruinó. Cuando acudió a pedir ayuda a su president y amigo, Pujol le espetó: «¿Tanto debes, Lluís? ¡Tendrás que huir a Brasil!».
Los primeros negocios que Mas y los Pujol hicieron juntos se remontan a los tiempos en que Mas ingresó en la administración Pujol, primero como consejero de Obras Públicas, luego como consejero de Economía, y una vez nombrado por Pujol su sucesor, como conseller en cap. En 2001, el segundo de los hijos de Pujol, Josep, vendió su empresa de consultoría a Indra por la inconcebible cifra de 44,5 millones de euros. En agradecida compensación, al año siguiente, en 2002, siendo Artur Mas conseller en cap del último gobierno de Pujol, Indra consiguió 60 millones de euros en  contratos de la Generalitat. Josep Pujol
era propietario de una quinta parte de Europraxis, y además de la parte proporcional de los 44,5 millones de euros, recibió nueve millones de euros para que se quedara cinco años más al frente de la compañía.
Como consejero de Obras Públicas, Artur Mas conoció las más hondas sordideces de Júnior, tal como Lluís Prenafeta supo años atrás las de Miquel Roca. Hay que decir que no es exacto el famoso 3% que Pasqual Maragall puso en circulación, acusando a Convergència de cobrar este porcentaje de la obra pública que adjudicaba Según los propios empresarios, la comisión que a cada promotora le correspondía pagar dependía del volumen de contratación. Las empresas más favorecidas, siempre a través de terceros, pagaban hasta el 10%. La impresión que Mas se llevó de Jordi Pujol hijo durante aquel tiempo no pudo ser peor.
Muchos años más tarde, en 2006, le apartaría de las finanzas del partido. Como represalia, la familia Pujol hizo circular que Mas era un loser y que había llegado el momento de poner a Oriol. Curiosamente, quien más activo estuvo en esta propaganda fue Joan Maria Piqué, el hombre de gafa blanca que a menudo aparece junto al president en las imágenes televisivas, y que es su jefe de prensa. En aquel año 2006, Mas había vuelto a ganar las elecciones pero sin la mayoría suficiente para gobernar, y Montilla le hizo el segundo tripartito.
Pero eso fue muchos años más tarde. En aquel entonces, si Mas tenía opiniones se las guardaba para ganarse la confianza de los hijos del president. Cuando en el año 2000 era conseller de Economía, la Generalitat autorizó del modo más irregular una planta incineradora en Cruïlles, a petición de Josep Sala, entonces presidente del consejo comarcal del Bajo Ampurdán, que actuaba a las órdenes de Pujol Ferrusola y de sus socios Gustavo Buesa y Josep Mayola. El pasado mes de diciembre, el Estado acabó cerrando, por ilegal, esta planta. Precisamente sobre Gustavo Buesa la Hacienda Pública ha establecido que pagaba a fundaciones relacionadas con Convergència a cambio de casi todas las concesiones públicas de Lloret de Mar. Igualmente, Buesa ha tenido que responder ante el juez Ruz como imputado de un pago de 200.000 euros a sociedades de Jordi Pujol Ferrusola y de su ex esposa, Mercè Gironès.
La vinculación entre Mas y la familia Pujol sigue siendo tan estrecha, pese a todas las diferencias, que incluso en estos tiempos en que todo se acaba sabiendo, y la corrupción es el gran lastre de CiU, Convergència en general y Artur Mas particularmente han aceptado que Josep Sala Leal vuelva a presentarse por Convergència a la Alcaldía de Forellac Es el municipio del Bajo Ampurdán integrado por los pueblos de Fonteta, Peratallada y Vulpellach, donde a través de sus socios, Mayola y Buesa, y de una sofisticada telaraña societaria, Jordi Pujol hijo quiere construir una de estas plantas incineradoras con las que todavía podría sacar tajada del antiguo empleo de su padre. Los terrenos, propiedad de los tres socios a través de la empresa Servitransfer, están situados en un entorno de particular belleza y han sido declarados Bien de Interés Cultural. Todas las instancias, incluidoel departamento de Territorio y Sostenibilidad, se han pronunciado en contra de construir allí la planta, pero el alcalde, al que le han prometido la gerencia de la empresa cuando deje la política, insiste claramente en el proyecto sin que Artur Mas haga nada por frenarle.
No es de extrañar que el agradecimiento de Mas hacia los Pujol permanezca, porque él sabe erfectamente que es presidente gracias a ellos, a su ayuda concreta.
En 2003, después de las primeras elecciones que Mas ganó pero que desembocaron en el primer tripartito, cuando Pujol se dio cuenta de que CiU iba a pasar a la oposición, hizo la mayor operación mediática que como mínimo hasta aquel momento se había realizado en Cataluña con dinero público. Al ver que Mas se enfrentaba a la travesía del desierto, y sin medios de comunicación afines, ni mando en la Generalitat para poderlos comprar, el president en funciones concedió un conjunto de subvenciones por un valor total de hasta 20 millones de euros al Grupo Godó, que iba corto de liquidez ante el reto de montar su grupo mediático, con 8tv (que al principio se llamó City tv) y la emisora de radio Rac1, hoy líder de audiencia en Cataluña.
Y fue así que, con los tripartitos, La Vanguardia estuvo por primera vez en la oposición. Como las izquierdas se mantuvieron en el poder más de lo esperado –siete años en vez de cuatro–,
Mas tuvo que redondear la oferta de Pujol y le prometió al entonces director del periódico, José Antich, que si le continuaba apoyando, cuando CiU recuperara la Generalitat, pagaría la traducción de La Vanguardia al catalán.
A fin de cuentas, lo de Oriol y las ITV no es más que un insignificante aperitivo; y Mas no tiene que tener ningún problema para salir airoso de su comparecencia. Como siempre en Cataluña, de lo realmente importante, ni se va a hablar.
Mas heredó de Pujol el partido y la trama, y lejos de erradicarla, la decoró a su gusto. También heredó un concepto de sí mismo completamente ajeno a su currículo. Y así, mientras exige al Gobierno «radicalidad democrática» para que tolere en Cataluña una consulta secesionista, pretende ordenarle a Esquerra Republicana en qué condiciones tiene que presentarse a las próximas elecciones autonómicas; y cuando se le reprocha que tuviera firma en la cuenta opaca de su padre mientras fue consejero de Economía, responde que es intolerable que se metan con su vida privada y la de su familia.