dimecres, 31 d’agost del 2016

Vuelva usted mañana, señor Rajoy

GORKA CASTILLO

El PNV se opondrá a la investidura y apuesta por un ejecutivo de Pedro Sánchez tras las autonómicas del 25S

Ni el calor estival, extrañamente asfixiante este año en el Golfo de Bizkaia, ha servido para aplacar los exagerados niveles de dramatismo que han adquirido los cinco votos del PNV en la cita de Rajoy con su investidura. Muchos intuyen que la poderosa maquinaria política de Génova trabaja a todo ritmo para liberar los vasos comunicantes que, a priori, deberían relacionarles con los nacionalistas vascos y que Aznar dinamitó con extrema rudeza. Desde entonces, pese a compartir principios democristianos, PNV y PP son dos partidos antitéticos. Al menos en Euskadi, que es donde compiten por una parte muy definida del electorado. Lo que a uno le robustece al otro le debilita. Esto es así y tiene una poderosa influencia en sus relaciones políticas nacionales. La prueba está en las enormes dificultades que Rajoy está encontrando para lograr un compromiso más o menos favorable de la dirección jeltzale de cara a su investidura. 
Dicho de otro modo: aunque a estas alturas de la partida los cinco votos del PNV sean trascendentales para el futuro del próximo gobierno e, incluso, les podrían permitir negociar -- si lo desean-- un acuerdo con los populares, que les garantizaría la gloria eterna en algunos poderes mediáticos, su mirada está clavada en los comicios autonómicos del 25 de septiembre, un verdadero tour de force para los nacionalistas, tras los dos serios avisos electorales recibidos de Unidos Podemos en el último año. Una realidad que ha empujado al PNV a colocarse sus gafas de visión estereoscópica con superpoderes para contemplar un panorama sin sombras en el que su histórica estrategia de pactos con el Estado y su discurso vasquista queda absolutamente desbordado por el impacto del discurso plurinacional de Unidos Podemos que, además, se presenta con un nivel de progresión tan vigoroso en Euskadi que ni siquiera el trasvase de votos tradicional que se produce entre fuerzas nacionalistas y nacionales, dependiendo del alcance de las elecciones, será capaz de frenar. En Euskadi, y este es un elemento clave en la toma de decisión de los nacionalistas de cara a la inminente sesión de investidura de Rajoy, se vive hoy una transformación de conceptos que no existe en el resto de España con la excepción, quizá, de Cataluña. El antagonismo identitario clásico de los vascos, el que enfrentaba a nacionalistas y constitucionalistas por el cetro en Euskadi, se ha diluido por completo a favor de una puja por el reconocimiento de la plurinacionalidad frente al independentismo y por la defensa de un equilibrio más o menos aceptable entre el bien colectivo y el bien individual. Y ante los ojos camaleónicos del PNV, esa rara habilidad que poseen los nacionalistas vascos para mover sus pupilas políticas con independencia una de la otra, el PP es el único partido del espectro que sigue sin comprenderlo.
Por esta razón, el PNV se ha agarrado al cuello de la investidura de Rajoy, como hacen los boxeadores asfixiados en un ring para recuperar el resuello, y ha empezado a jugar su partida, que no es otra que dejar correr el tiempo con parsimonia hasta alcanzar la fecha del 25S en la que, entonces sí, decidirá el nombre --o los nombres-- preferentes de sus socios para los próximos 4 años. Porque de lo que no hay duda es de que el PNV ganará sin problemas los comicios autonómicos en Euskadi. Lo que ahora le preocupa es el reparto de la nueva tarta parlamentaria y el grado de dificultad que le exigirán sus aliados potenciales, principalmente el PSE y, en ocasiones, todos los demás para mantener el poder político, casi absolutista, que ahora ostenta en la comunidad autónoma. Los ayuntamientos de las tres capitales, las tres diputaciones y el Gobierno Vasco son suyos gracias al inestimable apoyo del PSE. Y así pretenden que siga siendo aunque esta vez se preparan para una coalición para toda la legislatura. Que apoyen o no los populares un gobierno de “salvación” frente a la presencia amenazante de dos partidos “antisistema” como Unidos Podemos y Bildu -- tal y como ahora pretende hacerse visible el PP en el embrollo vasco-- les trae un poco sin cuidado a los nacionalistas. Confían mucho en su mano izquierda para utilizarla cuando los votos de la formación morada y de la izquierda abertzale sean necesarios. Esta hiperactividad política del PNV para moverse entre líneas ha sido la cualidad más estimable durante esta legislatura vasca que agoniza, y no será ninguna sorpresa.
Su lectura del juego actual es que si Rajoy no logra la investidura al primer intento, las opciones del PP para formar gobierno disminuirán en progresión geométrica al incremento de posibilidades que irá sumando Pedro Sánchez. Y así, hasta el 25 de septiembre. Todo muy calculado y con los tiempos medidos. Han apostado por Pedro Sánchez y no les desagrada Unidos Podemos. La inhabilitación de Arnaldo Otegi es sólo un elemento más, quizá no el más importante pero sí decisivo, para que el PNV tenga casi finiquitado un mensaje al estilo de Larra de cara a la sesión de investidura de Rajoy: “vuelva usted mañana”.
Siendo importante esta decisión para una formación que, desde el pleistoceno político en el que se fundó, siempre ha pactado en Euskadi con el partido nacional que gobierne en España, los jeltzales han valorado otros riesgos y certezas como un depredador avezado. Por ejemplo, la presencia de Ciudadanos en el bloque de Rajoy les provoca sarpullidos. De hecho, los nacionalistas tienen a Albert Rivera entre ceja y ceja desde que en pleno subidón de fama y notoriedad tuvo la ocurrencia de cuestionar el sacrosanto concierto económico que rige las relaciones financieras con el Estado. Desde ese mismo instante, el PNV condenó a la formación naranja a penar su pecado en la caldera de Pedro Botero sin posibilidad de redención, al menos de momento. Algo similar a lo que sucede en la otra dirección. Simplemente, son dos partidos que no se tragan. Se tienen una ojeriza casi sarracena. Son irreconciliables. 
Con este panorama, si alguien pretende ser justo y lógico con el PNV no debería exigirle una decisión que facilitara los deseos presidenciales de Mariano Rajoy. No podría hacerlo sencillamente porque su futuro en Euskadi no está determinado por el papel de su gran antagonista. Los votos que pueda aportarle el PP son los menos relevantes, casi anecdóticos. Podrán acordar alguna cosa juntos, porque es evidente que peneuvistas y populares están obligados a mirarse de reojo, por ejemplo en materia institucional y en economía, pero no siempre será así. Y si, además, en Galicia pierden la mayoría absoluta entonces, ¿de qué le sirve al PNV facilitar un gobierno al PP?