dissabte, 22 de desembre del 2012

Lección que deberíamos recordar en muchas ocasiones


Una  mañana cuando nuestro nuevo profesor de "Introducción al Derecho" entró en la clase lo primero que hizo fue preguntarle el nombre a un alumno que estaba sentado en la primera fila:  
 
- ¿Cómo te llamas?

Me llamo Juan, señor.

¡Vete de mi clase y no quiero que vuelvas nunca más! - gritó el desagradable profesor.   Juan estaba desconcertado.  Cuando reaccionó se levantó torpemente, recogió sus cosas y salió de la clase.   Todos estábamos asustados e indignados pero nadie dijo nada.
Está bien. ¡Ahora sí! ¿Para qué sirven las leyes?... Seguíamos asustados pero poco a poco comenzamos a responder a su pregunta: "Para que haya un orden en nuestra sociedad"   "¡No!" contestaba el profesor   "Para cumplirlas" "¡No!"   "Para que la gente mala pague por sus actos" "¡¡No!!   ¿Pero es que nadie sabrá responder esta pregunta?!"...  "Para que haya justicia", dijo tímidamente una chica.   "¡Por fin!  Eso es... para que haya justicia.   Y ahora ¿para qué sirve la justicia?"

Todos empezábamos a estar molestos por esa actitud tan grosera.  Sin embargo, seguíamos respondiendo:  "Para salvaguardar los derechos humanos" "Bien, ¿qué más?", decía el profesor. "Para discriminar lo que está bien de lo que está mal"... Seguir... "Para premiar a quien hace el bien."
Ok, no está mal pero... respondan  a esta pregunta  ¿actué correctamente al expulsar de la clase a Juan?.... Todos nos quedamos callados, nadie respondía.   — Quiero una respuesta decidida y unánime.
¡¡No!!- dijimos todos a la vez.
¿Podría decirse que cometí una injusticia?
¡Sí!
¿Por qué nadie hizo nada al respecto?  ¿Para qué queremos leyes y reglas si no disponemos de la valentía para llevarlas a la práctica?  Cada uno de ustedes tiene la obligación de actuar cuando presencia una injusticia.  Todos.  ¡No vuelvan a quedarse callados nunca más!   Vete a buscar a Juan  —dijo mirándome fijamente.
Aquel día recibí la lección más práctica de mi clase de Derecho.


Cuando no defendemos nuestros derechos perdemos la dignidad, y la dignidad no se negocia.

divendres, 21 de desembre del 2012

L'AJUNTAMENT D'AMPOSTA ES RASCA LA BUTXACA PELS BONS ESTUDIANTS

Fa un moment, a la sala de plens de l'Ajuntament d'Amposta s'han lliurat les beques de transport per als bons estudiants que cursen estudis universitaris lluny de la nostra ciutat.
A mon fill, que va fer tercer de la carrera de navegació marítima li han concedit 34,83 €. A un amic seu i músic de la Lira, 40 € i a una amiga que havia justificat uns 1.000 euros amb transports, 90.
Al proper número de la Revista Amposta sortirà en sinyó ancalde amb el titular: "L'ajuntament lliura les beques de transport) Senzillament vergonyós! Per això que les treguin i que destinen els diners a ajudar a les famílies més desafavorides.
Els pares d'alumnes que estudien fora i que, com el nostre fill, no poden obtenir cap ajuda més, saben de l'esforç que s'ha de fer per a que puguin acabar la carrera (la del nostre fill és de 5 anys)... I l'Ajuntament ens dóna xavalla i, a sobre, haurem d'estar agraïts. 
Per cert, el nostre fill diu que no sap com s'ho gastarà...

LA FRASE DEL DIA 22-12-2012



Un candidat s’assembla més a un detergent nou que a un veí que explica les seves idees.

Per a mi és una frase contundent i que t’invita a la meditació. La vaig llegir no fa gaires dies en un article d’opinió que signava Gerard Costa al Periódico de Catalunya i que portava per títol: Màrquèting polític estimulant. 
Certament, quan arriben les eleccions, els candidats, sobre tot els novells, s’intenten vendre mostrant el que diuen que són les seves virtuts: amb mi sortirem de la crisi, acabarem amb la corrupció i l’atur o bé, assolirem un estat independent dintre d’Europa... Al final moltes d’aquestes promeses no es poden complir i és llavors quan els ciutadans deien de creure amb la classe política.
Recordo el primer cop que vaig anar a una llista. Va ser a les municipals de 1987 a la Galera. Anava de 4, però vaig ser l’ànima d’aquella candidatura. El programa estava replet d’idees per a transformar el poble. Tota la part de Cultura i Joventut la van elaborar una noia i un noi (Pepi i Xavi) que només tenien 19 anys. Vana anar de 3 i 2 respectivament. Mai el PSC a la Galera havia obtingut tant bon resultat. Només varem treure 2 regidors però el tercer va estar a tocar. Ja fa temps que el PSC no té representació a l’Ajuntament de la Galera.
Durant molts d’anys aquells resultats van seguir sent els millors i crec que només s’han superar 1 o dues vegades. Una d’elles a les eleccions generals de 1996 que, contra tot pronòstic va guanyar el PSC mentre a Espanya guanyava Aznar per primer cop.
És evident que el candidat ha de mostrar-se com a una persona propera. Ha d’arribar als seus conciutadans i,el que és més important, no els ha de fallar.
NO ha de prometre coses difícils de complir. Ha de tocar de peus a terra i saber, en tot moment quina és la realitat per a adoptar les mesures més adients.
Encara que això no és sempre així. Allà on guanya normalment el PP és insòlit veure com governa la corrupció i hagi qui hagi al davant, sempre acaba traient majoria absoluta.
Crec que un dia, algú d’un altre planeta hauria d’estudiar-nos detinguda i minuciosament per mirar d’esbrinar el perquè actuem d’aquesta manera.     

COSTUMBRES EN VÍAS DE EXTINCIÓN III – LA EXTRA DE NAVIDAD (Un artículo de Fernando García Crespo)

Sin añoranzas, sin otro fin que disfrutar de un rato agradable, aquí llega la tercera entrega de Costumbres en Vías de Extinción: La Extra de Navidad.
Hace un tiempo, apoltronado, engullendo tele, asistí perplejo al desarrollo de un programa de T.V en los U.S.A.. En él animaban a padres y madres para que grabasen en vídeo las reacciones de sus hijos al abrir los regalos la mañana del 25 de diciembre. La presunta gracia estaba en que estos regalos debían de ser ruines, miserables o estúpidos. El programa continuaba emitiendo los resultados de este experimento antinavideño sin ningún tipo de censura.
No sé si estos niños habrán perdonado a sus padres, o si todo quedó en el olvido si más tarde fueron correspondidos con regalos acordes a sus expectativas defraudadas. No sé.
No recuerdo qué contenían aquellos miserables regalos disfrazados de prosperidad, lo que fue difícil de olvidar fueron las reacciones de los niños cobaya. Aquello no era desilusión, era odio, colapso, desamor. Los más creciditos miraban a sus padres como la personificación del patetismo. Me resultó tan duro que a punto estuve de cambiar de canal.
No había vuelto a pensar en ello hasta que se confirmó que este año, como por arte de birli birloque, los empleados públicos no tendríamos extra de navidad.
Sentí como un resorte, no me quedaría de brazos cruzados, pensaba vengarme con un acto simbólico: le daría una patada en el culo a Papá Noel. Estaba decidido a que mis hijas pequeñas no tuvieran otro regalo la mañana de Navidad que no fuese una foto enmarcada del gordo del traje rojo; Papá Noel y su sociedad de consumo eran los culpables de que yo me hubiese quedado sin extra y, por ende, mis hijas sin su habitual regalo de navidad.
Tardé en darme cuenta de que mis niñas eran demasiado pequeñas para entender que en la sombra de Papá Noel puede ampararse un consumismo irracional y desemocional como el que nos ha traído hasta esta crítica situación.
Pero una vez descartado el del traje rojo ¿quién era el culpable? Tendría que ser la foto de… ¿de quién?
No lo sabía, así que me dediqué a escuchar a los que presumían de saberlo. Como no se ponían de acuerdo resultaba difícil saber quién tenía razón. Ni siquiera la Cope y la Ser opinaban lo mismo, aunque su tono de crispación era muy parecido.
Así que afiné el oído y presté atención a los murmullos, a las voces de los antisistema. Escuché alegatos que me parecieron muy coherentes y también lo que a mi sencillo entender eran absolutos disparates. Perdí el rastro del culpable en un laberinto de transnacionales y familias reales.
Me empezó a doler la cabeza. Es lo que tiene pensar que, si no estás acostumbrado, al principio puede doler. El caso es que después de mucho cavilar no sabía qué pensar. Me sentía culpable. Otro culpable más que ignorante busca culpabilidades ajenas.
Intentando superar las angustias de la razón quedé con mis viejos amigos sin necesidad de otra excusa que retomar viejos hábitos abandonados.
Supongo que a los habituales de la noche les debimos parecer seres de otra época, de otro espacio. Lo éramos o, al menos,   así nos sentíamos, desintegrados, desubicados.
Atrincherados en un oscuro rincón de algo similar a un pub nos dimos cuenta de lo absurdo de la situación. ¿Qué hacíamos allí? ¿Quién nos había arrastrado hasta aquella situación que, de repente, nos parecía tan patética? En un acto de sinceridad compartida reconocimos que nosotros mismos éramos los únicos responsables. ¿Quién si no?
Abonamos las consumiciones y nos fuimos caminando. Nos dejamos llevar por la falta de objetivos, de horizontes cercanos; sólo hablábamos, o callábamos. Hacía una noche ideal para no hacer otra cosa que no fuese hacer nada. Sólo hablar, o callar. Caminar y contemplar. Como si fuésemos turistas accidentales.
Mientras contraveníamos algunas ordenanzas municipales y nos mirábamos los zapatos les conté lo que estaba tramando con el regalo de navidad.
Nos reímos todos, menos uno al que no le hizo ninguna gracia que utilizase a mis hijas para exteriorizar mis frustraciones amparándome en la pérdida de la paga extra. Parecía que se hubiese tomado a mal mi comentario.
-        No busques culpables, me escupió. Sé responsable. Toma conciencia de tu responsabilidad y todo estará bien, con extra y sin extra de navidad.
No sé por qué pero siempre que se pone metafísico escupe. No se lo tuve en cuenta, es mi amigo y cuando me escupe lo hace con cariño.
La Navidad está a la vuelta de la esquina y yo sigo en mis trece, aunque con variaciones considerables en mi estrategia original. El regalo para mis hijas está ahora en manos de su madre y la tarjeta de crédito, y respecto al “regalo trampa” he decidió que su destinatario final seré yo mismo.
Aunque pueda parecer que poca sorpresa puede uno darse a sí mismo, todos sabemos que si nos conociésemos más a fondo quedaríamos gratísimamente sorprendidos.
Así que a falta de culpable he encontrado un responsable. Mi regalo no contendrá ninguna foto enmarcada, sino un espejo. Un espejito mágico.
Me miraré en él cada vez que busque un culpable y no un responsable.
Me miraré en él cada vez que algo en los demás me cause molestia o disgusto.
Me miraré en él cada vez que necesite asomarme a la inmensidad del Universo.
Me miraré en él cuando me quiera reír y crea no tener con quién.
Me miraré en él cada vez que piense en ti.
Por una Navidad Consciente: que todos los seres de todos los mundos sean felices y vivan en paz.