por Gerardo Tecé
El problema de Fernández Díaz es haber nacido 70 años tarde. El ministro de Interior es una especie de anomalía temporal, una broma que la naturaleza nos gasta para que tengamos que verlo desenvolverse en un medio hostil para él como es el Siglo XXI, una época con más smartphones que crucifijos.
Hace 70 años, en los prósperos 40’s españoles, Fernández Díaz hubiera ejercido de ministro de Interior de una manera bastante más natural, menos forzada de lo que lo hace hoy día: hubiera velado por el orden y la prosperidad de España desde un aula. Regla de madera en mano, Fernández Díaz hubiera recorrido el pasillo arriba y abajo con gesto grave y paso pretendidamente intimidatorio. Deteniendo su paso bruscamente, golpearía la mano de algún niño de 7 años que no contestase correctamente que la Santísima Trinidad está compuesta por Padre, Hijo y Espíritu Santo y que por tanto, lógicamente, Dios es uno y trino. Tras asegurarse de que la mano del niño estuviera lo suficientemente roja como para dar por subsanada la ofensa al altísimo, alzaría la cabeza y miraría al Jesucristo del crucifijo, que sin necesidad de desenclavarse, aplaudiría su determinación en la defensa de los valores patrios.
Por desgracia hoy día el trabajo de ministro del Interior es bastante menos agradecido que el golpeo con regla de madera. Uno tiene que soportar críticas al expresar libre y españolamente que el problema de la inmigración consiste en que si tanto te gustan los negros, dame tu dirección que te los mando a casa. O armarse de paciencia franciscana cuando ONG’s hipócritas o medios de comunicación marginales de La Internet afean la conducta de la benemérita, que a sus órdenes dispara contra los negros ilegales que pretenden violar las líneas de la santa patria. Cosas de la dichosa democracia.
Dios aprieta pero no ahoga. En estos tiempos hostiles para un ministro retrasado a su tiempo, éste puede encontrar cobijo en ciertos oasis que le permiten viajar al pasado y disfrutar de la época añorada sin necesidad de moverse de 2014.
Esta semana ha sido un oasis en sí misma. Léase con voz de NO-DO que el ministro del Interior disfrutó el pasado martes de una agradable entrega de premios en la sede del diario La Razón. En la ceremonia de entrega, Alfonso Ussía, mordaz al tiempo que españolísimo escritor que da nombre a los galardones, destacó “el triunfo del individualismo español y la victoria de la libertad, reconociendo el valor de los nuevos héroes y los valores patrióticos”. Entre los premiados, españolas celebridades como la, ahora a la derecha de Dios, Duquesa de Alba, Los del Río, o la campeona del mundo de bádminton, deporte exótico venido de las indias, pero no por ello inaccesible a la tenacidad española.
La dicha del ministro no acabó al salir de la sede de La Razón ya que, y seguimos leyendo con voz de NO-DO, el jueves aprobó su esperada Ley de Seguridad Ciudadana, bendita herramienta que dotará a nuestras entregadas fuerzas de seguridad del soporte legal necesario para velar por la paz, el orden y la ley, a veces atacada por elementos transgresores. La ley contemplará multas de hasta 100.000 pesetas por faltar al respeto con la palabra a los cuerpos de seguridad, de hasta 5.000.000 de pesetas por resistirse a su acción o grabarla con aparatos móviles, o de hasta 100.000.000 de pesetas por convocar reuniones que pongan en riesgo la pacífica convivencia española sin el permiso de la autoridad competente.
Todo tiempo pasado fue mejor para el señor ministro. Y, por suerte para él, el tiempo pasado es como los smartphones: móvil. Nos lo ha traído hasta aquí.