dissabte, 6 de gener del 2018

MATÍ DE REIS A AMPOSTA





























LA NOSTRA RIBERA 410






SOLSONA 14






Lo que no se ha contado sobre las elecciones catalanas

VICENÇ NAVARRO

Una realidad que ha pasado desapercibida en los múltiples análisis que se han hecho en los mayores medios de comunicación españoles, incluyendo catalanes, de las votaciones que tuvieron lugar en Catalunya el 21 de diciembre es que lo que ha sucedido en Catalunya tiene algunos puntos de semejanza con lo que ha estado ocurriendo en otros países a los dos lados del Atlántico Norte. Me estoy refiriendo al resurgimiento de amplios sectores de la clase trabajadora como nuevo agente de cambio a favor de opciones de derecha o incluso ultraderecha. En EEUU, por ejemplo, esta clase social –la clase trabajadora- (que círculos del establishment político mediático estadounidense apenas reconocían su existencia, asumiendo que había desaparecido o se había convertido en clases medias) jugó un papel determinante en la elección del candidato Trump, un candidato de la ultraderecha estadounidense que se había presentado como el candidato antiestablishment, salvador de la patria, frente al neoliberalismo y globalización promovidos por el Partido Demócrata gobernante, que supuestamente estaba debilitando la identidad nacional del país.
En Francia, fue también la olvidada clase trabajadora la que fue el apoyo electoral mayor de la ultraderecha francesa, dirigida por Marine Le Pen, en protesta a las políticas neoliberales del Partido Socialista presidido por el Sr. Hollande (que habían afectado muy negativamente la calidad de vida y bienestar de tal clase), y también en rechazo a la dilución y pérdida de la identidad francesa amenazada por la integración europea promovida por el gobierno Hollande. El cinturón rojo de París dejó así de apoyar a las izquierdas y votó en su lugar a la ultraderecha. Una situación casi idéntica apareció en la Gran Bretaña. En aquel país fue también la clase trabajadora la que apoyó masivamente la salida del país de la Unión Europea como oposición al establishment neoliberal europeo y como consecuencia de su deseo de recuperar la identidad británica. Como bien escribió Owen Jones, autor de Chavs. La demonización de la clase obrera (Capitán Swing, 2012), la ignorada o supuestamente desaparecida clase trabajadora, existía y su protesta estaba abrumando a las estructuras de poder británico, lo que culminó más tarde en el Brexit.
¿Ha pasado algo semejante en Catalunya? La aparición de la clase trabajadora como actor político en las elecciones del 21D
No puede dudarse que, en base a los datos disponibles y fácilmente accesibles, el hecho más notorio que ocurrió aquel día de las elecciones del 21D no fue solo la elección -de nuevo- de la coalición independentista, liderada por Convergència (conocida después como PDeCAT y últimamente como Junts per Catalunya, que ha gobernado Catalunya durante la mayor parte del periodo democrático), sino también el apoyo electoral de grandes sectores de la clase trabajadora a Ciudadanos, uno de los partidos políticos más opuestos a Convergència, y al establishment político mediático catalán que ha  controlado durante la gran mayoría al periodo democrático todos los aparatos de la Generalitat de Catalunya. Este voto a Ciudadanos ha sido un voto de protesta al establishment político mediático (nacionalista primero e independentista después) que gobierna la Generalitat de Catalunya promoviendo a través de los medios públicos de la Generalitat, como TV3 y Catalunya Ràdio, así como de los medios privados (todos ellos subvencionados por fondos públicos), un nacionalismo conservador –el pujolismo-, recientemente convertido en independentismo, que polariza Catalunya según el sentido de identidad nacional de sus ciudadanos y, a lo cual, la clase trabajadora, de mayoría castellanoparlante, se opone.
Pero el rechazo a Convergència (Junts per Catalunya) incluye no sólo el aspecto identitario. Convergència (en sus distintas versiones PDeCAT y Junts per Catalunya) es un partido de orientación liberal (es decir, neoliberal en lo económico) que gobernó Catalunya por muchos años con un partido cristianodemócrata, Unión Democrática (integrada hoy en el PSC), y más tarde con ERC (en alianza en el gobierno Junts pel Sí) y con la ayuda de la CUP, un partido este último que se define como revolucionario pero que siempre antepone el proyecto nacional al social (como también hace ERC). Su sucesor, el PDeCAT (y su última versión Junts per Catalunya) ha sido un defensor de las políticas neoliberales, tanto en su reforma laboral como en sus recortes de gasto público, siendo los más extensos ocurridos en España. Ni qué decir tiene que la gran crisis que la aplicación de tales políticas ha provocado en Catalunya, ha creado una gran desazón en la clase trabajadora. Y la gran astucia de Ciudadanos ha sido canalizar este enfado antiestablishment político-mediático independentista, ocultando su neoliberalismo, presentándose como el más antiindependentista y más antinacionalista catalán y el más español. Y, por lo visto, lo consiguió.
El apoyo electoral de la clase trabajadora catalana a Ciudadanos
 El voto a Ciudadanos fue muy acentuado en los barrios obreros de Barcelona y Tarragona, provincias que concentran la gran mayoría de la clase trabajadora en Catalunya. El análisis electoral muestra que aquellos barrios por debajo de los niveles medianos de renta del municipio votaron por Ciudadanos. Un análisis sobre la procedencia del apoyo a Ciudadanos muestra claramente que provino predominantemente de los barrios obreros, y muy en especial de Barcelona y Tarragona, alcanzando ahí porcentajes del voto electoral de casi el 35-40% del electorado. Ejemplos son Ciudad Meridiana, Trinitat Nova, La Marina del Prat-Zona Franca, Vallbona, Trinitat Vella, Torre Baró, Les Roquetes o el Turó de la Peira, entre otros, todos ellos con un nivel de renta inferior a la mediana de la ciudad de Barcelona. Pero incluso en barrios obreros populares, con elevada densidad de la clase trabajadora con niveles de renta semejantes e incluso ligeramente superiores al promedio de la ciudad, como la Sagrera, el porcentaje de voto fue elevado (un 25%) garantizando que fuera el primer ganador en la mayoría de barrios de clase trabajadora.
De lo que no se dijo sobre Ciudadanos durante la campaña electoral: su filosofía económica es neoliberal, idéntica al PDeCAT
Ahora bien, lo que merece ser citado es que durante la campaña electoral el carácter neoliberal de tal partido –Ciudadanos- apenas apareció. En realidad, Ciudadanos es de la misma familia política que Convergència (que se rebautizó como PDeCAT y últimamente como Junts per Catalunya), lo cual casi nunca apareció en la campaña electoral. La evidencia de que sus políticas neoliberales (como la reducción de gasto público, la reducción de impuestos, su oposición al incremento del salario mínimo, entre otras) dañarían a las clases trabajadoras que les votaron es abrumadora. La escasa experiencia de gobierno del partido Ciudadanos en Catalunya,  la muy buena prensa que recibieron de los mayores medios de comunicación españoles, y la gran cantidad de recursos para promocionarse en la campaña, explican que este componente de su doctrina económica neoliberal apenas fuera conocido por sus votantes (ver mi artículo “La utilización de las banderas para ocultar las políticas responsables de la gran crisis social” en Público, 18 de diciembre de 2017). Pero esta orientación neoliberal, sin embargo, no pasó desapercibida por las clases más pudientes catalanas que sí consideraron correctamente a Ciudadanos como el más sensible a sus intereses. La gran paradoja del electorado favorable a Ciudadanos fue su curva en forma de U, siendo muy acentuada entre las rentas inferiores –clase trabajadora- por un lado, y entre las clases pudientes de mayor renta, por el otro. El barrio barcelonés donde Ciudadanos consiguió un mayor porcentaje de voto fue el más rico de Barcelona, Pedralbes (un 42%). Las clases dominantes tienen siempre una conciencia de clase más desarrollada que cualquier otro grupo o clase social. El apoyo de las clases pudientes a Ciudadanos era lógico y predecible pues respondía a sus intereses. No así, sin embargo, el apoyo recibido por tal partido por la clase trabajadora, que vería afectada negativamente su bienestar económico y social por la aplicación de tales políticas.
Lo mismo ocurrió, por cierto, en EEUU. Los mayores porcentajes de apoyo a Trump (que era el candidato que representaba con mayor crudeza a la clase empresarial estadounidense, profundamente antisindical) provenían de los barrios blancos más pobres (de clase trabajadora) y también de los barrios más pudientes. La coherencia en el comportamiento electoral de las clases pudientes (que correctamente leyeron quiénes defendían mejor sus intereses de clase) contrastó también en aquel país con la incoherencia del comportamiento electoral de las clases trabajadoras subalternas que priorizaron la expresión de su enfado y su nacionalismo identitario sobre sus intereses de clase.
Había gran interés en que el tema nacional acaparara todo el tema electoral
 La centralidad del tema nacional identitario ocultó e hizo irrelevante la importancia del tema social. Y esa fue la gran victoria de las derechas el día 21D. Los dos partidos mayoritarios, vencedores de las elecciones, uno liderando el futuro gobierno mayoritario independentista (la antigua Convergència con el nombre de Junts per Catalunya), el otro liderando la oposición (Ciudadanos), eran ambos miembros del grupo europeo liberal, cuya más reciente aportación al Parlamento Europeo fue proteger los paraísos fiscales existentes en Europa. La centralidad en la temática de las banderas fue su gran éxito.
 Lo cierto es que el debate de las banderas fue un diseño bien ejecutado por las fuerzas dirigentes del Estado español por un lado (el PP, Ciudadanos y el PSOE) y de la Generalitat de Catalunya, por el otro (PDeCAT o Junts per Catalunya, con la ayuda de ERC), para no hablar de sus responsabilidades en haber causado la gran crisis social de Catalunya (y de España). La rigidez y falta de sensibilidad del PP hacia las demandas nacionales procedentes de Catalunya, le suponía réditos electorales en el resto de España. Y el “procés” diseñado por los independentistas hacia la independencia exprés, así como las tensiones generadas, eran necesarias para aumentar sus bases electorales, que lograron  ampliar. Las detenciones y “exilios” movilizaron el apoyo electoral al independentismo. Y puesto que a ambos partidos tampoco les interesaba que se reavivara el eje derechas versus izquierdas (por su gran vulnerabilidad si ello hubiera ocurrido) no hubo interés en salirse del tema nacional.
 La enorme dificultad de cambiar el tema electoral pasando del tema nacional al tema social
En estas circunstancias, las izquierdas catalanas como Catalunya En Comú-Podem lo tuvieron muy difícil para romper esta polarización, pues a todos los otros partidos (que todos ellos, excepto la CUP, habían realizado y puesto en marcha políticas neoliberales) les hubiera perjudicado el cambiar de tema centrándose en la enorme crisis social existente en Catalunya. Tanto el PP como el PDeCAT (Junts per Catalunya) habían sido protagonistas de las reformas neoliberales como la reforma laboral y los enormes recortes al gasto público social.  En cuanto al PSC, su credibilidad estaba también limitada pues su partido hermano, el PSOE, había iniciado las políticas neoliberales y no ha habido hasta hoy una crítica seria de tal pasado. Referente a ERC y a la CUP, tales partidos siempre, en su apoyo al independentismo, habían antepuesto el tema independentista sobre cualquier otro, apoyando unos presupuestos que reprodujeron gran parte de las políticas neoliberales.
 ¿Por qué ahora la clase trabajadora catalana votó a la derecha ultraliberal?
La respuesta a esta es relativamente fácil. En realidad, es fácil de entender por qué el cinturón rojo de Barcelona ha votado naranja dejando de votar rojo o morado en estas elecciones. No hay ninguna duda de que, de la misma manera que el PP ha sido el mayor fabricante de independentistas, el gobierno independentista de Junts pel Sí ha sido el mayor fabricante de Ciudadanos en Catalunya. Cada vez que la coalición gobernante en Catalunya de Junts pel Sí se define como representante del pueblo catalán hiere los sentimientos identitarios de muchos de los catalanes no independentistas que reclaman también ser españoles y que, por cierto, son la mayoría de ciudadanos que vive en Catalunya. No hay duda que la máxima causa de que grandes sectores de la clase trabajadora en Catalunya votara a Ciudadanos se debe al éxito de canalizar el sentimiento español a través suyo.
 En la misma manera en que, nunca antes en Catalunya, los independentistas habían mostrado mayor agresividad en el desarrollo de su “procés”, nunca antes había habido una respuesta igualmente contundente por el sentido de pertenencia a España. Tenía que haber sido claro desde el principio para las izquierdas catalanas no independentistas que un adversario mayor para ellas sería Ciudadanos que utilizaría la defensa de la españolidad para movilizar ampliamente a la clase trabajadora a su favor. Debiera haber sido necesario mostrar que detrás del supuesto “patriotismo” español estaba la versión más “dura” del neoliberalismo. Y los datos así lo muestran claramente. El trasvase de votos desde las izquierdas no independentistas a Ciudadanos ha sido importante y significativo. Más de un 25% del voto a Catalunya En Comú-Podem y cerca del 36% del voto al PSC en 2015 fueron a Ciudadanos el 21D. Naturalmente que hubo también una transferencia en sentido contrario, pero mucho menor (Toni Rodon, “On han anat els vots del 27-S aquest 21-D?”, Naciódigital, 24 de diciembre de 2017).
Pero existió otro problema del que tampoco se habla
Pero el problema mayor que tienen las izquierdas catalanas no independentistas es su dificultad a la hora de canalizar el sentimiento de ser español porque la visión hegemónica hoy en este país del Estado español es la versión monárquica y ello como resultado del gran dominio que las derechas tuvieron durante la Transición, ayudadas por el transformado PSOE que abandonó parte de su bagaje ideológico durante ésta, resultado de las presiones del Ejército y de la Monarquía. El bipartidismo era el eje de un sistema monárquico que el PSOE hizo suyo.
La visión monárquica de España, sin embargo, nunca fue popular en Catalunya. Por mucho que las izquierdas catalanas estuvieran en desacuerdo no sólo con la secesión propuesta por los independentistas sino también en la manera tan irresponsable que los independentistas habían propuesto alcanzarla, no les era fácil salir en defensa del Estado español, incluyendo de la bandera borbónica, una bandera muy semejante a la que enarbolaron y el mismo himno que las tropas franquistas –que se llamaron a sí mismas los nacionales- cuando ocuparon el territorio catalán. Cuando la marcha en oposición a la independencia se organizó, fueron los partidos monárquicos los que la lideraron. Era difícil para un español republicano sentirse cómodo con tal identificación.
El enorme coste de la desmemoria histórica y la necesidad de las izquierdas de redefinir España
Y ahí nos lleva al punto clave de la respuesta a la pregunta que inicia tal sección: grandes sectores de las izquierdas catalanas no se sienten identificados con esta España monárquica. La lucha por la plurinacionalidad de España es fundamental y, además, tenemos que crear otro sentimiento de pertenencia a un proyecto común y para ello las izquierdas necesitan recuperar temas olvidados o dejados de lado en la suficiente recuperación de la memoria histórica. Esta falta de recuperación explica que, paradójicamente, las dos banderas (la estelada y la borbónica) más utilizadas por los dos bandos durante la campaña electoral, sean banderas partidistas en extremo. Pero hay que darse cuenta que para la mayoría de catalanes la bandera catalana no es la estelada sino la “senyera”. Y muchos catalanes que nos sentimos españoles no nos sentimos identificados con la bandera que representa el Estado monárquico. La bandera española para millones de españoles y catalanes era, y continúa siendo, la bandera republicana.
Soy consciente del argumento, que encuentro también razonable, de que la juventud ha sido socializada (a través del fútbol y otras competiciones) identificando la bandera borbónica como la española, y que introducir la republicana puede retrotraernos a una época pasada.
Pero hay que ser conscientes, por otra parte, que mantener la monárquica como la única representante para definir España (aunque es lo que instruye la ley y la Constitución) es contribuir a una pérdida de identidad. Supone también la desaparición de un punto de referencia en la consideración de alternativas al proyecto monárquico actual. No es por casualidad que el Estado sea tan intolerante hacia el uso de tal bandera republicana. Basta recordar al súperpatriota españolista, Presidente de las Cortes Españolas, el socialista José Bono, prohibiendo a los combatientes republicanos que visitaron tal institución, enarbolaran la republicana.
De ahí que se necesite un respeto tanto a las personas que ya han sido socializadas a considerar la bandera borbónica como la española, y a aquellos que consideran la republicana como la suya, recuperando un significado y una visión de España distinta a la actual. Aplaudo en este sentido la excelente presentación del senador de Podem Catalunya, Óscar Guardingo, en su intervención en el Senado, en la comisión sobre la aplicación del 155, con una crítica convincente del comportamiento de los herederos del franquismo, cuando resaltó que había otra España, terminando su presentación con los colores de la bandera republicana. Era una crítica a una versión dominante de lo que es España, a la cual se le recordaba que el espíritu de la España republicana continuaba existiendo.
Las banderas republicanas españolas tenían que haber aparecido en las marchas en Catalunya frente al neoliberalismo y frente al independentismo. Sin complejos, herederos de aquellos que han hecho más por este país, sintiéndonos españoles no monárquicos, y descontentos con el Estado español controlado por la derecha española de siempre, así como con la Generalitat de Catalunya, que continúa controlada también por la derecha catalana de siempre. No ser conscientes de ello lleva a una situación en la que los dos partidos mayoritarios en Catalunya son el gobierno de Junts per Catalunya por un lado, y Ciudadanos por el otro, ambos de la misma familia política neoliberal. El primero ocultando sus políticas detrás de la estelada y el segundo ocultando sus políticas neoliberales bajo la bandera borbónica.
Pero en esta redefinición, lo más importante no son los colores de las banderas sino el significado de los conceptos. Patria tiene que decir calidad de vida, y nación el bienestar de las clases populares que la constituyen. Y sí, utilizando estos criterios pueden hacerse listas de quién es más patriota en este país. No es el que la tiene más larga (la bandera) sino el que ha beneficiado más a la mayoría de la población a través de las políticas públicas que mejoren su calidad de vida y su bienestar. Y hoy las derechas “súperpatriotas” de los dos lados del Ebro suspenden dramáticamente. El deterioro de la calidad de vida, resultado de la enorme crisis social que existe tanto en Catalunya como en el resto de España, es resultado de los años de gobiernos de derecha “súperpatriotas” en este país. Y, en cambio, de ello ni siquiera se pudo hablar durante la campaña. Y ahí está el triunfo de los de siempre. Así de claro.

L'esquerra que s'evapora

ANTONIO FRANCO

El 21-D l'esquerra tenia la dificultat suplementària de la polarització al voltant de l'eix Catalunya o Espanya


Hi ha persones desconcertades per la caiguda de l'esquerra en el resultat electoral de Catalunya. Jo no crec que la gent d’aquí sigui menys progressista. Tampoc crec que hagi deixat o s’hagi allunyat de l’esquerra. Penso que en gran mesura els partits d’esquerra han deixat o s’han allunyat de la gent.

Passa el mateix a tot Europa, i això es paga. A França, el PS va passar en una sola elecció de governar amb majoria absoluta a pràcticament desaparèixer i haver de posar en venda fins i tot la seva seu de París. Hollande va aplicar receptes progressistes però es va desconnectar de la sensibilitat popular. Va actuar amb un despotisme il·lustrat --amb el «jo sé el que us convé, estimats companys»– possiblement ben intencionat, possiblement no traïdor, però essencialment covard respecte a les reformes dràstiques que exigeixen els nous temps. No va abordar el que és més urgent: que a través de governar i legislar s’ha d’aconseguir que el poder torni de les mans okupes que ara el retenen –el món financer, les grans multinacionals– a les dels elegits a les urnes. Davant d’això, els francesos que no volien més continuisme en la precarietat es van passar a qui desitjava reformar les coses, Macron, aliè als partits polítics tradicionals. Que si l’esquerra no fa els canvis els intenti l’apòstol d’una espècie de centrisme liberalconservador.

En les eleccions catalanes la nostra esquerra tenia la dificultat suplementària de la polarització al voltant de l’eix Catalunya o Espanya. Molts progressistes en el seu Tot per la Pàtria volien oblidar aquesta vegada que Artur Mas en política social va ser un cosí molt germà de Rajoy. L’hi van recordar Domènech i Iceta, però molts electors potencials els van veure primmirats poc contundents davant la prioritat antiseparatista. Uns van témer que En Comú volgués repetir amb ERC el que ja li va sortir malament al PSC en els tripartits (intentar governar sense ser aixafat per una abraçada de l’os), i altres van recelar que el PSOE fos sincer al dir que seguia els socialistes catalans en el laberint identitari.

Els votants d’aquests dos partits saben que davant l’independentisme i enfront de Rajoy l’única possibilitat matemàtica d’èxit passa per coordinar-se i anar junts. Per això van rebre malament que Ada Colau, d’En Comú, anunciés que expulsava del seu equip municipal el socialista Collboni.
Context difícil

Com passa a França, els rectors dels partits no sintonitzen amb els desitjos de baix. I el context és difícil: Podem viu lligat a Catalunya a la percepció que és millor la seva bandera general abstracta espanyola que el que fa Pablo Iglesias, mentre el que queda del PSC no sap ni si Pedro Sánchez subscriu sense complexos el federalisme ni si, en cas afirmatiu, els vells del PSOE intentaran tornar a matar-lo.

POSTA

Bon dia! 

divendres, 5 de gener del 2018

LES ICONES DE L’INDEPENDENTISME

Les Borges Blanques. 
Tot país independent, a part de les seves singularitats (llengua, cultura, tradicions, etc.) té d’altres trets distintius com la bandera, la festa nacional, els seus herois i fins i tot les seves icones.
Catalunya, tot i que encara no ha assolit la condició d’independent, s’assembla molt al que podria ser un estat reconegut per les institucions internacionals: idioma, bandera, himne, folklore, gastronomia, diada nacional i fins i tot herois i icones.
Sempre s’ha dit que a Catalunya commemorem derrotes. Com tots sabeu, l’11 de setembre, la nostra festa nacional commemora l’aniversari de la derrota en mans de les tropes borbòniques a la guerra de Successió (1702-1717) El nostre heroi també està estretament lligat a aquella guerra i és, com no, Rafel Casanova que exercia el càrrec de Conseller en Cap de Barcelona i a qui sé li ret homenatge el mateix matí de la Diada Nacional, tot i que potser seria molt més oportú reconèixer al general Josep Moragues com l’autèntic heroi d’aquella guerra.
Bust del general Moragues a Barcelona. 
El nacionalisme modern, el que va sorgir de dintre de la mateixa dictadura franquista, també va tenir (i potser manté encara) alguns símbols propis: el propi Jordi Pujol va ser durant molt de temps una icona pel fet d’haver estar empresonat per la dictadura i el Cant de la Senyera el seu propi himne.
Totes aquestes coses que no passen desapercebudes a la majoria dels ciutadans (de vegades només cal que se’ls hi recorden per adonar-se’n), evidentment tampoc els hi són indiferents al moviment independentista que, com és normal, també recerca les seves icones.
Una d’aquestes icones és sense cap mena de dubte l’1 d’octubre. Com sabeu aquell dia se va celebrar a tota Catalunya un referèndum d’autodeterminació. Un referèndum no exempt de controvèrsia ja que va ser prohibit per l’Estat espanyol i per tant sé va haver de fer a moltes ciutats i pobles lluny dels habituals col·legis electorals. La nota més negativa però van ser les actuacions de la Policia Nacional i la Guardia Civil que van voler impedir les votacions usant la violència a municipis com la Ràpita i Roquetes.
Malgrat tot, l’èxit de participació, segons les xifres donades pels organitzadors del propi referèndum, va ser inqüestionable, malgrat que no hi va haver el mínim de garanties necessàries ni la imparcialitat requerida en una consulta tan important com la que se pretenia portar a terme.
Quan me vaig assabentar que a la Ràpita s’havia batejat el pavelló davant el qual sé van produir les càrregues policials, fins i tot me va semblar bé. Al cap de pocs dies, com a membre de la comissió del nomenclàtor d’Amposta, vaig rebre un correu on me se demanava l’opinió per fer el mateix amb el d’Amposta. La meva resposta exacta va ser aquesta:

-Ja me va bé. Personalment no crec que sigui una data tant emblemàtica com ens diuen, però si es creu que el nom pot tindre connotacions positives, endavant.

La plaça de l'1 d'octubre a les Borges Blanques (abans de la Constitució)
Aquesta mateixa setmana, mentre ens trobàvem de visita per les Borges Blanques, la capital de les Garrigues, de sobte ens vam trobar amb la que és sense cap mena de dubte la plaça 1 d’octubre. Llavors va ser quan me vaig reafirmar a l’hora de valorar la tasca que estan portant a terme les diferents entitats independentistes al llarg i ample de Catalunya a la recerca d’icones identitàries.
Tot i que la plaça de les Borges Blanques abans portava el de la Constitució, potser no va ser oportú posar-li aquest nom quan sé va fer, ni tampoc crec que ho sigui ara. Afortunadament Catalunya té molta nomenclatura important a l’hora de posar noms als nostres carrers i places.  Estic segur que, històricament, aquest plaça havia de portar un nom no vinculat a temes polítiques i que hauria de recuperar.

LA NOSTRA RIBERA 409






SOLSONA 13






Salarios de hambre, pensiones en el aire

Si alguien piensa que su hijo debe asumir que gana menos de lo que ganó él, porque… así es la vida, debe recordar que el dinero de su pensión saldrá de ese raquítico salario

EMILIO DE LA PEÑA

No hace muchos días escuché en la radio un titular que advertía de los riesgos de nuestro sistema de pensiones por el envejecimiento de la población. Lo decía el último informe de la OCDE. Se refería a las dificultades que se atisbaban para el año 2050. Está bien divisar el horizonte lejano, aun a riesgo de apreciarlo de forma confusa y casi siempre equívoca. Pero desde luego es más realista observar lo que tenemos delante. Ahí no hay predicción posible, son hechos ciertos.

Desde que Rajoy llegó al Gobierno, no ha pasado un año sin que lo que ingresa la Seguridad Social haya sido insuficiente para pagar las pensiones. Es la primera vez que esto ocurre de manera continuada. El 83% de lo que ingresa la Seguridad Social proviene de las cotizaciones por los salarios. Y ahora estas cotizaciones no dan para el pago de las pensiones. Cabría pensar que esto se debe a la combinación de dos cosas: Cada vez hay más pensionistas y la crisis provocó que hubiera menos trabajadores cotizando a la Seguridad Social. Es, digamos, la explicación oficial, por llamarla de alguna manera, aunque la realidad es que desde los discursos oficiales nada de esto se dice. Se repite tan sólo el mantra de que se crea más empleo que nunca, por lo que la recuperación es un hecho.

Pero hay cosas que no cuadran. Por ejemplo, en 2010, el año en que se inauguraron los recortes y reducciones salariales, el número de afiliados a la Seguridad Social era muy semejante al del año pasado: cotizaban 17.660.000 personas frente a los 17.600.000 en 2016. Sin embargo, el año pasado, ya acabada la crisis, según el Gobierno, con un claro crecimiento, la Seguridad Social recaudó 1.400 millones de euros menos que siete años antes. La explicación es bastante obvia: los salarios han bajado, las personas que son contratadas ahora reciben sueldos claramente menores, y por tanto cotizan menos a la Seguridad Social para pagar las pensiones.

Más evidencias: Acudimos a los datos de la Seguridad Social y nos fijamos en lo que aportan las cotizaciones de los trabajadores del llamado Régimen General. Son la gran mayoría, en torno al 80% de los afiliados. Por término medio, en los 10 primeros meses de 2017, cada asalariado aportó 4.553 euros a la Seguridad Social. En el periodo equivalente de 2010, la aportación media por afiliado había sido mayor: de 4.628 euros, por tanto 75 euros más. Pero, el dinero no representa lo mismo ahora que entonces, porque sube el coste de la vida. Si calculamos los euros en el valor actual, la diferencia es mucho mayor: en 2010 lo que aportó cada salario fue 150 euros más que ahora. En 2017 esa recaudación por afiliado ha descendido un 3,2 por ciento. Lógico, porque los salarios son más bajos.

Esto no ha ocurrido en un año. Desde 2009 la aportación media de los afiliados a la seguridad social ha ido descendiendo, en euros de 2016, hasta llegar a ser 544 euros menos por persona, lo que supone una caída superior al 8%.

A la bajada de los salarios se añade otra cosa que resta recaudación. Ahora son más los parados que no cobran el seguro de desempleo y por tanto el Estado no cotiza por ellos a la Seguridad Social. En 2009, el 75% de los parados inscritos en las oficinas de empleo recibían una prestación. En 2017 sólo el 55% de los desempleados recibe tal ayuda. Y el dinero que cobra cada parado, incluida su cotización a la Seguridad Social, es además menor en 2017: 807 euros al mes, mientras que en 2009 llegaba a los 994 euros mensuales.

No han sido sólo los años malos. La bajada de recaudación por afiliado ha continuado los años que el Gobierno considera ya buenos y con la crisis superada. ¿Está superada una crisis cuando los que trabajan no ganan lo suficiente para pagar como es debido las pensiones de los que ya no trabajan?

Esa escasez recaudatoria persiste y puede prolongarse a largo plazo. La bajada de los salarios no es un fenómeno de poco tiempo, incluso aunque en los convenios colectivos se proceda a partir de ahora a incrementar los sueldos algo más. Lo más grave de los bajos salarios no es el recorte que han sufrido los que ya trabajaban cuando llegó la crisis, con ser esto negativo y empobrecedor. Lo peor ha sido y sigue siendo la sustitución de puestos de trabajo con sueldos aceptables por otros con salarios notablemente menores. Estos todavía son minoritarios, les toca sobre todo a los jóvenes que acceden a su primer empleo, pero con el paso del tiempo aumentarán. Por ejemplo, gran parte de los trabajadores que se jubilan o prejubilan con sueldos buenos son relevados por otros con un salario mucho más bajo. Es una rueda de sustitución continua que no para. Se da así el fenómeno perverso de que el nuevo contratado con salario mísero no puede con su cotización aportar suficiente para pagar la pensión del trabajador al que sustituyó. Si alguien piensa que su hijo debe asumir que gana menos de lo que ganó él, porque… así es la vida, debe recordar que el dinero de su pensión saldrá de ese raquítico salario.

El Gobierno lo sabe, ¡cómo no! La primera solución que encontró fue pulirse el dinero que había en el Fondo de Reserva, en la hucha de la pensiones. Dinero ahorrado con lo que sobraba de las cotizaciones en los años anteriores. En total, casi 53.000 millones de euros, que se aportaron incluso en 2008 y 2010, cuando arreciaba la crisis y el PP consideraba la situación insostenible. A ello había que sumar los intereses que ese dinero generaba y que alcanzaban, cuando llegó Rajoy al Gobierno, los 14.000 millones de euros. En total 67.000 millones de euros es lo que se encontró Rajoy en la hucha. Sacó de ella en los años de recesión, cuando se destruía empleo, y la recaudación de la Seguridad Social cayó al mínimo, en 2012 y 2013. Podía parecer razonable: para eso estaba la hucha. Pero en 2014 volvió a crecer la economía y mucho más en 2015 y 2016. Aumentaba el empleo y no había razón para sacar más dinero. Si las cosas iban bien, ¿por qué se seguía recaudando poco? La explicación es la política de bajos salarios implantada por el PP. Al comenzar este año quedaban 15.000 millones y ni con eso ha bastado para pagar todas las pensiones. Tanto es así que el Gobierno ha puesto otros 10.000 millones del Presupuesto del Estado.

La otra solución es la de siempre: recortar. Ya se hizo con la última reforma de las pensiones. El argumento empleado es el que refleja también la OCDE: el envejecimiento de la población hace insostenible el sistema. Es el mirar a largo plazo y predecir mientras se oculta lo que la realidad, no la previsión, ha dejado patente: el envejecimiento de la población no se ha producido de la noche a la mañana y sin embargo la insuficiencia para pagar las pensiones sí. La recaudación de la Seguridad Social por cotizaciones sociales fue en 2016 un 4% más baja que en 2008, mientras que la renta total de los españoles fue prácticamente la misma. Eso sí, la renta ha estado peor repartida. Mientras que la de los salarios ha caído un 5%, el beneficio empresarial ha subido algo más de uno por ciento.

Para pagar pensiones dignas es necesario que trabaje más gente, reducir drásticamente el desempleo y salarios dignos. O lo que es lo mismo, un reparto más equitativo de la riqueza generada cada año.

CORDÓ AMB NÚVOL

Bon dia!! 

dijous, 4 de gener del 2018

ELS MIRACLES DE SANT ANTONI

Prades. Ermita de Sant Antoni. 
La tradició catòlica diu que per arribar a sant has d’haver fet miracles després de mort i que aquest hagin pogut ser certificats per les autoritats eclesiàstiques pertinents. Un dels sants a qui més miracles sé li atribueixen és Sant Antoni.

Sembla ser que un dia hi havia un gran temporal a alta mar. Tan mala mar hi havia que un barca de festa va acabar naufragant. Dos mariners de la tripulació van agafar-se a un tros de fusta per a intentar salvar la seva vida mentre un d’ells resava...

-Sant Antoni, vine i ajuda’ns...  Sant Antoni, vine i ajuda’ns...

De sobte apareix Sant Antoni amb una túnica blanca i desprenent un gran resplendor blanc i va preguntar:

-Per quin Sant Antoni pregunteu, per l’Abat o pel de Pàdua?

El mariner que l’havia invocat, segur dels seus actes, li respongué:

-Per l’Abat, per l'Abat... 

-Així us feu fotre, que sóc del de Pàdua...


Desconec el final de la història i si finalment Sant Antoni va ser pietós i va obrar un miracle o bé els va deixar morir ofegats... 



LA CIUTAT QUE VOLEM 4-01-2018

Les fotos són de diumenge pel matí o sigui, de l'últim dia de l'any passat. Però podria ser d'ahir, del mes anterior o de fa dos anys. És igual, la situació ha canviat poc tot i les mesures que diuen que s'han pres... 
Una vegada més l'illa de contenidors del carrer Brasil. El més sorprenent de tot és la capsa amb runa que hi ha. 
No sé si algú està excavant un túnel per escapar-se o bé ha fet una obra petita a casa i la va traient poc a poc... 





LA NOSTRA RIBERA 408