dissabte, 28 d’octubre del 2017
El laberinto catalán
Algunas de las medidas planteadas por el 155 son claramente inconstitucionales porque atentan contra derechos fundamentales y principios
Un laberinto, según la etimología griega y latina, es un lugar formado por calles y encrucijadas, intencionadamente complejo para confundir a quien se adentre en él. En los laberintos se entra, algunas veces, por equivocación; y en otras, por el simple afán de desafiar los obstáculos y emprender la aventura de buscar una salida.
En el actual laberinto catalán deambulan personas cargadas con las historias del pasado y otras más conscientes del presente que estamos viviendo. Lo racional es buscar la salida, pero algunos, desorientados y tensos, prefieren permanecer atrapados en sus intrincadas sendas y no son capaces de buscar el hueco que les lleva a la realidad exterior.
A estas alturas creo que nadie debería desconocer, y mucho menos los políticos, la singularidad de la cuestión catalana. Todos los historiadores y viajeros que desde hace siglos se han acercado, con curiosidad, al conocimiento de nuestro país han destacado de muy especial manera la realidad de Cataluña. Para no perdernos en innumerables citas, me gustaría destacar los estudios sobre los antecedentes sociales y políticos de la Guerra Civil en España, del historiador inglés Gerald Brenan, que dedicó una especial atención a la cuestión catalana, y del historiador francés Pierre Villar, que dedicó uno de sus trabajos a encontrar el Encaje de Cataluña en la España moderna.
En estos momentos, creo que no tiene mucho sentido mirar hacia atrás y enredarnos en reproches mutuos sobre lo que pudo haber sido el Estatut de julio de 2006, votado por el Congreso de los Diputados y por el Parlament de Cataluña y refrendado en las urnas, que el Tribunal Constitucional, por impulso del Partido Popular, se encargó, según frase de un conocido político, de “cepillarlo”, convirtiendo su sentencia en un agravio que todavía esgrimen los sectores independentistas.
Los políticos catalanes, en mi opinión, debieron meditar seriamente antes de lanzarse hacia el vacío de una independencia unilateral, amparada en un referendo inconstitucional, sabiendo cuáles eran las circunstancias del presente y el panorama internacional, político y económico, en el que estamos inmersos. No es posible seguir esos derroteros sin tener en cuenta que España está integrada en una comunidad de naciones con vocación de superar las nacionalidades del pasado, con una política económica basada en la libre circulación de capitales y servicios, y con una moneda única que acaba de sufrir una fuerte sacudida ante la aprobación mayoritaria del Brexit por los ciudadanos del Reino Unido.
Creo que todavía hay tiempo para reconsiderar el presente y seguir buscando una salida negociada, para la que ambas partes cuentan, a pesar de las posturas oficialistas, con la gran mayoría de la opinión pública europea e internacional. Como es lógico, los socios comunitarios no podían apoyar una ruptura del texto constitucional sin poner en grave riesgo los pilares que difícilmente sostienen, en estos momentos, la Unión Europea; pero han dirigido mensajes inequívocos sobre la necesidad de resolver el conflicto con arreglo a los parámetros propios de países con una democracia avanzada y una cultura y civilización basada en el diálogo y no en una confrontación de consecuencias imprevisibles.
El Gobierno central se aferra al artículo 2 de la Constitución, que proclama la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles; como es lógico, pretende mantener su integridad territorial. Creo que reaccionó de forma torpe, con resabios autoritarios del pasado, frente a un referéndum cuyos resultados se agotaban en sí mismos, empleando, ante la perplejidad, el rechazo y el asombro de la comunidad internacional, la violencia policial para cerrar colegios electorales, romper urnas y reprimir violentamente a personas que pretendían ejercer su derecho a votar.
Algunos políticos catalanes no supieron administrar el caudal de comprensión que les suministraba la desproporcionada reacción del gobierno central y aprovecharla para seguir pidiendo diálogo o abrirse a otras oportunidades. Han optado equivocadamente por seguir adelante, aún a riesgo de darse con la cabeza contra el muro que se opone a sus deseos independentistas. El Gobierno del Partido Popular, con el apoyo de Ciudadanos y --no sé cómo calificarlo-- la complicidad del PSOE, ha decidido utilizar el remedio extremo que contempla nuestra Constitución en el artículo 155, para aquellos casos en que las decisiones autonómicas no solamente son contrarias a Constitución sino que atentan gravemente contra el interés general de España.
democráticos
JOSÉ ANTONIO MARTÍN PALLÍN
Un laberinto, según la etimología griega y latina, es un lugar formado por calles y encrucijadas, intencionadamente complejo para confundir a quien se adentre en él. En los laberintos se entra, algunas veces, por equivocación; y en otras, por el simple afán de desafiar los obstáculos y emprender la aventura de buscar una salida.
En el actual laberinto catalán deambulan personas cargadas con las historias del pasado y otras más conscientes del presente que estamos viviendo. Lo racional es buscar la salida, pero algunos, desorientados y tensos, prefieren permanecer atrapados en sus intrincadas sendas y no son capaces de buscar el hueco que les lleva a la realidad exterior.
A estas alturas creo que nadie debería desconocer, y mucho menos los políticos, la singularidad de la cuestión catalana. Todos los historiadores y viajeros que desde hace siglos se han acercado, con curiosidad, al conocimiento de nuestro país han destacado de muy especial manera la realidad de Cataluña. Para no perdernos en innumerables citas, me gustaría destacar los estudios sobre los antecedentes sociales y políticos de la Guerra Civil en España, del historiador inglés Gerald Brenan, que dedicó una especial atención a la cuestión catalana, y del historiador francés Pierre Villar, que dedicó uno de sus trabajos a encontrar el Encaje de Cataluña en la España moderna.
En estos momentos, creo que no tiene mucho sentido mirar hacia atrás y enredarnos en reproches mutuos sobre lo que pudo haber sido el Estatut de julio de 2006, votado por el Congreso de los Diputados y por el Parlament de Cataluña y refrendado en las urnas, que el Tribunal Constitucional, por impulso del Partido Popular, se encargó, según frase de un conocido político, de “cepillarlo”, convirtiendo su sentencia en un agravio que todavía esgrimen los sectores independentistas.
Los políticos catalanes, en mi opinión, debieron meditar seriamente antes de lanzarse hacia el vacío de una independencia unilateral, amparada en un referendo inconstitucional, sabiendo cuáles eran las circunstancias del presente y el panorama internacional, político y económico, en el que estamos inmersos. No es posible seguir esos derroteros sin tener en cuenta que España está integrada en una comunidad de naciones con vocación de superar las nacionalidades del pasado, con una política económica basada en la libre circulación de capitales y servicios, y con una moneda única que acaba de sufrir una fuerte sacudida ante la aprobación mayoritaria del Brexit por los ciudadanos del Reino Unido.
Creo que todavía hay tiempo para reconsiderar el presente y seguir buscando una salida negociada, para la que ambas partes cuentan, a pesar de las posturas oficialistas, con la gran mayoría de la opinión pública europea e internacional. Como es lógico, los socios comunitarios no podían apoyar una ruptura del texto constitucional sin poner en grave riesgo los pilares que difícilmente sostienen, en estos momentos, la Unión Europea; pero han dirigido mensajes inequívocos sobre la necesidad de resolver el conflicto con arreglo a los parámetros propios de países con una democracia avanzada y una cultura y civilización basada en el diálogo y no en una confrontación de consecuencias imprevisibles.
El Gobierno central se aferra al artículo 2 de la Constitución, que proclama la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles; como es lógico, pretende mantener su integridad territorial. Creo que reaccionó de forma torpe, con resabios autoritarios del pasado, frente a un referéndum cuyos resultados se agotaban en sí mismos, empleando, ante la perplejidad, el rechazo y el asombro de la comunidad internacional, la violencia policial para cerrar colegios electorales, romper urnas y reprimir violentamente a personas que pretendían ejercer su derecho a votar.
Algunos políticos catalanes no supieron administrar el caudal de comprensión que les suministraba la desproporcionada reacción del gobierno central y aprovecharla para seguir pidiendo diálogo o abrirse a otras oportunidades. Han optado equivocadamente por seguir adelante, aún a riesgo de darse con la cabeza contra el muro que se opone a sus deseos independentistas. El Gobierno del Partido Popular, con el apoyo de Ciudadanos y --no sé cómo calificarlo-- la complicidad del PSOE, ha decidido utilizar el remedio extremo que contempla nuestra Constitución en el artículo 155, para aquellos casos en que las decisiones autonómicas no solamente son contrarias a Constitución sino que atentan gravemente contra el interés general de España.
divendres, 27 d’octubre del 2017
LA JUGADA MESTRA
De Ferreres al Periódico d'ahir. |
Primer que res vull fer constar que aquest
text el vaig escriure ahir per la nit, després d’un dia de daltabaixos que algú
va qualificar d’autèntica muntanya russa.
Us faig aquest advertiment perquè avui
divendres (per al lector) han pogut passar moltes més coses que aquest escrit
no pot recollir. I, a part d’això, també pot ser possible que aquest escrit no
tingui el més mínim sentit. Però com va dir Herodes el Gran: l’escrit, escrit està.
El món independentista va començar a usar el
terme jugada mestra després de la
proclamació i posterior retirada de la DUI el passat 10-O. Aquest matí
(recordeu, me refereixo al dia d’ahir) han estat molts els quan han pensat
durant hores que de jugada mestra res, que Puigdemont era un covard i un
traïdor a la causa indepe. Totes els
esdeveniments apuntaven cap a una única direcció: les urnes. O sigui, unes
eleccions autonòmiques amb tota probabilitat per al proper 20-D.
Puigdemont havia de comparèixer a les 2 de la
tarda, més tard a les 14:30... S’anava posposant la seva compareixença. Que si
ho farà al Palau de la Generalitat... Que no, que finalment serà al
Parlament... De sobte Vilaweb avança que quan Puigdemont intervingui no ho farà
per a dir que renuncia a la DUI i A convocaR eleccions. Tothom queda
estupefacte... És llavors quan un altre cop, una part del moviment indepe torna a parlar de jugada mestra.
La il·lusió torna a il·luminar el rostre dels
més adeptes, tot i que els que des del primer dia som escèptics només pensem
que Puigdemont només intenta guanyar temps, aprofitar les últimes hores que
potser li queden com a President de la Generalitat. Hi ha qui parla que quan
Puigdemont proclami la DUI, Catalunya estarà emparada pel dret internacional...
Però què m’esteu contant!
Per a què un país sigui independent no n’hi ha
prou en que hagi una voluntat de ser-ho. Cal, a més a més, que hi hagi un
reconeixement per part de la comunitat internacional. Si demà (avui per al
lector) Puigdemont proclama la DUI serà com llençar-se a la piscina sense
aigua, ja que, fins el que jo sé, cap país ha dit clarament que reconeixerà
Catalunya com un estat nou. Si la memòria no me falla, només Lituània, Bèlgica
i Luxemburg han mostrat en algun moment un tebi suport a la causa catalana,
però els dirigents de la UE els van cridar a l’ordre.
Insisteixo en el que deia ahir: l’independentisme
català va subestimar la força de Madrid. Espanya és, en el context
internacional un país demòcrata amb representació a tots els organismes i això
té el seu pes.
Tot i que molts comparen l’actual situació en
una partida d’escacs, des del meu punt de vista tot és molt més simple. Per a
mi és com un combat de boxa on sol guanyar els més fort. Actualment per
televisió ja quasi no se’n fan, però quan jo era adolescent la boxa era una
mena d’esport nacional amb diversos campions del món i d’Europa. Normalment un
dels contrincants es mantenia al centre del quadrilàter, mentre que l’altre
donava voltes i més voltes al seu voltant intentant clavar-li un cop de punt
guanyador. En aquest cas el que està al bell mig del quadrilàter és Espanya i
que té una estratègia molt clara: defensar el que per a ells és la legalitat vivent.
I ho dic així, però igualment podria assumir aquesta idea. Tot i que no ens
agradin, l’Estat espanyol té unes lleis que han votat uns parlaments legalment constituïts
i, de vegades referendats pel poble. I donant voltes al seu voltant ens
trobaríem a Catalunya, esperant trobar el moment en que Espanya abaixi la guàrdia
per a clavar-li el cop definitiu... Però Espanya no abaixa la guàrdia.
Fixeu-vos com està el tema que després del que
semblava avui (una vegada més us recordo que va ser ahir), de que havia hagut
mediació per part del Lehendakari Urkullu i fins i tot de l’expresident
Montilla i d’altres càrrecs del PSC, el Govern de Madrid transigiria. Però ni
així.
Al Govern d’Espanya no li cal cap jugada mestra. Si demà el Parlament
proclama la independència de Catalunya, només li cal enviar les forces de l’ordre
a detenir a tos aquells que ho han fet possible. Una jugada ni intel·ligent ni
nova, però efectiva... Desgraciadament...
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