Florent Marcellesi
Investigador, activista y candidato a las primarias de Equo para las elecciones europeas.
El pasado 1 de enero celebramos el vigésimo aniversario del
levantamiento zapatista en Chiapas. De las muchas enseñanzas que recibí
trabajando allí con ellos, destaco una frase que se encuentra a la
entrada de sus pueblos: “Está usted en territorio zapatista. Aquí manda
el pueblo y el gobierno obedece”. Desde luego, este mensaje de
democracia radical dista del modelo dominante en la Europa actual donde,
salvo algunas excepciones, la pancarta tendría que ser más bien “aquí
manda el gobierno y el pueblo obedece”.
Con una profunda falta de legitimidad democrática, la Troika
(compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo
Monetario Internacional) sigue imponiendo sus políticas de austeridad
que llevan al desempleo y al empobrecimiento a millones de personas como
en los casos de Grecia, España o Portugal. Mientras tanto, aunque los
jefes de los Estados-miembro no sean elegidos para votar las leyes
europeas, son ellos quienes marcan en realidad —y no el Parlamento
Europeo— la agenda política y mediática europea a través del Consejo
Europeo. Si bien Europa es también una excusa fácil para algunos
gobiernos nacionales incompetentes y para movimientos anti-europeos, es
de reconocer que la construcción democrática europea ha ido y sigue
yendo a remolque de la construcción económica y tecnocrática, y de los
egoísmos estatales. Hasta tal punto que la Unión Europea (UE) se ha
convertido hoy en un laberinto incomprensible y lejano para la
ciudadanía de a pie, proclive a la abstención masiva en las elecciones
europeas, es decir una UE presa de los intereses políticos y económicos
de unos pocos.
Sin embargo, nunca habíamos necesitado tanto a Europa. La UE es uno
de los actores clave donde debatir las políticas económicas, sociales,
fiscales, energéticas o climáticas. Dicho de forma más simple, es uno de
los espacios donde se deciden nuestros niveles de bienestar, nuestros
empleos, nuestras pensiones y el destino de las generaciones futuras.
Como explica acertadamente Subirats, “de golpe, nos hemos dado cuenta o,
mejor, nos han hecho dar cuenta, de la importancia que tiene para
nuestras vidas lo que se decide en Europa” (
El País,
04-01-2014). Y si algo es tan importante en nuestras vidas, sin duda
significa que no puede sernos ajeno, ni su control puede escapar de las
manos de la ciudadanía. Lo cual a su vez desemboca en dos conclusiones
básicas en cuanto a líneas de pensamiento y de acción para reinventar
Europa:
1) Democratizar Europa es una prioridad para que las decisiones en
ese ámbito sean acordes con el sentir y la deliberación ciudadana.
2) Europeizar la democracia es una necesidad para que las decisiones
beneficien al bien común y al conjunto de la ciudadanía europea, desde
Berlín hasta Atenas.
Para alcanzar estos dos objetivos indisociables y avanzar hacia una
“democracia europea de lo común”, veo diferentes frentes de ataque.
Primero, como carrera de fondo, la regeneración democrática de Europa
tendría que pasar por un proceso constituyente de ámbito europeo (que
detallo en
este artículo.
La ciudadanía europea es quién tiene que decidir qué Europa quiere para
hoy y mañana, sus reglas comunes y cuál es el sentido de la
construcción europea. Dentro de este proceso, promovería sin la menor
duda una Europa federal con un poder ejecutivo, legislativo y judicial
claramente definidos y separados; una Europa federal donde las
decisiones siempre se tendrían que tomar en el nivel territorial más
adecuado. En esta Europa federal la regeneración democrática a nivel
continental va pareja con la regeneración democrática a nivel local y
nacional.
Por otro lado, sigamos trabajando para dar más capacidad de decisión y
de legislación al Parlamento Europeo. Es un paso esencial para reforzar
la que debería ser la “casa común de la ciudadanía europea”. Este
órgano es la institución comunitaria con mayor legitimidad de la UE
puesto que sus representantes son elegidos a través del sufragio
universal y proporcional en los 28 Estados-Miembros. En concreto, esto
significa:
1) Otorgar el derecho de iniciativa legislativa el Parlamento Europeo
y darle mayor control sobre la Comisión Europea y el Banco Central
Europeo.
2) Vincular la composición de la Comisión Europea (es decir el poder
ejecutivo) a la mayoría resultante de las elecciones europeas. En este
sentido y bajo el impulso de Los Verdes Europeos, el hecho de que los
principales partidos europeos presenten una persona candidata a la
Comisión Europea de cara a mayo 2014 es un paso adelante importante.
3) Instaurar listas transnacionales que permitan europeizar las campañas electorales europeas.
4) Permitir la celebración de referendos o de consultas electrónicas a nivel europeo.
5) Y ¡recordar la importancia de las elecciones europeas de mayo del 2014 para mejorar nuestras vidas diarias!
Además, pensemos también que dentro de la estructura existente ya
tenemos herramientas de democracia que podemos y debemos usar y
reforzar. Por ejemplo, las Iniciativas Ciudadanas Europeas —que con un
millón de firmas pueden pedir a la Comisión Europea que presente una
propuesta de legislación— son instrumentos esenciales de democracia
directa y empoderamiento ciudadano. Aunque podrían ser aún más potentes
si se extendieran sus competencias o se sometieran a referendo europeo,
ya han permitido que la Comisión Europea tenga que estudiar ahora “el
derecho al agua como derecho humano” y que miles de personas de forma
transnacional luchemos a favor de una
Renta Básica Europea.
Y como el cambio también tiene que empezar por uno mismo, integremos
mucho más las tecnologías de la información en 1) el modo de elección
del eurodiputado 2) su dinámica diaria de trabajo. Por un lado,
las primarias europeas de Equo
para elegir a sus personas candidatas son un buen ejemplo de que otra
democracia, más directa y más abierta, es posible. Por otro lado, Europa
es mucho más que votar cada cinco años. Es deseable europeizar los
partidos, conectar los movimientos sociales con Europa y generar desde
abajo a lo largo de la legislatura un debate y propuestas permanentes
sobre el proyecto europeo. En este sentido, es perfectamente factible
trasladar al Parlamento Europeo la iniciativa
Congreso Transparente o la iniciativa
Escaño 110 (“Escaño 752”).
Esta Europa de lo común podrá funcionar a pleno rendimiento si al
mismo tiempo seguimos construyendo una conciencia y ciudadanía europeas
fuerte, es decir un
demos europeo. Para ello:
1) En lo cultural, podemos reforzar desde la pluralidad de
identidades el sentimiento de pertenencia al proyecto común europeo, por
ejemplo a través de programas universitarios como Erasmus, del Servicio
Voluntario Europeo o de la
Casa de la
Historia Europea.
2) En lo mediático, necesitamos un cuarto poder, es decir establecer
un marco constitucional para los medios de comunicación que favorezca
una prensa de ámbito europeo, libre, plural e independiente.
3) En lo social y político, pensemos y actuemos en clave europea.
Ahora que todas las opiniones públicas de la UE hablamos de lo mismo (la
crisis económica, la Troika, el futuro de Europa, las elecciones de
mayo del 2014, etc.), es el momento idóneo para fortalecer iniciativas,
movilizaciones y mayorías transfronterizas basadas en más democracia,
solidaridad y sostenibilidad.
En base a esta visión y estas propuestas, es posible reinventar
Europa. Incluso es posible imaginar que un día podamos leer a la entrada
de Europa: “Está usted en territorio europeo, aquí manda la
ciudadanía.”