De sobra es conocida la preocupación de Vicenç Navarro,
catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, por la memoria
histórica. En esta entrevista, el profesor profundiza en las heridas
todavía abiertas de la Guerra Civil española y desvela algunos
aspectos biográficos poco conocidos que han conformado su espíritu
crítico.
Usted ha sido muy crítico con el olvido histórico. ¿No cree que hubiera sido mejor no mirar al pasado?No.
Antes al contrario. La política del olvido ha sido un proyecto exitoso
de reproducir y ha permitido promover la visión de España de los
ganadores de la Guerra Civil. Le citaré un ejemplo. Me invitaron
recientemente a dar una conferencia en Tortosa, la capital de la comarca
del Baix Ebre. Y pude ver, una vez más, que la juventud sabía muy poco
de lo que había ocurrido en aquella parte de Catalunya durante la II
República y después. El Baix Ebre era —y continúa siendo— la Andalucía
de Catalunya. Había una enorme concentración de la propiedad de las
tierras, con las grandes familias terratenientes dominando la economía
de la región. La República intentó cambiar esta situación a través de la
Reforma Agraria, cambiándose las relaciones de propiedad. Ni que decir
tiene que fue un proceso complejo, no libre de errores. Pero fue un
intento serio de cambio en las relaciones de propiedad de la tierra.
El
golpe militar cambió todo esto, inició una represión brutal revirtiendo
la propiedad a los terratenientes que, junto con la Iglesia y el
Ejército, dirigieron tal represión, una de las más feroces que haya
existido en España y en Europa. Hoy estos terratenientes y la Iglesia
católica continúan ejerciendo un enorme poder. Como dijo un anciano
militante socialista que estaba en el Salón de Actos donde dí la
conferencia, "aquí mandan los de siempre". Pues bien, los estudiantes
universitarios de aquellas tierras apenas sabían todo esto. Este olvido
beneficia, sin lugar a dudas, a las fuerzas conservadoras.
¿Y cómo puede entenderse esta situación?Por
el miedo. No hay plena conciencia de la brutalidad que significó la
dictadura en España. Según el experto en fascismo en Europa de la
Columbia University, de Nueva York, en EEUU, el profesor Malekafis, por
cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió diez mil.
Aquella dictadura fue un baño de sangre. El objetivo de la dictadura era
eliminar, incluso físicamente, a cualquier voz crítica a aquella
dictadura. Los que perdieron la guerra fueron brutalmente represaliados.
Y la población tenía miedo, y muy en particular los que perdieron la
guerra.
Usted ha hecho referencia en sus libros a esta experiencia, incluso a nivel personalSí.
Mis padres eran maestros jóvenes e ilusionados con las reformas
educativas que se estaban realizando en Catalunya y en el resto de
España durante la II República. Hay una película española que se llama
La lengua de las mariposas,
que es la vida de mis padres en aquel momento histórico. Presenta la
enorme ilusión de maestros que amaban a sus estudiantes y el enorme
potencial de libertad que suponía la República para ellos. Cuando se
estableció la dictadura, les expulsaron del Magisterio,
represaliándoles. Mis padres nunca nos hablaron de su vida y
experiencias, ni tampoco de donde estaban nuestros familiares, tíos y
tías, que se exiliaron en Francia. No hablarnos a nosotros, sus hijos,
era la manera de protegernos. Menos sabíamos, más seguros estábamos. Fue
más tarde cuando al ir creciendo se nos fue informando poco a poco.
Pero la generación represaliada de mis padres se calló para protegernos a
nosotros.
Incluso
el año pasado, una lectora me escribió de Gironella, una bella
localidad en el Berguedà, al pie de los Pirineos, donde mis padres eran
maestros antes de ser expulsados, preguntándome si yo era hijo de los
maestros de su madre, a quien le haría mucha ilusión conocerme. Mi
hermano y yo fuimos a saludar a la que fue discípula de mis padres, y
nos contó mucho sobre lo que mis padres habían hecho durante la II
República en aquella población, y lo mucho que se les quería. Y de ello,
mis hermanos y yo no sabíamos nada. Otro ejemplo. No descubrimos hasta
mucho más tarde que mis tíos y tías, como miles de españoles, incluyendo
catalanes, habían sido detenidos y miembros del maquis antinazi en
Francia, siendo uno de ellos apresado en un campo de concentración nazi.
De nuevo, hasta al cabo de muchos años no supimos nada de ello. Esta es
la historia de la generación que siguió a la de mis padres. Hemos
estado descubriendo sus vidas paso a paso. Esta experiencia no la han
tenido los herederos de los que ganaron la guerra. Y se les nota.
¿Qué quiere decir cuando dice "y se les nota"?Porque
cuando escriben sobre la experiencia de los vencidos, incluso los que
intentan ser favorables y tener simpatía por los perdedores, lo hacen de
una manera que, sin quererlo, es condescendiente.
¿Por ejemplo?El libro de Javier Cercas —hijo de lo que en España se llama "los nacionales"—
Soldados de Salamina
narra el relato de un combatiente republicano, su vida, y el olvido que
su existencia ha tenido en España. Aplaudí su intento. Es vergonzoso y
traduce la baja calidad de la cultura democrática que tales combatientes
no hayan sido reconocidos. Y es también vergonzoso que en uno de los
contadísimos actos realizados, que tuvo lugar en las Cortes Españolas,
el presidente de tal institución, el Sr. Bono, les prohibió ondear la
bandera republicana. Aplaudo, pues, el intento de recuperar la historia.
Pero en la manera como Cercas lo hace, hace un flaco favor a su
intento. Presenta a la figura central de su libro, un luchador
republicano, que luchó en España contra el fascismo y en Francia contra
el nazismo, como hicieron miles y miles de españoles —incluyendo
familiares míos—. Y le presenta como olvidado, terminando los días en
una casa de ancianos, todavía lleno de vida, lo cual expresa Cercas en
la frase en la que se refiere a cómo les toca el trasero a las monjas,
bromeando con ellas. Ésta es su imagen de estar "lleno de vida".
Francamente, no me imagino a ninguno de mis familiares tocándoles el
trasero a las monjas.
Me parece una enorme frivolidad y una falta
de respeto al luchador antiascista y también, por cierto, a las monjas.
Pero lo que es más llamativo es que el punto central del libro se sitúa
cuando tal luchador republicano tiene frente a su fusil al fascista
Sánchez Mazas y, en lugar de dispararle, le perdona la vida. Y esto se
presenta como el principio de la reconciliación en España. Muchos
artículos han alabado tal descripción. Me alegró ver que el hijo de tal
luchador, cuya historia se basaba en un personaje real, protestara de
cómo se había presentado a su padre, diciendo que le pareció errónea la
descripción del comportamiento de su padre, pues seguro que en la vida
real le habría disparado, como habría hecho cualquier luchador
republicano. Señalar este hecho inmediatamente genera la crítica de que
los perdedores estamos pidiendo venganza o revancha. Y dejar de pedir
justicia se ve como un acto de reconciliación digno de aplauso.
Usted ha sido también crítico con el libro Pa Negre y su película.
Quisiera
hacer aquí una aclaración, diferenciando la parte teatral y artística
de la película —que me pareció excelente, digna de más de un Oscar— y el
contenido y sujeto de la misma, basado en un libro con cuya tesis estoy
en desacuerdo. Refleja el punto de vista tan extendido de que en la
Guerra Civil no había ni buenos ni malos, lo cual se promueve por los
que antes consideraban a los vencedores como los buenos y ahora, en su
reflexión y revisión histórica, llegan a admitir que también eran malos.
Todo antes de llegar a la conclusión, históricamente válida, de que sí
que había buenos —los que perdieron la guerra— y malos —los que la
ganaron—. Esta obviedad es todavía hoy negada en España. El hecho de que
los republicanos hicieran barbaridades —aunque en número mucho menor
que los fascistas— no niega la bondad de su causa. Los aliados
bombardearon Dresden, lo cual merece una condena. Pero ello no niega que
la causa de los aliados —los vencedores de la II Guerra Mundial— era
justa y la de los fascistas y nazis era injusta. Esta realidad todavía
no ha calado en España, donde los malos ganaron y los buenos perdieron
la guerra. Todavía hoy la bandera republicana continúa prohibida en
España, mientras que la bandera española es la que enarbolaron los
golpistas añadiéndole el símbolo fascista. El hecho de que éste haya
desaparecido, no hace a la bandera llamada española más aceptable que la
republicana, la bandera que significa las aspiraciones para la
libertad, justicia y democracia en España.