El Gobierno de Mariano Rajoy ha emprendido una sorda pero muy dura
cruzada contra los pocos grandes medios de comunicación que no le son
afines. El más importante grupo mediático español, Prisa, y dos cadenas
de televisión, La Sexta y Cuatro, están en el punto de mira del PP.
Mediante operaciones diversas, desde el acoso por parte del sector
financiero y empresarial en el caso de Prisa hasta el uso y abuso de la
regulación de la TDT en el caso de los citados canales, el PP se ha
propuesto acallar las pocas voces discrepantes en el panorama de los
grandes medios de comunicación de nuestro país. La decisión está tomada
ya y parece haberse acelerado con el estallido de los recientes
escándalos de corrupción, básicamente con el decisivo papel ejercido por
el diario El País con la publicación de los ya célebres “papeles de Bárcenas” y con la difusión de este escándalo por parte de La Sexta y Cuatro.
El PP quiere imponernos el silencio de los corderos. No tolera no ya la denuncia pública sino ni tan siquiera la discrepancia ideológica o la crítica política. Buena prueba de ello es la deriva propagandística que ha impuesto al conjunto de RTVE, en especial al conjunto de los programas informativos de TVE, convertidos cada vez más en meros remedos del “No-Do” franquista, al modo de lo ya realizado en otras cadenas públicas dominadas por el PP, como Telemadrid o Canal 9, por ejemplo.
La gran operación financiera y empresarial auspiciada por el Gobierno del PP para que el Banco Santander, La Caixa y Telefónica se hagan con el control accionarial del Grupo Prisa para imponer en él un significativo cambio de orientación editorial, unida a la cada vez más probable reordenación de las concesiones de TDT para que tanto Antena 3 como Tele 5 se vean condicionadas a clausurar o a cambiar de orientación también a sus respectivas filiales –La Sexta y Cuatro-, es una maniobra de gran calado político.
En una situación de gravísima crisis económica, política, institucional, cultural y sobre todo ética como la actual, resultaría particularmente grave y escandaloso que el Gobierno del PP presidido por Mariano Rajoy lograse silenciar estas u otras de las escasas voces discrepantes en los grandes medios de comunicación. Sería un nuevo y muy grave retroceso en nuestro sistema democrático, un regreso al pasado que nos retrotraería a los tiempos de la dictadura franquista.
Jordi García-Soler es periodista y analista político
El PP quiere imponernos el silencio de los corderos. No tolera no ya la denuncia pública sino ni tan siquiera la discrepancia ideológica o la crítica política. Buena prueba de ello es la deriva propagandística que ha impuesto al conjunto de RTVE, en especial al conjunto de los programas informativos de TVE, convertidos cada vez más en meros remedos del “No-Do” franquista, al modo de lo ya realizado en otras cadenas públicas dominadas por el PP, como Telemadrid o Canal 9, por ejemplo.
La gran operación financiera y empresarial auspiciada por el Gobierno del PP para que el Banco Santander, La Caixa y Telefónica se hagan con el control accionarial del Grupo Prisa para imponer en él un significativo cambio de orientación editorial, unida a la cada vez más probable reordenación de las concesiones de TDT para que tanto Antena 3 como Tele 5 se vean condicionadas a clausurar o a cambiar de orientación también a sus respectivas filiales –La Sexta y Cuatro-, es una maniobra de gran calado político.
En una situación de gravísima crisis económica, política, institucional, cultural y sobre todo ética como la actual, resultaría particularmente grave y escandaloso que el Gobierno del PP presidido por Mariano Rajoy lograse silenciar estas u otras de las escasas voces discrepantes en los grandes medios de comunicación. Sería un nuevo y muy grave retroceso en nuestro sistema democrático, un regreso al pasado que nos retrotraería a los tiempos de la dictadura franquista.
Jordi García-Soler es periodista y analista político