Aníbal Malvar
Al parecer,
Alfredo Pérez Rubalcaba, cual hidalgo de
los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo
corredor, le va a poner una moción de censura a
Mariano Rajoy por
chori,
trincón, sobrecogedor, y por perder dinero con la política cobrando
sobresueldos. Gracioso es que se enfrenten ahora el PP y el PSOE por un
quítame allá esas cajas B, cuando hace poco más de un año ambos partidos
de izquierda morigerada firmaron a dos manos la reforma constitucional
que permite robar al obrero para pagar al Estado lo que al Estado le
están robando los bancos, por decirlo cortamente. O, por decirlo más
cortamente, por obligar al ciudadano a pagar falsas deudas -generadas
tras subvencionar gratis a los bancos- antes que garantizar los
servicios sociales, sanitarios y educativos mínimos de la población. O,
por llevarlo a la cortedad más monterrosiana, por robarle al dinosaurio
para dárselo a la glaciación.
El problema de Alfredo Pérez Rubalcaba, presunto socialista desde
aquel día de verano, otoño o invierno -jamás lo permitiría la primavera-
en que impulsó la zapateril reforma constitucional que nos hizo menos
libres, es que tiene que presentar un candidato para su moción de
censura. Y uno no ve a Rubalcaba parodiándose candidato a la presidencia
del Gobierno. Elevándose, tras haber emborronado los peores resultados
de la historia del PSOE, en provecto proyecto de salvapatrias. Rubalcaba
no está para trotes en estos tiempos que necesitan algo más que
galopes.
Rubalcaba
no sirve ya ni siquiera para derrotado simbólico en una fracasada
moción de falsa censura amañada, como la que se plantea, pues ha pactado
varias veces con el PP cuando ya todos conocíamos los papeles de
Bárcenas, las
intenciones neoliberalfollanderas de Rajoy y el presente de los
trabajadores. Asustarse ahora, como se asusta Rubalcaba, porque el
nombre de Rajoy haya aflorado y sido desflorado por Bárcenas, tras pasar
el tal Rajoy ocho años como ministro de
Aznar, siete
años como candidato de Aznar, y un año y pico como presidente, pues
coño, es andar despistado un largo rato. Rubalcaba es que se despista
mucho. No olvide el comisionista lector que Bárcenas lleva enmierdado en
la
Gürtel unos cuatro años. Que ya entonces cobraba más que Rajoy en el PP. Y que Rajoy puso la mano en el fuego por la honorabilidad de
El Cabrón
no hace tanto tiempo. Y que hasta ayer se mandaban sms muy íntimos. Lo
dije tal que el otro día en twitter: Rajoy es el presidente 3.0:
gobierna por plasma y es gobernado por sms. Para que luego digan que en
España no hay I+D.
Rubalcaba no debe ser tan listo como parece, y se ha enterado, ahora,
de que Luis Bárcenas es el jefe de Rajoy y de Aznar. Yo me enteré mucho
antes por intuición femenina, que es como los seres con falo llamamos a
la inteligencia. Si Luis Bárcenas siempre fue el tío que más cobraba en
el PP, por encima de presidentes del partido y del Gobierno, es que era
el jefe, el kíe, el baranda. El jefe, siempre, es el que más cobra. No
es lógica. Es contabilidad. Que en este mundo, para nuestra desgracia,
es más exacta que la lógica.
Rubalcaba,
que es verdad que tiene poca experiencia en política, se acaba de
enterar de todo esto. Me viene a la cabeza una anécdota ochentera.
Cuando el felipismo campaba a sus anchas destruyendo el socialismo, y la
Alianza Popular de
Manuel Fraga era un partido residual, cosa que no era perversa, pues la herencia del franquismo nunca debió de pasar de residuo,
Santiago Carrillo, entonces candidato del PCE, le propuso a
Gregorio Peces Barba,
presidente del Congreso, que eliminara la figura de jefe de la
oposición. No había oposición. Y era verdad. Fraga nunca fue oposición,
pues oposición es palabra que no aparece en los diccionarios del
franquismo. Fraga, fundador de este PP, era entonces solo un fusil
asesino sin balas. No era oposición. Era un intento de reposición. Del
franquismo. Del asesinato. De la delincuencia organizada desde las
estructuras del Estado. Y de un arreglo de las carreteras, porque había
que conseguir que en las cunetas de España no solo cupieran los
cadáveres de los abuelos, sino también los de los hijos y los de los
nietos. No prosperó la cosa por falta de ingenieros de caminos con dos
cojones, y entonces vinieron Aznar y Rajoy y mataron a Fraga de muerte
natural.
La broma se le podía volver a plantear hoy a Rubalcaba. Hoy también
habría que eliminar la figura de jefe de la oposición, ya que no existe.
¿Qué va a censurar un PSOE cuyas políticas económicas -que son también
las sociales- han sido idénticas a las del PP? ¿Se va a desreformar el
artículo 135 de la constitución? ¿Se va a crear un Banco Central que
deje de prestar a los bancos dinero al 1% para que luego le usuren ese
mismo dinero al 5, 6 o 7 % a los Estados que representan a los
ciudadanos?
Que
desaparezca la figura del líder de la oposición, como dijo Carrillo. O
que se revise. Yo solo creeré en una oposición que demande,
inmediatamente, el ingreso de Mariano Rajoy en prisión. Por cohecho. Por
haber permitido que su partido recibiera dinero a cambio de contratos
públicos. Seis años de cárcel, digo de memoria. Para los del “y tú más”:
lo mismo a los del PSOE e IU que hayan hecho lo mismo en Andalucía con
los ERE o en Lepe con los chistes malos pagados del erario público. Pero
mocioncitas de censura para la galería no, coño. Alfredo, tío, recuerda
cuando eras profesor: si el niño es tonto, es que el maestro es más
tonto, porque no le ha sabido enseñar. Aplica eso a los votantes. Y
empieza a decir la verdad de lo que sois a tus votantes, porque verdad
solo hay una. Y yo nunca te la he escuchado.
Esta moción de censura es un combate amañado entre lo que hay y lo
mismo, que es el resumen de la alternancia de partidos que, desde 1982,
hemos sufrido los españoles. Con matices, vale. Pero el mundo nunca
cambia por matices. Y matices es lo único que diferencia a Alfredo Pérez
Rubalcaba de Mariano Rajoy. Yo quiero algo más que matices o que me
atices. Para cambiar, Alfredo. La primera daga que les puedes clavar es
no siendo tú el candidato a presidente en la
súper emoción de censura que acabas de anunciar. Esa
emoción
de censura que tanta esperanza nos ha irrigado a todos los españoles.
No se habla de otra cosa en los futuros territorios de la libertad. No
sé qué haríamos los hombres justos sin tu PSOE. Sin tu emoción. Sin tu
censura. Te voy a contar un cuento, Alfredo: “tu gente se durmió siendo
del PSOE, y al despertar ya solo era socialista”.