dilluns, 21 d’octubre del 2013

La faula del rei, el pagès i el burro

Había una vez un rey que quería ir de pesca.
Llamó a su pronosticador del tiempo y le preguntó el estado del mismo
para las próximas horas.
Éste lo tranquilizó diciéndole que podía ir tranquilo pues no 
llovería.
Como la novia del monarca vivía cerca de donde éste iba a ir, se vistió
con sus mejores galas.
Ya en camino se encontró con un campesino montado en su burro quien al
ver al rey le dijo:

"Señor es mejor que vuelva pues va a llover muchísimo".

Por supuesto el rey siguió su camino pensando:

"Que sabrá este tipo si tengo un especialista muy bien pagado que me
dijo lo contrario.
Mejor sigo adelante". 
 
Y así lo hizo. y, por supuesto llovió torrencialmente.
El rey se empapó y la novia se rió de él al verlo en ese estado.
Furioso volvió a palacio y despidió a su empleado.

Mandó llamar al campesino y le ofreció el puesto pero éste le dijo:

"Señor, yo no entiendo nada de eso,pero si las orejas de mi borrico están caídas quiere decir que lloverá".

Entonces el rey contrató al burro.

Así comenzó la costumbre de contratar burros como asesores
que desde entonces tienen los puestos más remunerados en el gobierno.




JORNADA AGREDOLÇA A GAVÀ



La Diada castellera de Gavà del passat 20 d’octubre va ser la primera a la que Xiqüelos i Xiqüeles del Delta va participar de forma activa fent castells. Aquesta serà una data per a recordar i ja forma part de la petita història de la colla com aquell  23 de març que va ser la primera actuació que va realitzar al carrer.
Però la diada d’ahir no va anar com s’esperava. Després de la reeixida jornada del bateig, els membres de la colla esperaven que Gavà fos la continuació de la progressió que s’havia tingut fins ara. Però ahir semblava que tot (o quasi tot) havia de sortir malament.
A més de la colla amfitriona Castellers de Gavà, també hi participaven el Castellers de les Roquetes (Sant Pere de Ribes) i els Minyons de Santa Cristina d’Aro (una colla encara per batejar)
Després dels corresponents pilars de benvinguda, es va continuar amb les rondes de castells i va ser la colla local la primera en actuar, però tal i com va passar a la nostra, semblava que no tenien el dia, ja que el 3d6 només es va quedar amb intent, així com la resta de castells que van intentar a continuació.
Xiqüelos i Xiqüeles del Delta també va començar amb un 3d6 que va ser l’únic que es va poder descarregar, ja que el 4d6 i els dos intents de 4d6 amb agulla es van quedar amb això, en intents.
La jornada es va poder redreçar una mica quan finalment, a la ronda de pilars de comiat es va poder fer el pd4 carregat per baix, un pilar que es volia fer el dia del bateig, però que, finalment, no va ser possible.  
En canvi, els de les Roquetes ho van descarregar tot, així com els Minyons, encara que els seus castells van ser més modestos, tal com corresponent a les colles que encara no estan batejades.  
Malgrat la irregular actuació, la jornada d’ahir va tenir aspectes molt positius. Va ser el primer cop que la colla es va desplaçar en autocars (2 en total) i, sense dubte, la convivència entre els seus membres, reforça la cohesió interna i permet establir relacions personals més enllà dels assajos.
Ara, la nostra colla s’agafarà unes setmanes de vacances per a carregar piles de cara la propera temporada que ha de significar la de la consolidació a l’espera dels nous reptes que, sense cap mena de dubte, s’acabaran assolint.

Los caraduras impunes


Quedan libres de cargos los falsos paralímpicos españoles que se llevaron la medalla de oro en baloncesto en los Juegos de Sydney, una de las farsas más lamentables de la historia del deporte

JON AGIRIANO 


Como España es así, la historia tuvo en su momento una repercusión mucho menor de la que merecía y, tras unos pocos días de bronca a raíz de las revelaciones de uno de los implicados, el periodista y jugador ‘infiltrado’ Carlos Ribagorda, no tardó en caer en el olvido. Durante trece años, no volvió a saberse nada del tema. O casi nada. Sospecho que hubo un interés general en correr un tupido velo sobre el caso y un esfuerzo evidente, por parte de los imputados, en no remover la basura. Que en este caso, además, era una basura moral. Me refiero al fraude de los falsos paralímpicos españoles que ganaron la medalla de oro de baloncesto en los Juegos Olímpicos de Sydney, una golfada monumental –como se recordará, sólo 2 de los 12 jugadores tenían alguna discapacidad– que el diario ‘The Guardian’ incluyó en la lista de las 10 mentiras más grandes de la historia del deporte.
El tema estaba en los juzgados cubriéndose de polvo y telarañas a medida que se sucedían los recursos cruzados de los 19 imputados. Más de uno pensaba que nunca iba a salir de allí, que la denuncia por estafa y falsedad documental interpuesta en su día por el Comité Paralímpico Español se perdería para siempre entre las montañas de expedientes y legajos de la Audiencia Provincial de Madrid. Pero no. Al final, todo llega. Y visto lo visto, habrá que convenir en que lo peor no es que la resolución del caso haya llegado tan tarde sino que haya llegado tan mal.
El pasado lunes se celebró el juicio. En un principio, estaba previsto que la vista se prolongase durante cuatro días, pero sólo fueron necesarios unos minutos. Gracias a un acuerdo previo entre las partes se retiraron las acusaciones contra 18 de los imputados, que quedaron libres de cargos, y asumió toda la responsabilidad Fernando Martín Vicente, expresidente de la Federación Española de Deportes para Discapacitados Intelectuales, que fue condenado a una pena menor: una primera multa de diez euros al día durante doce meses por un delito continuado de falsedad en documento oficial y una segunda sanción del mismo importe durante seis meses por estafa. En total, 5.400 euros. Aparte de ello, Martín Vicente tuvo que hacer efectivo un pago de 142.355 euros para reponer el dinero que defraudó al cobrar durante años subvenciones irregulares.
Uno se va haciendo mayor y va perdiendo buena parte de su capacidad de indignación, pero hay cosas que todavía me soliviantan como a un juvenil. Por ejemplo, que un caso tan vergonzoso como éste se haya cerrado con una multa de chichinabo y con 18 caraduras celebrando su impunidad. En cualquier país serio, estos tipos hubieran sido expuestos al escarnio público y su reputación estaría por los suelos. Si esto ocurre en Inglaterra, les aseguro que se hablaría de ellos como ‘Los 19 de Sydney’, serían conocidos en todo el país y no se atreverían ni a salir de casa para no soportar el desprecio de sus paisanos. No estoy exagerando. Que en España el tema haya pasado de rondón, casi como una broma que acabó yéndose de las manos, sólo indica la altura a la que se encuentra en este país esa cosa tan arcaica y antañona que se llama honorabilidad.
Recordemos lo que sucedió y pensemos en sus implicaciones. Pensemos, en primer lugar, en el contubernio, que por lo visto no se organizó en 2000 sino en 1998, de cara al campeonato del mundo, que España por supuesto ganó, como lo haría al año siguiente en el Europeo. Casi una veintena de personas, entre ellas directivos, médicos, psicólogos, pedagogos, técnicos y jugadores se prestaron a participar en un engaño mayúsculo firmando y aceptando certificados falsos de discapacidad intelectual. Y todo, por supuesto, con el objetivo de obtener buenos resultados deportivos y cobrar subvenciones. Menuda banda, oiga. Que no se produjera ninguna deserción habla bien a las claras del tipo de personajes que han protagonizado esta historia. Que ninguno de ellos, por ejemplo, sintiera el remordimiento de estar ocupando el lugar de un verdadero discapacitado para el que ser olímpico hubiera sido la mayor alegría de su vida lo dice todo sobre su catadura. O pensemos en sus partidos en Sydney, en el debut contra China, por ejemplo. En el segundo cuarto llevaban ya una ventaja de 30 puntos y, en un tiempo muerto, el seleccionador les dijo que bajaran el pistón porque si no les iban a descubrir. ¿Acaso no se les caía la cara de vergüenza abusando de esa manera de unos discapacitados y enfermos mentales?
Hemos hablado de la bajeza moral, pero falta hacerlo de la estupidez, que como se sabe es todavía mas letal. Tan felices estaban con sus medallas de oro que no dudaron en posar con ellas para los fotógrafos. La imagen salió publicada en ‘Marca’ y la farsa salió a la luz. Los impostores fueron reconocidos por un montón de gente que les había visto jugar o había jugado contra ellos –algunos habían militado en la Liga EBA– y sabía que no eran discapacitados. Al menos, discapacitados mentales. Para cuando volvieron a España, su medalla de oro no era algo de lo que se pudiera presumir. Todo lo contrario. En la recepción que el secretario de Estado para el Deporte, Juan Antonio Gómez Angulo, hizo a los deportistas paralímpicos a su regreso de Sydney ellos fueron obligados a ponerse una gorra y unas gafas de sol, y a entrar por una puerta secundaria. Si les dejaron pasar fue para no dar más el cante y que la onda expansiva del caso no se hiciera más grande. Se podría decir que ésta –la de provocar vergüenza ajena– ha sido su condena. Y será muy difícil que se libren de ella. Porque los delitos pueden prescribir o quedar impunes, pero el desprecio no caduca