Vicenç Navarro
La enorme y excesiva influencia de la
industria farmacéutica en la cultura médica es un hecho ampliamente
conocido que explica las medidas tomadas por la sociedad, a través de
sus Estados, para proteger al ciudadano del impacto que tiene tal
influencia en las prácticas prescriptivas de los médicos. Así, los
médicos deben indicar explícitamente si reciben dinero o no de las
empresas farmacéuticas, exigencia que adquiere especial importancia
cuando tales médicos y/o investigadores sanitarios publican artículos en
revistas científicas, señalando el posible conflicto de intereses entre
la objetividad científica que se espera de cualquier científico y los
intereses económicos de la empresa farmacéutica que financia al
investigador y que intenta beneficiarse del sesgo de trabajo científico
de su investigación. El programa de la Sexta, Salvados, de Jordi Évole,
detalló recientemente el peligro que tal influencia tiene para el
ciudadano.
Pues bien, una situación casi idéntica ocurre en el conocimiento
económico. La banca tiene una enorme y excesiva influencia en la
comunidad académica y/o investigadora económica, pues es, de mucho, la
entidad que financia más estudios, conferencias, revistas y encuentros
económicos. En realidad, la cultura hegemónica económica está
configurada en gran manera por la banca en España. La evidencia de ello
es abrumadora.
Como resultado de ello, las creencias existentes en los mayores
fórums económicos reflejan los intereses de la banca, aún cuando nunca
se presente en estos términos. Se ha desarrollado en el conocimiento
económico una narrativa que habla de la santidad de la estabilidad
financiera, de la rectitud de la disciplina fiscal, de la urgencia e
importancia de reducir el déficit y la deuda pública, y así un largo
etcétera de creencias y ortodoxias basadas en fe y no en evidencia
científica. Ni que decir tiene que la realización de tales principios
favorece claramente los intereses de lo que se llama el capital
financiero.
Esta influencia, por cierto, no requiere que sea directa. Es decir,
no hace falta que el investigador esté financiado directamente por la
banca o por las compañías de seguro o por los distintos componentes del
capital financiero. Es suficiente para merecer la promoción de su
investigación si ésta encaja dentro de la ideología generada y promovida
por tales intereses, es decir, la ideología neoliberal. La creencia
neoliberal, es distribuida por las enormes cajas de resonancia –las
revistas y diarios supuestamente “serios” y “respetados”- que configuran
la sabiduría convencional y que dependen en gran medida para su
solvencia de los préstamos de la banca.
Un caso claro es el libro
This time is different, de los
economistas Reinhart y Rogoff, de Harvard University (cuando los autores
escribieron el libro) y próximos al capital financiero. El libro y los
artículos derivados de él han sido la Biblia del pensamiento neoliberal.
Desconocidos por la gran mayoría de la población, sí que se conocen
entre los economistas que tienen mayor visibilidad mediática (los
“gurús” económicos que aparecen en la prensa y en la televisión),
apareciendo los trabajos y el nombre de sus autores incluso en la prensa
diaria en sus páginas económicas. Su influencia sobre la Troika
europea, el BCE, el Consejo Europeo y el FMI, ha sido enorme. Y han sido
explícitamente citados por el comisario europeo de Asuntos Económicos y
Monetarios, el neoliberal Olli Rehn.
La tesis de tales economistas, Reinhart y Rogoff, es que la deuda
pública es una rémora para el crecimiento económico. Si un país se
endeuda puede perjudicar su eficiencia económica. Naturalmente que
endeudarse, como tal, es permisible. Pero es mejor –según tales autores-
que no sea mucho. Dicen y escriben que si la deuda pública de un país
es superior al 90% de su PIB tendrá problemas graves de crecimiento. En
realidad, tales señores afirman que la crisis tan profunda que tenemos
en los países de la Unión Europea y en EEUU es que todos ellos están
sobre endeudados. Es decir, su deuda pública es mayor que el 90% de su
PIB.
Y para probarlo, muestran un estudio econométrico que, según ellos,
muestra, sin lugar a dudas, que el endeudamiento es la causa del bajo
crecimiento y la recesión en los que están inmersos los países
desarrollados. De ahí se derivan todas las políticas de austeridad que
se están imponiendo por la Troika y por los gobiernos de los países de
la Unión Europea.
El fraude en tal creencia
En un artículo reciente (“Las falsedades y los errores de la sabiduría económica convencional (SEC)”,
Sistema.
12.04.13) he subrayado los enormes errores, cuando no falsedades, que
tiene la tesis de que la deuda pública en estos países ha alcanzado un
nivel insostenible. Pero valga expandir esta crítica, a raíz del libro
citado anteriormente. Supongamos, por un momento, que hay una
correlación estadística negativa entre el tamaño de la deuda (como
porcentaje del PIB) por un dado, y el crecimiento económico por el otro.
Es decir, que a mayor deuda pública menor crecimiento económico. Una
correlación, sin embargo, no indica el sentido en tal correlación. Es
decir, puede ser que la deuda pública alta sea la responsable del escaso
crecimiento económico (como los autores del libro y el dogma neoliberal
creen) o, al revés, podría ser que sea el escaso crecimiento económico
el que determine el elevado nivel de deuda. En realidad, la evidencia
científica a favor de lo último es robusta (estudios del
Economic Policy Institute lo han mostrado claramente, www.epi.org).
Otro grave problema de la tesis neoliberal es que pone en la misma
página a todo tipo de deuda pública, sean bonos públicos a corto plazo,
sean a largo plazo. Y también ignora la propiedad de tal deuda, es
decir, quien la posee. No es lo mismo que la deuda pública sea propiedad
de instituciones públicas (como puede ser la Seguridad Social) o sea de
un
hedge fund.
Pero, además de estos fallos, acaba de verse en una crítica reciente
que incluso los cálculos econométricos que tales economistas publican en
su libro son erróneos, cuando no manipulados. El lenguaje matemático
siempre impresiona al no economista como un lenguaje serio y creíble. De
ahí el abuso de tal lenguaje en la literatura científica económica.
Branko Milanovich, el economista que mejor conoce las desigualdades
sociales en el mundo, ha mostrado los errores ideológicos que algunos
gurús mediáticos neoliberales han hecho en sus estudios neoliberales
mostrando sus sesgos ideológicos.
Este tipo de error (mejor definirlo como fraude) ha sido descubierto y
denunciado por tres economistas de la Universidad de Massachussets,
Tomás Hernández, Michael Asta y Robert Pollin, que han desmontado el
aparato estadístico matemático sobre el cual se sostenían las
conclusiones de Reinhart y Rogoff (“Does High Public Debt Consistently
Stifle Economic Growth? A critique of Reinhart and Rogoff”. Un resumen
de tal artículo aparece en el
Financial Times, Why Reinhart and
Rogoff are wrong about austerity, 18.04.13). Reinhart and Rogoff habían
analizado por muchos años la evolución del crecimiento económico en un
gran número de países, de distinto nivel de deuda pública. Y de los
países de elevada deuda (siete) no habían incluido el periodo de
crecimiento de Nueva Zelanda, que al incluirlo, como han hecho los
profesores de la Universidad de Massachussets, cambia significativamente
la relación. Tales autores denuncian el sesgo sistemático del trabajo
de Reinhart y Rogoff, que incluye errores de gran calado, incluso en los
cálculos de su modelo matemático.
Dean Baker, Director del Center for Economic and Policy Research de
Washington muestra las consecuencias que tal creencia, basada en este
libro, ha tenido también en EEUU (“How Much Unemployment Did Reinhart
and Rogoff’s Arithmetic Mistake Cause?”). El Partido Republicano,
controlado por el Tea Party, utilizó tales autores como su guía
intelectual para reducir la Seguridad Social, con el argumento de que
tenía que reducirse la deuda pública, deuda pública que muchos autores
hemos mostrado que no tiene ningún problema en EEUU.
Sin lugar a duda tales tipos de trabajo continuarán citándose en los
medios donde se reproduce la sabiduría económica convencional. Ésta
siempre ignora la crítica, sintiéndose inmune como consecuencia de la
falta de diversidad de los medios que el capital financiero controla o
domina ideológicamente.