dijous, 27 de febrer del 2014

El “obsceno” salario de los empleados públicos



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Rafael Muñoz de Bustillo Llorente 
Catedrático de Economía Aplicada. Universidad de Salamanca
José Ignacio Antón Pérez
Profesor Ayudante Doctor. Universidad de Salamanca

La decisión del Gobierno de España de congelar los salarios de los empelados públicos por quinto año consecutivo ha vuelto a llevar a los titulares de los periódicos la cuestión del tratamiento salarial de este colectivo y su situación vis a vis con el resto de los empleados. No hace mucho tiempo, distintos medios de comunicación se hicieron eco de una interesante noticia sobre las diferencias salariales entre empleados públicos y privados calculadas por los servicios del INE a partir de la Encuesta de Estructura Salarial de 2010 (EES 2010). Por ejemplo, el diario El Mundo (29 de octubre de 2012, página 34) encabezaba una de sus noticias con el titular “Sueldos privilegiados en las CCAA rescatadas”. Esta encuesta, la EES 2010, sin duda la más completa de las disponibles en lo referente a información salarial, permitía, por primera vez, realizar este tipo de análisis en nuestro país con una solvencia de la que adolecían otras estimaciones realizadas con anterioridad, que se apoyaban en datos de hace más de una década en el mejor de los casos. Por otra parte, el momento de la publicación de los datos, en pleno conflicto laboral de los empleados públicos afectados por una bajada nominal de salarios en 2010, su congelación desde entonces y una bajada puntual de la paga extraordinaria de Navidades en 2012, dotaba a los resultados de este trabajo de un cierto morbo informativo: ¿eran razonables las demandas salariales de los empleados públicos? O, por el contrario, ¿no eran los empleados públicos un colectivo con unas condiciones laborales “injustificadamente buenas” teniendo en cuenta las circunstancias del país, y por lo tanto sus reivindicaciones y protestas cuestionables y egoístas? Por lo publicado, podría deducirse un cierto consenso en torno a la segunda opción, indubitable en aquellos medios que llegaron a hablar de “sueldos privilegiados”.
Sin embargo, una lectura sosegada de los resultados de la encuesta nos revela que tales conclusiones eran, a lo sumo, precipitadas. Cuando se comparan variables como puedan ser los salarios de las personas resulta importante, si se quieren sacar conclusiones científicamente solventes, que la comparación se haga entre iguales. Si queremos analizar las diferencias en las remuneraciones que perciben dos trabajadores de dos grupos distintos, es importante que comparemos dos personas tan iguales entre sí como sea posible, exceptuando su pertenencia al grupo en cuestión, ya que de no hacerlo así podríamos acabar achacando a esta pertenencia una diferencia en salarios que explica la edad, la antigüedad, la formación, el sector en el que se emplea o cualquier otra característica que influya en la determinación de los salarios. Pues bien, desafortunadamente el análisis del INE, y, en particular, la interpretación mediática que se hizo de unos resultados que no tenían cuenta las diferencias en distintas características (experiencia, antigüedad o nivel educativo, por ejemplo) entre ambos colectivos que afectan a la productividad de los trabajadores, tomaban sólo muy parcialmente en consideración este problema. Del mismo modo, las menciones a la brecha de género que obvien cuáles son las características de los trabajadores no reflejan necesariamente la situación de las mujeres en términos de discriminación. Si, por ejemplo, las mujeres tuviesen un mayor nivel de escolaridad que los hombres, a igualdad en el resto de condiciones, la brecha bruta calculada a partir de los salarios medios subestimaría el nivel de desigualdad de género en el mercado laboral.
Con el objetivo de profundizar en el nivel y características de las diferencias salariales entre empelados públicos y privados en España y desentrañar si las conclusiones mencionadas eran correctas, hemos acudido a la misma encuesta utilizada por el INE, pero poniendo el máximo cuidado en realizar la comparación entre iguales, utilizando para ello las técnicas estadísticas más actuales empleadas en la literatura científica. De la aplicación de esta rigurosa metodología a la encuesta arriba señalada se obtienen algunos resultados muy interesantes entre los que destacan:
1)      Efectivamente, tomados en su conjunto y sin mayores consideraciones,  los trabajadores públicos tienen un salario hora —antes de impuestos— más elevado que los trabajadores del sector privado. Esa diferencia se sitúa en el entorno del 23% en el caso de los hombres y en el 40% en el de las mujeres.
2)      Tal diferencia se explica, en gran medida, por las diferentes características de los trabajadores de uno y otro sector. Así, por ejemplo, los trabajadores del sector público son normalmente mayores en edad (y por lo tanto han acumulado mayor antigüedad) y tienen más estudios (el 52% de las mujeres y el 40% de los hombres del sector público tienen estudios universitarios frente al 28 y 22% en el sector privado, respectivamente), circunstancias que están asociadas a mayores sueldos.
3)       Cuando se tienen en cuenta estas diferencias, las brechas salariales entre los trabajadores de uno y otro sector se reducen de forma muy significativa. La forma de hacer este cálculo es estimar qué parte de esa divergencia salarial está explicada por diferencias en las características de las personas que trabajan en el sector público y en el privado y qué parte no desaparecería aunque se tuvieran en cuenta dichas disparidades.  De acuerdo con los resultados obtenidos, en el caso de los hombres, la prima salarial favorable a los empleados públicos se reduce a alrededor del 7%. Ello significa que las dos terceras partes de la prima salarial bruta “observable” a la que nos referíamos más arriba se explican por diferencias en las características de los empleados públicos. En el caso de las mujeres, una vez consideradas estas diferencias la prima salarial se reduce al 16%, un valor todavía significativo, pero sensiblemente inferior de la diferencia bruta observada.
4)      La pregunta natural que genera esta última constatación es qué razones pueden estar detrás de la mayor prima salarial no explicada en el caso de las mujeres con respecto a los hombres empleados en el sector público. La respuesta tiene que ver, posiblemente, con la mucho mayor brecha de género que existe en el sector privado (esto es, la diferencia salarial entre trabajadores y trabajadoras a igualdad de características), que asciende al 24% frente a menos del 11% en el sector público (15% y 11% cuando se tienen en cuenta las características de los trabajadores). En definitiva, una de las razones que explican los mayores salarios del sector público, donde las mujeres tienen un mayor peso, es la menor brecha de género. Este resultado se observa también para otras economías desarrolladas.
5)      La información disponible nos permite dar un paso más adelante en nuestro conocimiento de las diferencias salariales entre sector público y privado. Los valores “netos” de brecha , esto es teniendo en cuenta las diferentes características de los trabajadores y trabajadoras de uno y otro sector, a los que nos hemos referido más arriba, corresponden a la diferencia promedio, es decir, para el conjunto de los trabajadores. Tan interesante como este dato es conocer cómo se distribuye esa brecha para los distintos tipos de trabajadores de la administración pública con diferente nivel de remuneraciones. Pues bien, en el caso de los hombres lo que se obtiene es que la prima salarial es ligeramente mayor en el supuesto de los trabajadores con bajos salarios y va  disminuyendo hasta convertirse en negativa para el 5% de los trabajadores del sector público con salarios más elevados. Esto es, los trabajadores de mayor cualificación en el sector público estarían peor remunerados que en el sector privado. En el caso de las mujeres, la prima es siempre positiva aunque con valores sensiblemente menores en el caso de las trabajadoras de mayor salario.
Resumiendo, las para muchos obscenas diferencias salariales entre empleados, y sobre todo empleadas, públicos y privados no lo son tanto cuando se tienen en cuenta las diferentes características en términos de edad, educación, sector de actividad, ocupación, etc. de unos y otros trabajadores. En segundo lugar, lo que es válido para el trabajador medio no lo es para los trabajadores de mayor nivel salarial del sector público, cuyas primas salariales con respecto a sus colegas del sector privado son mucho menores, pudiendo llegar a ser negativas (esto es, una penalización). Por último, si tenemos en cuenta que la comparación salarial se ha realizado con datos correspondientes a hace tres años y que desde entonces los empelados públicos han visto congelados sus salarios y aumentada su jornada laboral es muy probable que en la actualidad la brecha salarial no explicada por las características de los trabajadores en uno y otro sector en la actualidad haya prácticamente desaparecido.
Yendo más allá de los datos podemos preguntarnos qué explica esas diferencias. Un factor claro es la menor (que no ausencia) brecha de género existente dentro del sector público. Por decirlo de forma brusca, si el objetivo aplaudido por muchos es que en el sector público los trabajadores ganen lo mismo que en el privado, una de las cosas que habría que hacer es aplicar la misma brecha de género, algo que no se nos hace muy aceptable ni como principio moral ni como eslogan político. Por último es importante reflexionar por qué debería ser el sector privado el que se tome como benchmark  o umbral de lo que es adecuado o lo que es un privilegio. Durante mucho tiempo el sector público ha utilizado su capacidad como gran empleador para marcar pautas de empleo que consideraba adecuadas para el conjunto de la sociedad, como forma de marcar un objetivo que con el tiempo fuera abarcando también, ya por imitación ya por regulación, al sector privado. Desde esta perspectiva, lo que para algunos son privilegios para otros pueden ser modelos a generalizar. Salvo que creamos en la existencia de los mercados perfectamente competitivos y las economías idealizadas de los libros de texto de microeconomía no hay ninguna razón por la que el salario de mercado tenga que ser el “salario” correcto o justo ni, desde luego, el salario deseable. Pero esto es harina de otro costal.

dimecres, 26 de febrer del 2014

IMPOSSIBLE SEGUIR EL RITME



Quan la majoria dels mortals encara anem amb un mòbil de 3G, al congrés de Barcelona ja s’està parlant de mòbils de 5G. De fet, el titular del Periódico de Catalunya de dimarts deia així: Brussel·les llança una aliança per a promoure la tecnologia 5G. Ahí va la ostia pués...
I ara que farem els que només tenim el telèfon per a trucar i poca cosa més? O renovar-nos o morir (com diu la dita)?
És evident que el món de la tecnologia a trobar en els telèfons mòbils (complements i derivats) la gallina dels ous d’or. Les primeres paraules que diuen els nadons són: Vull un mòbil. Ja no diuen papa o mama, sinó vull un mòbil!
De ben menuts ja els veus pel carrer amb el mòbil a la ma i amb i utilitzant-los amb destesa. El següent serà obrir-se un compte a una xarxa social per a relacionar-se amb el company de taula de l’escola bressol: 
 
-Hola sóc Carlitos. Què t’ha fet avui la mama per a dinar?
-A mi el dinar me’l fa el papa que està a l’atur... –li respon Encarnita-
 
Mentre, des de l’altra punta de l’aula sé sent:  

Carlitos, Encarnita, deixeu el mòbil i jugueu amb els retallables i la plastilina... Santa paciència!
 
És evident que si la tecnologia cada cop és més sofisticada, els mòbils aniran augmentant de preu. Impossible seguir el ritme que marquen els fabricants... Qui disposa de 600 euros anuals (o més) per a canviar-se cada any el mòbil per a gaudir de la darrera tecnologia? Jo no.
El meu mòbil és molt normalet i bàsic. De fet en va costar el 100% de la quantitat que us deia, es a dir, 60 euros i té un any i, de moment, no penso canviar-lo.
Ta bàsic és que, amb tota seguretat, els de Carlitos i Encarnita deuen de ser millors.
Afortunadament encara no m’han posat un xip al cervell per a que pugui aprendre a usar les novetats tecnològiques de fa 10 anys, com sembla que els hi posin a totes les criatures aprofitant el moment en que la llevadora se’ls emporta a rentar.  
Digueu-me exagerat!

Podemos, los recelos de Escudier y los clásicos

Juan Carlos Monedero

Estoy de acuerdo, como en tantas otras ocasiones, con mi amigo Escudier cuando dice, preguntándose por la oportunidad de la plataforma Podemos (y siempre, como nos tiene acostumbrados, desde su insobornable honestidad y su inagotable autocrítica), que es “un antiguo, tiene ideas apolilladas sobre las cosas, planteamientos obsoletos y prevenciones arcaicas”. Son normales los recelos en una persona de edad madura, aún más cuando viene acompañado de una excelsa condición de periodista de raza, con ese aire marmóreo de las viejas redacciones, siempre desconfiadas por lo novedoso y siempre agudas para detectar como vigas las pajas de la duda en los ojos de la audacia.
Esa cercanía a lo clásico forma parte de su aguda mirada sobre las cosas, donde siempre nos ayuda a posar la pátina del demorado tiempo sobre los asuntos vertiginosos del acontecer diario, ayudándonos con su mirada serena y el peso del polvo a ver ángulos que las ventanas abiertas se empeñan en ocultar, aún más cuando las inclemencias del devenir alientan esas horas que, segundo a segundo, todo lo borran.
Como los curas que veían en las postrimerías del XIX al diablo conducir el ferrocarril y a Belcebú detrás del hechizo infernal de la clavija de la luz, la destreza en el uso del lenguaje de mi buen tocayo sirve para intentar dotar a Podemos de un frescor tan absoluto que parece querer devolverlo a una condición infantil o confinarlo en la cuna donde deben crecer los que aún no son ni siquiera adolescentes. Qué maravilla ese rebotar de expresiones que, aunque no tan lejanas, hoy parecen sacadas de una televisión en blanco y negro. En boca del amable Escudier, expresiones como “mola mazo”, “chachi piruli” o “guay del Paraguay”, lejos de sonar frívolas o arcaicas o teñir de insignificancia a quienes supuestamente cambian los conceptos de Gramsci o Marx por “cantidubi y puñado” “que sí tío” o “al loro”, reverberan como los adjetivos en los antiguos bandos del Alcalde Tierno Galván y dan un tono festivo a su texto que alegra los corazones de los que crecieron con la abeja maya, que solaza a los desempleados que gozan del castigo del mucho tiempo disponible, reconcilia a los pensionistas con sus certezas y tiñe del color de los que forjaron el acero la deshilachada bandera de Colón que Rajoy ya no cose para desespero de Aznar y Rosa Díaz (aunque también de algunos que siguen creyendo que los que hablan catalán o eusquera lo hacen solamente para joder con inquina a los manchegos).
Le zumba al amigo Escudier lo de dividir para unir, como lo haría un amenazador enjambre de avispas en el confesionario de las certezas. Sin embargo ¿no fue siempre así como nacieron las nuevas formas de sumar, especialmente allá donde la aritmética sancionaba -con maneras de maestro cansado- que más allá del número conocido sólo habitaba la incertidumbre y la angustia? Cuando el ábaco ya no es eficiente para calcular el futuro, hay que empezar a contar de otra manera, aunque los que se han hecho en la cartografía de un pequeño territorio y de un pequeño instrumento intuyan que en el nuevo horizonte serán menos relevantes. Son tiempos de generosidad o de enroque. Con la determinación del poder de poner fin al contrato social democrático -en Occidente ahora, que en otras tierras nunca lo cumplieron-, quedarse en el garaje para no perder nota en el carnet con puntos de la crisis del régimen del 78 no aporta las notas de valentía de la que dieron cuenta los clásicos cuando narraban las hazañas de los hombres y mujeres heroicos que desafiaron a los mares, las fortalezas, los imperios, los hechiceros, los bandidos, los torpes y al propio miedo.
“Podemos” porque sabemos. Y sabemos que necesitamos dos vectores, allí donde los clásicos sólo ven uno y les contenta cualquier pequeño avance que les confirme que el futuro será más luminoso pese a la miseria del presente. Aunque sea mentira. Necesitamos en el reino de España, y ahí vamos de la mano Escudier y un servidor -que para eso hemos caminado avenidas creadas con las mismas piedras-, crear un Estado social y democrático de derecho que se precie. Que se parezca al mejor de los que existan en el planeta. Aunque para lograrlo, el palimpsesto en que se ha convertido nuestra Constitución -demasiado cargada de jurisprudencia reaccionaria dictada por jueces que venían del franquismo- necesita ser puesto en un museo, de manera que deje paso a que, por vez primera, las españolas y españoles, decidan de qué Constitución quieren dotarse. Claro que habrá que crear puentes, pero va siendo hora de que nuevas gentes intenten nuevas cosas. No vamos a recuperar el pasado de antes del franquismo si no miramos con firmeza hacia delante.
El consenso del 78 recuerda al queso cuajado con leche natural, donde su sabor y su olor están descompensados. Hay que crear nuevos consensos. Porque tenemos que decidir muchas cosas. Ni siquiera personajes con laureles sobre sus sienes como Juan Carlos Escudier pudieron decidir qué orden constitucional querían. Hora es de atrevernos a ser de verdad adultos y no regalarle a otros la voz a nadie debida. Con el regalo sobrevenido de que así toda la ciudadanía será convocada. Cosa que no ocurre en el orden tradicional de las cosas. Por eso suma votos Escudier con defecto de forma y resultado fallido, atribuyéndole a la hermana mayor de la izquierda un resultado de 1,7 millones de electores cuando el resultado obtenido por Willy Meyer fue de apenas  588.000 votos.
Junto al Estado social y democrático de derecho, necesitamos un nuevo vector experimental, de esos que tanto asustan a los que hace mucho tiempo que no saltan desde un trampolín ni bajan andando las escaleras y la máxima novedad y radicalismo que aceptan es probar nuevas variantes en el gin tonic o comprarse una camiseta en Desigual. Un vector que termine con la mentira del artículo 67.2 de la Constitución, que prohibe a los ciudadanos el mandato imperativo -que los diputados obedezcan a los votantes o paguen políticamente por ello- pero permite que los partidos mandaten imperativamente a los diputados y los multen y amenacen si se atreven a pensar por sí mismos. Que entregue a la ciudadanía la gestión de muchos asuntos públicos -que tienen que ser públicos pero no estatales, como el control de los medios de comunicación, las garantías de la transparencia, la honestidad de los bancos, etc.-.Que avance con formas de economía social, de impulso del cooperativismo, de gestión colectiva de los bienes comunes, de gestión ciudadana de la enseñanza, la sanidad, los cuidados, que busque nuevas formas de negocio en el mundo de internet y, al tiempo, controle monopolios y frene el poder de los lobies. Que se atreva a gestionar el decrecimiento. Que establezca el revocatorio de diputados, senadores, alcaldes y Presidentes de Comunidades Autónomas o del Gobierno, pruebe con formas de sorteo de los cargos públicos, establezca limitación de los mandatos y tantas cosas como se les ocurra a la ciudadanía y sirvan para avanzar.
No es, como dice con buenas intenciones Escudier, un asunto de egos y vanidades, sino un asunto de cansancio ante la complacencia frente a tanto roto y tanto descosido. No se me escapa que la crítica es sensata. Pero ¿acaso no decidió Lenin montarse en el tren alemán que lo iba a llevar a la Rusia de los zares? Otros, menos afables que Escudier, hozan con el mismo argumento pero desde la amargura,  la envidia y la soberbia, y no esperan nada de la transformación que no sea cumplir los mandamientos del programa que ellos mismos han pergeñado en la soledad de su caverna. Hay que desconfiar de los que no son capaces de reírse de sí mismos. Escudier ríe y por eso un futuro luminoso lo acompañará cuando los heraldos negros sean desterrados de nuestras tierras y a hombres de su condición les sea acompañado su saber con las honras de la riqueza y la magnificencia.
No caben, para sosiego del ínclito periodista, “arreglos arcaicos de última hora”. No solamente por la inmoralidad que supondría tomar decisiones contrarias a la propuesta con la que nace Podemos (que convoca a toda la ciudadanía, no a los liderazgos, a ser corresponsable, desde ya participando en unas primarias), sino porque, y de esto saben los antiguos -que para eso tienen experiencia-, porque no serviría para nada. “Podemos” amplía la base social de la transformación. Crece donde otros ya no pueden ni saben contar. Emociona donde otros simplemente convocan una vez más a esa “responsabilidad” triste que viene demediando nuestra democracia desde la Transición. Algunos están pensando en escorar hacia posiciones más decentes a alguno de los partidos del régimen del 78. Los partidos del 78, muy lejos de ese escenario, están preparando una Gran Coalición donde los mismos nos suministren más medicina de la misma. No hay más salida que sacar más votos que ellos.
Nadie, por muy antiguo que sea, puede contar con que haciendo las cosas de la misma manera vaya a obtener un resultado diferente. El momento es nuevo. Claro que da miedo. Claro que hay que ser prudentes. Estamos perdiendo todo lo construido en los últimos cuarenta años. Los que gustan de conversar con los clásicos pueden recordar que los dioses reservaban a los elegidos una vida tranquila y la posibilidad, en la madurez o en la vejez, de dar la vida defendiendo a la patria para despedirse del mundo con gloria. Sin ponernos melodramáticos, la patria, bien sabe mi amigo Escudier, está más en los pronombres que en el toro de Osborne o en los viejos instrumentos de la política: yo, tú, él, ella, nosotros, nosotras, vosotros, vosotras, ellos, ellas. Porque sin pronombres, el verbo se queda desguarnecido. Y nuevos verbos necesitan nuevos pronombres.

¡Vaya, vaya, el presidente del Gobierno es un ‘facha’!

Enric Soperna -director de elplural.com

La igualdad no le gusta nada a Rajoy, quien protege a los ‘hijos de buena estirpe’

Alfredo Pérez Rubalcaba ha vuelto a sus mejores momentos. Lo ha demostrado ayer en el Debate del Estado de la Nación. El líder del PSOE ha hablado exhibiendo sin tapujos su ideología de izquierdas o socialdemócrata. Ha ubicado a Mariano Rajoy en el ámbito de la derecha sin apenas sensibilidad social. Dirigiéndose al presidente del Gobierno le espetó: “Vd. ha hecho política de derechas con la crisis como coartada”. Algo similar le subrayó más tarde a Rajoy el coordinador de IU, Cayo Lara: “Su discurso está alejado de la gente corriente”. Entre “empresarios y trabajadores”, según le señaló Rubalcaba al líder popular, resulta que Vd. no está con los trabajadores, sino con los empresarios.
La doctrina básica de Pablo Iglesias
Su política no protege a los débiles; más bien a los potentados. El PSOE, tras la grave situación de desafecto en amplias capas de progresistas desengañados, necesitaba recuperar a toda velocidad el tiempo perdido. Y, sobre todo, empezaba ya a ser imprescindible que los socialistas españoles recuperaran la doctrina básica de Pablo Iglesias. El socialismo no debe convertirse en un socialismo diluido, de tonos neoliberales. Nada de terceras vías.
La cacicada de la señora Cospedal
Rubalcaba defendió, con evidente entusiasmo, las políticas de igualdad. Mientras tanto, tildó de “cacicada” la decisión de María Dolores de Cospedal de recortar el número de diputados en el Parlamento de Castilla-La Mancha para garantizar de este modo la victoria del PP en las urnas autonómicas. Las encuestas conocidas son muy poco favorables a una reelección de Cospedal. Es por ello que Cospedal, secretaria general del PP, se lanzó a una “cacicada”, vulnerando por consiguiente la Constitución de 1978. Rajoy pasó de pronunciarse respecto al episodio descrito. Tampoco no dijo ni mu sobre la Ley Gallardón que obstaculiza los abortos. En cuanto a la igualdad le salió el tiro por la culata.
Un falangista y Fernández de la Mora
El líder socialista leyó en el Congreso una parte de un artículo de Rajoy, firmado en 1983 y publicado en el diario Faro de Vigo. El ahora jefe del Gobierno sostenía en ese periódico que no podían ser iguales los ” hijos de buena estirpe”. “Por eso, todos los modelos desde el comunismo radical hasta el socialismo atenuado (…) predican la igualdad de riqueza”.  Según Los Genoveses, Luis Moure Mariño, inspirador de las teorías no igualitarias de Rajoy, además de notario, tuvo tiempo y ganas para colaborar activamente en la sublevación militar contra la II República. Se integró con afán en el aparato de propaganda de los golpistas”. Moure Mariño, ya fallecido, era un falangista. Fue un admirado amigo de Rajoy. Otro amigo de don Mariano fue un personaje altamente reaccionario: Gonzalo Fernández de la Mora, ministro de Franco, gurú de la dictadura, partidario del fin de las ideologías -y por tanto- del fin de la democracia. En otro artículo, también en Faro de Vigo, Rajoy lo adulaba. ¡Vaya, vaya, el presidente del Gobierno de España es un facha!