dimarts, 4 de desembre del 2012

Las CUP explicadas a la izquierda española

Raimundo Viejo 
Profesor de Ciencia Política en la UdG  y miembro dela cooperativa Artefakte,
Jorge Moruno
Sociólogo y autor del blog larevueltadelasneuronas.com
Marcos Montoya
Ilustración
En las pasadas elecciones catalanas una innovación política singular obtuvo representación en el Parlament. Muchos descubren ahora las CUP, pero estas ya estaban ahí desde hace algún tiempo como fenómeno de la política local catalana. Sus orígenes pueden retrotraerse, de hecho, a las experiencias municipalistas de los años de la Transición, si bien no ha sido hasta tiempos muy recientes, en el marco de la actual crisis del régimen, que han comenzado a cobrar peso.
El salto de las CUP a la política autonómica del pasado domingo les confiere una mayor visibilidad, pero al mismo tiempo también les interrogan sobre sus limitaciones pasadas, desarrollos actuales e hipótesis de futuro. A diferencia de otras tentativas de la extrema izquierda más ideológicas, centralizadas y sin un fuerte arraigo sobre el terreno, las CUP supieron leer en su día la grieta institucional que ofrece el régimen a nivel local para los núcleos de población de pequeño y mediano tamaño (no así tanto en Barcelona).
En este orden de cosas, las CUP no se pueden considerar un proyecto acabado, formulado apriori por una vanguardia cualquiera o dirección de partido, sino que se trata más bien de un virus recombinante que muta de acuerdo con el ambiente político general. No de otro modo se entiende, en rigor, el salto cualitativo que acaban de dar las CUP tras la Diada de 2012. Esto es, el paso a la política autonómica que ha hecho posible la implicación electoral de muchos más sectores que los que definen las CUP que conocíamos hasta ahora. Y es que en la legislatura que ahora comienza, las CUP han asumido un triple desafío del que bien podría nacer uno de los instrumentos políticos más innovadores e interesantes de Europa occidental desde que a comienzos de los años ochenta los ecologistas alemanes pusieran en marcha Die Grünen. Queda por ver si ante los desafíos que se plantean, las CUP sepan salir adelante con éxito. De momento, sin embargo, pueden jactarse de haber llegado donde nunca había llegado la extrema izquierda.
Un nuevo eje de fractura: la democratización
Sabido es que en la política catalana se cruzan dos ejes políticos fundamentales: el social y el nacional. En ambos casos las CUP se sitúan en uno de los extremos: el independentista y el de la izquierda. Sin embargo, ni en lo uno ni en lo otro —donde CUP representa a nivel de contenidos una fuerza más bien poco innovadora— es donde radica el interés y el potencial de las CUP. En esa doble combinación las CUP nunca habrían conseguido entrar en el Parlament (como tampoco seguramente en buena parte de los ayuntamientos en que han obtenido 101 concejales y 4 alcaldías, con sólo presentar el 10% de las candidaturas posibles). De hecho, a la vista de los resultados, allí donde las CUP responden más a este perfil, como en Girona, no han alcanzado el escaño. Y ello a pesar de obtener incluso un mayor porcentaje (la ley de d’Hondt que asigna los escaños no se ha hecho por nada, sino para asegurarse el control de la formación de mayorías sobre la representación de los ejes social y nacional).
Más aún, la persistencia en los elementos identitarios más clásicos de su discurso (“Independència, Socialisme, Països Catalans”) ha hipotecado en no poca medida, unos mejores resultados por Barcelona que habrían podido ejercer un efecto tirón). A lo largo de la campaña, CUP cometió algunos errores notables, reflejo de inercias ideológicas muy  arraigadas en el mundo de l’esquerra independentista. De no haberse cometido estos errores, tal vez serían 6 ó 7 los diputados CUP que ahora se sentarían en el Parlament, habiendo conseguido entrar por Tarragona y Girona.
La novedad que impulsa las CUP no es, pues, un despertar del “pueblo” dormido a las verdades reveladas del socialismo o el independentismo, sino la capacidad del municipalismo alternativo para dar una salida institucional original a la actual fase expresiva del movimiento en la calle. En efecto, tras las intensas fases de movilización que hemos vivido, se impone la necesidad de racionalizar los esfuerzos movilizadores por medio de nuevos soportes institucionales no integrados en un régimen político en quiebra.
Movilizarse de forma permanente, sin traducir en logros tangibles las acciones colectivas, sabido es, no resulta viable a medio plazo. De ahí el interés de articular un contrapoder arraigado a la praxis cotidiana de la democracia directa en los ayuntamientos. Las CUP, nacidas de una extrema izquierda catalanista que, a diferencia de la española (excepción hecha de Marinaleda y algún caso más), nunca renunciaron a las calles y por eso arraigaron antes en los municipios de medianas y pequeñas dimensiones. No cabe duda que los distintos sectores que en su día organizaron las primeras CUP, ni que fuese de manera intuitiva, supieron leer esa exigencia institucional de resistencia al medio y largo plazo. Por eso hoy recogen el éxito electoral que otras organizaciones de más elevado perfil ideológico no han sabido sembrar.
Las CUP más allá de las CUP
Las CUP, por lo tanto, no han entrado en el Parlament por ser independentistas ni socialistas o una afortunada combinación de ambas cosas, sino por ser parte más bien de la reivindicación que, desde el 15M a nivel de Estado, pero también antes en Catalunya desde la reivindicación del “derecho a decidir” (que no del clásico derecho de autodeterminación) renueva el discurso político y lo articula sobre el eje democratizador. Basta con analizar los resultados electorales para percatarse que el factor que marca la diferencia y hace posible el salto entre los ayuntamientos y el Parlament es la movilización en Barcelona del precariado metropolitano. Esto no significa, va de suyo, que las CUP sean la encarnación institucional del 15M. En no pocas ocasiones, incluso, importantes sectores de las CUP se han opuesto al 15M con argumentos tan infundados como sectarios y etnicistas. El mismo 15 de mayo, sin ir más lejos, a la hora en que miles nos manifestábamos por las calles, la CUP de Barcelona celebraba su acto central de campaña para las municipales. Y si bien es cierto que varios de sus militantes han participado desde el primer momento en el 15M, ya sea en asambleas de barrio, de facultad, de hospital u otras, no lo es menos que dicha participación se ha realizado siempre a título individual (como no podía ser de otro modo en el 15M).
Con todo, las redes sobre las que se sostienen las CUP se superpone, interseccionan y combinan con las del 15M. A lo largo de la pasada campaña algunas de las asambleas del 15M barcelonés invitaron a debatir sobre la oportunidad de votar CUP (o no), de plantearse la opción de contribuir a vertebrar un instrumento de intervención del movimiento en las instituciones del gobierno representativo conservando la propia autonomía. Y aunque CUP llevaba su proceso de movilización partidista en paralelo al 15M por medio del más clásico repertorio de sus asambleas abiertas, desde los espacios asamblearios nacidos al calor del 15M se tuvo la oportunidad de contar con la presencia de CUP y de celebrar debates propios. Si todo esto fue posible (decisivo incluso para el resultado electoral final) sin duda se debió a que el candidato por Barcelona, David Fernàndez inspiró una confianza imprescindible al 15M de la que no disponía la CUP en sí misma. Sobre todo a quienes desde fuera de la esquerra independentista ven en él una persona de inequívoca trayectoria al servicio de la política de movimiento por encima de todo partidismo.
Así las cosas, con la obtención de sus tres escaños, las CUP han inaugurado una etapa que sobrepasa todas las expectativas. Es por ello mismo a la vez una oportunidad y un riesgo enorme: oportunidad de replantear el problema democrático en un vínculo directo con la crisis del régimen, la movilización en las calles y la urgencia de realineamientos políticos; riesgo de caer en los repliegues identitarios, en el narcisismo colectivo, en las teorizaciones de vanguardia y en las tentaciones hegemonistas de toda la vida. Pero por ahora han demostrado que no le temen a los lobos y se han internado en el bosque.
Por suerte, las CUP disponen ahora de un escenario parlamentario en el que no tendrán excesiva presión, lo que les permitirá abrir, si así lo consideran, un proceso de reconfiguración a fondo de su proyecto. Si optan por repetir las viejas fórmulas de la Unitat Popular los próximos meses observarán como no pocos sectores que han visto con ilusión su apuesta autonómica vuelven a sus posiciones. Marx decía que la revolución social del siglo XIX no puede extraer su poesía del pasado, sino solamente del porvenir; la poesia del siglo XXI se expresa  bajo la forma de la   red y la cooperación social de una multitud productiva que desborda modelos obsoletos Si limitan su acción parlamentaria a ser el pepito grillo del Parlament, se estancarán seguramente en un breve plazo de tiempo. Si optan, en fin, por mantener abiertas las conexiones entre redes sociales, por pensar la articulación entre lo local y lo metropolitano, por innovar en el terreno democrático del rendimiento de cuentas (accountability), por iniciar un proceso de maduración político capaz de ver más allá de las propias limitaciones identitarias, etc., etc. las CUP podrían provocar un pequeño seismo antes incluso de acabar la legislatura.

Enllaç de les CUP

Des d'AQUÍ podeu llegir l'article publicat al diari Público i els comentaris.  

dilluns, 3 de desembre del 2012

INDEPENDENTS DE QUI?



Aerogeneradors al terme del Perelló. 

El darrer número del setmanari l’Ebre titula: El vot independentista (CiU, ERC, CUP i SI) és del 62,6 % a l’Ebre, per un 49,1 al país.
Això vol dir que els ciutadans de les Terres de l’Ebre han votat majoritàriament formacions que es postulaven clarament a favor de la independència de Catalunya a les darreres eleccions autonòmiques celebrades el passat 25 de novembre.
Tan satisfets estem els ciutadans de les Terres de l’Ebre del tracte que hem rebut dels diferents governs autonòmics?
El conjunt de les TT.E. ha estat tradicionalment oblidat pels nostres governs. Sembla mentida que ja no ens en recordem que tenim dues centrals nuclears, una indústria química a Flix que ha contaminat el riu durant dècades, que a principis de la passada dècada volien instal·lar-nos una central tèrmica de cicle combinat, que tenim nombroses muntanyes plenes de aerogeneradors i abocadors per tot arreu... Però sobre tot, quan el govern de CiU a Barcelona ens va abandonar quan des de Madrid es va promoure un Pla Hidrològic Nacional que contemplava el transvasament cap a d’altres conques hídriques de més de 1.000 Hm3/any d’aigua de l’Ebre. Com s’ha dit sempre i ara ho vull repetir, només se’n recorden de nosaltres quan s’ha d’instal·lar alguna cosa que la gran Barcelona no vol o a l’hora de votar... El centralisme que s’exerceix des de les grans capitals cap a la resta del territori fa que, aquest, no es puguin desenvolupar de manera òptima i que sempre depenguem de la voluntat d’uns governs, sovint molt allunyats de la realitat territorial.  
Quan era petit recordo que al referir-se a la comarca de Tortosa l’anomenaven la quinta província. Aquest apel·latiu, actualment, està en desús i en canvi s’utilitza sovint les denominacions de les Terres de l’Ebre o, simplement, l’Ebre. Però el que és segur, és que aquest vast territori que comprèn les comarques del Montsià, el Baix Ebre, la Ribera d’Ebre i la Terra Alta, té una identitat pròpia; es a dir, una cultura diferenciada amb unes costums i tradicions que no trobarem a la resta de Catalunya. I fins i tot una forma de parlar de transició entre el català oriental i el que es parla a les altres regions històriques: València i les illes Balears.
Les nostres costums estan molt més vinculades als territoris germans de les comarques del Matarranya, a la comunitat autònoma de l’Aragó i el Maestrat (el Baix i l’Alt) que són les comarques del Nord de València que limiten amb les TT.E. La Mancomunitat de la Taula del Sénia, es va crear l’any 2003 amb la finalitat d’agrupar a la majoria dels municipis que envolten el riu Sénia, frontera natural entre Catalunya i València, però també d’una part de l’Aragó. La Mancomunitat (o en la seva denominació més habitual de Territori del Sénia) la composen en la actualitat 27 municipis: 15 de valencians, 9 de catalans i 3 d’aragonesos. La seva finalitat és (i cito textualment el que diu la seva pàgina web): servir com a plataforma de projecció interior i exterior de les seues diverses activitats, creuen possible oferir i autoritzar el seu ús també a altres grups o entitats, sempre que compleixin uns requisits d'àmbit, idoneïtat i objectius determinats, que es regularan a través de convenis individuals i específics d'utilització d'aquest nom.
Ara bé, no tots els municipis de les comarques citades amb anterioritat hi poden formar part, ja que es van establir uns límits ben definits.
Malgrat tot, penso, que aquesta idea d’agrupar pobles de tres comunitats autònomes diferents es podria extrapolar a d’altres zones com per exemple alguns pobles de la Terra Alta i el Matarranya o, fins i tot, de la Ribera d’Ebre amb el Priorat.
Si de mi depengués, promouria la independència de tot aquest territori de la resta de les comunitats autònomes de les que depenen administrativament. L’autogestió territorial és imprescindible per a la nostra supervivència.

LES FOTOS DEL DIA. DES DE LA RESIDÈNCIA DE TORTOSA II











¿Qué pasó en las elecciones catalanas?

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra

Un comentarista bien conocido en los medios de mayor difusión de las cadenas públicas de la Generalitat y del diario ARA, el independentista Toni Soler, alentaba a las personas de izquierda en Catalunya a que votaran partidos a favor de la independencia de Catalunya, argumentando que ésta y sus instituciones representativas (incluida la oferta electoral) estaban más a la izquierda que el resto de España. Concluía con ello que, si Catalunya fuera independiente, podría realizar su potencial reformador, ofreciendo mayor capacidad de influencia a las izquierdas catalanas que sí continuaban siendo parte de España.
Tal observación, sin embargo, no se corresponde a la realidad mostrada por los datos. El arco ideológico parlamentario –es decir, la diversidad ideológica dentro de espectro político representado en el Parlament— es más limitado que el existente en las Cortes Españolas. Y las izquierdas están menos representadas hasta ahora en el Parlament que en las Cortes Españolas.
Y definamos primero qué quiere decir ser de derechas y qué quiere decir ser de izquierdas. Y para ello tenemos que ver los instrumentos tradicionales que las distintas clases sociales en la mayoría de países de la Europa Occidental han tenido a su alcance para defender sus intereses. Las derechas en Europa son partidos conservadores, partidos cristianodemócratas o partidos liberales fundados por los establishments financieros y empresariales y/o por la Iglesia para defender sus intereses intentando movilizar las clases populares a su favor, mediante ideologías nacionalistas conservadoras y/o la ideología cristiana.
Y Catalunya no es una excepción. Divididas entre el PP (de ideología españolista) y CiU (de ideología catalanista), las derechas han llevado a cabo, en las áreas económicas y sociales, políticas basadas en priorizar los intereses económicos de aquellos establishments económicos y financieros. En realidad, los equipos económicos del gobierno CiU hoy están incluso más comprometidos en sus políticas de reformas laborales regresivas y recortes sociales que el PP. La ocupación de la Consejería de Sanidad por el que fue jefe de la patronal hospitalaria privada, es un claro indicador de ello. No es sorpresa, pues, que esta formación política gobernante esté claramente entrelazada con intereses financieros y empresariales que financian tal partido gobernante. Los supuestos casos de corrupción que se están investigando son claro indicador de ello.
Los intereses de clase que ambos partidos, PP y CiU, representan quedan ocultados por la temática nacionalista que ambos utilizan y por la línea argumentativa que siguen, ampliamente reproducida en los medios públicos de la Generalitat (Catalunya Ràdio y TV3), abusivamente instrumentalizados por la coalición gobernante de Catalunya, CiU. Ambos partidos, CiU y PP, tienen escasa cultura democrática (escasez más acentuada en el PP que en CiU), que se refleja en la limitadísima diversidad ideológica de tales medios, los cuales son financiados por la población que paga impuestos (la mayoría de la cual no les vota). En Catalunya, CiU es el partido más semejante que existe en España a la democraciacristiana y a la derecha italiana, teniendo un arraigo en la sociedad civil a base de políticas clientelares. Ven el Estado de Catalunya como de su propiedad. Y tiene un enorme poder e influencia sobre el sistema judicial, influencia compartida en Catalunya con el PP. Los retrasos en la resolución de casos de presunta corrupción, como el bochornoso caso Palau, refleja tal influencia. Su influencia también la consigue a base de pagos y apoyos financieros a los medios, siendo el caso más notorio La Vanguardia, de la familia Godó, que ha recibido recientemente, de nuevo, casi 6 millones de euros del gobierno Mas (según ha informado el altamente creíble El Triangle) habiendo sido el diario más pro-Mas que existe en España, cambiando su lealtad editorial, pasando del PP a CiU, resultado de tal abundante financiación pública, percibida como donación por servicios prestados.
Los dos nacionalismos conservadores
Los dos partidos dominantes, PP y CiU, son profundamente nacionalistas y conservadores. CiU es, en realidad, una coalición de dos partidos, CDC y UDC. UDC y PP (próximos ambos a la Iglesia) pertenecen a la misma familia política europea, el Partido Popular Europeo. CDC es un partido liberal que pertenece a la Internacional Liberal, que representa la sensibilidad más derechista en las esferas económicas de la UE. La mayoría de personalidades que dirigen la gobernanza del euro y del Banco Central Europeo, el BCE, pertenecen a tal postura político-económica, desarrollando las políticas que están causando una gran recesión en la Eurozona a base de insistir en medidas de recortes y de austeridad. Tal sensibilidad también se presenta en el equipo económico del partido gobernante en España, más próximo a la sensibilidad liberal (en el área económica, neoliberal) que a la demócrata cristiana.
El nacionalismo españolista
Su nacionalismo les sirve para intentar movilizar a sus bases electorales. El nacionalismo del PP es el heredado de la dictadura, que transmitió una visión de España uniforme y centrada en Madrid. Tal nacionalismo españolista es intolerante a la diversidad y no acepta la plurinacionalidad de España. Se presenta como el defensor de la “unidad de España”, mensaje que facilita la movilización electoral de sectores de la población en Catalunya y muy en particular aquellos sectores que proceden de otras partes de España, porcentaje muy elevado entre la clase trabajadora en Catalunya. Tal movilización es también respaldada en el mensaje anti-inmigrante, explícitamente utilizado por el PP, para conseguir el voto obrero. El PP se presenta siempre como el defensor de la unidad de España (y también de su “calidad étnica” queriendo expulsar al inmigrante). Esta estrategia está siendo altamente rentable electoralmente, pues el PP está creciendo en los barrios obreros de las ciudades catalanas. Una de las ciudades más importantes de Catalunya, con fuerte implantación de la clase trabajadora y con un elevado porcentaje de población inmigrante, Badalona, está gobernada por el PP (con el predecible apoyo de CiU). En las elecciones del pasado domingo, el PP pasó de conseguir el voto del 7,2% del electorado (que incluye la población que votó y la que pudiendo votar no lo hizo) en las últimas elecciones autonómicas, al 9%, siendo en los barrios obreros, donde hay mayor número de inmigrantes, donde aumentó más su voto.
El otro grupo nacionalista español que reprodujo tal visión uninacional de España fue Ciutadans, que subió de un 2% del electorado a un 5,2%. Ciutadans es la otra visión del nacionalismo españolista, distinta a la del PP, al cual se le identificó con el conservadurismo social y político poco atrayente al trabajador españolista, que siente hostilidad hacia el soberanismo que confunde con el independentismo. No es sorprendente, por lo tanto, que Cs creciera más acentuadamente en los barrios obreros, como Nou Barris, de habla predominantemente castellana. Su presentación (con grandes ambigüedades) como partido progresista, con tintes pro-clase trabajadora (apoyó la Huelga General última, sin participar en ella) le hace atrayente al votante que antes apoyaba al PSC. Es el partido que utiliza con mayor frecuencia el castellano en sus intervenciones públicas, lo cual explica que atraiga también votos en los barrios más pudientes de las poblaciones urbanas que se consideran liberales en su posicionamiento en temas sociales y no se encuentran cómodos apoyando al PP debido a su profundo conservadurismo. En total, el voto a favor del nacionalismo españolista (PP+Cs) consiguió sólo el 14,2% del electorado.
El nacionalismo catalanista
El nacionalismo, a CiU, le es particularmente útil, pues le permite atribuir el enorme subdesarrollo del Estado del Bienestar catalán (el gasto público social por habitante es de los más bajos de la UE-15) al famoso “expolio” de Catalunya por parte de España. El hecho de que la crisis esté teniendo un impacto devastador en el bienestar de las clases populares en Catalunya (clase media y clase trabajadora) se atribuye al crecimiento del “expolio” y a la hostilidad hacia Catalunya por parte del Estado español, gobernado por el Partido Popular, mensaje que es constantemente reproducido en los medios públicos de información, controlados en su inmensa mayoría por CiU. La batería de intelectuales afines a tal partido político, tales como Joan B. Culla, Salvador Cardús, Manel Fuentes, Mònica Terribas y una larga lista de columnistas, constantemente se refieren a voces profundamente conservadoras españolas como José Bono, Fernando Savater, Mario Vargas Llosa, Federico Jiménez Losantos, y un largo etcétera, como representativas de España. Estas últimas voces son las mayores productoras de independentistas en Catalunya, voces que predeciblemente tienen una gran visibilidad en los medios de información influenciados por el nacionalismo catalanista. El hecho de que Izquierda Unida, el tercer partido de España, votara hace unas semanas en las Cortes a favor del “derecho a decidir de Catalunya” fue deliberadamente ignorado por estos columnistas y por aquellos medios. La España presentada mediáticamente en los medios públicos de la Generalitat es la España centralista, ofensiva a Catalunya, antipática. Cualquier otra España distinta a esta España no existe a ojos del nacionalismo catalanista. Este silencio hacia “la otra España” se debe, no sólo a una manipulación, sino a un profundo anti-izquierdismo que caracteriza a las derechas catalanas. Las izquierdas reformistas españolas (la génesis para desarrollar otra España) no existen para CiU ni para sus intelectuales.
Esta intelectualidad nacionalista conservadora tiene un gran poder debido al control que los partidos nacionalistas tienen en los aparatos mediáticos públicos de la Generalitat y afines. Tal establishment mediático-político es lo que en inglés se llama “clubish”, es decir, muy cerrado en sí mismo y con poco contacto con la realidad popular del país. Fue tal establishment el que se llevó el mayor batacazo el domingo, pues todos ellos habían profetizado la gran victoria del presidente Mas en su apuesta por la independencia, como si fuera un cheque en blanco. En realidad, la mayor pérdida de votos la sufrió CiU, perdiendo 90.489 votos (pasando de recibir 1.202.830 en 2010 a 1.112.341 en 2012), pasando de un 22,4% del electorado en 2010 a un 21,2% en 2012.
Las izquierdas en Catalunya
El partido mayoritario de las izquierdas en Catalunya ha sido históricamente el PSC, que es un partido federado con el PSOE. Su fundación es resultado de una alianza de los instrumentos políticos existentes en la clandestinidad antidictatorial, caracterizados por un reformismo socialdemócrata entre sectores profesionales y un socialismo de clase trabajadora enraizada en el sindicato socialista UGT, entonces clandestino, y en la sección catalana del PSOE, también clandestina. El PSC, fruto de esta alianza convertida en unión, ha sido el mayor instrumento de la clase trabajadora en Catalunya durante el periodo democrático y alcanzó su cénit en el periodo de gobierno tripartito, cuando gobernó en Catalunya aliada con ICV-EUiA y ERC.
Su descenso electoral no se debe, como constantemente indica su componente profesional (definido como catalanista) por su supuesto abandono de su sensibilidad catalanista, sino a su abandono de sus principios socialdemócratas, al incorporar, en su respuesta a la crisis, las políticas neoliberales también desarrolladas por el gobierno Zapatero. Ésta es la mayor causa del declive del socialismo español, incluyendo el catalán, en toda España. Y tal partido, sorprendentemente, no ha hecho ninguna crítica de aquellas políticas que llevaron a cabo y que dañaron a las clases populares. Cada una de las políticas que está siguiendo el gobierno de Rajoy fueron iniciadas por el gobierno de Zapatero. El hecho de que el gobierno de Rajoy haya profundizado enormemente en cada una de estas políticas, no niega que fueron comenzadas muchas de ellas en la época Zapatero. El socialismo español ha perdido apoyo popular debido a su identificación con tales políticas. En este sentido, sorprenden varios hechos:
1)   La existencia de voces económicas del PSC, que apoyaron las políticas de recortes de CiU (en el primer año de mandato del gobierno Mas), dándoles una legitimidad que la coalición gobernante utilizó hábilmente. Una de tales voces socialistas llegó incluso a acusar de “demagogos” a aquellas voces de autores de izquierda que criticaban tales recortes.
2)   Que no haya habido un cambio en el equipo que lidera el PSOE, siendo su dirigente el señor Rubalcaba, la misma persona que dirigió el desarrollo de tales políticas sumamente impopulares. La proximidad del PSC al PSOE y la falta de crítica del primero al segundo han contribuido a su declive electoral.
3)   Que el necesario cambio en el PSC se haya malentendido como un cambio predominantemente generacional, manteniéndose, sin embargo, las políticas económicas neoliberales que causaron su declive. En las primeras declaraciones en El País del economista Maurici Lucena (segundo en la lista por Barcelona del PSC), procedente del establishment socialista basado en Madrid, tal economista, dirigente de la sección económica del PSC, se declaró como un liberal, hablando de las excelencias del socioliberalismo. Cuando leí tales declaraciones, pensé en el trabajo del economista Jordi Sevilla sobre el Nuevo Socialismo (la guía de la Tercera Vía o Zapaterismo), y que era un canto al liberalismo (ver la crítica que hice de tal postura en mi libro El Subdesarrollo Social de España. Causas y Consecuencias. Anagrama. 2006). Tales políticas fueron responsables del declive electoral del PSOE y del PSC. No hay conciencia en el establishment socialista español (incluido el catalán) de que la situación desesperada en la que se encuentran las clases populares en Catalunya y en el resto de España no se debe sólo a la crisis, sino a la manera neoliberal como se ha respondido a la crisis (ver el artículo El impacto de la crisis en las familias e infantes. Publico. 22.11.12), y ello como consecuencia de la incorporación del pensamiento liberal en el ideario de los partidos socialistas gobernantes en España y en Catalunya (en su segundo mandato). El hecho de que los gobiernos de Rajoy y Mas hayan profundizado en estas políticas no elimina, en la memoria popular, el recuerdo de que tales políticas se iniciaron en la época de crisis por el socialismo español, incluyendo el catalán.
No es sorprendente, pues, que el PSC continuara su declive, perdiendo 50.900 votos, pasando de recoger el 10,7% del electorado a un 10% (descendiendo de 575.233 en 2010 a 523.333 en 2012). Tampoco es sorprendente que los dos partidos que perdieron más votos en estas elecciones fueran CiU (por haber desarrollado las políticas neoliberales) y el PSC (por no haberse distanciado de su pasado y no haber hecho un cambio significativo en sus propuestas políticas). No hay duda de que el PSC continuará este declive al haberse desarmado ideológicamente frente a un adversario político cargado de ideología —el nacionalismo—. La estrategia política del socialismo catalán y español no debería haber sido luchar en el territorio ideológico del adversario —el nacionalismo—, sino en la denuncia de lo que el adversario representa. Es lo que los políticos del Partido Demócrata de EEUU llaman la estrategia de “lucha de clases” presentando a las derechas por lo que son, los portavoces de aquellos grupos fácticos que mandan en el país. Ni el PSC ni el PSOE siguieron tal estrategia, en parte porque están excesivamente ligados y son dependientes de tales grupos fácticos, y en parte a no haber hecho una autocrítica y haber realizado un cambio en sus políticas.
La izquierda radical
Un problema grave en Catalunya y que demuestra que el abanico electoral esté más sesgado a la derecha que el español es que no hay un partido de la izquierda radical como es IU. Hoy no existe una fuerza equivalente a IU en Catalunya. Se me dirá que existe Esquerra Unida i Alternativa, pero tal grupo político es, en la práctica, un apéndice de Iniciativa per Catalunya (IC) sin tener ninguna visibilidad propia. IC es un partido verde, que pertenece al Partido Verde Europeo del Parlamento Europeo. No es parte de la Izquierda Europea, el grupo de partidos de izquierda. Sí que lo es EUiA, pero no tiene ninguna visibilidad. De hecho, el rojo de tal coalición no se ve por ninguna parte, pues su color es el verde. Y cuando vino Alexis Tsipras, el dirigente de la coalición radical de izquierdas griega, Syriza, debido a su relación con Esquerra Alternativa, miembro de la Izquierda Europea a la cual pertenece Esquerra Alternativa, apareció en plataformas coloreadas de verde, sin que aparezca ningún rojo.
El tema no son sólo los colores, sino la visión política. ICV decidió cambiar su pertenencia a las izquierdas enraizadas en la espléndida historia del PSUC. Fue un error que ahora, y en estos momentos de crisis, aparece con toda claridad. Ninguna fuerza ha defendió con mayor intensidad Catalunya, durante la dictadura, que el PSUC. Y es injusto y un profundo error que el partido de coalición ICV-EUiA, que se presenta como heredero del PSUC, excluya la visibilidad del rojo. El hecho de que tal coalición se haya distinguido por su crítica a las políticas neoliberales del gobierno CiU explica su notable crecimiento. Y aún cuando el crecimiento de ICV-EUiA es notable (un aumento de 128.033, debido a la campaña social de ICV-EUiA, más roja que verde, pasando de recoger el 4,3% del electorado a un 6,8%) el potencial de crecimiento de tal coalición es mucho mayor si se centrase en el conflicto social y (sin diluir su verdor) conjugándolo con la defensa de la personalidad y especificidad catalanas, tal como siempre hizo el PSUC. Hoy la lucha de clases es más viva que nunca en Catalunya, en su periodo democrático, una lucha de clases que no sólo incluye la tradicional —conflicto entre el capital y el mundo del trabajo— que continúa existiendo, sino también la de una minoría de la población (los establishments financieros, empresariales, mediáticos y políticos) frente a una gran mayoría de la población, las clases populares.
Tal fuerza política requiere de un mayor radicalismo, rompiendo con esta imagen tan injusta, claramente manipulada por las derechas al referirse a ICV de “buena gente, que van en bicicleta”. Su radicalismo, con un lenguaje más de denuncia de la lucha de clases, no centrándose únicamente en las políticas sino los perpetradores de tales políticas, es lo que ampliaría su apoyo popular. El enfado popular exige un radicalismo que todavía no aparece en sus prácticas y en su narrativa.
Una nueva izquierda como soplo de aire fresco con la esperanza de que se convierta en vendaval
Llenando este vacío ha aparecido la CUP (Candidatura d’Unitat Popular), un soplo de aire fresco, que tiene características comunes con el 15-M. Un movimiento radical de clara orientación socialista anticapitalista, de gran atractivo entre los sectores más explotados en el país, que decidió presentarse a última hora (sólo un mes antes de las elecciones) y, a pesar del boicot mediático, consiguió nada menos que 126.219 votos, que representaron un 2,4% del electorado. Uno de los componentes de su ideario, el del independentismo, puede frenar su conexión con amplios sectores de la clase trabajadora catalana que no se identifican como tal. Y tal independentismo puede también dificultar su conexión con otros movimientos antiestablishment que están floreciendo a lo largo del territorio español, y cuya complicidad será necesaria para cualquier cambio profundo que pueda ocurrir en Catalunya. Pero su aparición en la vida parlamentaria es un gran desarrollo y avance, pues su radicalidad se necesita (como el aire que se respira) en la vida política catalana.
El peligro sería que la faceta independentista (diferente a la soberanista), diluya su radicalidad social, peligro que no es hipotético y que podría ocurrir con ERC, anteponiendo su independentismo al proceso de cambio profundo del orden (en realidad desorden) social existente en Catalunya. ERC fue la fuerza política que mejor canalizó el deseo independentista, conservando su vocación transformadora, que sería de desear que mantuviera. Aumentó su respaldo en 277.119 votos, pasando de recoger un 4,1% del voto del electorado a un 9,4%, pasando a ser la tercera fuerza en cuanto al voto.
Las grandes limitaciones de la democracia en Catalunya y en España: su sesgo profundamente conservador
El hecho de que ERC haya pasado a ser la segunda fuerza parlamentaria se debe al enorme sesgo conservador del proceso electoral. En realidad, si el sistema electoral catalán hubiera sido proporcional (el sistema en que cada ciudadano hubiera tenido el mismo poder de decisión), CiU hubiera tenido 43 escaños en lugar de 50, ERC hubiera tenido 19 en lugar de 21, el PSC hubiera tenido los mismos escaños, 20 (pasando a ser la segunda fuerza política en el país), el PP hubiera tenido 18 escaños en lugar de 19, Iniciativa hubiera tenido 14 en lugar de 13, Ciutadans hubiera tenido 11 en lugar de 9, y la CUP hubiera tenido 5 en lugar de 3, pudiendo hacer grupo propio. En general, tal sesgo electoral ha desfavorecido más a las izquierdas que a las derechas, como también ocurre en España.
En realidad, sumando todos los votos a los partidos de izquierda (hay muchos partidos de izquierda que no consiguen representación parlamentaria), tales votos superan en votos a los partidos de derecha. La población de Catalunya está más a la izquierda que sus representantes, una situación que, por cierto, se da también en España.
El futuro político de Catalunya (y de España)
De tal observación puede derivarse que falta una coalición amplia de izquierdas que, sin complejos, explicite un discurso de clase frente al establishment financiero, económico, político y mediático catalán, el mayor responsable del subdesarrollo social de Catalunya. Que tal coalición se lleve adelante dependerá de una profunda transformación de los partidos existentes, estimulados por la aparición del movimiento radical CUP. Este movimiento —surgido de las clases populares en Catalunya— ha surgido como parte del hartazgo existente hacia el establishment catalán y también español. Es la única fuerza que habla del conflicto de clases en Catalunya, y presenta al establishment político y mediático por lo que es: la defensora a ultranza de unos intereses de clase. Su presencia en los medios, sin embargo, ha sido nula. Un boicot y veto dignos de una dictadura mostrando la gran estafa que es hoy lo que se llama democracia en Catalunya. Ahora bien, su gran potencial de atracción, sensible al gran enfado popular, puede actuar como elemento estimulador de cambio entre las fuerzas políticas con representación parlamentaria.
En cuanto a las izquierdas en España, su mayor reto es democratizar al Estado español. Sin tal democratización, ni Catalunya ni España saldrán de la crisis. De ahí que las izquierdas españolas deberían exigir que la insuficiente democracia representativa existente en nuestro país se transformara en una democracia proporcional, auténticamente representativa junto con una democracia directa con amplio desarrollo de referéndums que permitieran decidir a sus poblaciones sobre cualquier tema. El “poder de decisión” debe aplicarse en Catalunya y en el resto de España, sobre todos los temas que la propia población desee.
E, igualmente importante, debe exigirse una auténtica pluralidad de los medios (los cuales utilizan un bien común y público, el aire), rompiendo con la limitadísima diversidad mediática existente en Catalunya y en España.

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