Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra
Tal observación, sin embargo, no se corresponde a la realidad mostrada por los datos. El arco ideológico parlamentario –es decir, la diversidad ideológica dentro de espectro político representado en el Parlament— es más limitado que el existente en las Cortes Españolas. Y las izquierdas están menos representadas hasta ahora en el Parlament que en las Cortes Españolas.
Y definamos primero qué quiere decir ser de derechas y qué quiere decir ser de izquierdas. Y para ello tenemos que ver los instrumentos tradicionales que las distintas clases sociales en la mayoría de países de la Europa Occidental han tenido a su alcance para defender sus intereses. Las derechas en Europa son partidos conservadores, partidos cristianodemócratas o partidos liberales fundados por los establishments financieros y empresariales y/o por la Iglesia para defender sus intereses intentando movilizar las clases populares a su favor, mediante ideologías nacionalistas conservadoras y/o la ideología cristiana.
Y Catalunya no es una excepción. Divididas entre el PP (de ideología españolista) y CiU (de ideología catalanista), las derechas han llevado a cabo, en las áreas económicas y sociales, políticas basadas en priorizar los intereses económicos de aquellos establishments económicos y financieros. En realidad, los equipos económicos del gobierno CiU hoy están incluso más comprometidos en sus políticas de reformas laborales regresivas y recortes sociales que el PP. La ocupación de la Consejería de Sanidad por el que fue jefe de la patronal hospitalaria privada, es un claro indicador de ello. No es sorpresa, pues, que esta formación política gobernante esté claramente entrelazada con intereses financieros y empresariales que financian tal partido gobernante. Los supuestos casos de corrupción que se están investigando son claro indicador de ello.
Los intereses de clase que ambos partidos, PP y CiU, representan quedan ocultados por la temática nacionalista que ambos utilizan y por la línea argumentativa que siguen, ampliamente reproducida en los medios públicos de la Generalitat (Catalunya Ràdio y TV3), abusivamente instrumentalizados por la coalición gobernante de Catalunya, CiU. Ambos partidos, CiU y PP, tienen escasa cultura democrática (escasez más acentuada en el PP que en CiU), que se refleja en la limitadísima diversidad ideológica de tales medios, los cuales son financiados por la población que paga impuestos (la mayoría de la cual no les vota). En Catalunya, CiU es el partido más semejante que existe en España a la democraciacristiana y a la derecha italiana, teniendo un arraigo en la sociedad civil a base de políticas clientelares. Ven el Estado de Catalunya como de su propiedad. Y tiene un enorme poder e influencia sobre el sistema judicial, influencia compartida en Catalunya con el PP. Los retrasos en la resolución de casos de presunta corrupción, como el bochornoso caso Palau, refleja tal influencia. Su influencia también la consigue a base de pagos y apoyos financieros a los medios, siendo el caso más notorio La Vanguardia, de la familia Godó, que ha recibido recientemente, de nuevo, casi 6 millones de euros del gobierno Mas (según ha informado el altamente creíble El Triangle) habiendo sido el diario más pro-Mas que existe en España, cambiando su lealtad editorial, pasando del PP a CiU, resultado de tal abundante financiación pública, percibida como donación por servicios prestados.
Los dos nacionalismos conservadores
Los dos partidos dominantes, PP y CiU, son profundamente nacionalistas y conservadores. CiU es, en realidad, una coalición de dos partidos, CDC y UDC. UDC y PP (próximos ambos a la Iglesia) pertenecen a la misma familia política europea, el Partido Popular Europeo. CDC es un partido liberal que pertenece a la Internacional Liberal, que representa la sensibilidad más derechista en las esferas económicas de la UE. La mayoría de personalidades que dirigen la gobernanza del euro y del Banco Central Europeo, el BCE, pertenecen a tal postura político-económica, desarrollando las políticas que están causando una gran recesión en la Eurozona a base de insistir en medidas de recortes y de austeridad. Tal sensibilidad también se presenta en el equipo económico del partido gobernante en España, más próximo a la sensibilidad liberal (en el área económica, neoliberal) que a la demócrata cristiana.
El nacionalismo españolista
Su nacionalismo les sirve para intentar movilizar a sus bases electorales. El nacionalismo del PP es el heredado de la dictadura, que transmitió una visión de España uniforme y centrada en Madrid. Tal nacionalismo españolista es intolerante a la diversidad y no acepta la plurinacionalidad de España. Se presenta como el defensor de la “unidad de España”, mensaje que facilita la movilización electoral de sectores de la población en Catalunya y muy en particular aquellos sectores que proceden de otras partes de España, porcentaje muy elevado entre la clase trabajadora en Catalunya. Tal movilización es también respaldada en el mensaje anti-inmigrante, explícitamente utilizado por el PP, para conseguir el voto obrero. El PP se presenta siempre como el defensor de la unidad de España (y también de su “calidad étnica” queriendo expulsar al inmigrante). Esta estrategia está siendo altamente rentable electoralmente, pues el PP está creciendo en los barrios obreros de las ciudades catalanas. Una de las ciudades más importantes de Catalunya, con fuerte implantación de la clase trabajadora y con un elevado porcentaje de población inmigrante, Badalona, está gobernada por el PP (con el predecible apoyo de CiU). En las elecciones del pasado domingo, el PP pasó de conseguir el voto del 7,2% del electorado (que incluye la población que votó y la que pudiendo votar no lo hizo) en las últimas elecciones autonómicas, al 9%, siendo en los barrios obreros, donde hay mayor número de inmigrantes, donde aumentó más su voto.
El otro grupo nacionalista español que reprodujo tal visión uninacional de España fue Ciutadans, que subió de un 2% del electorado a un 5,2%. Ciutadans es la otra visión del nacionalismo españolista, distinta a la del PP, al cual se le identificó con el conservadurismo social y político poco atrayente al trabajador españolista, que siente hostilidad hacia el soberanismo que confunde con el independentismo. No es sorprendente, por lo tanto, que Cs creciera más acentuadamente en los barrios obreros, como Nou Barris, de habla predominantemente castellana. Su presentación (con grandes ambigüedades) como partido progresista, con tintes pro-clase trabajadora (apoyó la Huelga General última, sin participar en ella) le hace atrayente al votante que antes apoyaba al PSC. Es el partido que utiliza con mayor frecuencia el castellano en sus intervenciones públicas, lo cual explica que atraiga también votos en los barrios más pudientes de las poblaciones urbanas que se consideran liberales en su posicionamiento en temas sociales y no se encuentran cómodos apoyando al PP debido a su profundo conservadurismo. En total, el voto a favor del nacionalismo españolista (PP+Cs) consiguió sólo el 14,2% del electorado.
El nacionalismo catalanista
El nacionalismo, a CiU, le es particularmente útil, pues le permite atribuir el enorme subdesarrollo del Estado del Bienestar catalán (el gasto público social por habitante es de los más bajos de la UE-15) al famoso “expolio” de Catalunya por parte de España. El hecho de que la crisis esté teniendo un impacto devastador en el bienestar de las clases populares en Catalunya (clase media y clase trabajadora) se atribuye al crecimiento del “expolio” y a la hostilidad hacia Catalunya por parte del Estado español, gobernado por el Partido Popular, mensaje que es constantemente reproducido en los medios públicos de información, controlados en su inmensa mayoría por CiU. La batería de intelectuales afines a tal partido político, tales como Joan B. Culla, Salvador Cardús, Manel Fuentes, Mònica Terribas y una larga lista de columnistas, constantemente se refieren a voces profundamente conservadoras españolas como José Bono, Fernando Savater, Mario Vargas Llosa, Federico Jiménez Losantos, y un largo etcétera, como representativas de España. Estas últimas voces son las mayores productoras de independentistas en Catalunya, voces que predeciblemente tienen una gran visibilidad en los medios de información influenciados por el nacionalismo catalanista. El hecho de que Izquierda Unida, el tercer partido de España, votara hace unas semanas en las Cortes a favor del “derecho a decidir de Catalunya” fue deliberadamente ignorado por estos columnistas y por aquellos medios. La España presentada mediáticamente en los medios públicos de la Generalitat es la España centralista, ofensiva a Catalunya, antipática. Cualquier otra España distinta a esta España no existe a ojos del nacionalismo catalanista. Este silencio hacia “la otra España” se debe, no sólo a una manipulación, sino a un profundo anti-izquierdismo que caracteriza a las derechas catalanas. Las izquierdas reformistas españolas (la génesis para desarrollar otra España) no existen para CiU ni para sus intelectuales.
Esta intelectualidad nacionalista conservadora tiene un gran poder debido al control que los partidos nacionalistas tienen en los aparatos mediáticos públicos de la Generalitat y afines. Tal establishment mediático-político es lo que en inglés se llama “clubish”, es decir, muy cerrado en sí mismo y con poco contacto con la realidad popular del país. Fue tal establishment el que se llevó el mayor batacazo el domingo, pues todos ellos habían profetizado la gran victoria del presidente Mas en su apuesta por la independencia, como si fuera un cheque en blanco. En realidad, la mayor pérdida de votos la sufrió CiU, perdiendo 90.489 votos (pasando de recibir 1.202.830 en 2010 a 1.112.341 en 2012), pasando de un 22,4% del electorado en 2010 a un 21,2% en 2012.
Las izquierdas en Catalunya
El partido mayoritario de las izquierdas en Catalunya ha sido históricamente el PSC, que es un partido federado con el PSOE. Su fundación es resultado de una alianza de los instrumentos políticos existentes en la clandestinidad antidictatorial, caracterizados por un reformismo socialdemócrata entre sectores profesionales y un socialismo de clase trabajadora enraizada en el sindicato socialista UGT, entonces clandestino, y en la sección catalana del PSOE, también clandestina. El PSC, fruto de esta alianza convertida en unión, ha sido el mayor instrumento de la clase trabajadora en Catalunya durante el periodo democrático y alcanzó su cénit en el periodo de gobierno tripartito, cuando gobernó en Catalunya aliada con ICV-EUiA y ERC.
Su descenso electoral no se debe, como constantemente indica su componente profesional (definido como catalanista) por su supuesto abandono de su sensibilidad catalanista, sino a su abandono de sus principios socialdemócratas, al incorporar, en su respuesta a la crisis, las políticas neoliberales también desarrolladas por el gobierno Zapatero. Ésta es la mayor causa del declive del socialismo español, incluyendo el catalán, en toda España. Y tal partido, sorprendentemente, no ha hecho ninguna crítica de aquellas políticas que llevaron a cabo y que dañaron a las clases populares. Cada una de las políticas que está siguiendo el gobierno de Rajoy fueron iniciadas por el gobierno de Zapatero. El hecho de que el gobierno de Rajoy haya profundizado enormemente en cada una de estas políticas, no niega que fueron comenzadas muchas de ellas en la época Zapatero. El socialismo español ha perdido apoyo popular debido a su identificación con tales políticas. En este sentido, sorprenden varios hechos:
1) La existencia de voces económicas del PSC, que apoyaron las políticas de recortes de CiU (en el primer año de mandato del gobierno Mas), dándoles una legitimidad que la coalición gobernante utilizó hábilmente. Una de tales voces socialistas llegó incluso a acusar de “demagogos” a aquellas voces de autores de izquierda que criticaban tales recortes.
2) Que no haya habido un cambio en el equipo que lidera el PSOE, siendo su dirigente el señor Rubalcaba, la misma persona que dirigió el desarrollo de tales políticas sumamente impopulares. La proximidad del PSC al PSOE y la falta de crítica del primero al segundo han contribuido a su declive electoral.
3) Que el necesario cambio en el PSC se haya malentendido como un cambio predominantemente generacional, manteniéndose, sin embargo, las políticas económicas neoliberales que causaron su declive. En las primeras declaraciones en El País del economista Maurici Lucena (segundo en la lista por Barcelona del PSC), procedente del establishment socialista basado en Madrid, tal economista, dirigente de la sección económica del PSC, se declaró como un liberal, hablando de las excelencias del socioliberalismo. Cuando leí tales declaraciones, pensé en el trabajo del economista Jordi Sevilla sobre el Nuevo Socialismo (la guía de la Tercera Vía o Zapaterismo), y que era un canto al liberalismo (ver la crítica que hice de tal postura en mi libro El Subdesarrollo Social de España. Causas y Consecuencias. Anagrama. 2006). Tales políticas fueron responsables del declive electoral del PSOE y del PSC. No hay conciencia en el establishment socialista español (incluido el catalán) de que la situación desesperada en la que se encuentran las clases populares en Catalunya y en el resto de España no se debe sólo a la crisis, sino a la manera neoliberal como se ha respondido a la crisis (ver el artículo El impacto de la crisis en las familias e infantes. Publico. 22.11.12), y ello como consecuencia de la incorporación del pensamiento liberal en el ideario de los partidos socialistas gobernantes en España y en Catalunya (en su segundo mandato). El hecho de que los gobiernos de Rajoy y Mas hayan profundizado en estas políticas no elimina, en la memoria popular, el recuerdo de que tales políticas se iniciaron en la época de crisis por el socialismo español, incluyendo el catalán.
No es sorprendente, pues, que el PSC continuara su declive, perdiendo 50.900 votos, pasando de recoger el 10,7% del electorado a un 10% (descendiendo de 575.233 en 2010 a 523.333 en 2012). Tampoco es sorprendente que los dos partidos que perdieron más votos en estas elecciones fueran CiU (por haber desarrollado las políticas neoliberales) y el PSC (por no haberse distanciado de su pasado y no haber hecho un cambio significativo en sus propuestas políticas). No hay duda de que el PSC continuará este declive al haberse desarmado ideológicamente frente a un adversario político cargado de ideología —el nacionalismo—. La estrategia política del socialismo catalán y español no debería haber sido luchar en el territorio ideológico del adversario —el nacionalismo—, sino en la denuncia de lo que el adversario representa. Es lo que los políticos del Partido Demócrata de EEUU llaman la estrategia de “lucha de clases” presentando a las derechas por lo que son, los portavoces de aquellos grupos fácticos que mandan en el país. Ni el PSC ni el PSOE siguieron tal estrategia, en parte porque están excesivamente ligados y son dependientes de tales grupos fácticos, y en parte a no haber hecho una autocrítica y haber realizado un cambio en sus políticas.
La izquierda radical
Un problema grave en Catalunya y que demuestra que el abanico electoral esté más sesgado a la derecha que el español es que no hay un partido de la izquierda radical como es IU. Hoy no existe una fuerza equivalente a IU en Catalunya. Se me dirá que existe Esquerra Unida i Alternativa, pero tal grupo político es, en la práctica, un apéndice de Iniciativa per Catalunya (IC) sin tener ninguna visibilidad propia. IC es un partido verde, que pertenece al Partido Verde Europeo del Parlamento Europeo. No es parte de la Izquierda Europea, el grupo de partidos de izquierda. Sí que lo es EUiA, pero no tiene ninguna visibilidad. De hecho, el rojo de tal coalición no se ve por ninguna parte, pues su color es el verde. Y cuando vino Alexis Tsipras, el dirigente de la coalición radical de izquierdas griega, Syriza, debido a su relación con Esquerra Alternativa, miembro de la Izquierda Europea a la cual pertenece Esquerra Alternativa, apareció en plataformas coloreadas de verde, sin que aparezca ningún rojo.
El tema no son sólo los colores, sino la visión política. ICV decidió cambiar su pertenencia a las izquierdas enraizadas en la espléndida historia del PSUC. Fue un error que ahora, y en estos momentos de crisis, aparece con toda claridad. Ninguna fuerza ha defendió con mayor intensidad Catalunya, durante la dictadura, que el PSUC. Y es injusto y un profundo error que el partido de coalición ICV-EUiA, que se presenta como heredero del PSUC, excluya la visibilidad del rojo. El hecho de que tal coalición se haya distinguido por su crítica a las políticas neoliberales del gobierno CiU explica su notable crecimiento. Y aún cuando el crecimiento de ICV-EUiA es notable (un aumento de 128.033, debido a la campaña social de ICV-EUiA, más roja que verde, pasando de recoger el 4,3% del electorado a un 6,8%) el potencial de crecimiento de tal coalición es mucho mayor si se centrase en el conflicto social y (sin diluir su verdor) conjugándolo con la defensa de la personalidad y especificidad catalanas, tal como siempre hizo el PSUC. Hoy la lucha de clases es más viva que nunca en Catalunya, en su periodo democrático, una lucha de clases que no sólo incluye la tradicional —conflicto entre el capital y el mundo del trabajo— que continúa existiendo, sino también la de una minoría de la población (los establishments financieros, empresariales, mediáticos y políticos) frente a una gran mayoría de la población, las clases populares.
Tal fuerza política requiere de un mayor radicalismo, rompiendo con esta imagen tan injusta, claramente manipulada por las derechas al referirse a ICV de “buena gente, que van en bicicleta”. Su radicalismo, con un lenguaje más de denuncia de la lucha de clases, no centrándose únicamente en las políticas sino los perpetradores de tales políticas, es lo que ampliaría su apoyo popular. El enfado popular exige un radicalismo que todavía no aparece en sus prácticas y en su narrativa.
Una nueva izquierda como soplo de aire fresco con la esperanza de que se convierta en vendaval
Llenando este vacío ha aparecido la CUP (Candidatura d’Unitat Popular), un soplo de aire fresco, que tiene características comunes con el 15-M. Un movimiento radical de clara orientación socialista anticapitalista, de gran atractivo entre los sectores más explotados en el país, que decidió presentarse a última hora (sólo un mes antes de las elecciones) y, a pesar del boicot mediático, consiguió nada menos que 126.219 votos, que representaron un 2,4% del electorado. Uno de los componentes de su ideario, el del independentismo, puede frenar su conexión con amplios sectores de la clase trabajadora catalana que no se identifican como tal. Y tal independentismo puede también dificultar su conexión con otros movimientos antiestablishment que están floreciendo a lo largo del territorio español, y cuya complicidad será necesaria para cualquier cambio profundo que pueda ocurrir en Catalunya. Pero su aparición en la vida parlamentaria es un gran desarrollo y avance, pues su radicalidad se necesita (como el aire que se respira) en la vida política catalana.
El peligro sería que la faceta independentista (diferente a la soberanista), diluya su radicalidad social, peligro que no es hipotético y que podría ocurrir con ERC, anteponiendo su independentismo al proceso de cambio profundo del orden (en realidad desorden) social existente en Catalunya. ERC fue la fuerza política que mejor canalizó el deseo independentista, conservando su vocación transformadora, que sería de desear que mantuviera. Aumentó su respaldo en 277.119 votos, pasando de recoger un 4,1% del voto del electorado a un 9,4%, pasando a ser la tercera fuerza en cuanto al voto.
Las grandes limitaciones de la democracia en Catalunya y en España: su sesgo profundamente conservador
El hecho de que ERC haya pasado a ser la segunda fuerza parlamentaria se debe al enorme sesgo conservador del proceso electoral. En realidad, si el sistema electoral catalán hubiera sido proporcional (el sistema en que cada ciudadano hubiera tenido el mismo poder de decisión), CiU hubiera tenido 43 escaños en lugar de 50, ERC hubiera tenido 19 en lugar de 21, el PSC hubiera tenido los mismos escaños, 20 (pasando a ser la segunda fuerza política en el país), el PP hubiera tenido 18 escaños en lugar de 19, Iniciativa hubiera tenido 14 en lugar de 13, Ciutadans hubiera tenido 11 en lugar de 9, y la CUP hubiera tenido 5 en lugar de 3, pudiendo hacer grupo propio. En general, tal sesgo electoral ha desfavorecido más a las izquierdas que a las derechas, como también ocurre en España.
En realidad, sumando todos los votos a los partidos de izquierda (hay muchos partidos de izquierda que no consiguen representación parlamentaria), tales votos superan en votos a los partidos de derecha. La población de Catalunya está más a la izquierda que sus representantes, una situación que, por cierto, se da también en España.
El futuro político de Catalunya (y de España)
De tal observación puede derivarse que falta una coalición amplia de izquierdas que, sin complejos, explicite un discurso de clase frente al establishment financiero, económico, político y mediático catalán, el mayor responsable del subdesarrollo social de Catalunya. Que tal coalición se lleve adelante dependerá de una profunda transformación de los partidos existentes, estimulados por la aparición del movimiento radical CUP. Este movimiento —surgido de las clases populares en Catalunya— ha surgido como parte del hartazgo existente hacia el establishment catalán y también español. Es la única fuerza que habla del conflicto de clases en Catalunya, y presenta al establishment político y mediático por lo que es: la defensora a ultranza de unos intereses de clase. Su presencia en los medios, sin embargo, ha sido nula. Un boicot y veto dignos de una dictadura mostrando la gran estafa que es hoy lo que se llama democracia en Catalunya. Ahora bien, su gran potencial de atracción, sensible al gran enfado popular, puede actuar como elemento estimulador de cambio entre las fuerzas políticas con representación parlamentaria.
En cuanto a las izquierdas en
España, su mayor reto es democratizar al Estado español. Sin tal
democratización, ni Catalunya ni España saldrán de la crisis. De ahí que
las izquierdas españolas deberían exigir que la insuficiente democracia
representativa existente en nuestro país se transformara en una
democracia proporcional, auténticamente representativa junto con una
democracia directa con amplio desarrollo de referéndums que permitieran
decidir a sus poblaciones sobre cualquier tema. El “poder de decisión”
debe aplicarse en Catalunya y en el resto de España, sobre todos los
temas que la propia población desee.
E, igualmente importante,
debe exigirse una auténtica pluralidad de los medios (los cuales
utilizan un bien común y público, el aire), rompiendo con la
limitadísima diversidad mediática existente en Catalunya y en España.
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