Esther Vivas
Estamos en manos de chorizos. Mientras nos dicen que tengamos paciencia, que pronto llegará el final de la crisis, que ahora sí veremos los, tan cacareados, brotes verdes, nos damos cuenta, ya casi sin estupefacción, que los mismos que nos dan lecciones de austeridad, han vivido, durante años, en el derroche y la opulencia. Nos han robado, estafado y engañado. Y aún tienen la poca vergüenza de mirar para otro lado.
La paciencia, pero, es como un vaso de agua que se llena y llena y llena y, al final, acaba derramándose. Nunca sabemos cuál será la gota definitiva que hará salir la gente a la calle, masivamente, y decir “ya basta”. Pero lo que es seguro es que, tarde o temprano, ese momento llega. Lo hemos visto en la Primavera árabe, el 15M, Occupy Wall Street y tantos otros. Como decía el filósofo francés Daniel Bensaïd: “La revolución llega cuando menos se la espera. La puntualidad no es su fuerte”. Y así es.
Ayer otra gota de indignación llenó el vaso cada día más repleto de hartazgo. Miles de personas se concentraron frente a las sedes del Partido Popular en todo el Estado para expresar su rabia y malestar. Y las demandas y gritos de “Dimisión”, “No es un Gobierno, es una mafia” y “Fuera, fuera, fuera” se escucharon de punta a punta de la Península. Las cacerolas, cucharas, paellas y demás utensilios de cocina volvieron a repicar con esa ira contenida a la que estos tiempos nos tienen tan acostumbrados.
Aunque la corrupción no tiene patrimonio. El poder, parece, lo engulle todo. Caso Bárcenas, Gürtel, Nóos, Palma-Arena, Fabra y caso de los EREs, Mercurio, Pretoria y caso Palau, ITV, Crespo, Pallerols. Bienvenidos a la Cosa Nostra, al más puro estilo ‘El Padrino’. No en vano uno de los hashtags más utilizados ayer en twitter era #DemocraciaSinMafia y #AdiósMafia. Los inquilinos de la calle Génova, Ferraz o Còrsega conocen bien las reglas del juego. La impunidad es siempre su última baza.
La resignación, pero, se va terminando a golpe de sobres, papeles, comisiones, sobresueldos. Mientras nos quedamos en paro, no llegamos a final de mes, no podemos pagar la hipoteca, nos desahucian, no tenemos qué comer… asistimos a un nuevo acto de esta tragedia que es la crisis. Y los papeles de Bárcenas, el último capítulo. Pocas sorpresas nos depara su desenlace. Los guionistas nos tienen habituados a mucho ruido y a pocas nueces y luego si te he visto no me acuerdo. Qué fue de la tan pregonada entrada en prisión del banquero Miguel Blesa, que después de quince escuálidos días entre rejas ya volvía a estar en la calle. Ojalá nos sorprenda ahora el final del acto. En todo caso, dependerá de nosotros. Ocupar la función, cambiar el guión, y poder decir, finalmente: “Bye bye Mariano”.
Estamos en manos de chorizos. Mientras nos dicen que tengamos paciencia, que pronto llegará el final de la crisis, que ahora sí veremos los, tan cacareados, brotes verdes, nos damos cuenta, ya casi sin estupefacción, que los mismos que nos dan lecciones de austeridad, han vivido, durante años, en el derroche y la opulencia. Nos han robado, estafado y engañado. Y aún tienen la poca vergüenza de mirar para otro lado.
La paciencia, pero, es como un vaso de agua que se llena y llena y llena y, al final, acaba derramándose. Nunca sabemos cuál será la gota definitiva que hará salir la gente a la calle, masivamente, y decir “ya basta”. Pero lo que es seguro es que, tarde o temprano, ese momento llega. Lo hemos visto en la Primavera árabe, el 15M, Occupy Wall Street y tantos otros. Como decía el filósofo francés Daniel Bensaïd: “La revolución llega cuando menos se la espera. La puntualidad no es su fuerte”. Y así es.
Ayer otra gota de indignación llenó el vaso cada día más repleto de hartazgo. Miles de personas se concentraron frente a las sedes del Partido Popular en todo el Estado para expresar su rabia y malestar. Y las demandas y gritos de “Dimisión”, “No es un Gobierno, es una mafia” y “Fuera, fuera, fuera” se escucharon de punta a punta de la Península. Las cacerolas, cucharas, paellas y demás utensilios de cocina volvieron a repicar con esa ira contenida a la que estos tiempos nos tienen tan acostumbrados.
Aunque la corrupción no tiene patrimonio. El poder, parece, lo engulle todo. Caso Bárcenas, Gürtel, Nóos, Palma-Arena, Fabra y caso de los EREs, Mercurio, Pretoria y caso Palau, ITV, Crespo, Pallerols. Bienvenidos a la Cosa Nostra, al más puro estilo ‘El Padrino’. No en vano uno de los hashtags más utilizados ayer en twitter era #DemocraciaSinMafia y #AdiósMafia. Los inquilinos de la calle Génova, Ferraz o Còrsega conocen bien las reglas del juego. La impunidad es siempre su última baza.
La resignación, pero, se va terminando a golpe de sobres, papeles, comisiones, sobresueldos. Mientras nos quedamos en paro, no llegamos a final de mes, no podemos pagar la hipoteca, nos desahucian, no tenemos qué comer… asistimos a un nuevo acto de esta tragedia que es la crisis. Y los papeles de Bárcenas, el último capítulo. Pocas sorpresas nos depara su desenlace. Los guionistas nos tienen habituados a mucho ruido y a pocas nueces y luego si te he visto no me acuerdo. Qué fue de la tan pregonada entrada en prisión del banquero Miguel Blesa, que después de quince escuálidos días entre rejas ya volvía a estar en la calle. Ojalá nos sorprenda ahora el final del acto. En todo caso, dependerá de nosotros. Ocupar la función, cambiar el guión, y poder decir, finalmente: “Bye bye Mariano”.