Pablo Iglesias
Uno de los temas para los que me llamaron anoche en La Sexta era el de la malnutrición infantil en España. Pero claro, Gibraltar, para regocijo del Gobierno, debía de dar más audiencia y se impuso como el tema central de la noche; así es la tele amigos. La cosa tiene su gracia, desde el momento en que tanto España como el Reino Unido forman parte de la OTAN, organización militar hegemonizada por EEUU que, en el asunto Gibraltar, apoyan a sus amigos británicos. A partir de ahí, toda discusión sobre este tema es un ocioso ejercicio que favorece la estrategia comunicativa del Gobierno ¿Para no hablar de Bárcenas? Y un cuerno. Para no hablar de su política de clase.
Uno de los temas para los que me llamaron anoche en La Sexta era el de la malnutrición infantil en España. Pero claro, Gibraltar, para regocijo del Gobierno, debía de dar más audiencia y se impuso como el tema central de la noche; así es la tele amigos. La cosa tiene su gracia, desde el momento en que tanto España como el Reino Unido forman parte de la OTAN, organización militar hegemonizada por EEUU que, en el asunto Gibraltar, apoyan a sus amigos británicos. A partir de ahí, toda discusión sobre este tema es un ocioso ejercicio que favorece la estrategia comunicativa del Gobierno ¿Para no hablar de Bárcenas? Y un cuerno. Para no hablar de su política de clase.
El
debate sobre la malnutrición infantil podía plantearse de forma
tramposa ¿Quién puede estar a favor de que los niños coman mal o coman
poco? Y podríamos haber acabado discutiendo de si hay que apoyar las
acciones caritativas de la Iglesia o, por el contrario, los comedores
sociales de la Junta de Andalucía. Al final, el debate podría haberse
polarizado entre los que dijéramos que Hernando es un sátrapa sin
escrúpulos por decir que la culpa de la malnutrición es de los padres,
frente a los que nos hubieran respondido que peor es lo de los ERES de
Andalucía. Otra cortina de humo, otra estafa al ciudadano-espectador que
sólo cuenta con la televisión para formarse sus opiniones.
Escribía
Henry Kissinger en sus memorias que las decisiones sobre economía
política nunca son técnicas. Para el jefe de la política exterior de
Nixon, premio Nobel de la paz y artífice de la política de apoyo a los
golpes de Estado en América Latina, las decisiones sobre la economía son
las más políticas que existen. Como los buenos estadistas, Kissinger
comprendió que para tomar decisiones hay que tener claro a qué clase se
defiende.
El
problema de la malnutrición infantil no tiene que ver con las formas de
parchearlo, sea mediante comedores sociales públicos o con caritativas
monjitas, sino con la desigualdad que es el resultado directo de las
políticas implementadas por los diferentes gobiernos de nuestro país.
En
el país en el que casi todos están con la roja, hay quien se gasta 2000
euros en cenar como el señor Arenas o quien duerme en el Palace como el
señor Durán i Lleida y también quien no puede alimentar decentemente a
sus hijos. Los datos hablan por sí solos y dicen que en desigualdad,
como en la Eurocopa, somos campeones. Según Eurostat tenemos una
vergonzosa puntuación de 34 en el índice de Gini que nos sitúa en la
peor posición de la Eurozona (solo se nos acercan Lituania y Bulgaria).
Mientras tanto, las empresas de productos de lujo han aumentado sus
ventas un 35 por ciento desde 2010 y el número de multimillonarios en
España no ha dejado de crecer desde que comenzó la crisis. A mismo
tiempo según el CIS, un cuarto de los hogares apenas llegan a los mil
euros de ingresos netos mensuales; un 25 por ciento que contrasta con el
0,7 por ciento de familias que declaran contar con más de 6000 euros al
mes (entre ellas, por supuesto, las de los ministros del este gobierno y
del anterior).
Llegados
a este punto cabría preguntarse si el problema de la malnutrición
infantil se debe a que la acción caritativa de la iglesia no recibe los
suficientes apoyos o que no hay bastantes comedores sociales. Plantear
así las cosas sería una escandalosa estafa. En nuestro país hay
malnutrición porque los diferentes gobiernos han hecho una política de
clase a favor de los ricos; han hecho pagar la deuda de los bancos a las
familias a través de los recortes sociales y han legislado para tener
uno de los sistemas fiscales más regresivos de Europa, que incentiva el
fraude de las grandes empresas y en el que la mayor parte de la presión
fiscal recae sobre los que menos tienen.
Lo
que está imponiendo IU al Gobierno de Andalucía (el decreto
anti-desahucios y los comedores sociales) o lo que hacen Gordillo y
Cañamero jugándose la libertad para llamar la atención sobre las
injusticias, es cavar trincheras, desde su escasísimo poder, para
retrasar el avance de la gran estafa.
Pero
para acabar con un país de niños malnutridos y hacer un país decente lo
que hace falta es un gobierno patriota de verdad que es lo contrario a
hacer el ridículo con el show de Gibraltar. Hace falta un gobierno
patriota que haga una política de clase para proteger a las mayorías,
que defienda a sus ciudadanos de la troika, de Bruselas, de los
banqueros, del FMI, de los grandes empresarios que defraudan y de los constructores que sobornan. Y entonces no harán falta ni comedores sociales ni monjas ejerciendo la caridad.