Es un día de finales de septiembre. Los primeros rayos de sol todavía no llegan alumbrar a los soldados del ejército de la República que controlan, desde hace unos dos meses, el paraje de las inmediaciones del pueblo de la Fatarella. Diariamente se tienen que rechazar las embestidas de los nacionales. Pero ese día todo parece diferente. Los nacionales avanzan sin que los republicados peguen un solo disparo. Los soldados de la avanzadilla prácticamente tocan con la mano a los republicanos de la primera trinchera. La confusión es total… Hasta el punto que llegan a pensar en una traición por parte de los mandos. De repente, desde las filas republicanas, se da la orden de abrir fuego. El silbido de las balas y los gritos de dolor preceden a la enorme sangría. Al final de la batalla, de entre los heridos, sale una voz que exclama: “¡Rojos, ayudadnos! Los hijos de puta de fascistas nos han abandonado”.
dissabte, 23 de juliol del 2011
divendres, 22 de juliol del 2011
LA UVA MADURA
La hambruna se había apoderado de la tropa. Los camiones de suministros llegaban con irregularidad o no llegaban ya que la mayoría de los días eran abatidos por la aviación alemana al servicio de Franco.
Mientras, ante nuestros ojos, las viñas nos mostraban una uva cada día más madura y más sabrosa. El único obstáculo para alcanzarla eran las balas de los nacionales que ocupaban las inmediaciones de Vilalba del Arcs. Aquel día bajaríamos al caer la noche. Avisamos al cuerpo de guardia de nuestras intenciones, pero deberíamos ir desarmados y desprovistos de cualquier peso superfluo. Cuanta más uva pudiésemos coger, mucho mejor.
Ya habíamos cargado una buena cantidad cuando de repente vimos unas sombras con las que no contábamos: el enemigo había tenido la misma idea que nosotros…
dijous, 21 de juliol del 2011
EL PAN DE CADA DÍA
Cuando comenzó la contienda, Pepín, hijo de Pepe y Consuelo tenía apenas 2 años.
En la Galera, como en la mayoría de los pueblos, los alimentos comenzaban a escasear, entre los que más, el pan.
Aquella mañana, Pepín se dirigió a casa de su tía Cinta, que vivía a escasos metros de la suya, para pedirle una rebanada. Y como cada día se estableció el siguiente diálogo:
“¿Me da un poco de pan?”. “Hoy te lo daré, pero mañana no vuelvas”.
Pepín, mostrando una manita y simulando hacer tres cortes con la otra, le decía: “Un trocito para desayunar, otro para comer y otro para cenar”.
dimecres, 20 de juliol del 2011
LOS INICIOS DE LA GUERRA EN EL PUEBLO
Carmen tenía 4 años cuando se asomó a la ventana que daba a la calle Mayor de la Galera aquella tarde del 19 de julio de 1936. Era tal el gentío que pensó que había un entierro y así se lo hizo saber a Rosa, su madre.
“Pero si no he oído tocar a difuntos”. Le respondió su madre, mientras salía a comprobarlo.
“¡Bandidos, criminales…!” –Gritó entonces Rosa al ver lo que estaba pasando.
Joaquín, el vecino que vivía en la casa de enfrente, le mandó callar y a recogerse en casa.
De la torre medieval que albergaba la iglesia de San Lorenzo salían grandes llamas y una enorme humareda.
Un grupo de milicianos subidos de Amposta que no habían podido arrancar la imagen del patrono, adosado al altar mayor, decidieron prenderle fuego.
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