La sátira es buen género para figuras de la talla de personajes
históricos y tan populares como el general fascista Queipo de Llano. Su
entrada triunfal en la Sevilla del 36 lo hizo leyenda y hoy, el
novelista José Luis Castro, rinde con sorna un merecido homenaje que le
haga justicia: “Queipo fue una enorme y gigantesca hemorroide en el culo
de España”, sentencia. Quién mató a Queipo de Llano (editorial
Autores Premiados) es la nueva obra de este escritor sevillano que
burla burlando las sentencias firmadas por el general a buches de una
copa de vino. El protagonista de estas páginas es un elemento minúsculo
pero clave en la narración: la mosca. La mosca de Don Gonzalo es invisible para el general pero está enamorada de él como una mujer.
Así lo cuenta su autor: “El dictador de Sevilla eructa para rubricar
convenientemente cada sentencia mientras la mosca chupa con suavidad el
jugo dulzón”. Parece oculta tras la sombra ominosa de Don Gonzalo. Para
Castro “la mosca es la protagonista indiscutible” de este libro que ha
sido recientemente galardonado en la 33 edición de novela corta Casino
de Mieres.
Sin tapujos, sin cargar las tintas, escena a escena, la novela muestra la llegada del general Don Gonzalo a la Sevilla de la Guerra Civil. Sus seiscientos discursos en Radio Sevilla, sus mensajes en los que vociferaba “Sevillanos a las armas” o las largas y apacibles tardes de un general alcoholizado son para Castro características fundamentales y exprimidas en su jugosa parodia.
El autor describe de manera transparente durante la presentación del libro -en la misma librería que ha cancelado un acto de una editorial que se define como falangista- su reciente operación rectal: “Los médicos me han hecho una hemorroidectomía y yo quise hacer una queipodellanoctomía a Sevilla”, afirma. Para hilar la historia, cuenta con la vida de tres personajes: Julio, Leonardo y Rodolfo, caracterizados en todo momento como los ingeniosos Hermanos Marx. En el Bar Lombilla se reúnen cada tarde para preparar un fabuloso plan que dé muerte al General. Quieren preparar un ingenioso asesinato. Castro reconoce que las habilidades de estos “personajes son pocas”. Las escenas, con cierto aire de vodevil, hablan de sus discusiones acompañados con café de achicoria y vasos de coñac. Son su pequeño retrato de antihéroe de aquella etapa tan gris para España. Sus motes son una radiografía de Groucho, Harpo y Chico. Y en la novela se les conoce como el bigotes, el chico y el mudo respectivamente.
Este sevillano ha buscado en escritores del exilio como Max Aub una sincronía que le permita contar una buena historia. Habla del cuento La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco. Y recomienda la divertidísima lectura de este clásico donde “Max Aub narra la historia al revés, hablando de un camarero mexicano que mata a Franco para librarse de los españoles que conspiran cada día en su bar contra él”. Sin embargo, en la novela de Castro no consiguen culminar la ansiada conspiración.
Ya en un segundo nivel, la novela se convierte en un relato biográfico del autor y su redacción en zapatillas de estar por casa. “Fue un baño de humildad”, relata. Habla de su ordenador ante la creación de tal parodia. Su caricatura diaria y su arduo trabajo en su ópera prima “que tardó años en escribir”.
Para culminar la obra, José Luis dibuja también su pensamiento con un singular bodegón de portada. El micrófono, la flor y la calavera, ya sin piel de Don Gonzalo. Su eterna compañera negra, la mosca, no aparece en la foto. Yace, según cuenta el autor, junto a la losa de Queipo, siempre fiel a él, como otros muchos españoles.
Sin tapujos, sin cargar las tintas, escena a escena, la novela muestra la llegada del general Don Gonzalo a la Sevilla de la Guerra Civil. Sus seiscientos discursos en Radio Sevilla, sus mensajes en los que vociferaba “Sevillanos a las armas” o las largas y apacibles tardes de un general alcoholizado son para Castro características fundamentales y exprimidas en su jugosa parodia.
El autor describe de manera transparente durante la presentación del libro -en la misma librería que ha cancelado un acto de una editorial que se define como falangista- su reciente operación rectal: “Los médicos me han hecho una hemorroidectomía y yo quise hacer una queipodellanoctomía a Sevilla”, afirma. Para hilar la historia, cuenta con la vida de tres personajes: Julio, Leonardo y Rodolfo, caracterizados en todo momento como los ingeniosos Hermanos Marx. En el Bar Lombilla se reúnen cada tarde para preparar un fabuloso plan que dé muerte al General. Quieren preparar un ingenioso asesinato. Castro reconoce que las habilidades de estos “personajes son pocas”. Las escenas, con cierto aire de vodevil, hablan de sus discusiones acompañados con café de achicoria y vasos de coñac. Son su pequeño retrato de antihéroe de aquella etapa tan gris para España. Sus motes son una radiografía de Groucho, Harpo y Chico. Y en la novela se les conoce como el bigotes, el chico y el mudo respectivamente.
Este sevillano ha buscado en escritores del exilio como Max Aub una sincronía que le permita contar una buena historia. Habla del cuento La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco. Y recomienda la divertidísima lectura de este clásico donde “Max Aub narra la historia al revés, hablando de un camarero mexicano que mata a Franco para librarse de los españoles que conspiran cada día en su bar contra él”. Sin embargo, en la novela de Castro no consiguen culminar la ansiada conspiración.
Ya en un segundo nivel, la novela se convierte en un relato biográfico del autor y su redacción en zapatillas de estar por casa. “Fue un baño de humildad”, relata. Habla de su ordenador ante la creación de tal parodia. Su caricatura diaria y su arduo trabajo en su ópera prima “que tardó años en escribir”.
Para culminar la obra, José Luis dibuja también su pensamiento con un singular bodegón de portada. El micrófono, la flor y la calavera, ya sin piel de Don Gonzalo. Su eterna compañera negra, la mosca, no aparece en la foto. Yace, según cuenta el autor, junto a la losa de Queipo, siempre fiel a él, como otros muchos españoles.