Carlos Torres
Agazapado entre los ecos del 12 de octubre y el terremoto que provocan últimamente las diadas catalanas se esconde, como una metáfora en el calendario, el día de lo que los padres de la Constitución nos obligaron a llamar Comunitat, otrora Regne de València o País Valencià. El 9 de octubre es ese día en el que Canal9 emite una procesión en Valencia y en Alicante uno aprovecha para despedir los últimos días de playa o para quedarse en la cama hasta que la banda del pueblo te arrebata el sueño al compás del himno regional. Me gustaría contar qué es lo que hacen en Castellón, pero si los catalanes conocen la mayoría de sus comarcas, los alicantinos bastante hacemos con acertar qué pueblos nos rodean y cuál de las dos lenguas se habla en ellos. Las dos Españas que tanto preocupan en otros territorios son aquí un juego de niños: blavers, promurcianos de la Vega Baja, españolistas nostálgicos del régimen, pancatalanistas y correligionarios de Joan Monleó: viven, conviven, se insultan y emborrachan en las fiestas de moros y cristianos juntos bajo un mismo techo. De todos ellos, dicen, es el día de la patria valenciana y querrán hacerlos cantar aquello de: Per a ofrenar noves glòries a Espanya. Glories tales a fecha de hoy como ser la segunda región europea que más empleo destruye, sólo por debajo de Yuzhen Tsentralen en Bulgaria, o la autonomía más endeudada de España.
Atrás quedan ya nuestros años de excesos y aquel viejo discurso prepotente de Rita&Camps y compañía que nos han convertido en el Pim Pam Pum del resto de compatriotas: Los valencianos somos fachas, los valencianos somos corruptos, los valencianos estamos locos, los valencianos somos bacalas… y todo el catálogo de prejuicios que uno oye a menudo. Quiero creer que cuando nos apuntan con el dedo buscan en nosotros también sus miserias: y no lo digo porque en Cataluña haya gobernado la derecha unos cuantas años más que en Valencia o porque en Madrid estén de deuda hasta las cejas, por los proyectos olímpicos o por el Forum de las civilizaciones… no, sería un error bajar al barro a defender nuestra Comunitat.
Asumámoslo, es cierto que los valencianos hemos dejado que año tras año los mismos corrputos vuelvan al poder, hemos hecho la vista gorda con los que se enriquecían en los años de bonanza, hemos dejado que Rita Barberà diga que aquellos que no comparten la política de la Fórmula Uno y la Copa América son unos aldeanos- de nuevo el pensamiento único del “Tots a una veu“. Mientras dejemos que usurpen así nuestra terreta, nosaltres els aldeans, seremos los del Proyecto Castor, los de las gafas de Fabra, los del accidente del Metro, los de Gandia Shore, los que ponen la playa a Madrid y los de las fotos de falangistas camuflados en los pipiolos de Nuevas Generaciones. Germans vingueu.
No importa que las encuestas empiecen a apuntar que el PP se hunde en el País Valencià… tanto da si eres de los que se queda durmiendo o los que sale de procesión, mientras no demostremos bien fuerte que hemos abierto los ojos seguiremos haciendo que el resto del mundo olvide que somos una tierra productiva, un lugar donde siempre se acogió al trabajador foráneo, un rincón donde el movimiento obrero arraigó fuerte, la última región en ceder al franquismo, … la patria de Guillem Agulló, de Fuster y de Valor, de la Asociación de Víctimas del Accidente del Metro, de Berlanga y de Chirbes. Una tierra de cultura y tradición popular, con una lengua compartida con nuestros vecinos del norte y otra con nuestros vecinos del sur. Despertemos, valencians, porque habrán arrasado nuestra reputación, pero ya no queremos ser cómplices y todavía podemos construir una València de nou.
Agazapado entre los ecos del 12 de octubre y el terremoto que provocan últimamente las diadas catalanas se esconde, como una metáfora en el calendario, el día de lo que los padres de la Constitución nos obligaron a llamar Comunitat, otrora Regne de València o País Valencià. El 9 de octubre es ese día en el que Canal9 emite una procesión en Valencia y en Alicante uno aprovecha para despedir los últimos días de playa o para quedarse en la cama hasta que la banda del pueblo te arrebata el sueño al compás del himno regional. Me gustaría contar qué es lo que hacen en Castellón, pero si los catalanes conocen la mayoría de sus comarcas, los alicantinos bastante hacemos con acertar qué pueblos nos rodean y cuál de las dos lenguas se habla en ellos. Las dos Españas que tanto preocupan en otros territorios son aquí un juego de niños: blavers, promurcianos de la Vega Baja, españolistas nostálgicos del régimen, pancatalanistas y correligionarios de Joan Monleó: viven, conviven, se insultan y emborrachan en las fiestas de moros y cristianos juntos bajo un mismo techo. De todos ellos, dicen, es el día de la patria valenciana y querrán hacerlos cantar aquello de: Per a ofrenar noves glòries a Espanya. Glories tales a fecha de hoy como ser la segunda región europea que más empleo destruye, sólo por debajo de Yuzhen Tsentralen en Bulgaria, o la autonomía más endeudada de España.
Atrás quedan ya nuestros años de excesos y aquel viejo discurso prepotente de Rita&Camps y compañía que nos han convertido en el Pim Pam Pum del resto de compatriotas: Los valencianos somos fachas, los valencianos somos corruptos, los valencianos estamos locos, los valencianos somos bacalas… y todo el catálogo de prejuicios que uno oye a menudo. Quiero creer que cuando nos apuntan con el dedo buscan en nosotros también sus miserias: y no lo digo porque en Cataluña haya gobernado la derecha unos cuantas años más que en Valencia o porque en Madrid estén de deuda hasta las cejas, por los proyectos olímpicos o por el Forum de las civilizaciones… no, sería un error bajar al barro a defender nuestra Comunitat.
Asumámoslo, es cierto que los valencianos hemos dejado que año tras año los mismos corrputos vuelvan al poder, hemos hecho la vista gorda con los que se enriquecían en los años de bonanza, hemos dejado que Rita Barberà diga que aquellos que no comparten la política de la Fórmula Uno y la Copa América son unos aldeanos- de nuevo el pensamiento único del “Tots a una veu“. Mientras dejemos que usurpen así nuestra terreta, nosaltres els aldeans, seremos los del Proyecto Castor, los de las gafas de Fabra, los del accidente del Metro, los de Gandia Shore, los que ponen la playa a Madrid y los de las fotos de falangistas camuflados en los pipiolos de Nuevas Generaciones. Germans vingueu.
No importa que las encuestas empiecen a apuntar que el PP se hunde en el País Valencià… tanto da si eres de los que se queda durmiendo o los que sale de procesión, mientras no demostremos bien fuerte que hemos abierto los ojos seguiremos haciendo que el resto del mundo olvide que somos una tierra productiva, un lugar donde siempre se acogió al trabajador foráneo, un rincón donde el movimiento obrero arraigó fuerte, la última región en ceder al franquismo, … la patria de Guillem Agulló, de Fuster y de Valor, de la Asociación de Víctimas del Accidente del Metro, de Berlanga y de Chirbes. Una tierra de cultura y tradición popular, con una lengua compartida con nuestros vecinos del norte y otra con nuestros vecinos del sur. Despertemos, valencians, porque habrán arrasado nuestra reputación, pero ya no queremos ser cómplices y todavía podemos construir una València de nou.
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