Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra
Un comentarista bien conocido en los medios de mayor difusión de las
cadenas públicas de la Generalitat y del diario ARA, el independentista
Toni Soler, alentaba a las personas de izquierda en Catalunya a que
votaran partidos a favor de la independencia de Catalunya, argumentando
que ésta y sus instituciones representativas (incluida la oferta
electoral) estaban más a la izquierda que el resto de España. Concluía
con ello que, si Catalunya fuera independiente, podría realizar su
potencial reformador, ofreciendo mayor capacidad de influencia a las
izquierdas catalanas que sí continuaban siendo parte de España.
Tal observación, sin embargo, no se corresponde a la realidad
mostrada por los datos. El arco ideológico parlamentario –es decir, la
diversidad ideológica dentro de espectro político representado en el
Parlament— es más limitado que el existente en las Cortes Españolas. Y
las izquierdas están menos representadas hasta ahora en el Parlament que
en las Cortes Españolas.
Y definamos primero qué quiere decir ser de derechas y qué quiere
decir ser de izquierdas. Y para ello tenemos que ver los instrumentos
tradicionales que las distintas clases sociales en la mayoría de países
de la Europa Occidental han tenido a su alcance para defender sus
intereses. Las derechas en Europa son partidos conservadores, partidos
cristianodemócratas o partidos liberales fundados por los
establishments
financieros y empresariales y/o por la Iglesia para defender sus
intereses intentando movilizar las clases populares a su favor, mediante
ideologías nacionalistas conservadoras y/o la ideología cristiana.
Y Catalunya no es una excepción. Divididas entre el PP (de ideología
españolista) y CiU (de ideología catalanista), las derechas han llevado a
cabo, en las áreas económicas y sociales, políticas basadas en
priorizar los intereses económicos de aquellos
establishments
económicos y financieros. En realidad, los equipos económicos del
gobierno CiU hoy están incluso más comprometidos en sus políticas de
reformas laborales regresivas y recortes sociales que el PP. La
ocupación de la Consejería de Sanidad por el que fue jefe de la patronal
hospitalaria privada, es un claro indicador de ello. No es sorpresa,
pues, que esta formación política gobernante esté claramente entrelazada
con intereses financieros y empresariales que financian tal partido
gobernante. Los supuestos casos de corrupción que se están investigando
son claro indicador de ello.
Los intereses de clase que ambos partidos, PP y CiU, representan
quedan ocultados por la temática nacionalista que ambos utilizan y por
la línea argumentativa que siguen, ampliamente reproducida en los medios
públicos de la Generalitat (Catalunya Ràdio y TV3), abusivamente
instrumentalizados por la coalición gobernante de Catalunya, CiU. Ambos
partidos, CiU y PP, tienen escasa cultura democrática (escasez más
acentuada en el PP que en CiU), que se refleja en la limitadísima
diversidad ideológica de tales medios, los cuales son financiados por la
población que paga impuestos (la mayoría de la cual no les vota). En
Catalunya, CiU es el partido más semejante que existe en España a la
democraciacristiana y a la derecha italiana, teniendo un arraigo en la
sociedad civil a base de políticas clientelares. Ven el Estado de
Catalunya como de su propiedad. Y tiene un enorme poder e influencia
sobre el sistema judicial, influencia compartida en Catalunya con el PP.
Los retrasos en la resolución de casos de presunta corrupción, como el
bochornoso
caso Palau, refleja tal influencia. Su influencia
también la consigue a base de pagos y apoyos financieros a los medios,
siendo el caso más notorio
La Vanguardia, de la familia Godó,
que ha recibido recientemente, de nuevo, casi 6 millones de euros del
gobierno Mas (según ha informado el altamente creíble
El Triangle)
habiendo sido el diario más pro-Mas que existe en España, cambiando su
lealtad editorial, pasando del PP a CiU, resultado de tal abundante
financiación pública, percibida como donación por servicios prestados.
Los dos nacionalismos conservadores
Los dos partidos dominantes, PP y CiU, son profundamente
nacionalistas y conservadores. CiU es, en realidad, una coalición de dos
partidos, CDC y UDC. UDC y PP (próximos ambos a la Iglesia) pertenecen a
la misma familia política europea, el Partido Popular Europeo. CDC es
un partido liberal que pertenece a la Internacional Liberal, que
representa la sensibilidad más derechista en las esferas económicas de
la UE. La mayoría de personalidades que dirigen la gobernanza del euro y
del Banco Central Europeo, el BCE, pertenecen a tal postura
político-económica, desarrollando las políticas que están causando una
gran recesión en la Eurozona a base de insistir en medidas de recortes y
de austeridad. Tal sensibilidad también se presenta en el equipo
económico del partido gobernante en España, más próximo a la
sensibilidad liberal (en el área económica, neoliberal) que a la
demócrata cristiana.
El nacionalismo españolista
Su nacionalismo les sirve para intentar
movilizar a sus bases electorales. El nacionalismo del PP es el heredado
de la dictadura, que transmitió una visión de España uniforme y
centrada en Madrid. Tal nacionalismo españolista es intolerante a la
diversidad y no acepta la plurinacionalidad de España. Se presenta como
el defensor de la “unidad de España”, mensaje que facilita la
movilización electoral de sectores de la población en Catalunya y muy en
particular aquellos sectores que proceden de otras partes de España,
porcentaje muy elevado entre la clase trabajadora en Catalunya. Tal
movilización es también respaldada en el mensaje anti-inmigrante,
explícitamente utilizado por el PP, para conseguir el voto obrero. El PP
se presenta siempre como el defensor de la unidad de España (y también
de su “calidad étnica” queriendo expulsar al inmigrante). Esta
estrategia está siendo altamente rentable electoralmente, pues el PP
está creciendo en los barrios obreros de las ciudades catalanas. Una de
las ciudades más importantes de Catalunya, con fuerte implantación de la
clase trabajadora y con un elevado porcentaje de población inmigrante,
Badalona, está gobernada por el PP (con el predecible apoyo de CiU). En
las elecciones del pasado domingo, el PP pasó de conseguir el voto del
7,2% del electorado (que incluye la población que votó y la que pudiendo
votar no lo hizo) en las últimas elecciones autonómicas, al 9%, siendo
en los barrios obreros, donde hay mayor número de inmigrantes, donde
aumentó más su voto.
El otro grupo nacionalista español que reprodujo tal visión
uninacional de España fue Ciutadans, que subió de un 2% del electorado a
un 5,2%. Ciutadans es la otra visión del nacionalismo españolista,
distinta a la del PP, al cual se le identificó con el conservadurismo
social y político poco atrayente al trabajador españolista, que siente
hostilidad hacia el soberanismo que confunde con el independentismo. No
es sorprendente, por lo tanto, que Cs creciera más acentuadamente en los
barrios obreros, como Nou Barris, de habla predominantemente
castellana. Su presentación (con grandes ambigüedades) como partido
progresista, con tintes pro-clase trabajadora (apoyó la Huelga General
última, sin participar en ella) le hace atrayente al votante que antes
apoyaba al PSC. Es el partido que utiliza con mayor frecuencia el
castellano en sus intervenciones públicas, lo cual explica que atraiga
también votos en los barrios más pudientes de las poblaciones urbanas
que se consideran liberales en su posicionamiento en temas sociales y no
se encuentran cómodos apoyando al PP debido a su profundo
conservadurismo. En total, el voto a favor del nacionalismo españolista
(PP+Cs) consiguió sólo el 14,2% del electorado.
El nacionalismo catalanista
El nacionalismo, a CiU, le es
particularmente útil, pues le permite atribuir el enorme subdesarrollo
del Estado del Bienestar catalán (el gasto público social por habitante
es de los más bajos de la UE-15) al famoso “expolio” de Catalunya por
parte de España. El hecho de que la crisis esté teniendo un impacto
devastador en el bienestar de las clases populares en Catalunya (clase
media y clase trabajadora) se atribuye al crecimiento del “expolio” y a
la hostilidad hacia Catalunya por parte del Estado español, gobernado
por el Partido Popular, mensaje que es constantemente reproducido en los
medios públicos de información, controlados en su inmensa mayoría por
CiU. La batería de intelectuales afines a tal partido político, tales
como Joan B. Culla, Salvador Cardús, Manel Fuentes, Mònica Terribas y
una larga lista de columnistas, constantemente se refieren a voces
profundamente conservadoras españolas como José Bono, Fernando Savater,
Mario Vargas Llosa, Federico Jiménez Losantos, y un largo etcétera, como
representativas de España. Estas últimas voces son las mayores
productoras de independentistas en Catalunya, voces que predeciblemente
tienen una gran visibilidad en los medios de información influenciados
por el nacionalismo catalanista. El hecho de que Izquierda Unida, el
tercer partido de España, votara hace unas semanas en las Cortes a favor
del “derecho a decidir de Catalunya” fue deliberadamente ignorado por
estos columnistas y por aquellos medios. La España presentada
mediáticamente en los medios públicos de la Generalitat es la España
centralista, ofensiva a Catalunya, antipática. Cualquier otra España
distinta a esta España no existe a ojos del nacionalismo catalanista.
Este silencio hacia “la otra España” se debe, no sólo a una
manipulación, sino a un profundo anti-izquierdismo que caracteriza a las
derechas catalanas. Las izquierdas reformistas españolas (la génesis
para desarrollar otra España) no existen para CiU ni para sus
intelectuales.
Esta intelectualidad nacionalista conservadora tiene un gran poder
debido al control que los partidos nacionalistas tienen en los aparatos
mediáticos públicos de la Generalitat y afines. Tal
establishment
mediático-político es lo que en inglés se llama “clubish”, es decir,
muy cerrado en sí mismo y con poco contacto con la realidad popular del
país. Fue tal establishment el que se llevó el mayor batacazo el
domingo, pues todos ellos habían profetizado la gran victoria del
presidente Mas en su apuesta por la independencia, como si fuera un
cheque en blanco. En realidad, la mayor pérdida de votos la sufrió CiU,
perdiendo 90.489 votos (pasando de recibir 1.202.830 en 2010 a 1.112.341
en 2012), pasando de un 22,4% del electorado en 2010 a un 21,2% en
2012.
Las izquierdas en Catalunya
El partido mayoritario de las izquierdas en
Catalunya ha sido históricamente el PSC, que es un partido federado con
el PSOE. Su fundación es resultado de una alianza de los instrumentos
políticos existentes en la clandestinidad antidictatorial,
caracterizados por un reformismo socialdemócrata entre sectores
profesionales y un socialismo de clase trabajadora enraizada en el
sindicato socialista UGT, entonces clandestino, y en la sección catalana
del PSOE, también clandestina. El PSC, fruto de esta alianza convertida
en unión, ha sido el mayor instrumento de la clase trabajadora en
Catalunya durante el periodo democrático y alcanzó su cénit en el
periodo de gobierno tripartito, cuando gobernó en Catalunya aliada con
ICV-EUiA y ERC.
Su descenso electoral no se debe, como constantemente indica su
componente profesional (definido como catalanista) por su supuesto
abandono de su sensibilidad catalanista, sino a su abandono de sus
principios socialdemócratas, al incorporar, en su respuesta a la crisis,
las políticas neoliberales también desarrolladas por el gobierno
Zapatero. Ésta es la mayor causa del declive del socialismo español,
incluyendo el catalán, en toda España. Y tal partido, sorprendentemente,
no ha hecho ninguna crítica de aquellas políticas que llevaron a cabo y
que dañaron a las clases populares. Cada una de las políticas que está
siguiendo el gobierno de Rajoy fueron iniciadas por el gobierno de
Zapatero. El hecho de que el gobierno de Rajoy haya profundizado
enormemente en cada una de estas políticas, no niega que fueron
comenzadas muchas de ellas en la época Zapatero. El socialismo español
ha perdido apoyo popular debido a su identificación con tales políticas.
En este sentido, sorprenden varios hechos:
1) La existencia de voces económicas del PSC, que apoyaron las
políticas de recortes de CiU (en el primer año de mandato del gobierno
Mas), dándoles una legitimidad que la coalición gobernante utilizó
hábilmente. Una de tales voces socialistas llegó incluso a acusar de
“demagogos” a aquellas voces de autores de izquierda que criticaban
tales recortes.
2) Que no haya habido un cambio en el equipo que lidera el PSOE,
siendo su dirigente el señor Rubalcaba, la misma persona que dirigió el
desarrollo de tales políticas sumamente impopulares. La proximidad del
PSC al PSOE y la falta de crítica del primero al segundo han contribuido
a su declive electoral.
3) Que el necesario cambio en el PSC se haya malentendido como un
cambio predominantemente generacional, manteniéndose, sin embargo, las
políticas económicas neoliberales que causaron su declive. En las
primeras declaraciones en
El País del economista Maurici Lucena
(segundo en la lista por Barcelona del PSC), procedente del
establishment socialista basado en Madrid, tal economista, dirigente de
la sección económica del PSC, se declaró como un liberal, hablando de
las excelencias del socioliberalismo. Cuando leí tales declaraciones,
pensé en el trabajo del economista Jordi Sevilla sobre el Nuevo
Socialismo (la guía de la Tercera Vía o Zapaterismo), y que era un canto
al liberalismo (ver la crítica que hice de tal postura en mi libro
El Subdesarrollo Social de España. Causas y Consecuencias. Anagrama. 2006). Tales políticas fueron responsables del declive electoral del PSOE y del PSC. No hay conciencia en el
establishment
socialista español (incluido el catalán) de que la situación
desesperada en la que se encuentran las clases populares en Catalunya y
en el resto de España no se debe sólo a la crisis, sino a la manera
neoliberal como se ha respondido a la crisis (ver el artículo
El impacto de la crisis en las familias e infantes.
Publico. 22.11.12),
y ello como consecuencia de la incorporación del pensamiento liberal en
el ideario de los partidos socialistas gobernantes en España y en
Catalunya (en su segundo mandato). El hecho de que los gobiernos de
Rajoy y Mas hayan profundizado en estas políticas no elimina, en la
memoria popular, el recuerdo de que tales políticas se iniciaron en la
época de crisis por el socialismo español, incluyendo el catalán.
No es sorprendente, pues, que el PSC continuara su declive, perdiendo
50.900 votos, pasando de recoger el 10,7% del electorado a un 10%
(descendiendo de 575.233 en 2010 a 523.333 en 2012). Tampoco es
sorprendente que los dos partidos que perdieron más votos en estas
elecciones fueran CiU (por haber desarrollado las políticas
neoliberales) y el PSC (por no haberse distanciado de su pasado y no
haber hecho un cambio significativo en sus propuestas políticas). No hay
duda de que el PSC continuará este declive al haberse desarmado
ideológicamente frente a un adversario político cargado de ideología —el
nacionalismo—. La estrategia política del socialismo catalán y español
no debería haber sido luchar en el territorio ideológico del adversario
—el nacionalismo—, sino en la denuncia de lo que el adversario
representa. Es lo que los políticos del Partido Demócrata de EEUU llaman
la estrategia de “lucha de clases” presentando a las derechas por lo
que son, los portavoces de aquellos grupos fácticos que mandan en el
país. Ni el PSC ni el PSOE siguieron tal estrategia, en parte porque
están excesivamente ligados y son dependientes de tales grupos fácticos,
y en parte a no haber hecho una autocrítica y haber realizado un cambio
en sus políticas.
La izquierda radical
Un problema grave en Catalunya y que demuestra que el abanico
electoral esté más sesgado a la derecha que el español es que no hay un
partido de la izquierda radical como es IU. Hoy no existe una fuerza
equivalente a IU en Catalunya. Se me dirá que existe Esquerra Unida i
Alternativa, pero tal grupo político es, en la práctica, un apéndice de
Iniciativa per Catalunya (IC) sin tener ninguna visibilidad propia. IC
es un partido verde, que pertenece al Partido Verde Europeo del
Parlamento Europeo. No es parte de la Izquierda Europea, el grupo de
partidos de izquierda. Sí que lo es EUiA, pero no tiene ninguna
visibilidad. De hecho, el rojo de tal coalición no se ve por ninguna
parte, pues su color es el verde. Y cuando vino Alexis Tsipras, el
dirigente de la coalición radical de izquierdas griega, Syriza,
debido
a su relación con Esquerra Alternativa, miembro de la Izquierda Europea
a la cual pertenece Esquerra Alternativa, apareció en plataformas
coloreadas de verde, sin que aparezca ningún rojo.
El tema no son sólo los colores, sino la visión política. ICV decidió
cambiar su pertenencia a las izquierdas enraizadas en la espléndida
historia del PSUC. Fue un error que ahora, y en estos momentos de
crisis, aparece con toda claridad. Ninguna fuerza ha defendió con mayor
intensidad Catalunya, durante la dictadura, que el PSUC. Y es injusto y
un profundo error que el partido de coalición ICV-EUiA, que se presenta
como heredero del PSUC, excluya la visibilidad del rojo. El hecho de que
tal coalición se haya distinguido por su crítica a las políticas
neoliberales del gobierno CiU explica su notable crecimiento. Y aún
cuando el crecimiento de ICV-EUiA es notable (un aumento de 128.033,
debido a la campaña social de ICV-EUiA, más roja que verde, pasando de
recoger el 4,3% del electorado a un 6,8%) el potencial de crecimiento de
tal coalición es mucho mayor si se centrase en el conflicto social y
(sin diluir su verdor) conjugándolo con la defensa de la personalidad y
especificidad catalanas, tal como siempre hizo el PSUC. Hoy la lucha de
clases es más viva que nunca en Catalunya, en su periodo democrático,
una lucha de clases que no sólo incluye la tradicional —conflicto entre
el capital y el mundo del trabajo— que continúa existiendo, sino también
la de una minoría de la población (los establishments financieros,
empresariales, mediáticos y políticos) frente a una gran mayoría de la
población, las clases populares.
Tal fuerza política requiere de un mayor radicalismo, rompiendo con
esta imagen tan injusta, claramente manipulada por las derechas al
referirse a ICV de “buena gente, que van en bicicleta”. Su radicalismo,
con un lenguaje más de denuncia de la lucha de clases, no centrándose
únicamente en las políticas sino los perpetradores de tales políticas,
es lo que ampliaría su apoyo popular. El enfado popular exige un
radicalismo que todavía no aparece en sus prácticas y en su narrativa.
Una nueva izquierda como soplo de aire fresco con la esperanza de que se convierta en vendaval
Llenando este vacío ha aparecido la CUP
(Candidatura d’Unitat Popular), un soplo de aire fresco, que tiene
características comunes con el 15-M. Un movimiento radical de clara
orientación socialista anticapitalista, de gran atractivo entre los
sectores más explotados en el país, que decidió presentarse a última
hora (sólo un mes antes de las elecciones) y, a pesar del boicot
mediático, consiguió nada menos que 126.219 votos, que representaron un
2,4% del electorado. Uno de los componentes de su ideario, el del
independentismo, puede frenar su conexión con amplios sectores de la
clase trabajadora catalana que no se identifican como tal. Y tal
independentismo puede también dificultar su conexión con otros
movimientos antiestablishment que están floreciendo a lo largo del
territorio español, y cuya complicidad será necesaria para cualquier
cambio profundo que pueda ocurrir en Catalunya. Pero su aparición en la
vida parlamentaria es un gran desarrollo y avance, pues su radicalidad
se necesita (como el aire que se respira) en la vida política catalana.
El peligro sería que la faceta independentista (diferente a la
soberanista), diluya su radicalidad social, peligro que no es hipotético
y que podría ocurrir con ERC, anteponiendo su independentismo al
proceso de cambio profundo del orden (en realidad desorden) social
existente en Catalunya. ERC fue la fuerza política que mejor canalizó el
deseo independentista, conservando su vocación transformadora, que
sería de desear que mantuviera. Aumentó su respaldo en 277.119 votos,
pasando de recoger un 4,1% del voto del electorado a un 9,4%, pasando a
ser la tercera fuerza en cuanto al voto.
Las grandes limitaciones de la democracia en Catalunya y en España: su sesgo profundamente conservador
El hecho de que ERC haya pasado a ser la
segunda fuerza parlamentaria se debe al enorme sesgo conservador del
proceso electoral. En realidad, si el sistema electoral catalán hubiera
sido proporcional (el sistema en que cada ciudadano hubiera tenido el
mismo poder de decisión), CiU hubiera tenido 43 escaños en lugar de 50,
ERC hubiera tenido 19 en lugar de 21, el PSC hubiera tenido los mismos
escaños, 20 (pasando a ser la segunda fuerza política en el país), el PP
hubiera tenido 18 escaños en lugar de 19, Iniciativa hubiera tenido 14
en lugar de 13, Ciutadans hubiera tenido 11 en lugar de 9, y la CUP
hubiera tenido 5 en lugar de 3, pudiendo hacer grupo propio. En general,
tal sesgo electoral ha desfavorecido más a las izquierdas que a las
derechas, como también ocurre en España.
En realidad, sumando todos los votos a los partidos de izquierda (hay
muchos partidos de izquierda que no consiguen representación
parlamentaria), tales votos superan en votos a los partidos de derecha.
La población de Catalunya está más a la izquierda que sus
representantes, una situación que, por cierto, se da también en España.
El futuro político de Catalunya (y de España)
De tal observación puede derivarse que falta una coalición amplia de
izquierdas que, sin complejos, explicite un discurso de clase frente al
establishment financiero, económico, político y mediático catalán, el
mayor responsable del subdesarrollo social de Catalunya. Que tal
coalición se lleve adelante dependerá de una profunda transformación de
los partidos existentes, estimulados por la aparición del movimiento
radical CUP. Este movimiento —surgido de las clases populares en
Catalunya— ha surgido como parte del hartazgo existente hacia el
establishment
catalán y también español. Es la única fuerza que habla del conflicto
de clases en Catalunya, y presenta al establishment político y mediático
por lo que es: la defensora a ultranza de unos intereses de clase. Su
presencia en los medios, sin embargo, ha sido nula. Un boicot y veto
dignos de una dictadura mostrando la gran estafa que es hoy lo que se
llama democracia en Catalunya. Ahora bien, su gran potencial de
atracción, sensible al gran enfado popular, puede actuar como elemento
estimulador de cambio entre las fuerzas políticas con representación
parlamentaria.
En cuanto a las izquierdas en
España, su mayor reto es democratizar al Estado español. Sin tal
democratización, ni Catalunya ni España saldrán de la crisis. De ahí que
las izquierdas españolas deberían exigir que la insuficiente democracia
representativa existente en nuestro país se transformara en una
democracia proporcional, auténticamente representativa junto con una
democracia directa con amplio desarrollo de referéndums que permitieran
decidir a sus poblaciones sobre cualquier tema. El “poder de decisión”
debe aplicarse en Catalunya y en el resto de España, sobre todos los
temas que la propia población desee.
E, igualmente importante,
debe exigirse una auténtica pluralidad de los medios (los cuales
utilizan un bien común y público, el aire), rompiendo con la
limitadísima diversidad mediática existente en Catalunya y en España.