dimecres, 15 de maig del 2013
EL MOVIMENT 15-M: ORIGEN I CONSEQÜÈNCIES
El 15 de maig de 2010, milers d’indignats
van prendre (en el sentit literal de la paraula) la Puerta del Sol de Madrid
i hi van estar-hi diversos dies fins que van ser desallotjats per la policia.
Ràpidament, aquell tipus de protesta va ser imitada per altres grups d’indignats,
la majoria joves i estudiants que, a la vegada, van ocupar les principals
places de els seves ciutats: a Barcelona la plaça de Catalunya, a Amposta
la plaça d’Espanya...
Després de la bombolla immobiliària dels
primers anys del segle actual, de sobte, Espanya i Europa se’n van adonar
que la situació econòmica no era tant bollant com ens pensàvem. Ens van
explicar que aquella situació s’havia iniciat als Estats Units per culpa
de haver emès massa productes financers d’alt risc per part de les entitats
bancàries, però que, per l’efecte de la taca d’oli, havien acabat
afectant a tots els països desenvolupats.
A finals del primer trimestre de 2010,
des d’Europa van ordenar el govern espanyol que apliqués les primeres
mesures d’austeritat per a contenir la despesa pública que, segons en
deien, era massa elevada. Zapatero, que no feia ni dos anys que havia repetit
mandat davant del PSOE, va acatar la voluntat dels mandataris europeus
i va reduir el sou dels funcionaris, van apujar els tipus d’IVA, es va
aprovar que l’edat de jubilació obligatòria passaria dels 65 anys als
64 i d’altres mesures menys rellevants.
Aquests fets van ser el detonant del
moviment dels indignats, un col·lectiu que ja es veia maltractat per la
societat per l’alt percentatge d’atur que patia. De fet, la mala maror
ja venia de lluny i les mesures recent aprovades només va ser la gota
que va fer vessar el got de la paciència.
Culpar al moviment dels indignats (o
del 15-M) de l’estrepitosa derrota socialista d’un any i mig més tard,
seria una mica exagerat, però és evident que hi van contribuir en la mesura
de conscienciar a la ciutadania sobre la pèssima gestió que s’estava fent
dels recursos públics en general. Van ser la veu crítica que s’havia de
fer escoltar i que la societat havia d’escoltar per adonar-se’n de que
la situació tendia d’anar de mal en pitjor. Va ser un toc d’avis al govern
socialista.
Però qui va arreplegar els fruits de
tota aquella situació de crisi (econòmica, però també social) va ser el
Partit Popular que, a les eleccions de 2011 va aconseguir la majoria absoluta
a Espanya. Van ser molts els qui es van creure els cants de sirena
de Rajoy i companyia. Però el cert és que a partir d’aquell 20-N (data
de la celebració de els eleccions generals) fins avui, la situació, en
lloc de millorar (per poc que sigui), a anat empitjorant de forma progressiva.
Un bon indicador d’aquesta situació són els més de sis milions dos-cents
mil aturats.
Però tenim més indicadors que la situació
és pèssima: l’augment de plataformes socials que s’han creat per a lluitar
pels drets dels ciutadans i per a dir-los-hi al govern del PP que més malament
no ho poden fer. Entre aquestes plataformes, possiblement la més sorollosa
i efectiva és la d’Afectats per la Hipoteca (PAH) que evita centenars
de desnonaments o els anomenats iaioflautes, grups de jubilats que s’han
unit per a protestar per la situació en general, però bàsicament per a
fer sentir la seva veu en contra dels abusos de la banca, com per exemple
en el tema de les participacions preferents que van emetre la majoria de
la banca espanyola, avui intervinguda o reestructurada i quasi sempre millor
tractada per part dels governs europeu i espanyol que la pròpia ciutadania
a qui hauria d’estar supeditada.
Per a què haurien de servir els moviments
socials? Evidentment per a regenerar la política. En el cas dels partits
d’esquerra tradicionals, per a fer-los sortir els colors de la cara i
demostar-los que els moviments socials han de fer allò que haurien de fer
ells i no fan. I als partits de la dreta per a dir-los que res del
que estan fent ho fan per a bé de la ciutadania i que només miren pels
seus propis interessos i els interessos del gran capital a qui deuen servitud.
15-M: una victoria espiritual
Antonio Aveldaño
Andamos de segundo aniversario del 15-M y no sabemos muy bien qué balance hacer. Una síntesis aceptable de lo conseguido sería decir que el balance material es escuálido pero el balance espiritual es notable. El 15-M no ha conseguido cosas concretas y palpables pero sí ha logrado que se hable con intensidad de cosas de las que apenas se había hablado hasta entonces. El principal triunfo del 15-M es que a estas alturas nadie puede honestamente dejar de admitir que sus promotores tenían razón. No en todo, pero sí en casi todo. No en todas sus respuestas, pero sí en todas sus preguntas. No en su medicina, pero sí en su diagnóstico.
Los muchachos y muchachas del 15-M tenían y tienen razón en muchas cosas, lo único que ocurre es que la crisis económica es un viento huracanado que no permite oír otra cosa que el propio viento. La transparencia de la vida pública, las deficiencias de la representatividad política, la ausencia de controles institucionales, la esclerosis de los partidos, la impotencia de los sindicatos, el desmedido poder del dinero: estas y otras cuestiones planteadas por aquella flor de un día que fue el 15-M (flor revolucionaria sí, pero flor apenas de un día) siguen siendo igual de importantes que entonces, pero la galerna de la crisis impide prestarles atención, pues cómo dedicarse a acometer reformas en la nave cuando las vías de agua abiertas en ella amenazan con hundirla para siempre.
La derecha simula despreciar al 15-M, pero en realidad le tiene pánico. Por eso ha extremado tanto y con tan aplicado cinismo la presión policial sobre los manifestantes de todo tipo y la criminalización de sus acciones. La derecha respira con alivio al comprobar cómo, dos años después, el 15-M se diluye en una nebulosa incapaz de intimidar a nadie. La derecha hace como el que 15-M está muerto, pero no lo está. Vino sin saber cómo y se fue sin saber cómo: imposible, por tanto, predecir si volverá y, si es así, con cuánta extensión, intensidad y furia lo hará.
La victoria del 15-M no depende tanto de él mismo como de la izquierda política convencional, pues sólo ésta puede convertir los éxitos espirituales del movimiento en éxitos propiamente materiales, es decir, en nuevas prácticas, nuevas conductas y nuevas exigencias de esa izquierda consigo misma; y también en nuevas leyes, nuevas instituciones, nuevos controles, nuevas propuestas. Sólo si el Partido Socialista e Izquierda Unida se toman en serio el 15-M éste comenzará a dar frutos palpables y efectivos. Izquierda Unida ya lo está haciendo en buena medida, pero no así el Partido Socialista, que ni siquiera ha comprendido del todo cuánto se juega en este envite. Mientras IU se juega su crecimiento y proyección futura, pero en ningún caso su desaparición, el PSOE se juega su propia supervivencia como PSOE, es decir, como partido de referencia de la democracia española. Para el 15-M sería sin duda muy conveniente que el PSOE le hiciera caso. Para el PSOE no sólo es conveniente, para el PSOE es cuestión de vida o muerte hacerle caso al 15-M.
Andamos de segundo aniversario del 15-M y no sabemos muy bien qué balance hacer. Una síntesis aceptable de lo conseguido sería decir que el balance material es escuálido pero el balance espiritual es notable. El 15-M no ha conseguido cosas concretas y palpables pero sí ha logrado que se hable con intensidad de cosas de las que apenas se había hablado hasta entonces. El principal triunfo del 15-M es que a estas alturas nadie puede honestamente dejar de admitir que sus promotores tenían razón. No en todo, pero sí en casi todo. No en todas sus respuestas, pero sí en todas sus preguntas. No en su medicina, pero sí en su diagnóstico.
Los muchachos y muchachas del 15-M tenían y tienen razón en muchas cosas, lo único que ocurre es que la crisis económica es un viento huracanado que no permite oír otra cosa que el propio viento. La transparencia de la vida pública, las deficiencias de la representatividad política, la ausencia de controles institucionales, la esclerosis de los partidos, la impotencia de los sindicatos, el desmedido poder del dinero: estas y otras cuestiones planteadas por aquella flor de un día que fue el 15-M (flor revolucionaria sí, pero flor apenas de un día) siguen siendo igual de importantes que entonces, pero la galerna de la crisis impide prestarles atención, pues cómo dedicarse a acometer reformas en la nave cuando las vías de agua abiertas en ella amenazan con hundirla para siempre.
La derecha simula despreciar al 15-M, pero en realidad le tiene pánico. Por eso ha extremado tanto y con tan aplicado cinismo la presión policial sobre los manifestantes de todo tipo y la criminalización de sus acciones. La derecha respira con alivio al comprobar cómo, dos años después, el 15-M se diluye en una nebulosa incapaz de intimidar a nadie. La derecha hace como el que 15-M está muerto, pero no lo está. Vino sin saber cómo y se fue sin saber cómo: imposible, por tanto, predecir si volverá y, si es así, con cuánta extensión, intensidad y furia lo hará.
La victoria del 15-M no depende tanto de él mismo como de la izquierda política convencional, pues sólo ésta puede convertir los éxitos espirituales del movimiento en éxitos propiamente materiales, es decir, en nuevas prácticas, nuevas conductas y nuevas exigencias de esa izquierda consigo misma; y también en nuevas leyes, nuevas instituciones, nuevos controles, nuevas propuestas. Sólo si el Partido Socialista e Izquierda Unida se toman en serio el 15-M éste comenzará a dar frutos palpables y efectivos. Izquierda Unida ya lo está haciendo en buena medida, pero no así el Partido Socialista, que ni siquiera ha comprendido del todo cuánto se juega en este envite. Mientras IU se juega su crecimiento y proyección futura, pero en ningún caso su desaparición, el PSOE se juega su propia supervivencia como PSOE, es decir, como partido de referencia de la democracia española. Para el 15-M sería sin duda muy conveniente que el PSOE le hiciera caso. Para el PSOE no sólo es conveniente, para el PSOE es cuestión de vida o muerte hacerle caso al 15-M.
dimarts, 14 de maig del 2013
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