Moncho Alpuente
Hablaba González Pons en Valencia y, a su espalda, un tiburón nadaba plácidamente. Gran idea, la cúpula del PP se reunía en un magno acuario, grandioso escenario de lujo y color, azul PP, azul mediterráneo. Desfilaban por la tribuna dando la espalda a los escualos, esclarecidos varones y hembras de tronío. González Pons lanzaba dentelladas dialécticas ante la notable indiferencia del depredador marino y el entusiasmo del público que abarrotaba el auditorio. Luego subió al estrado Luis de Guindos y el tiburón sobrevoló su preclara cabeza. Hubo un momento en el que parecía que el bicho estaba a punto de soltarle un mordisco pero chocó con el cristal de su piscina y se lo pensó dos veces. No habría sangre pero los asistentes, cofrades y cómplices de los oradores populares agradecían el espectáculo submarino. Algunas cabezas empezaron a moverse siguiendo las evoluciones hipnóticas del animal, y una neblina abisal pareció extenderse sobre la sala. Era el momento perfecto para que compareciera el gran líder en la palestra, pero Mariano no estaba allí para oficiar de taciturno Neptuno entre sus tritones y sus ninfas. Algún militante avisado debió advertir que aquello sería demasiado, que Mariano crearía un anticlímax letárgico con sus malos augurios. Aplausos a los oradores y vuelta al ruedo para el tiburón artista.
Felicitaciones al escenógrafo, los tiburones o los peces de colores entretienen más que esas jóvenes comparsas de alevines del partido de las que gustan rodearse los líderes en sus comparecencias, corifeos, palmeros, la claque del viejo teatro político. En el casting previo, las chicas y los chicos del coro demuestran que pueden mantener en sus caras una expresión de inmutable asentimiento y esa sonrisa boba que indica que están muy contentos de estar allí, para que les vean con orgullo sus familiares en la televisión. No siempre consiguen afrontar con éxito la tarea, se escapa algún bostezo, alguien se rasca una oreja y otros exhiben una mirada perdida que vaga por las verdes praderas de Babia. Pienso que estos convidados de piedra se reclutan entre los simpatizantes y militantes de las nuevas generaciones, cachorros que empiezan a afilar los colmillos en la hercúlea brega de medrar en el escalafón y labrarse un futuro próspero a base de sueldos, sobresueldos y comisiones, dietas y viajes, relojes de oro y bolsos de Louis Vuitton. De momento les pagan los viajes y las estancias en hoteles de lujo y los contactos con dirigentes y afiliados veteranos. Jóvenes emprendedores, más que tiburones, peces rémora de esos que flanquean a los grandes escualos y se alimentan de sus detritus y de los restos de comida que se les pegan a los dientes. Al socaire de los grandes partidos, declaran los cachorros, de carrerilla y sin que nadie les pregunte, su decidida vocación de servicio público, vocación casi misionera de apostolado y proselitismo. Los hembras y los machos alfa de los grandes partidos empiezan a mostrar signos de decrepitud y los más jóvenes de la manada comienzan a merodear a su alrededor y a enseñarles los dientes cuando no les están mirando. El que se mueva no sale en la foto, dicen que dijo Guerra el memorioso , pero los jóvenes no saben estarse quietos y aspiran a pescar en ríos revueltos o a ser cooptados por los grandes saurios mentores y reubicados en el escalafón, no por antigüedad sino por méritos propios y fallos ajenos. En el partido no se asciende por participar en el debate ideológico, ni por aportar iniciativas novedosas para perfeccionar las instituciones democráticas. Se asciende estando donde hay que estar y a lo que hay que estar con los cinco sentidos puestos en la tarea de votar para no equivocarse de botón y quedar en evidencia.
Una de estas jóvenes promesas, seguidora entusiasta y oradora de encendido verbo, intervino en un foro del partido en el que participaba la ministra de Empleo para declarar que Fátima Báñez es el hada madrina de todos los jóvenes españoles, a los que se supone que mandará al destierro con su varita mágica. Tal vez hubo exceso de celo en la loa, pero Fátima Báñez es una ministra necesitada de apoyo y de cariño y sabrá agradecer las cariñosas frases de su fan número uno y la encomendará a su divina mentora, la Virgen del Rocío y a las altas instancias de la jerarquía popular que siguen en el Limbo.
Hablaba González Pons en Valencia y, a su espalda, un tiburón nadaba plácidamente. Gran idea, la cúpula del PP se reunía en un magno acuario, grandioso escenario de lujo y color, azul PP, azul mediterráneo. Desfilaban por la tribuna dando la espalda a los escualos, esclarecidos varones y hembras de tronío. González Pons lanzaba dentelladas dialécticas ante la notable indiferencia del depredador marino y el entusiasmo del público que abarrotaba el auditorio. Luego subió al estrado Luis de Guindos y el tiburón sobrevoló su preclara cabeza. Hubo un momento en el que parecía que el bicho estaba a punto de soltarle un mordisco pero chocó con el cristal de su piscina y se lo pensó dos veces. No habría sangre pero los asistentes, cofrades y cómplices de los oradores populares agradecían el espectáculo submarino. Algunas cabezas empezaron a moverse siguiendo las evoluciones hipnóticas del animal, y una neblina abisal pareció extenderse sobre la sala. Era el momento perfecto para que compareciera el gran líder en la palestra, pero Mariano no estaba allí para oficiar de taciturno Neptuno entre sus tritones y sus ninfas. Algún militante avisado debió advertir que aquello sería demasiado, que Mariano crearía un anticlímax letárgico con sus malos augurios. Aplausos a los oradores y vuelta al ruedo para el tiburón artista.
Felicitaciones al escenógrafo, los tiburones o los peces de colores entretienen más que esas jóvenes comparsas de alevines del partido de las que gustan rodearse los líderes en sus comparecencias, corifeos, palmeros, la claque del viejo teatro político. En el casting previo, las chicas y los chicos del coro demuestran que pueden mantener en sus caras una expresión de inmutable asentimiento y esa sonrisa boba que indica que están muy contentos de estar allí, para que les vean con orgullo sus familiares en la televisión. No siempre consiguen afrontar con éxito la tarea, se escapa algún bostezo, alguien se rasca una oreja y otros exhiben una mirada perdida que vaga por las verdes praderas de Babia. Pienso que estos convidados de piedra se reclutan entre los simpatizantes y militantes de las nuevas generaciones, cachorros que empiezan a afilar los colmillos en la hercúlea brega de medrar en el escalafón y labrarse un futuro próspero a base de sueldos, sobresueldos y comisiones, dietas y viajes, relojes de oro y bolsos de Louis Vuitton. De momento les pagan los viajes y las estancias en hoteles de lujo y los contactos con dirigentes y afiliados veteranos. Jóvenes emprendedores, más que tiburones, peces rémora de esos que flanquean a los grandes escualos y se alimentan de sus detritus y de los restos de comida que se les pegan a los dientes. Al socaire de los grandes partidos, declaran los cachorros, de carrerilla y sin que nadie les pregunte, su decidida vocación de servicio público, vocación casi misionera de apostolado y proselitismo. Los hembras y los machos alfa de los grandes partidos empiezan a mostrar signos de decrepitud y los más jóvenes de la manada comienzan a merodear a su alrededor y a enseñarles los dientes cuando no les están mirando. El que se mueva no sale en la foto, dicen que dijo Guerra el memorioso , pero los jóvenes no saben estarse quietos y aspiran a pescar en ríos revueltos o a ser cooptados por los grandes saurios mentores y reubicados en el escalafón, no por antigüedad sino por méritos propios y fallos ajenos. En el partido no se asciende por participar en el debate ideológico, ni por aportar iniciativas novedosas para perfeccionar las instituciones democráticas. Se asciende estando donde hay que estar y a lo que hay que estar con los cinco sentidos puestos en la tarea de votar para no equivocarse de botón y quedar en evidencia.
Una de estas jóvenes promesas, seguidora entusiasta y oradora de encendido verbo, intervino en un foro del partido en el que participaba la ministra de Empleo para declarar que Fátima Báñez es el hada madrina de todos los jóvenes españoles, a los que se supone que mandará al destierro con su varita mágica. Tal vez hubo exceso de celo en la loa, pero Fátima Báñez es una ministra necesitada de apoyo y de cariño y sabrá agradecer las cariñosas frases de su fan número uno y la encomendará a su divina mentora, la Virgen del Rocío y a las altas instancias de la jerarquía popular que siguen en el Limbo.