diumenge, 7 de juliol del 2013

La silenciada lucha de clases

Vicenç Navarro

¿Existe la lucha de clases? En realidad, muchos se preguntarán incluso si existen clases sociales. Algunos columnistas ultraliberales que gozan de grandes cajas de resonancia en los medios públicos y privados de Catalunya incluso han llegado a ridiculizar el mero concepto de clase social. En realidad, términos como burguesía, pequeña burguesía o clase trabajadora casi nunca aparecen en las páginas de los medios de mayor difusión. El único término que se utiliza en tales medios es el de clase media, donde, por lo visto, la mayoría de la ciudadanía se encuentra. En esa estructura social, la población se divide en ricos, clase media y pobres. Esta definición de la estructura social refleja, por cierto, la enorme influencia en España de la cultura dominante en EEUU, donde términos como burguesía o clase trabajadora nunca se utilizan. Son parte del lenguaje prohibido. En aquel país, el término clase media se utiliza para definir clase trabajadora. La americanización de la cultura política y mediática de España (fenómeno masivo que considero muy preocupante) se traduce, así, en la americanización del lenguaje.
Y en este nuevo lenguaje, el concepto de lucha de clases aparece también en España como anticuado. Ya nadie lo utiliza. ¿Por qué? Por la misma razón por la que está en la práctica prohibido en EEUU. La enorme influencia de la clase dominante, es decir, de la clase capitalista (término que es considerado más que anticuado; se define casi como blasfemo) aparece en una cultura en la que el  lenguaje de clases y lucha de clases no existe. Este es uno de los mayores indicadores de aquel dominio de clase. El mero concepto de clase desaparece. Y esto es lo que está ocurriendo en nuestro país.
Y, sin embargo, continúa existiendo lo que Noam Chomsky, en la introducción al libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España (de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón) ha definido acertadamente como la guerra de clases unilateral, es decir, la agresividad que se ve y se palpa en bases diarias de la clase capitalista en contra de la clase trabajadora y de las clases medias, que juntas suman la gran mayoría de la población, las clases populares. Es lo que en lenguaje anglosajón radical (del Occupy Wall Street Movement) se llama la lucha del 1% de la población (los súper ricos, que junto con otro 9% constituyen los establishments financieros, empresariales -de las grandes corporaciones-, mediáticos y políticos que dominan las instituciones mal llamadas representativas del país) contra la gran mayoría de la población. En esta “guerra de clases”, la lucha de la burguesía en contra de la clase obrera se ha ampliado y redefinido para pasar a ser la lucha de una minoría –las elites financieras y de las grandes corporaciones que controlan la actividad económica del país- ayudada por las elites mediáticas y políticas, frente a la gran mayoría de la población (el 90%).
No hay manera más fácil de demostrar que España tiene clases sociales que mirar a nuestro alrededor, observando dónde vive la gente, cómo vive y cuándo muere. Cojan ustedes un taxi y conduzcan por los barrios de Barcelona. Verán ustedes que hay claramente barrios burgueses, barrios pequeño burgueses, barrios de clase media y barrios de clase trabajadora, que a su vez pueden diferenciarse entre clase trabajadora cualificada y clase trabajadora no cualificada. Verán fácilmente que no es cierto que todos los barceloneses vivamos en barrios de clase media. Y verán también como el tipo de comercio va orientado a distintas clases sociales. Y si miran las tasas de mortalidad verán que siguen un gradiente según su clase social, de manera que en España un burgués, como promedio, vive diez años más (sí, diez años más) que un trabajador no cualificado en paro crónico.
¿Existe lucha de clases?
Una manera fácil de verlo es analizar la distribución de las rentas en el Estado español hoy. Estas, las rentas del país, derivan bien de poseer capital (tal como acciones bancarias u otros bienes que generan dinero) o del trabajo, es decir, de los salarios y otras rentas asociadas al trabajo. La gran mayoría de la ciudadanía consigue sus rentas a partir de su trabajo. Solo una minoría (muy minoría) deriva sus rentas del capital.
Pues bien, analicemos cómo han ido evolucionando estos dos tipos de rentas en España. Si las rentas estuvieran distribuidas proporcionalmente a como se distribuye la población, las rentas del capital serían un porcentaje del total de rentas muy bajo, pues los capitalistas –que obtienen sus rentas de la propiedad del capital- son un sector muy pequeño de la población. Pero en realidad, debido a la mala distribución de las rentas a favor del capital (es decir, de los capitalistas) a costa del mundo del trabajo (incluido usted lector y yo, puesto que deduzco que los capitalistas no me leen), observamos como las rentas del capital alcanzaron más del 40% de las rentas totales. Y las rentas del trabajo oscilaron alrededor de un 50% (hay un 10% que procede de otras fuentes) durante los últimos treinta años.
Esta cifra ya le da a usted una idea de quién tiene más poder en España. Por cierto, que España es uno de los países de la UE-15 donde las rentas del capital son más altas, y por lo tanto donde las rentas del trabajo son más bajas. El poder del capital sobre el Estado explica que las rentas del capital se gravaran mucho menos que las rentas del trabajo. Incluso el Banco Central Europeo (que es una institución de las más conservadoras que hay en el establishment conservador que gobierna la Eurozona) ha indicado que los beneficios de las grandes empresas en España son demasiado altos en comparación con otros países de la Eurozona.
Pero, por si fuera poco, las políticas neoliberales (que son las políticas promovidas por el capital en los medios y en las instituciones llamadas democráticas) han ido acentuando todavía más esa polarización, de manera que este año las rentas del capital, por primera vez desde que se recogen datos sobre la distribución de las rentas, han sido mayores (46%) que las rentas del trabajo (45%). La situación no podía haber ido mejor para los capitalistas. Aunque usted no lo sabrá puesto que no aparecerá en los medios de mayor difusión, donde usar la palabra “capitalista” es anticuado, y hablar de “lucha de clases” es “demagógico”.
¿Se da cuenta usted, lector, del significado que tiene que a un lenguaje se le fuerce y margine para que aparezca como anticuado? Y mientras tanto la lucha de clases ha alcanzado un nivel de hostilidad sin precedentes. Excepto en la mal llamada Guerra Civil, que fue una lucha de clases de primera magnitud, realizada por medios militares, no habíamos visto una lucha con semejante agresividad. Llevada a cabo ahora por el gobierno más reaccionario que España (ver “El gobierno Rajoy, el más reaccionario de la eurozona”, El Plural, 01.07.13) ha tenido desde el establecimiento de la democracia, se están recortando derechos laborales, sociales, civiles y políticos con una hostilidad que justifica la definición de “guerra de clases” que utiliza Chomsky. La única alternativa a esta situación es que esta guerra sea bilateral y que la mayoría de la ciudadanía, que deriva sus rentas del trabajo, se rebele por todos medios (siempre y cuando no sean violentos) a fin de parar/revertir aquella agresividad. Nunca olvidemos lo que se nos quiere hacer olvidar: que Franco murió en la cama pero la dictadura murió en la calle. Hoy estamos al final del periodo que se inició con aquella Transición de la dictadura a la democracia, una Transición profundamente inmodélica que nos dio una democracia profundamente limitada y un bienestar sumamente insuficiente. Hoy se requiere una segunda Transición que permita el paso a una democracia completa y a un bienestar social que responda a las necesidades de las clases populares (que son la gran mayoría de la ciudadanía), revirtiendo y cambiando la enorme concentración de las rentas y de la riqueza en España que están corrompiendo la democracia subdesarrollada que existe en este país.

dissabte, 6 de juliol del 2013

EM SENTO ESPIAT

A la Via Augusta, el meu principal blog on diàriament hi penso, com dic jo les meves dèries, de tant en tant s’hi produeixen afluències insòlites de visites. En dos o tres minuts poden haver-hi 50, 100 o fins i tot 150 entrades, quan el normal és no passar de les vint-i-tantes per hora.
No fa gaires dies vaig tenir una punta d’aquestes. Com que estava prop de mi la meva dona li vaig fer veure que, en aquell moment, el país des del qual més visites rebia eren els Estats Units.
Costar pensar que un humil blog com el meu rebi visites més enllà d’Espanya (Aquí tampoc Catalunya és independent) Com a molt, puc entendre que des d’algun país europeu se’l pugui visitar sobre tot aquelles publicacions molt més genèriques i no tant polítiques com ho són la majoria de les entrades. Però em costa pensar que un blog escrit bàsicament en català (encara que hi porti traductors incorporats) pugui visitar-lo gent que ni parla ni entén el nostre idioma. Però sembla que no té perquè ser precisament així.
Després d’assabentar-me que les agències d’espionatge dels Estats Units controlaven milions de comunicacions arreu del món, puc pensar (per què no?) que el meu blog també pot estar sota sospita de ser potencialment subversiu i perillós.
Recordo que en plena lluita antitransvasament, el prestigiós ceramista i amic Joan Panisello ens va explicar un dia a Amposta que la CIA visitava sovint a la seva pàgina web on hi penjava les fotos que feia de les manifestacions i d’altres actes organitzats per la PDE.  
He escoltat per algun lloc que algun país volia trencar relacions amb els ianquis degut a tot l’enrenou que s’ha muntat al voltant de l’espionatge massiu.
Jo també em faig una pregunta: Puc trencar relacions de forma unilateral amb els Estats Units? Servirà per alguna cosa?
Algú em pot assessorar?  
PD. Si finalment trenco relacions amb els EE.UU, acte seguit les trencaré amb el Regne d’Espanya, perquè segur que també m’espien. 
Trànsit d'una setmana. 

Com més fort és el color verd, més afluència de visites.


 

La brecha entre lo que declaran autónomos y asalariados se dispara

Los empresarios dicen ganar 10.000 euros de media menos que los empleados

Jesús Sérvulo González

Escudriñar las estadísticas tributarias ofrece una imagen de la desigualdad fiscal del país. Cerca del 90% de las declaraciones de la renta proceden de trabajadores asalariados. Solo un 10% son autónomos y emprendedores, según los últimos datos de declarantes del Impuesto sobre la Renta difundidos esta semana por el Ministerio de Hacienda correspondientes a las liquidaciones de 2011.
A tenor de los datos del impuesto sobre la renta podría concluirse que sale más rentable lograr un contrato de trabajo que poner un negocio. El rendimiento neto de los asalariados ascendió a 19.262 euros durante 2011, frente a los 9.686 euros que declararon de media los autónomos que presentaron la declaración por estimación objetiva [calculan la base liquidable restando a los ingresos los gastos de la actividad]. No es de extrañar en un país en el que cerca del 90% del sector empresarial está compuesto por pymes.
Lo llamativo es que la brecha entre autónomos y asalariados ha crecido en cerca de un 50% en la última década. A comienzos de la serie histórica publicada por Hacienda, en 2003, la diferencia de rendimientos entre asalariados y autónomos ascendía a 6.500 euros. Actualmente está en 9.575 euros, un 50% más.
“Siempre ha habido una brecha fiscal que llevamos aireando durante toda la serie histórica”, explica José María Mollinedo, secretario general de Gestha, el principal sindicato de técnicos de Hacienda. “No es que la crisis haya dañado más a los autónomos, la serie histórica demuestra que estos declaran menos”, añade. Desde Gestha alertan de que puede haber una bolsa de fraude fiscal en estas declaraciones de emprendedores. Y recuerdan que en 1992 la brecha entre trabajadores por cuenta ajena y autónomos era de solo 2.000 euros. “Ni en tiempos de bonanza económica ha dejado de crecer esta diferencia”, precisa Mollinedo.
Los datos publicados por la Agencia Tributaria revelan también que solo el 23% de los autónomos declara ganar más de 1.000 euros al mes, mientras que el 66% de los trabajadores por cuenta ajena, los que tienen un contrato de trabajo, declararon ganar más de esa cantidad.
Siete de cada diez contribuyentes del IRPF (cerca de un 70%), tanto por cuenta ajena como por cuenta propia, que presentaron la declaración de la renta en 2011 y declararon ganar más de 150.000 euros al año era empleado. “Cuando se supera cierto nivel de ingresos se buscan sociedades interpuestas para reducir la factura fiscal”, explican en Gestha.
La mayoría de asalariados, un 96% de los más de 16,7 millones que tienen un contrato por cuenta ajena, declaró ganar menos de 60.000 euros al año durante el año pasado. Frente a esto, solo el 8,2% de los autónomos, de los casi 1,5 millones de trabajadores por cuenta propia, dijeron que ganaron más de 60.000 euros al año.
Los autónomos que presentaron la declaración por estimación objetiva, mediante el sistema de módulos, son solo unos 561.919 y declararon unos rendimientos medios de 10.762 euros al año. Además, en el régimen especial agrario había 1.015.007 declarantes en 2007 que reconocieron unos rendimientos medios de 2.583 euros al año.
La estadística de Hacienda, no obstante, no refleja exactamente lo que cobran todos los trabajadores ya que deja fuera a los que no tienen que presentar declaración por no alcanzar el mínimo y que tienen solo un único pagador.
El Ministerio de Hacienda logró cosechar por el impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas 69.803 millones de euros en 2011. El año pasado logró aumentar esta cantidad en un 1,2% debida a la subida de tipos que aprobó el Gobierno de Mariano Rajoy nada más llegar a la Moncloa en diciembre de 2011.

 http://economia.elpais.com/economia/2013/07/04/actualidad/1372963860_939481.html


 

Los mitos sobre el Banco Central Europeo

Vicenç Navarro

Una de las áreas en las que hay mayor confusión en el análisis de la crisis financiera en la eurozona es en el papel del Banco Central Europeo (BCE) y su resistencia a comprar bonos públicos de los estados de la eurozona. En realidad, esta entidad (el BCE), no está autorizada a comprar bonos públicos, medida que, por cierto, protegería a los estados frente a la especulación de los mercados financieros. El hecho de que España tenga que pagar unos intereses tan elevados para conseguir dinero prestado (y que las familias y las medianas y pequeñas empresas tengan que pagar intereses que son el doble de lo que tienen que pagar las familias y las empresas alemanas) se debe precisamente a este hecho.
Y el argumento que se utiliza para justificar que el BCE no compre deuda pública es que, en caso de que el estado no pudiera pagar los intereses de tal deuda, se crearían pérdidas para el Banco Central Europeo, lo cual explica –así se nos dice- que el gobierno alemán esté muy en contra de que el BCE pueda comprar deuda pública porque, al ser Alemania la primera proveedora de fondos al BCE, esta sería la más afectada por esta falta de pago al BCE de los intereses de la deuda del estado no cumplidor. Esta interpretación ha alcanzado la categoría de dogma, que se reproduce ad nauseam en los medios, no solo financieros y económicos, sino políticos y mediáticos también.
Pues bien, este argumento es falso del principio al final. Ni el Banco Central ni Alemania sufrirían ninguna pérdida. Los autores Paul De Grauwe y Yuemei Ji, en su artículo Fiscal Implications of the ECB’s Bond Buying Programme en Social Europe Journal, explican por qué este argumento no es creíble. Por cierto, otros autores como Dean Baker, Mark Weisbrot y James Galbraith han ido mostrado el error de esos supuestos sin que aparecieran sus críticas en nuestros medios. Seguro que tampoco aparecen ahora los datos de Paul de Grauwe y Yuemei Ji.
Veamos estos datos. La primera cosa que tiene que aclararse es que un Banco Central no es un banco normal y corriente. Un banco normal y corriente privado tiene un problema de solvencia cuando sus pérdidas son mayores que sus ganancias, principio que, en general, se aplica a todas las empresas privadas. Lo dicho no excluye que en un momento determinado un banco privado tenga más pérdidas que ganancias y sea, a pesar de ello, todavía viable pues depende del periodo de tiempo que estemos considerando. En un periodo determinado un banco puede tener más pérdidas que ganancias. Pero el punto clave para definir su viabilidad es saber durante cuánto tiempo puede estar en esta situación de desequilibrio entre pérdidas y ganancias.
El Banco Central, sin embargo, no puede tener pérdidas pues tiene la potestad de imprimir dinero, una potestad clave que la banca privada o cualquier otra empresa no tiene. Un banco central es parte de un estado y tiene el monopolio de crear dinero. Un Banco Central, por lo tanto, no necesita los recursos que un banco privado necesita para garantizar su solvencia. Un banco privado tiene que tener capital de reserva. Un banco central no. Y ahí está la mayor diferencia.
Se argumenta que el Banco Central Europeo tiene el respaldo financiero aportado por los estados miembros de la eurozona que, en teoría, avalan el euro y dan credibilidad al Banco. Según esta teoría cada estado aporta una cierta cantidad que avala al BCE. Y Alemania, por el volumen de su economía, es la que avala más. Y de ahí deriva la imagen de que Alemania es la que más arriesga. Pero, como bien muestran De Grauwe y Ji, Alemania no solo no arriesga nada sino que es la que gana más de esta situación.
Supongamos que el BCE comprara 1.000 millones de euros en bonos públicos al Estado Español a unos intereses del 4%. El BCE cobraría entonces 40 millones de euros del estado español. El BCE imprimiría los 1.000 millones y los enviaría al estado español,y este pagaría los 40 millones al BCE cada año. ¿Qué haría el BCE con este dinero? Según las reglas del BCE, lo tendría que transferir a los Bancos Centrales de todos los países de la eurozona, distribuyéndose según su aval. Y puesto que el aval de España es el 11,9% del aval total del BCE, el Banco de España recibiría el 11,9% de los 40 millones. El Banco Central Alemán recibiría el 27,1%, es decir 10,8 millones. Pero ¿qué pasaría si el estado español se colapsara y no pudiera pagar sus intereses al BCE? Pues nada, el Banco Central Alemán no recibiría 10,8 millones. Por lo demás, no es cierto que Alemania tuviera que cubrir ningún agujero como constantemente se dice.
El tema no es pues qué es lo que el BCE perdería, pues este puede crear tanto dinero como necesite. El problema es a otro nivel, que no es el peligro de pérdidas del BCE sino el peligro de inflación. Cuando el BCE imprime dinero, hay más dinero en el mercado y ello puede crear inflación. Este es un peligro real, aunque dicho peligro hoy apenas existe. El BCE podría comprar bonos públicos sin crear inflación. El Banco Central Estadounidense ha estado haciendo esto y no ha creado inflación. En realidad, el peligro a ambos lados del Atlántico es el opuesto: la deflación.
Pero el peligro de inflación viene dado, no por la cantidad de dinero que el BCE imprime, sino por la cantidad que circula, que es una cantidad distinta. En realidad, el BCE, que como he indicado en varias ocasiones es un lobby de la banca, está prestando dinero a la banca, la cual no lo distribuye ofreciendo crédito sino que o bien compra bonos públicos, a unos intereses desmesurados (la banca tiene la gran mayoría de la deuda pública, lo que fuerza al estado español a que le pague el equivalente al 19% del PIB cada año -el 3,86% del PIB en intereses y el 15,14% del PIB restante por el pago de la deuda que vence aquel año y que el estado debe pagar a la banca privada que posee esa deuda-) o bien lo tiene en reserva, aumentando su capitalización. De ahí que lo que se llama Money Base (la cantidad de dinero impreso) no se convierta automáticamente en moneda circulante, pues gran parte del dinero está en reserva guardado por los bancos o acumulado en deuda pública por parte de la banca privada (que es una forma de reserva). De ahí que, como concluyen De Grauwe y Ji, la compra por parte del BCE de deuda pública no tenga por qué ser fuente de inflación.
Sería importante que estas confusiones se aclararan puesto que su reproducción está justificando unas políticas del BCE que están dañando en gran medida a los estados, que quedan totalmente desprotegidos frente a la especulación de los mercados financieros que les fuerzan a tener unos intereses de su deuda exuberantes y totalmente innecesarios. Los recortes que están teniendo lugar ahora son un ejemplo de las consecuencias de estas políticas. La disciplina fiscal que se está imponiendo es consecuencia directa del comportamiento irresponsable del BCE. Así de claro.