dimarts, 1 d’octubre del 2013

Estado de Bienestar Basura

José Antonio Nieto
Profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid
 
Hemos pasado de rozar el Estado de Bienestar (EB) a tener un Estado de Bienestar Basura (EBB). El ciclo se cerrará cuando haya, simplemente, un Estado Basura (EB, también: pero olvidemos las siglas, para evitar equívocos y no darle ideas al Diablo).
Cuando estudiaba prefería los mensajes contundentes: el Estado cumple una doble función de acumulación y legitimación. Aunque también me gustaban las trilogías: el Estado contribuye a mejorar la estabilidad, la asignación de recursos y la redistribución de la renta. Pronto me di cuenta de que las cosas no son tan simples: el Estado ejerce la violencia legal (apropiándose de una parte de nuestros ingresos, privando de libertad a algunas personas, declarando la guerra…), pero lo hace por el bien de todos (mantener el orden, estimular la eficiencia, favorecer la equidad…).
El asunto se complicó cuando constaté que algunos Estados habían compaginado con éxito sus funciones de acumulación y legitimación. Curiosamente, eran los de mayor nivel de desarrollo, además de contar con más legitimidad democrática y ejercer una más amplia regulación sobre sus sistemas económicos y sociales. Por extrapolación, pensé que el tamaño del Estado sí importa. Al menos en términos de bienestar, puesto que en esos casos se había logrado un equilibrio satisfactorio entre eficiencia y equidad.
Luego me entró la inquietud empírica. Comprobé que no sólo en los países desarrollados el Estado es importante. Lo ha sido, y mucho, en los países de Europa, América Latina y Asia que han avanzado desde niveles bajos de desarrollo hasta convertirse en economías emergentes e incluso en potencias mundiales in pectore. Asimismo, comparé los niveles de desarrollo social, no sólo en los países capitalistas, y llegué de nuevo a la conclusión de que el tamaño del Estado sí que importa, cuando se busca favorecer el bienestar económico y social. Y al contrario: los países más pobres carecen, entre otros aspectos, de estructuras fiscales avanzadas.
Pero me choqué contra un muro cuando la crisis actual devaluó el nivel de exigencias y de satisfacciones. Entonces estalló la guerra contra el Estado. La guerra para reducir el tamaño del Estado, sus gastos y sus ingresos, sus políticas y sus acciones, y, de esa forma, aumentar el marco de actuación del sector privado de la economía. Aunque el pensamiento binario no se ajuste fácilmente a una realidad tan compleja, cualquiera lo entiende en términos estáticos: las privatizaciones contribuyen a mejorar las condiciones para la acumulación capitalista, aunque empeoren los niveles de legitimación social. Otra cuestión distinta es formular ese análisis en términos dinámicos, dado que las transferencias de renta entre los agentes económicos tienen efectos multiplicadores muy diversos, y ni el Estado, ni los poderes oligopólicos, ni el entorno internacional permanecen ajenos a esos efectos. Tampoco son neutrales los procesos de desregulación y liberalización que han fagocitado las políticas públicas y se han instalado en epicentro de la economía mundial, de la mano del neoliberalismo.
Por eso ahora, cuando nos dicen que el Estado de bienestar se ha convertido en insostenible, incluso en los países con más amplia tradición, como Holanda, se me caen los argumentos y se me levanta el ánimo de rebelión. Pienso que no es posible hacer las cosas tan mal: en algo nos están engañando y estafando, cuando los impuestos que pagamos no cumplen la función para la que están diseñados. Claro que se puede y se debe mejorar la recaudación fiscal y su uso, pero la sensación actual es que no basta con eso para mantener un nivel digno de políticas públicas. La fórmula que barajan las autoridades holandesas es bien conocida: recortes en las políticas sociales, apagón del Estado, degradación de la ciudadanía, y que la solidaridad o la caridad corran como hilos de agua por donde puedan.
Ante tal panorama, sacar a relucir el caso de España es tan necesario como poco alentador. Nuestro Estado de bienestar no llegó a nacer por completo. Veamos sintéticamente la situación en cada uno de sus ámbitos. Primero, se han logrado niveles muy satisfactorios en sanidad pública, pero la regresión neoliberal quiere apropiarse los beneficios actuales y futuros. Segundo, hemos alcanzado niveles de prestaciones por desempleo dignos, aunque la elevada tasa de paro muestra que ese paliativo es insuficiente. Tercero, ha habido progresos, aunque muy lentos, en educación y formación, pero el deterioro social actual nos hace volver de nuevo la vista al pasado. Cuarto, el sistema de pensiones ha funcionado adecuadamente, hasta que la gestión de esta crisis parece obligar a recortarlo también. Finalmente, el último pilar del bienestar fue un espejismo: la Ley de Dependencia ideada por los socialistas, que entre otros aspectos podría haber contribuido a crear puestos de trabajo, ha desaparecido del mapa.
Por eso insisto en explicar a mis amigos y a mis alumnos que esta Gran Recesión tiene causas muy profundas (véanse para su análisis los trabajos publicados y citados por econoNuestra), pero una de sus consecuencias está clara: “nos encaminamos hacia el Estado basura.”
La crisis puede entenderse como una guerra contra el Estado, porque ha primado con intensidad creciente la función de acumulación, en particular la protagonizada por el sector financiero. Por el contrario, la legitimidad ante los ciudadanos parece no ser prioritaria. ¿Por qué será? ¿Porque los ciudadanos sólo importan para votar y pagar impuestos? ¿Porque hay que definir un nuevo concepto de Estado (descentralizado e internacionalizado)? ¿Porque el futuro que nos espera es de mayores desigualdades y podemos acabar clasificados entre ciudadanos de primera categoría (muy pocos), de segunda (empobrecidos) y de tercera (inmigrantes)? ¿O porque hay que dar un puñetazo en la mesa, cuando antes mejor, para llenar entre todos de contenido el concepto de ciudadanía que tanto echamos de menos?

dilluns, 30 de setembre del 2013

SOBRADAMENT PREPARATS


 
Parafrasejant l’anunci que va fer popular una coneguda marca de cotxes, es pot dir que la colla castellera Xiqüelos i Xiqüeles del Delta estem sobradament preparats per afrontar el repte que significa el bateig de la colla previst per al proper dissabte 5 d’octubre.
Així ho demostra l’actuació que va tenir lloc a Alcanar dissabte passat i on els castellers del Delta vam aconseguir per primer cop descarregar un 3d6, però també un 4d6 que, fins ahir, només l’havíem fet durant la festa major de la Ràpita.
Després d’un assaig previ fet també a Alcanar, concretament a la zona esportiva de la Fanecada, la colla es va traslladat fins la plaça de l’ajuntament per a realitzar la seva actuació. Mentre es feia la protocol·lària enfaixada, el públic anava ocupant la grada que hi a sobre de la cisterna medieval tot just davant de la seu consistorial, fins que es va omplir i es van d’haver d’amuntegar a la part de l’entrada al recinte.
Com és perceptiu, la colla va realitzar el pilar de benvinguda (pd4) batejat com a canareu, ja que 4 dels seus integrants eren d’Alcanar. Posteriorment, s’anava a afrontar un dels reptes de la jornada, el 3d6. Passats els nervis inicials, la pinya va anar agafant consistència i poc a poc el tronc del castell s’enlairava sense massa dificultats. Finalment, quan l’enxaneta va aixecar l’aleta tothom va respirat tranquil. 

 
Però com he dit al començament, el repte que es pretenia assolir estava, com aquell que diu, a la meitat. Un cop més, els responsables de les pinyes van anar cantant els noms per a distribuir-los als llocs més adients. Els primers ocupaven el seu lloc, però alguna cosa no anava bé. Així que es va procedir a refer-lo sense caler desfer la pinya. Llavors sí, poc a poc els castellers anaven pujant i col·locant-se al seu lloc. Finalment va pujar l’acotxadora i acte seguit l’enxaneta que, com és perceptiu, va fer l’aleta fugaçment i es va procedir a descarregar-lo. El segon 4d6 de la jove història de la colla s’acabava d’assolir amb una formació pràcticament inèdita respecte al primer de la Ràpita.
Amb l’emoció i l’alegria de tots el membres i davant d’un públic entregat, la colla es va disposar a fer el pilar de comiat que, com el primer, també seria un pd4. Tot va anar bé fins el moment en que l’anxaneta va haver de pujar el segon peu sobre l’espatlla de la segona. Per molt que s’esforçava, li va ser impossible i amb el seu cap els hi feia saber als responsables de la tècnica que no podria. Finalment i, degut al cansament que comporta l’espera, el pilar caigué. S’ha de dir a favor de la joveníssima enxaneta que encara fa molt poc que ve a fer castells.
Però la felicitat del moment ja ningú ens la podria treure. La de dissabte, a part de ser la millor actuació fins ara, també va ser la darrera en que la colla portava la camisa blanca. Així, es podien escoltar comentaris de tot tipus: des d’aquell que volia vendre la camisa blanca a bon preu, a aquell que la volia cremar passant per qui, amb un esprai la va tenyir de blau ja que, d’aquest color, serà la camisa que la colla estrenarà el proper dissabte. 

 
Però tot no pot ser perfecte. La colla té una mancança que, amb el pas del mesos no ha sabut solucionar del tot. L’extraordinària actuació de dissabte es va veure entelada per la manca de música. Els fundadors de la colla van apostar per usar instruments típics de la nostra terra per a fer el tradicional toc de castells, es a dir, en lloc de la gralla, la dolçaina que, juntament amb el tabal, haurien d’acompanyar a la formació en totes les seves actuacions. Desgraciadament, només unes poques vegades s’han pogut complementar música i castells. Una llàstima.  
Per acabar foto del grup (cada vegada és més nombrós) i posteriorment dels responsables de les pinyes que es mostraven somrients per la satisfacció que comporta la feina ben feta.
Ara mateix tothom espera amb ànsia, però amb molta il·lusió l’arribada de dissabte. Però això ja serà una altra història.
Felicitats colla!!  




      

XIQÜELOS I XIQÜELES DEL DELTA. PILAR DE BENVINGUDA D'ALCANAR










Torturadores de ayer y de hoy

Aníbal Malvar

Argentina acaba de solicitar la extradición de cuatro torturadores del franquismo para juzgarlos allá. Me parece extemporáneo. Con el paso que llevamos con nuestros torturadores democráticos de ahora, con nuestros desahuciadores de ahora, con los vendedores de la sanidad y la educación de ahora, lo que deberían pedir los argentinos es la extradición de Mariano Rajoy y sus compinches gubernamentales, y de la muy leal oposición para ser juzgados. Por crímenes de lesa humanidad, por ejemplo. Porque el otro día se suicidó una mujer llamada Amparo en Madrid.
En el fondo, lo que pasa es que cada día nos vamos dando más cuenta de que con Franco moríamos mejor, y eso un argentino no puede entenderlo sin traducírselo al lunfardo.
Al final los fachas van a tener razón. Esto de la memoria histórica es volver a reabrir heridas, dicen. ¿Para qué reabrir heridas si las heridas que nos están abriendo ahora son incluso más profundas que aquellas, dado que estas heridas de hoy las hemos votado?
A este paso, hasta yo me voy a volver franquista. Con Franco, al menos, sabías de antemano que ibas a ser perseguido por cualquier ocurrencia, y te protegías más. Ahora caminamos tranquilos por nuestra democracia y de repente viene un señor y te dice que has perdido tu casa por una miserable deuda de 900 euros que tú habías intentado pagar ayer. Le pasó el otro día a una señora en Madrid. De cuyo nombre nadie ya quiere acordarse. Pero se llamaba Amparo y era de Carabanchel.
El sentido de querer investigar crímenes del pasado no es nostálgico. En mi espesa nebulosa intelectual, atisbo que es para saber si la huella de aquellos criminales es la que otra vez nos pisa el cuello. Si son los mismos. Si son los hijos de los mismos. Si son los nietos de los mismos. Y lo son. No hay más que repasar las heráldicas.
Después, si nos ponemos más serios, descartamos las heráldicas. Porque los hijos y los nietos no tienen por qué cargar con los pecados de sus abuelos y sus padres. Y llegamos al bordecito del barranco. Y nos damos cuenta, quizá, de que investigamos los crímenes del pasado para saber si las ideas que los inspiraron son las mismas ideas que inspiran los crímenes de ahora. Y lo son.
Yo no tengo ninguna afición a encarcelar a dos o tres asesinos franquistas nonagenarios, como demandan hoy los jueces argentinos. Prefiero que se mueran en sus camas. Tranquilamente. Tal y como ellos no dejaron morir jamás a nadie. Yo quiero juzgar el fondo de sus ideas. El origen de sus poderes. Yo quiero saber quién hace una guerra, que no es un militar. Quiero saber quién paga las guerras. Yo quiero saber quién es el malo, como en lo de Pérez Reverte.
Se hablaba estos días en los periódicos, con cierta elegante diplicencia, de que cinco años después de la caída de Lehman Brothers ningún alto directivo de la banca timadora ni de las agencias de calificación prostibularias ha sido encarcelado. Y Amparo, la de Carabanchel, está muerta. Cositas que pasan.
En la II República, hubo una guerra porque la oligarquía terrateniente y la Iglesia se oponían a una reforma agraria que devolvería un poquito de la tierra al que la trabaja. Murieron los que la trabajan. Ahora, que estamos más internacionalizados, como dirían los horteras, la guerra se ha montado porque la oligarquía se opone a la existencia de los derechos laborales y sociales. No sé de ningún banco que se haya hundido. Han sido absorbidos o rescatados. Sin embargo sí que sé de mucha gente corriente hundida. Sí. Y no he visto ningún plan de rescate europeo para salvar a Amparo. Y eso que solo costaría 900 euros. Menos de lo que cuesta el viaje de un eurodiputado español a Bruselas, calculo.
Quizá ahora Argentina investigue nuestros crímenes del franquismo, 75 años después. Y me pondré muy contento. Pero no esperemos a 2088 para investigar los crímenes de ahora mismo. Quizá investigar a esos abuelos ya indefensos no sea tan baladí si sus nietos siguen aquí, con las mismas ideas y haciendo el mismo daño. Da como la impresión de que la justicia es cosa lenta. Tendré que poner a mis nietos a esperar justicia, si algún mal día los tuviere.