Andan meditando estos días Artur Mas y Oriol Pujol, entre otros próceres
nacionalistas, si sería conveniente o no romper sus numerosos vínculos
con el Partido Popular de Cataluña. Recuérdese que CiU pudo gobernar
durante su primera legislatura -más tarde recortada casi a la mitad-
gracias a los pactos entre Mas y Alicia Sánchez Camacho. Esos pactos no
fueron puntuales ni efímeros, ni secundarios, ni marginales. Fueron muy
relevantes.
Este episodio de los pactos entre la
derecha española y la derecha catalana ha sido y continúa siendo
altamente significativo. Demuestra hasta qué grado de cinismo o de
hipocresía llegan a almacenar algunos partidos políticos. Se abrazaron
hace un par de años los
patriotas españoles con los
patriotas
catalanes y siguen juntitos a día de hoy. Mientras Mas levitaba viendo
la inmensa manifestación del 11 de septiembre en favor de la
independencia de Cataluña, no quiso romper ni un milímetro los pactos de
todo género político con el PP.
Lo mismo, o parecido, puede
decirse de la actitud del PPC, con el visto bueno, naturalmente, de
Mariano Rajoy. Cuando Mas inició su deriva creciente predicando a los
catalanes la buena nueva de que pronto se iban a separar del resto de
España, Sánchez Camacho no exigió para nada que sólo seguirían
protegiendo a Mas si renunciaba a fracturar la unidad de España.
Da
la impresión de que estamos ante unos pactos construidos no entre
políticos, sino entre mercaderes del templo. Estamos ante una tomadura
de pelo más a los ciudadanos y, sobre todo, a los votantes de CiU y del
PPC. Tras el órdago intolerable contra la lengua catalana del ministro
Wert, que sin embargo ha tenido que rectificar un poco y de puntillas,
los jerifaltes soberanistas se interrogan si ha llegado ya el momento de acabar la luna de miel con la derechona popular. ¿A qué esperan?
La
derecha es ideológica cuando le interesa y es pragmática -en el peor
sentido de la palabra-cuando no le interesa. Unos y otros juegan a la
guerra de las banderitas, que es una coña marinera, y en alguna que
otra ocasión hacen ver que se pelean entre ellos, pero lo hacen como en
la lucha libre de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Los
luchadores estaban
comprados para distraer al personal y a dormir que son dos días.
Mas
se hace el indignado con Rajoy, pero ninguno de los dos renuncia a que
la ciudad de Badalona tenga como alcalde a un xenófobo llamado Xavier
García Albiol. Castelldefels está repartida entre
populares y
convergentes.
En Sitges, igual. Y así en diversos pueblos y ciudades sometidos a la
alianza obscena de los separatistas y los separadores. Otras alianzas
pasan por favores políticos importantes que el PPC hizo llegar al líder
secesionista Mas. Y es preciso recordar, aunque no guste ni a unos y a
otros, que los que sueñan con ser héroes de la independencia catalana
son exactamente los mismos que hicieron presidente al ultraconservador y
españolísimo hasta las cachas José María Aznar López.
Hemos insistido últimamente en este asunto desde ELPLURAL.COM
porque nosotros creemos que semejante mejunje perjudica a la
credibilidad de los políticos ante los ciudadanos. Y peor aún, este
juego perverso de cama redonda CiU-PPC perjudica y mucho a la
democracia. Y en este país, ojo, sólo hace treinta años y poco más que
podemos decir que hay democracia.
Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM