diumenge, 6 d’octubre del 2013
¿Cuánta pobreza podemos soportar?
Esther Vivas
“No podemos ir a peor”. ¿Cuántas veces hemos oído esta frase? Pensamos que más pobreza, más precariedad, más paro, más desahucios, más hambre son imposibles. La realidad, pero, contradice dicha percepción. En los últimos años, las cifras, y los rostros, de la miseria no ha hecho sino aumentar en el Estado español. Hoy, la cifra de personas que viven en situación de pobreza extrema se sitúa ya en tres millones de personas. La renta familiar ha caído a niveles del año 2001. La explicación es tan sencilla como dura: los ingresos han disminuido en un 4%, mientras que los precios han aumentado un 10%. Así lo indican los datos del estudio ‘Desigualdad y Derechos Sociales. Análisis y Perspectivas 2013′, elaborado por la Fundación Foessa.
Los más afectados son los pobres entre los pobres, los que menos tienen. Ayer una persona sin recursos, que vivía en la calle, moría de hambre en Sevilla. Primero es el desempleo, después las dificultades para llegar a final de mes, a continuación el no poder pagar la luz, el agua, la electricidad, el alquiler o la hipoteca y, finalmente, la comida. La tendencia indica que vamos a peor. En el año 2025, se calcula que la cifra de pobres en el Estado español podría aumentar en ocho millones, según el informe de Intermón Oxfam ‘La trampa de la austeridad’. No sólo se trata de la crisis, sino de las medidas que se aplican de salida a la misma. La austeridad, los recortes, la disminución de ayudas y prestaciones, la privatización de los servicios públicos, el aumento del IVA… recaen, principalmente, en los sectores más vulnerables.
En consecuencia, las desigualdades sociales van en aumento. La diferencia entre los más ricos y los más pobres en el Estado español se sitúa ya en un 30%, en la cima de la desigualdad en Europa, por delante, incluso, de países duramente golpeados por la crisis como Grecia, y sólo superados por otros como Letonia, Bulgaria y Portugal. La conclusión es clara: unos pocos aumentan sus ganancias a costa del empobrecimiento de la mayoría. La salida a la crisis no es imparcial ni ideológicamente neutra, responde a los intereses de unas élites políticas y económicas que esperan ganar, y mucho, con esta situación. Nuestra miseria es, ni más ni menos, que su beneficio.
¿Podemos ir a peor? Tristemente, sí. Las políticas de salida a la crisis que actualmente se aplican en la periferia de la Unión Europea son calco y copia de las que durante décadas se han llevado a cabo en los países del Sur. Si entonces se llamaban Programas de Ajuste Estructural, hoy reciben el nombre de “rescate”. La lógica, pero, es la misma y el resultado de sobra conocido. Avanzamos hacia una tercermundización de la sociedad. La dinámica centro-periferia que se ha dado en los últimos años a escala global, se repite ahora en el seno de la Unión.
Pero, ¿cuánta pobreza podemos soportar? ¿Cuánta miseria estamos dispuestos a aceptar? ¿Hasta donde permitiremos que nos sigan recortando? La sed de beneficios del capital no tiene límites. Y el lucro no hace sino aumentar su avaricia. Sólo nosotros, la mayoría, somos los únicos capaces de hacerle frente. Cuando nos demos cuenta de ello, y actuemos en consecuencia, habremos ganado la partida.
“No podemos ir a peor”. ¿Cuántas veces hemos oído esta frase? Pensamos que más pobreza, más precariedad, más paro, más desahucios, más hambre son imposibles. La realidad, pero, contradice dicha percepción. En los últimos años, las cifras, y los rostros, de la miseria no ha hecho sino aumentar en el Estado español. Hoy, la cifra de personas que viven en situación de pobreza extrema se sitúa ya en tres millones de personas. La renta familiar ha caído a niveles del año 2001. La explicación es tan sencilla como dura: los ingresos han disminuido en un 4%, mientras que los precios han aumentado un 10%. Así lo indican los datos del estudio ‘Desigualdad y Derechos Sociales. Análisis y Perspectivas 2013′, elaborado por la Fundación Foessa.
Los más afectados son los pobres entre los pobres, los que menos tienen. Ayer una persona sin recursos, que vivía en la calle, moría de hambre en Sevilla. Primero es el desempleo, después las dificultades para llegar a final de mes, a continuación el no poder pagar la luz, el agua, la electricidad, el alquiler o la hipoteca y, finalmente, la comida. La tendencia indica que vamos a peor. En el año 2025, se calcula que la cifra de pobres en el Estado español podría aumentar en ocho millones, según el informe de Intermón Oxfam ‘La trampa de la austeridad’. No sólo se trata de la crisis, sino de las medidas que se aplican de salida a la misma. La austeridad, los recortes, la disminución de ayudas y prestaciones, la privatización de los servicios públicos, el aumento del IVA… recaen, principalmente, en los sectores más vulnerables.
En consecuencia, las desigualdades sociales van en aumento. La diferencia entre los más ricos y los más pobres en el Estado español se sitúa ya en un 30%, en la cima de la desigualdad en Europa, por delante, incluso, de países duramente golpeados por la crisis como Grecia, y sólo superados por otros como Letonia, Bulgaria y Portugal. La conclusión es clara: unos pocos aumentan sus ganancias a costa del empobrecimiento de la mayoría. La salida a la crisis no es imparcial ni ideológicamente neutra, responde a los intereses de unas élites políticas y económicas que esperan ganar, y mucho, con esta situación. Nuestra miseria es, ni más ni menos, que su beneficio.
¿Podemos ir a peor? Tristemente, sí. Las políticas de salida a la crisis que actualmente se aplican en la periferia de la Unión Europea son calco y copia de las que durante décadas se han llevado a cabo en los países del Sur. Si entonces se llamaban Programas de Ajuste Estructural, hoy reciben el nombre de “rescate”. La lógica, pero, es la misma y el resultado de sobra conocido. Avanzamos hacia una tercermundización de la sociedad. La dinámica centro-periferia que se ha dado en los últimos años a escala global, se repite ahora en el seno de la Unión.
Pero, ¿cuánta pobreza podemos soportar? ¿Cuánta miseria estamos dispuestos a aceptar? ¿Hasta donde permitiremos que nos sigan recortando? La sed de beneficios del capital no tiene límites. Y el lucro no hace sino aumentar su avaricia. Sólo nosotros, la mayoría, somos los únicos capaces de hacerle frente. Cuando nos demos cuenta de ello, y actuemos en consecuencia, habremos ganado la partida.
dissabte, 5 d’octubre del 2013
QUINA HORA ÉS?
Sembla ser que s’està pensant seriosament
en canviar l’horari oficial per adaptar-lo a una situació molt més realista
i d’acord a la zona geogràfica on s’ubica l’estat espanyol.
L’horari ve donar pel meridià de Greenwich,
també anomenat meridià 0 (zero) que pren el nom d’un barri que hi ha al
costat de Londres. D’estudiant t’expliquen que passa pel costat de Castelló.
Efectivament, si heu tingut ocasió de visitar el bonic poble de Vilafamés,
un poble del Castelló interior, passareu per un punt on un rètol t’anuncia
que s’està creuant el meridià 0 què, com sabeu, és una línia imaginària
i, per tant, no visible. Així que t’ho has de creure i punt.
La franja horària actual, anomenada de
Berlín, es va establir en temps de Franco i es fa fer per similitud ideològica
amb el règim alemany de l’època. Però aquesta situació ens ha passat totalment
desapercebuda per que a França tenen el mateix horari que aquí (també es
va establir per la mateixa època mentre el país transpirinenc estava envaït
per les forces de Hitler) Així, quan anem a França (jo ho faig prou sovint)
no notem cap canvi horari.
Diuen els sociòlegs i altres experts
en la conducta humana que, canviar l’hora i posar-ne una més (aniríem
a hora canària, però ignoro si a les illes afortunades també se’n
afegiria una més), no necessàriament farien canviar els hàbits als espanyols.
Només que ho pensis una mica te’n adones que això és lògic. L’horari
que fem dia és la conseqüència de la nostra activitat: jornada laboral,
horari escolar i, fins i tot l’horari de al tele. Contesteu-me
sinó a aquestes preguntes:
-És cert que, normalment, dissabtes
i diumenges quan arriba el descans setmanal, es dorm una mica més?
-Quanta gent hi ha que sopen a l’hora
de les notícies de la televisió (sobre les 9 de la nit)?
-I quans se’n van a dormir una vegada
acabada la pel·lícula que han estat veient?
I podríem continuar...
Per tant, si volem ser més europeus,
i adaptar els nostre horari i els costums als dels nostres veïns, s’han
de promoure mots de canvis que no sempre seran acceptats per la ciutadania.
I és que les nostres diferències no només són de índole social i cultural,
també hi juguen d’altres factors com el climatològic.
Aquest més d’octubre l’hem iniciat
amb un sol de justícia i temperatures que vorejaven els 30º. Tret
dels països riberencs del Mediterrani, la resta de països no gaudeixen
ni de tant de sol i les temperatures són molt més baixes.
Abans us parlava de França. Quan hi vaig
no m’allunyo massa de la frontera, normalment m’endinso uns 150 quilòmetres.
Mireu que no sembla gaire i, en canvi, es fa més aviat de nit. El fenomen
es fa més palès quan més cap al Nord viatges. I la nit incita a la gent
a refugiar-se a casa; també el fred.
En canvi, el fenomen invers, es a dir,
calor i sol, fa que la vida es desenvolupi més pel carrer.
Un exemple més, és cert que les places
i carrers d’arreu de ciutats i pobles s’omplen de magrebins? No són
europeus, però són mediterranis.
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