diumenge, 15 de setembre del 2013
Un referéndum para Catalunya
Muriel Casals
Presidenta de Òmnium Cultural
Las movilizaciones en Catalunya han evolucionado de manera contundente desde la manifestación del 10 de julio del año 2010 cuando hubo una respuesta masiva a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut.
Aquel día significó un punto de inflexión en el catalanismo que ha desencadenado en una evolución cualitativa del mismo.
La declaración de inconstitucionalidad de partes de un texto que ya había sido laminado precisamente para encontrar cabida dentro de la legalidad española fue interpretada como un portazo a la actitud pactista del catalanismo y provocó un cambio de actitud de las fuerzas políticas y sociales. Ya no tiene sentido que el lado catalán siga, como en los últimos 30 años, dispuesto a sacrificar ambición nacional en aras de conseguir el acuerdo con el poder político español; ahora sabemos que el interlocutor no desea pactar y que el modelo político español es incompatible con la voluntad de ser de los catalanes.
Somos conscientes que no somos ni mejores ni peores que otras naciones, entre ellas la española, simplemente sabemos que somos diferentes y que deseamos seguir siéndolo. Queremos aportar nuestra especificidad a la construcción de una Europa que tiene la variedad cultural como una de sus mejores características.
Por ello aquella manifestación del 2010 que había sido pensada como una protesta se convirtió de hecho en una propuesta y los gritos, amables y respetuosos, que más se oyeron fueron los de “independencia”. A partir de aquel momento la expresión del deseo de ser un nuevo estado sin más limitaciones a la soberanía que las que implica la pertenencia a la unidad europea, se ha consolidado y ampliado de manera espectacular. La manifestación del 11 de septiembre de 2012 no deja lugar a dudas. Cada semana tenemos la noticia de alguien, conocido o no, que declara su convencimiento de que el mejor camino para labrar un futuro mejor pasa por la independencia; en cambio no se sabe de ninguno de los viejos independentistas que haya hecho el camino en sentido contrario.
Somos ahora muchos los catalanes conscientes de que es necesario abrir un proceso de negociación para modificar nuestra relación con España. Lo primero que pedimos, y es urgente, es la oportunidad de contarnos, de saber cuántos somos. Por ello reclamamos la posibilidad de convocar un referéndum dentro del contexto legal español. Eso sería un símbolo de normalidad democrática. Pero parece que el Estado no lo pondrá fácil. Si finalmente no es posible, la mayoría de catalanes pensamos que la Generalitat deberá encontrar una fórmula para que podamos responder a la pregunta.
Una pregunta que para muchos catalanes tiene una respuesta clara: queremos la independencia para acabar una larga etapa de conflictos. Estamos convencidos de que vamos a ser los mejores amigos de nuestros vecinos españoles con los que nos unen vínculos de sangre, historia y de amistad. Lazos fuertes a los que se unen la voluntad común de hacer más eficiente económicamente, más racional políticamente y más justa socialmente esta parte del sur de Europa en la que vivimos.
Presidenta de Òmnium Cultural
Las movilizaciones en Catalunya han evolucionado de manera contundente desde la manifestación del 10 de julio del año 2010 cuando hubo una respuesta masiva a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut.
Aquel día significó un punto de inflexión en el catalanismo que ha desencadenado en una evolución cualitativa del mismo.
La declaración de inconstitucionalidad de partes de un texto que ya había sido laminado precisamente para encontrar cabida dentro de la legalidad española fue interpretada como un portazo a la actitud pactista del catalanismo y provocó un cambio de actitud de las fuerzas políticas y sociales. Ya no tiene sentido que el lado catalán siga, como en los últimos 30 años, dispuesto a sacrificar ambición nacional en aras de conseguir el acuerdo con el poder político español; ahora sabemos que el interlocutor no desea pactar y que el modelo político español es incompatible con la voluntad de ser de los catalanes.
Somos conscientes que no somos ni mejores ni peores que otras naciones, entre ellas la española, simplemente sabemos que somos diferentes y que deseamos seguir siéndolo. Queremos aportar nuestra especificidad a la construcción de una Europa que tiene la variedad cultural como una de sus mejores características.
Por ello aquella manifestación del 2010 que había sido pensada como una protesta se convirtió de hecho en una propuesta y los gritos, amables y respetuosos, que más se oyeron fueron los de “independencia”. A partir de aquel momento la expresión del deseo de ser un nuevo estado sin más limitaciones a la soberanía que las que implica la pertenencia a la unidad europea, se ha consolidado y ampliado de manera espectacular. La manifestación del 11 de septiembre de 2012 no deja lugar a dudas. Cada semana tenemos la noticia de alguien, conocido o no, que declara su convencimiento de que el mejor camino para labrar un futuro mejor pasa por la independencia; en cambio no se sabe de ninguno de los viejos independentistas que haya hecho el camino en sentido contrario.
Somos ahora muchos los catalanes conscientes de que es necesario abrir un proceso de negociación para modificar nuestra relación con España. Lo primero que pedimos, y es urgente, es la oportunidad de contarnos, de saber cuántos somos. Por ello reclamamos la posibilidad de convocar un referéndum dentro del contexto legal español. Eso sería un símbolo de normalidad democrática. Pero parece que el Estado no lo pondrá fácil. Si finalmente no es posible, la mayoría de catalanes pensamos que la Generalitat deberá encontrar una fórmula para que podamos responder a la pregunta.
Una pregunta que para muchos catalanes tiene una respuesta clara: queremos la independencia para acabar una larga etapa de conflictos. Estamos convencidos de que vamos a ser los mejores amigos de nuestros vecinos españoles con los que nos unen vínculos de sangre, historia y de amistad. Lazos fuertes a los que se unen la voluntad común de hacer más eficiente económicamente, más racional políticamente y más justa socialmente esta parte del sur de Europa en la que vivimos.
dissabte, 14 de setembre del 2013
QUATRE DE QUATRE
Si estiguéssim parlant d’encerts o de
vots favorables, la notícia seria del tot positiva, però si, en canvi,
han estat 4 fracassos de 4 intents, imagineu-vos el fiasco. Això és el
que li ha passat a Madrid en les quatre vegades que ha presentat candidatura
per albergar uns Jocs Olímpics d’Estiu i, a sobre, les 3 darreres de forma
consecutiva.
Diuen els analistes que n’entenen ,
que Madrid se’n va refiar massa i que anaven de guanyadors molt abans
de que votessin els membres del COI. També diuen que Madrid tenia massa
condicionants en contra seva, com ara la precarietat econòmica del país
i el dopatge. Però jo també afegiria la generalitzada corrupció institucional
i la voràgine dels banquers.
Si comparem aquest quarta vegada amb
les precedents, ens en adonarem que, fina ara, Madrid sempre havia arribar
a la final, mentre que aquest cop va ser eliminada a la primera votació.
Pérez de Rozas, periodista del diari el Periódico, deia en un article
publicat dimarts dia 10, que a la candidatura de Madrid 2020 li va passar
com li passa al Real Madrid des de fa un bon grapat d’anys: que sempre
somien amb la décima i no acaba arribant mai.
Aquesta nova derrota significa un nou
fracàs de les polítiques del PP. Durant el darrer govern socialista, el
PP, responsabilitzava a Zapatero i la seva política exterior per les seves
derrotes, però una vegada derrotats els socialistes i amb govern dels salvadors
de la Pàtria, els culpables els han de buscar dintre de la seva pròpia
casa. Alguns sectors del PP ja donen a Ana Botella com amortitzada;
potser per que és la part més feble de tot l’organigrama, però, en tot
cas, no és, ni molt menys, l’única responsable.
Salvant les distàncies, la designació
de seu olímpica es pot comparar amb els festival d’Eurovisió. Espanya
fa 40 anys que no guanya i des de que Salomé ho va fer per segona i darrera
vegada fins l’edició d’aquest anys, molt poques vegades ha optat a la
victòria final. És més fàcil que quedi pels darrers llocs que no entre
les primeres classificades. I és que a l’hora de votar, Espanya no compta
amb els suports necessaris, a diferència d’altres països que aconsegueixen,
gràcies a les seves estratègies, un gran nombre de complicitats.
És cert que Barcelona va organitzar el
JJ.OO. de 1992, però en aquells moments la candidatura olímpica comptava
amb el millor aval que es podia tenir: el barceloní Joan Antoni Samaranch,
era president del COI gràcies a una estratègia perfectament preparada des
de feia un bon grapat d’anys. Cal recordar que el govern espanyol va enviar
a Samaranch d’ambaixador a Moscou, ciutat que tenia que albergar al Jocs
de 1980. Això li va permetre al diplomàtic espanyol establir tota una sèrie
de relacions amb d’altres mandataris olímpics que, al cap d’uns anys,
el nomenarien president de l’organisme olímpic. D’aquí a aconseguir la
majoria de suports per a la candidatura de Barcelona, només hi quedava
un petit pas.
Tornant a la candidatura de Madrid 2020,
hi ha qui diu amb certa sorna que mai podien guanyar. Només cal mirar el
seu logotip: Madrid 20020. Fins arribar a aquell any, encara s’hi poden
presentar unes quantes vegades més.
Què al no ser Madrid candidata per als JJ.OO de 2020 pot beneficiar la candidatura Barcelona-Pirineus 2022? Està per veure. Potser sí o potser al COE li agafa un atac d'espanyolisme i decideix no avalar-la. Temps al temps.
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