Josep Maria Antentas
Profesor de Sociología de la UAB y coautor de Planeta Indignado (Sequitur, 2011)
Los crecientes escándalos de corrupción que salpican la política
catalana, el espionaje intra e interpartidario, y la inminente nueva
tanda de recortes sociales del gobierno Mas señalan sin equívoco posible
que la inestabilidad política y social será la nota dominante a medida
que avanza el proceso de “transición nacional” catalán entrecruzado en
permanencia con una crisis económica que va para largo.
CiU tiene que gestionar una situación en la que el poder financiero
catalán asiste alarmado a la dinámica de inestabilidad institucional
abierta y empuja para dar marcha atrás, mientras que su base social ha
basculado hacia la opción independentista, en ausencia de otras
alternativas creíbles. De su capacidad de resolver esta tensión
dependerá en gran medida su futuro político en un escenario demasiado
turbulento para una formación conservadora y de orden.
La debilidad del gobierno de Mas, fruto de un inestable pacto entre
CiU y ERC, ofrece a las fuerzas políticas y sociales opuestas a las
políticas de austeridad una oportunidad mayor para incidir en dicho
proceso de “transición nacional” que la inicialmente prevista, aunque la
correlación de fuerzas y el punto de partida siga siendo muy
desfavorable.
En este escenario volátil el doble desafío es
, primero,
garantizar que el ejercicio del derecho a decidir vaya hasta al final y
que la consulta independentista se celebre, manteniendo la presión
social para que CiU no se eche atrás y para neutralizar las maniobras
represivas del gobierno de Rajoy con la complicidad del PSOE. Y,
segundo, evitar que CiU y ERC la capitalicen en beneficio propio. Para
ello, junto con el necesario impulso de las luchas contra los recortes,
el conjunto de los movimientos sociales y populares y de la izquierda
política y social catalana no deben dejar la iniciativa en manos de Mas y
Junqueras, intentando articular un amplio polo social y ciudadano
favorable al ejercicio del derecho a decidir y opuesto a las políticas
de austeridad.
Quienes defendemos el derecho a la autodeterminación sin hacer del
independentismo ningún a priori, y consideramos que la opción concreta a
defender debe determinarse en función de lo que sea más favorable a los
intereses de la mayoría, tenemos que señalar que el “sí” a la
“independencia” en un futuro referéndum aparece ahora como la opción de
mayor contenido democrático y de mayor potencial de ruptura. Ello debe
hacerse desde una firme convicción internacionalista y solidaria y de
defensa de un horizonte de libre federación de los pueblos de Europa,
frente a un encierro-refugio en los Estados nacionales. Así como también
desde la defensa de una idea de nación y de cultura donde se combine la
firme defensa de la lengua catalana con la de una Catalunya cada vez
más plurilingüística y pluriétnica, y una visión de la cultura catalana
que no se reduzca a las tradiciones autóctonas populares.
La cuestión política estratégica principal es aprovechar el potencial
democrático que abre el debate sobre la independencia para, no sólo
generar una ruptura democrática con el actual marco institucional, sino
para desbordar el marco decisorio fijado por CiU y ERC y ampliar el
“derecho a decidir” a otras esferas de la sociedad. Frente a la
independencia como receta mágica el debate a plantear es qué Catalunya
queremos, qué modelo de país y de sociedad. Catalunya no es una entidad
homogénea sino una sociedad atravesada por contradicciones sociales. No
vamos todos en el mismo barco o, si es así, algunos van en primera y
están en la cabina de mando y otros viajan hacinados en las bodegas.
¿Por qué el pueblo catalán puede decidir sobre la independencia y no
sobre los recortes? ¿Cuál es la razón de que las mujeres catalanas
puedan decidir qué relación pueden mantener con España y no puedan
hacerlo sobre sus propios cuerpos? ¿Soberanía? Pues empecemos por
defender la soberanía alimentaria frente al
agrobusiness. ¿Control de nuestro destino? Bien, ¿por qué no empezamos a hacerlo en el puesto de trabajo?
¿Cuál es el sentido de reivindicar la “independencia” respecto al
Estado español y acatar sin peros la política de la UE? La aceptación de
las imposiciones de la UE por parte del gobierno de Mas vacían el
derecho a decidir. Una independencia tutelada por la Troika y Merkel
sería una soberanía sin contenido. Un contrasentido en los términos. La
soberanía real implica una ruptura con las políticas de austeridad y la
sumisión neocolonial a la Troika. Por ello la consulta sobre la
independencia no puede asociarse a la aceptación de la política de una
UE que, más que dar libertad a los pueblos, se la quita en favor de los
intereses de la minoría financiera.
Partiendo del discurso oficial sobre la “transición nacional” hay que
ir desgajando una propuesta alternativa que muestre las contradicciones
y límites del primero para aprovechar el empuje democrático de la
pulsión independentista y evitar que sea utilizada en contra de las
luchas sociales anti-austeridad y de los procesos de deslegitimación del
poder abiertos tras la rebelión indignada.
El debate sobre la independencia y un Estado propio debe servir para
poner encima de la mesa la necesidad de un proceso constituyente para
Catalunya en el que habrá que definir cuál es el nuevo marco
institucional y el modelo de sociedad. Esta es la cuestión central. Hay
ahí una serie de batallas estratégicas a preparar para fijar las nuevas
reglas del juego. ¿Qué sistema electoral? Qué modelo de relaciones
laborales? Qué derechos de ciudadanía para las personas inmigrantes?
¿Qué política de defensa?
¿Qué…?
Al mismo tiempo la dinámica independentista en Catalunya debe
vincularse con la necesidad de romper a escala estatal el maltrecho
Régimen nacido en la Transición para evitar que sean las derechas
respectivas las que capitalicen la situación actual. Ello implica un
esfuerzo de explicación política del proceso en marcha por parte de las
fuerzas soberanistas y democráticas catalanas fuera de Catalunya y,
sobretodo, la comprensión estratégica por parte de las fuerzas
indignadas y anti-austeridad españolas de que la resolución democrática
de la cuestión nacional es un elemento fundamental para romper el
agrietado edificio forjado en el falso “consenso” de la Transición.
Se trata de conseguir que el pueblo catalán pueda decidir su futuro
libremente y que un acto de soberanía desde Catalunya, lejos de
contribuir a legitimar fuera de ésta a un modelo político e
institucional cada vez más desacreditado, sirva como elemento decisivo
para desencadenar una profunda crisis de Régimen en todo el Estado y dar
paso a una dinámica de procesos constituyentes nacionales propios,
independientes, pero coordinados y retroalimentados en su búsqueda común
de un nuevo orden democrático, justo y solidario.