divendres, 20 de setembre del 2013

Más de lo que no se habla sobre Siria

En un artículo (“De lo que no se habla sobre Siria”) que escribí hace unos días en Público 10.09.13, intentaba dar una versión diferente de lo que estaba ocurriendo en Siria (referente al ataque casi inminente de las Fuerzas Armadas de EEUU a aquel país). En mi artículo mostraba evidencia de que la explicación que se estaba dando en los mayores medios de información en España para explicar la propuesta realizada por la Administración Obama de bombardear Siria era errónea. Los datos no confirmaban que la motivación principal de dicho bombardeo fuera moral, resultado de la indignación creada por la utilización de armas químicas por el dictador Asad de Siria. Por muy legítima que fuera tal indignación (y lo era), esta no era la motivación real de las propuestas de la Administración Obama. En mi artículo subrayaba y mostraba evidencia de que el deseo de la Administración Obama era debilitar al gobierno Asad en Siria y recuperar la influencia del gobierno federal de EEUU, cuya política exterior tiene poco que ver con la defensa de los derechos humanos en el mundo (como también mostraba en mi artículo) y sí, en cambio, con la defensa de los intereses de los poderes financieros y económicos de lo que en EEUU se llama la Corporate Class, defendidos por el complejo militar-industrial. En el artículo señalaba que tales intereses entraban en conflicto con los de las clases populares de EEUU, que se estaban rebelando de una manera muy notoria en contra de dicha Corporate Class y en contra de las instituciones políticas representativas, cuyas políticas están muy influenciadas por esa clase social.
¿Por qué ahora la vía diplomática y no antes?
Los hechos acaecidos desde entonces prueban la veracidad de este análisis. En cuestión de días, la Administración Obama ha cambiado de estrategia, mostrando mayor receptividad a la solución diplomática y aceptando explorar la posibilidad de eliminar y/o controlar por parte de instituciones internacionales las armas químicas en posesión del gobierno Asad. En contra de lo que han publicado los medios, tal propuesta no es nueva. En realidad, y tal como ha documentado The New York Times “An Unlikely Evolution, From Casual Proposal to Possible Resolution” (11.09.13), dichas negociaciones han estado teniendo lugar desde hace un año entre el gobierno ruso y el estadounidense.
Y el hecho de que ahora aparezcan como posibilidad es primordialmente porque la Administración Obama se ha dado cuenta de la enorme oposición de la gran mayoría de la ciudadanía estadounidense a que ocurriera tal bombardeo de Siria. Ha sido el bombardeo del Congreso y de la Casa Blanca de EEUU con mensajes de la población expresando su clara oposición al bombardeo de Siria lo que ha sido determinante en este giro de la Administración Obama. Es obvio que el Congreso, sometido a tal grado de presión popular, hubiera votado claramente en contra del bombardeo militar, debilitando enormemente a la Administración Obama. De ahí el cambio de esta.
Según la última encuesta del New York Times/CISS, así como otras (citadas en mi artículo “De lo que no se habla sobre Siria”), la gran mayoría de la población está en contra del rol de “policía mundial” que se atribuye el gobierno federal, en contra de su interferencia militar en otros países, en contra del bombardeo a Siria, en contra del considerado excesivo gasto militar y a favor del aumento de los gastos públicos sociales para atender las enormes necesidades humanas existentes en el país (documentado también en mi artículo). También, y por grandes mayorías (según las encuestas de PEW Research Center y Common Cause), la mayoría de la población estadounidense cree que hay una excesiva concentración de poder financiero, económico y político en el país, y también cree que ese poder se traduce en que las ramas ejecutivas y legislativas del Estado están excesivamente influenciadas por intereses fácticos financieros y económicos (solo el 15% de la población expresa confianza en el Congreso de EEUU). Y, nota importante para aquellos que, tanto en las derechas como en las izquierdas en España, niegan que existan clases sociales y que estas estén en conflicto: la mayoría de la población en EEUU cree que hay un conflicto de clases (un 65%), que alcanza un 74% entre los afroamericanos. El incremento del porcentaje de la población que percibe este conflicto ha sido uno de los desarrollos más importantes en EEUU (PEW Survey. Social Trends 12.01.2011) y que tiene a la Corporate Class muy preocupada. Dicho conflicto se percibe como un conflicto entre la mayoría de la población contra la minoría que controla y gobierna el país. Este es el trasfondo del debate que está ocurriendo en EEUU. Y refleja la rebelión de la mayoría frente al rol imperial de la minoría que se ejerce a costa del bienestar de las clases populares.
Dos últimas observaciones. Esta realidad es muy relevante para lo que está ocurriendo en España (y en Catalunya). En realidad, España es uno de los países de la OCDE con mayores desigualdades y mayor concentración de las riquezas, concentración que empobrece la calidad democrática del país como consecuencia de la excesiva influencia de poderes fácticos y económicos en la vida política del país. La crisis de legitimidad del Estado federal en EEUU responde a las mismas pautas que encontramos también en España. Existe en España una necesidad de movilizaciones populares (con bombardeos de mensajes de protesta, siempre no violentos) como está ocurriendo en EEUU para mostrar un “Basta ya”, con el intento de recuperar la democracia.
En España, el Movimiento 15M ha mostrado, como así lo ha mostrado el movimiento Occupy Wall Street en EEUU, el enorme potencial de simpatía, apoyo y movilización popular que tienen sus denuncias de la minoría que gobierna la vida financiera, económica y política del país. De ahí la necesidad de tal movimiento político-social (que no debería convertirse en partido político, pues perdería con ello su capacidad de movilización transversal) que presione y transforme los instrumentos e instituciones llamados democráticos, revolucionando el país.
Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

dijous, 19 de setembre del 2013

LA TORTURA NO ÉS CULTURA

Les festes amb bous potser seran tradicions, però de cultura no en tenen res. Tot allò que comporti maltractament als animals, hauria d’estar totalment prohibit.
Desgraciadament, tota la polèmica que genera aquest tema encara juga a favor del partidaris dels bous. A més polèmica més seguidors.
El dia després de la celebració del Toro de la Vega a la ciutat castellana de Tordesillas, el Periódico titulava en portada: El torneig de llancers de Tordesillas recupera adeptes.  
És un tema que coneixem bé al nostre territori. Mentre el PACMA, l’associació animalista que defensa el dret dels animals, lluita per aconseguir abolir-les, els aficionats cada cop en són més. Només cal donar una volta per Amposta durant la festa major. Potser a la plaça no deixen baixar als menors de 16 anys, però ningú prohibeix que hi vagin com espectadors. Un dels actes que més gent reuneix és el bou capllaçat. Juntament amb el bou embolat, són les dues modalitats on l’animal pateix més. I què no em diguin que no! A un bou al que sé li col·loquen dues boles de quitrà enceses a les banyes i de les que, de tant en tant, se’n desprenen trossos, mai es pot afirmar que el bou no pateix. Al capllaçat, encara que en primer moment se’l pot deixar que vagi per on vulgui, després, se’l dirigeix amb les cordes que porta lligades a les banyes i més d’una vegada ha de suportar fortes estirades per aturar-lo.
Com es de suposar el tema és de gran actualitat i any rere any es repeteixen els mateixos arguments a favor i en contra. Hi ha qui opina que si es deixés de parlar de maltractament i es fes com si el tema ja no interessés, en el decurs dels anys, l’afició, baixaria d’intensitat.
Però en la actualitat no és així i fins i tot compta amb el recolzament oficial de l’Ajuntament d’Amposta. Només cal veure el número de la Revista Amposta d’aquest mes de setembre on s’hi pot veure una foto de la plaça de bous amb el següent titular: la Monumental de les Terres de l’Ebre.  

D’ESTRATÈGIES COMERCIALS


Durant aquests darrers dies està sent tema de conversa la campanya que fa la cadena de supermercats Caprabo comparant el preu dels seus productes amb la cadena rival Mercadona, líder a Espanya en distribució d’alimentació. L’objectiu és demostrar que Caprabo no és tan cara com es pensa la majoria de la gent i, fins i tot, torna els diners si es demostra que als supermercats de Juan Roig el mateix producte es ven més barat.
On està el parany? Perquè teniu clar que algun truco hi ha d’haver, no?  En que la gama de productes que ven Caprabo és molt diferent a la que ven Mercadona. Que hi ha coincidència en alguns productes, per suposat que sí, però mentre la primera ven més productes de marca, la segona en ven molts de la seves marques blanques: Hacendado, Bosque Verde i Delyplus (no sé si me’n deixo alguna)  
De moment, Caprabo ja ha aconseguit un dels seus objectius: que se’n parli. Avui mateix he llegit la notícia al Periódico y també al portal de Yahoo. En un primer moment això portarà més clients als seus supermercats i, a part de vendre els productes més habituals, segur que els animarà a comparar-ne d’altres de més qualitat, però també més cars.
Una altra estratègia comercial basada també en la comparació de productes, la ca protagonitzar fa uns anys la marca de sucs Don Simón que, en un anunci de televisió, els comparava amb els de la marca Minute Maid. Mentre no es desqualifiqui el producte de la competència,  aquesta tàctica és legal.

Derrotar a la derecha

Antonio Antón
Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid

Para desplazar a la derecha del poder institucional es condición necesaria (aunque no suficiente) la reorientación y renovación del PSOE, cuestión todavía no resuelta. Ésta depende del refuerzo de un campo sociopolítico progresista. El aspecto principal que pueda impulsar el proceso renovador es externo al propio partido socialista, aunque tenga reflejo en parte de sus bases y dirigentes. La desafección electoral, la amplia movilización social y el incremento electoral a su izquierda ya suponen un condicionamiento positivo hacia su renovación. Pero parece que no son suficientes o no hay bastante sensibilidad interna para garantizar un cambio significativo. La cuestión es si se afianzan esas dinámicas, incrementando los riesgos y costes sociales de su continuismo, aunque confían en neutralizarlas o que no se produzcan: la conformación de nuevas dinámicas sociopolíticas o nuevos sujetos transformadores progresistas que desgasten el proyecto de derechas y promuevan también el cambio político e institucional y las perspectivas de ampliación de un bloque social y electoral a su izquierda. La cuestión es que si no se mantiene una fuerte contestación social que incida en la contienda política, el riesgo para el propio partido socialista es que tampoco se desgaste la derecha y sea insuficiente su controlada y discontinua oposición parlamentaria.
Esos dos componentes, deslegitimación de la derecha, con la derrota de la austeridad, y ampliación del apoyo social y electoral a las izquierdas, deben ser lo suficientemente consistentes y generar una presión sustancial para que la dirección socialista imprima un giro a su estrategia y a las inercias o intereses corporativos de su aparato. El riesgo de no estimularlo o frenarlo supondría profundizar la tendencia de su declive representativo, su desorientación programática y su alejamiento de la confianza popular. Y de lo que para muchos es más operativo y fundamental: su pérdida o irrelevancia respecto del poder institucional durante un largo periodo.
Estas consecuencias probables deberían ser tenidas en cuenta y afectar a su actuación, sin confiar en su simple capacidad comunicativa que, sin cambiar de políticas y liderazgos, ya ha demostrado su impotencia para ganar credibilidad. Pero también constituirían un alejamiento de las posibilidades de cambio institucional global aunque, al mismo tiempo, se produzcan ascensos electorales de las izquierdas plurales. Incluso podría darse la paradoja de generarse, por un lado, un avance del poder institucional de las izquierdas en el ámbito local y autonómico junto, por otro lado, la permanencia de las derechas y la frustración de las izquierdas, ante la prioridad socialista, en el ámbito estatal, por las alianzas de centro o el consenso con las derechas que, a su vez, mermara sus apoyos electorales.
Ante la tarea socialista de superar la amplia desafección ciudadana se le plantea un dilema. O continuismo político y organizativo con la referencia del consenso europeo dominante y con la derecha, con su apuesta  de una austeridad ‘flexible’ o complementada, en la falsa creencia de poder recuperar una parte de electorado centrista. O bien, una oposición clara y firme que, más allá de la retórica, fortalezca las energías sociales para acabar con la austeridad y la corrupción, democratizar el sistema político y colaborar con el conjunto de fuerzas progresistas y de izquierda en una alternativa de gestión progresista. Y, en ese sentido, se conforme un horizonte de cambio institucional, hasta desalojar a las derechas. Primero, con ocasión de las elecciones locales en grandes municipios y Comunidades Autónomas (especialmente en lugares donde casi se ha asentado un ‘régimen’ político implacable como Madrid y la Comunidad valenciana, o que presenta rasgos particulares muy significativos como el cambio progresista en Navarra). En ese ámbito es más fácil, ya hay experiencias de gobiernos unitarios de izquierdas, y podría constituir un aprendizaje y una transición para el cambio gubernamental estatal, sujeto a más dificultades. Segundo, en las elecciones generales, echando al PP del Gobierno y asegurando una alternativa política de izquierdas. Las inminentes elecciones europeas, aparte de su dimensión específica para debilitar en la UE las opciones conservadoras, son una ocasión para fortalecer esa perspectiva de cambio.
La primera opción de la dirección socialista parte de su diagnóstico erróneo de que el distanciamiento de gran parte de la sociedad ha sido tanto por su derecha cuanto por su izquierda. No considera que el descontento mayoritario se generó por su gestión antisocial y poco respetuosa con sus compromisos sociales y democráticos. La desafección no se produjo por la derecha y por la izquierda, a partes iguales, respecto de su hipotético ideario de centro izquierda. El posicionamiento mayoritario de las personas desafectas, aún las auto-posicionadas ideológicamente como centristas, estaba a la izquierda de su gestión económica, criticada como ‘antisocial’ o ‘ineficiente’, y reflejaban mayor exigencia democrática ante su poco respecto a sus compromisos sociales o el contrato público con su base electoral. Es decir, aunque una parte de las personas desafectas se consideren ideológicamente de centro, su actitud crítica se sitúa a la izquierda de la gestión gubernamental anterior (y la actual del PP) y no terminan de fiarse de la retórica socialista de renovación o de nuevas ofertas o guiños sociales poco creíbles, tal como detallo en un libro de próxima aparición (Ciudadanía activa. Opciones sociopolíticas frente a la crisis sistémica, ed. Sequitur).
La opción continuista de los líderes socialistas, aun con leves modificaciones, está dependiente, sobre todo, de sus relaciones con los poderes económicos e institucionales, estatales y europeos; es la dominante en la socialdemocracia europea, particularmente la alemana. Sin embargo, su dificultad adicional es que no resuelve la tarea del ensanchamiento de sus bases sociales, con una mayor unidad y activación del campo progresista en torno a un nuevo proyecto social, democrático y europeo. Por tanto, no garantiza el ascenso de la confianza ciudadana y, particularmente, el cambio político-institucional con la fuerza social suficiente para implementar un programa de progreso que ilusione a la mayoría de la sociedad y, especialmente, de los jóvenes. La estrategia no es funcional con los objetivos explícitos de la recuperación electoral e institucional.
La segunda opción, tímidamente señalada por los socialistas franceses, y apenas apuntada en las actuales deliberaciones preparatorias de su conferencia programática, tiene sus riesgos pero, sobre todo, ofrecería nuevas oportunidades. La principal objeción oficial por la que se desecha, es que solo podría conseguir apoyos minoritarios (ofreciendo el electorado centrista a manos de las derechas). Es un diagnóstico interesado e irreal, cuando está demostrado por múltiples encuestas de opinión, que la mayoría de la sociedad, en muchos casos en torno a dos tercios, se opone a los recortes sociolaborales, defiende el empleo decente, los derechos sociales y los servicios públicos,  exige más democracia y acción contra la corrupción, y está de acuerdo con las protestas sociales progresistas. Desde luego, supondría un giro programático y de actuación política y organizativa hacia la izquierda respecto de su gestión anterior y profundizar su talante democrático. Pero eso sería coherente con sus referencias de ‘centroizquierda’ y no le alejaría de la mayoría de gente progresista, sino que reforzaría sus vínculos con la mayoría de la sociedad. Dicho de otro modo, para aplicar una estrategia de ‘centro-izquierda’, más social y democrática, capaz de representar las opiniones progresistas de centro e integrar compromisos sociales con electorados de izquierda, la dirección socialista debe girar a la izquierda de su gestión gubernamental anterior, particularmente su política socioeconómica y laboral, percibida por amplios sectores como de ‘derechas’, y apostar por una regeneración democrática. Esa apuesta, siempre que sea seria y consiga suficiente credibilidad, es la más sólida para reencontrarse con su propia base social y electoral, ampliar sus apoyos y converger con otras fuerzas progresistas.
En conclusión, no está clara la resolución de los dilemas de la dirección socialista en un sentido que asegure un cambio institucional progresista e, incluso, que su nueva orientación les permita una renovación y ampliación de sus bases sociales y electorales. Sería una circunstancia perjudicial no solo para el propio partido socialista, sino para el conjunto de las fuerzas progresistas y las expectativas de cambio institucional a medio plazo. Implica la necesidad de un debate colectivo ante la expectativa de poder echar a la derecha y abrir un periodo progresista.