David Torres
Miguel Rellán, el borracho de Amanece que no es poco, se desdobla sin darse cuenta en un alter ego sobrio y el día de las elecciones van a votar los dos, uno dando tumbos y el otro duchado y recién peinado, aunque el sobrio advierte que el borracho tiene mejor gusto. Pocas veces se habrá visto un retrato más certero de esas dos Españas, una de las cuales iba a helarte el corazón. Sin embargo, el domingo José Luis Cuerda le enmendó la plana a Antonio Machado y no fue una de ellas, sino las dos (o las tres, ya puestos) las que nos pusieron las vísceras bajo cero.
Los expertos y futurólogos fracasaron una vez más porque olvidaron que debajo de cada ciudadano sobrio que entrevistan se esconde un borracho que vota más y mejor. En este olvido de la mentalidad esquizofrénica de la ciudadanía se ocultan muchos misterios y entresijos de una agitada jornada electoral donde los resultados escupieron a la cara a las encuestas a pie de urna, le metieron una paliza acojonante y luego se mearon encima. Ninguno de los sondeos alcanzó a prever el masoquismo irredento del votante tradicional ni el hecho de que Pdr Snchz, aunque ya cadáver, sigue gozando de excelente salud. Falta por saber en qué clase de no muerto ha desembocado: un zombi a dieta de cerebros, un vampiro de Cortefiel o un licántropo que en las noches electorales se convierte al socialismo. Sin embargo, como cadáver en pie y hacedor de milagros, aún tiene mucho que aprender de Mariano.
Quien no sólo ha resucitado al cuarto año de podredumbre, sino que se ha mostrado inmune a los sobres, los recortes, los trabalenguas, los Bárcenas, los saqueos del fondo de pensiones e incluso a un ministro del Interior en franco estado de descomposición. Con Mariano no sirven ni los chistes ni los ajos ni la cruda realidad y de los crucifijos mejor no hablamos. Harían bien sus rivales en desbloquear la investidura y dejarlo gobernar cuatro años en minoría, porque, caso de intentar una tercera vuelta, no sería extraño que terminara de absorber lo que queda del agente naranja y consiguiera otra mayoría absolutista.
El verdadero misterio, que va más allá de la aritmética clásica, es cómo la suma de IU más Podemos da un millón de votos menos. No obstante, este efecto inesperado de la adición ya venía implícito en el marxismo grouchiano del votante de izquierdas español, quien -como dije en su día- nunca aceptará pertenecer a un club donde lo admitan como miembro. A las razones psicológicas hay que añadir las meteorológicas, ya que, por desgracia, hacía un domingo demasiado bueno como para desperdiciarlo en las urnas. Entre el caviar soñado y el bocata de chorizo transversal, la izquierda exquisita ha preferido comer mierda cuatro años más. El único factor imprevisto que ha salvado a la conjunción morada de un completo desastre ha sido que el partido contra Italia caía en lunes, porque llega a jugarse el domingo a las seis de la tarde y no van a votar más que los ciegos guiados por las monjas. Es lo que tiene la roja.
Como decía el gran Rafael Alonso en Amanece que no es poco: “Hemos ganado los de siempre”. En cuanto al ministro del Interior, unos días monta en bicicleta y otros huele a lomo de ángel. Al final, igual que en la película, la Guardia Civil y la policía secreta vienen a ser lo mismo. Por algo en los libros de Faulkner siempre hay un tonto de pueblo por lo menos y en este pueblo es que hay verdadera devoción por Faulkner.