José María Mella
Miembro del Colectivo econoNuestra y Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid
La situación actual de profunda crisis necesita más que nunca un
debate a fondo para elaborar alternativas que se traduzcan en
movilización, organización y unificación política. Y, en efecto, el
título de este artículo es el mismo de un libro claro, conciso y breve
(94 páginas) (escrito por el Colectivo Novecento, coordinado por Víctor
Alonso Rocafort, ilustrado por las viñetas de Gonner y las fotografías a
pie de calle de Álvaro Minguito), que aporta apreciables elementos de
análisis y síntesis para la acción colectiva.
Me permitiría resumir esos elementos en tres: el “volantazo neoliberal”, la desigualdad socio-económica y la crisis política.
Los supuestos de dominio del capital financiero en detrimento del
capital productivo, la crisis de un sistema financiero “hipertrofiado”
por la exuberancia crediticia y la explosión inmobiliaria, la
socialización de pérdidas mediante los rescates y el aumento de la deuda
pública, la utilización del euro para ahondar las diferencias en las
bases productivas centro/periferia de Europa y el sobre-endeudamiento de
los países de la segunda (España, Portugal, Grecia, Italia e Irlanda)
respecto del primero (Alemania, sobre todo) constituyen una parte
fundamental del denominado “volantazo neoliberal”.
“Volantazo” que no estaría completo si no se añadieran la reducción
indiscriminada del gasto de las administraciones, la privatización de
los servicios públicos y las reformas laborales (basadas en facilitar el
despido, reducir los salarios e inhabilitar la negociación colectiva),
que conforman la agenda dominante de la política económica y utiliza la
crisis como coartada para imponer los intereses de unas élites
económicas minoritarias.
La economía española ha estado -y está cada vez más- caracterizada
por una evolución de las rentas del capital mucho más rápida que las
rentas del trabajo, la erosión de la capacidad redistributiva del Estado
tanto por el lado de los ingresos como de los gastos, la discriminación
de las mujeres ante el empleo y los salarios (sin olvidar el impacto
negativo sobre las mismas del desmantelamiento de servicios sociales
básicos: cierre de escuelas de 0 a 3 años, comedores escolares, abandono
de la ley de dependencia y de la conciliación trabajo-familia) y el
aumento brutal del desempleo. Características, todas ellas, que redundan
en el mismo efecto: el aumento de la desigualdad social y económica.
Esta desigualdad es la otra cara de una misma moneda: la
concentración del poder en manos de grupos oligárquicos que dominan las
decisiones públicas a través de sus “lobbies”, las “puertas giratorias”
que permiten el acceso desde los ministerios a las grandes empresas y
viceversa, las fuertes conexiones entre grandes propietarios/medios de
comunicación/y bancos y la adopción de decisiones antidemocráticas por
parte de la “troika” (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo
Monetario Internacional).
Además, la subordinación del Parlamento ante un Ejecutivo que
gobierna por decreto e incumple su propio programa electoral, la falta
de democracia y transparencia de los grandes partidos políticos, la
corrupción extendida e incesante, la pérdida de credibilidad de las
organizaciones sindicales y patronales, las restricciones de las
libertades democráticas, la intensificación de la represión policial y
la indiferencia hacia los intereses de los ciudadanos conducen a la
desafección de la política y a la llamada “crisis de régimen”.
Pero el Colectivo Novecento, contra viento y marea, reivindica la
política. Porque sabe que la política es el gobierno de la cosa pública,
porque no ignora que si no haces política te la hacen, porque es
consciente de que cuando se ataca la política hay que protegerla, porque
sin participación activa y representatividad ciudadana el ejercicio de
la política se deteriora y porque sin respeto por lo público y la
democracia económica, no se puede responder al interés común.
En definitiva, estamos ante un libro que defiende la “política, la
palabra, la crítica, el respeto y el compromiso para construir una
democracia”, extraordinariamente eficaz para “concienciar” (como
decíamos los jóvenes de mi generación refiriéndonos al proceso por el
que una persona asume los principios democráticos) a los sujetos
sociales de los cambios profundos de carácter constituyente que necesita
España y Europa, y avanzar en la organización política que permita
transformar la correlación de fuerzas vigente en favor de los intereses
de las grandes mayorías de esta sociedad.
*Este artículo fue publicado en Faro de Vigo el 23/06/2013