Al parecer, el presidente del
Gobierno pretende que los ciudadanos descarten, sin más análisis, el
cúmulo de pruebas sobre la corrupción rampante en el seno del Partido
Popular, sólo porque él proclama: “Es falso”. Él, que ha incumplido
todas y cada una de sus promesas electorales; que ha negado la evidencia
del rescate bancario llamándolo “línea de crédito sin condiciones”; que
ha subido los impuestos, bajado las pensiones, financiado a la banca
con dinero público y creado el banco malo; que ha recortado salarios,
sanidad, educación, investigación, derechos civiles… y multiplicado el
paro, la recesión y las desigualdades, cuando había dicho profesar todo
lo contrario. Y ahora, con esos antecedentes, quiere que demos por buena
su palabra, incluso cuando niega la evidencia.
Su alocución ante la cúpula del PP –incontestable, porque se negó a
dar la cara ante la prensa– calificó como “la sombra de la sombra de un
indicio manipulado” lo que en realidad son (y a la vista de todos están)
cientos de anotaciones manuscritas, de puño y letra del, primero,
gerente y, después, tesorero del partido, transcritas a lo largo de años
y coincidentes con la documentación incautada a la trama Gürtel, y
hasta confirmadas por varios de los allí citados. No sólo peritos
calígrafos han certificado que Luis Bárcenas es el autor de esos
asientos contables, sino que ni él mismo se ha atrevido a negarlo y ha
aducido puerilmente que, al tratarse de fotocopias, esos “papeles”
podrían haber sido falseados.
Esa es otra afirmación, compartida por Mariano Rajoy en su discurso,
con la que nos están tomando por idiotas. ¿En qué mente sensata cabe
pensar que todo ese material manuscrito es una mera falsificación?
¿Cuántos falsificadores profesionales, o cuánto tiempo uno solo, habría
que haber dedicado a crear ese enorme cuerpo de datos? O, si no, ¿cómo
se habría podido imitar perfectamente la caligrafía de Bárcenas, para ir
introduciendo los nombres de los dirigentes del PP en un listado del
tesorero en el que no figurasen originalmente?
Definir esos documentos como “papeles apócrifos”, y aseverar que esas
“notas sin que se sepa de dónde salen” únicamente “dan pie a toda clase
de infundios”, es despreciar la capacidad deductiva de todos los
españoles. Insistir en que todo ello sólo responde a las oscuras
intenciones de alguien que “manipula los datos y los filtra
dosificadamente” constituye un insulto a la inteligencia de cualquiera
que haya estudiado mínimamente los entresijos del mayor escándalo de
corrupción que haya conocido España: la trama Gürtel del PP y los casos
Nóos y Palma Arena, indirectamente relacionados por vía de los gobiernos
de Camps y de Matas.
Porque en este clarísimo escándalo de corrupción masiva, fundamentado
en el pago generalizado de comisiones y donaciones, convertidas en
dinero negro para políticos o en financiación irregular del partido (tal
como figura en los distintos sumarios judiciales en avanzado estado de
instrucción), están imputados o implicados decenas de concejales,
parlamentarios, altos cargos, dirigentes nacionales, consejeros
autonómicos y ahora hasta ministros del Gobierno central, todos ellos de
un mismo partido y en complejos entramados de defraudación de los
fondos públicos en Madrid, Valencia, Baleares, Galicia, Castilla y León…
es decir, en casi todas y cada una de las administraciones en las que
el PP ha ostentado el poder.
Aznar repetía una y otra vez: “El PP es incompatible con la
corrupción”. Mientras tanto, en el interior del partido su
gerente/tesorero acumulaba en Suiza una fortuna de más de 22 millones de
euros; las arcas engrosaban con grandes donaciones anónimas que
resultaban proceder de empresas constructoras a las que luego los
gobernantes adjudicaban lucrativos contratos públicos, y desde una
caja B
se iban abonando a los ya bien remunerados dirigentes pagos de
sobresueldos que a menudo superaban el salario medio de los españoles.
Todo ello, presuntamente, claro. Pero los políticos conservadores hace
ya tiempo que han estirado hasta más allá del límite de lo verosímil
todas las garantías jurídicas de presunción de inocencia.
Ante semejante cúmulo de pruebas físicas y circunstanciales, el
presidente del Gobierno sólo nos ofrece –supuestamente, “para que
resplandezca la verdad”– difundir las declaraciones de la renta y del
patrimonio, y una auditoría interna en la que la actual tesorera del
partido no ha logrado encontrar ninguno de los papeles que se llevó su
antecesor… quizá se los tenía que haber pedido a él, ¿no?
A estas alturas, la oferta de Rajoy para lavar su imagen y la del
partido en el poder parece una broma de mal gusto. Para empezar, sus
declaraciones fiscales ya son públicas (desde 2011) en la web del
Congreso. Pero, sobre todo, ¿pretende demostrar la inexistencia de pagos
y cobros en dinero negro por el hecho de que no se declarasen a
Hacienda? ¡Es que si se hubieran declarado ya no sería dinero negro!
Pretende probar su inocencia con el más burdo de los sofismas: como no
hemos declarado nada ilegal, no existe nada ilegal. ¿Quiere que nos
traguemos la premisa de que lo que no se declara, no existe?
¿Qué decir de la fortuna de Bárcenas en paraísos fiscales? Por
cierto, lavada en gran parte gracias a la generosísima amnistía fiscal
concedida por su Gobierno a los defraudadores, mientras multiplica la
presión fiscal sobre los contribuyentes cumplidores. Por cierto,
“regularización” que negó rotundamente el ministro de Hacienda sólo
horas antes de que la confirmasen los abogados del propio interesado.
¿Cómo vamos a creerles, después de tantas mentiras?
Según Rajoy, la “cuenta particular de un banco suizo” con 22 millones
de euros “no tiene nada que ver con el Partido Popular, pero se
atribuyó intencionadamente al PP. ¿Por qué?” Ésa sí que es una pregunta
fácil de responder: porque la abrió allí el que estuvo al frente de la
tesorería del PP durante veinte años, la nutrió con esa fortuna durante
su gestión de los fondos del PP, y efectuó con ella operaciones a todas
luces sospechosas como la de retirar un total de 8,5 millones de euros
justo en los momentos en que él administraba los gastos de la campaña
electoral de Rajoy en 2008.
¿Cuál es la réplica del presidente a tan diáfanos argumentos? “
Ahora las infamias se disfrazan de presuntas”. (En cursiva en el original)
Vamos, que “llegó la Policía al supuesto lugar del crimen y halló el
presunto cadáver”, como escribió hace muchos años una temerosa redactora
de sucesos que tenía a mi cargo.
Al PP ya sólo le queda amenazar a la prensa con llevarla a los
tribunales, como si no tuvieran ya bastante trabajo los jueces
investigando los tejemanejes de los dirigentes de ese partido. Y la que
más insiste en que hay que querellarse contra los periódicos que revelan
esos chanchullos es la presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre.
Qué pronto se ha olvidado de que empresarios como el hoy encarcelado
Díaz-Ferrán donaron 800.000 euros a su formación en las vísperas de las
campañas electorales de 2003 y 2004; que los emplearon en pagar actos a
empresas de la trama Gürtel, y que
después adjudicó desde el Gobierno de Madrid más de 200 contratos
(por valor de 300 millones de euros) a seis de las empresas que tan
generosamente habían financiado su llegada al poder… gracias a otro
escándalo, el del
tamayazo.
¿Tras esos precedentes, cómo quiere Rajoy que le creamos ahora cuando niega la mayor?
Señor presidente: no nos tome por tontos, por favor.
Carlos Enrique Bayo