dimarts, 5 de març del 2013
Stéphane Hessel, dicen, era un republicano español
Saliendo esta mañana de un hospital
público de gestión privada, me encuentro a un viejito vestido con ropa
de enfermo. Es extraño. Está nevando. Mira los copos como si estuviera
contando estrellas. Silba, sentado en un banco, luego deja de narrar la
melodía y fuma de un cigarro como si le fuera en ello la suerte a los
300 de las Termópilas. Bebe, sin culpa de herido, de una lata de
cerveza. Otras dos vacías reposan derrotadas entre los travesaños del
asiento. Un periódico hecho un amasijo inútil de hojas arrugadas cuida
el sueño de las cervezas. Sonríe con cara pícara. Le miro, devolviéndole
la sonrisa, alegre por su irreverencia y me sorprende diciéndome:
“-Espero que no le hayan dado cita para dentro de seis meses. Dentro de
seis meses, todos muertos-”. Me paro divertido y le digo:
-”¡Keynes!”-recordando la frases del economista inglés que intranquilizo
al padre de los neocon. -”Tranquilo abuelo, que venía solo de visita.
¿Y usted? ¿No hace mucho frío para estar aquí afuera?-”.
El viejito, pega un sorbo a la cerveza y me dice: “-Qué más da. Frío, calor… Los telediarios nos dicen lo que quieren que creamos. Y yo me he cansado de las mentiras. Los viejos les sobramos a estos fascistas. Ya no visten de azul pero son los mismos. Los hijos, los nietos, las queridas. La familia de los del 36. Así que prefiero morirme de frío aquí afuera que de abandono ahí dentro. ¡Dita Que los parió!- luego se queda pensando como suyo no estuviera ahí, como si algo poderoso lo convocara. Pasado un minuto, sigue: “-Además, hoy se ha muerto Manuel. Me voy con él. Con Manuel. Maldita sea… ¡Cuántos tiros pegamos en el frente del Ebro! Éramos unos críos, ¡Pero teníamos lo que hay que tener! Luego… Bah, luego todo se jodió. Si pierdes una guerra, estás jodido. A Manuel le traicionaron todos. Bueno, a todos nosotros nos traicionaron todos. Yo me tuve que aguantar, pero él dijo que no le iban a torcer el brazo. Era muy suyo. Y quería olvidar de este país de mierda. Se cambió el nombre. Fíjate cómo es la vida. Luego se hizo famoso. Y hoy, que he decidido morirme, sale en los periódicos. Stéphane Hessel. Manuel, mi amigo, mi hermano-“.
Mi sorpresa empieza a crecer. -¿Stéphane Hessel era español?-. Y el viejito, escupiendo sobre el césped, con la cabeza doblada, dice: “-Más que el gazpacho cargado de ajo, más que Picasso tocándole el culo a su novia francesa, más que el Quijote, más que Max Estrella muriéndose de frío. Pero este sigue siendo un país de cabreros. Tan ingrato… ¿Tú crees que lo habrían celebrado así si supieran que era de Albacete? En Francia, bueno. O no. Pero aquí… Stéphane era muy listo. No puedes ser de un país que ha perdido una guerra. Manuel era de La Nueve. Liberamos París. Allí nos respetan. Liberar París de los franceses colaboracionistas te hacía un héroe en Francia. En España te hacía una mierda”.
Mi perplejidad enfriaba la nieve. Muchas cosas encajaban. Eran republicanos españoles los que entraron con “La Nueve” en los primeros tanques que liberaron París con el general Lecrec. ¡Hessel uno de ellos! ¡Ahí estaba su gloria! Habían perdido la guerra contra el fascismo en España y entendieron que la pelea continuaba en Francia. Hitler, Franco, Mussolini. Caimanes del mismo pozo. Aún recuerdo cuando los indignados, que escogieron el libro de Hessel como referencia, hicieron quitar banderas republicanas de la Puerta del Sol en los comienzos del 15M. Esos jóvenes, con la memoria hurtada, adoraban a Stéphane y despreciaban a Manuel. Quién los había engañado… ¿Modélica unaTransición que había mentido sobre esas cosas?
De regreso a casa, escucho la radio. Todas las emisoras coinciden: bendito Stéphane Hessel. Un antifascista. Suena bien. Como en Casablanca. Manuel. Un antifascista. Primero contra Franco. Luego, contra Hitler y Mussolini. ¿Un antifranquista? Stéphane hoy es mencionado en todos los telediarios. Manuel… Los Manuel, las Rosa, los Miguel, los Pedro, las Fuencisla siguen muriéndose todos los días en silencio. Muere hoy también una artista del teatro. Su pasado enmudece cualquier recuerdo. ¿Para qué mencionar que el mundo de los versos luchó contra la dictadura? Luego, el Ministro Wert diría que los artistas faltan al respeto a las instituciones. Los cómicos, pasados por las armas por el dictador desde el primer momento.
Quiero saber si el abuelo me está diciendo la verdad. Quiero seguir hablando con él. Pero han llegado dos tipos de una contrata de seguridad y se lo llevan adentro a la fuerza. Uno de ellos le espeta: “¡no joda viejo, que si se muere aquí afuera mete en un jaleo a la contrata!”.
Me mira el abuelo y me grita mientras lo llevan flaquito en volandas: -”¡si te vas a tener que ir de España tú también llévate a los malos por delante! ¡Siempre les sobramos medio país! ¡Acuérdate de Manuel! ¡Que no os roben a vosotros también el nombre!”-. Paralizado bajo la nieve un destello me pregunta: “¿Por qué la II República sigue floreciendo en cualquier parte menos dentro de su casa?”. Meten al abuelo dentro del hospital privatizado. Le arrancan de un manotazo la lata de cerveza. Noto hervir la nieve. El aire frío me agarra por los hombros: ¿los de la Gürtel nos van a volver a robar la memoria? Y entiendo que da lo mismo que Hessel sea o no Manuel. Que Manuel sea o no sea Hessel. La herida está en los miles de Manueles silenciados, en las miles de Manuelas silenciadas. El legado que los gobiernos de la “democracia” nos entrega. Hombres y mujeres que adelantaron nuestra rabia. Olvidados.Sin homenaje. Transición inmaculada.
El viejito, pega un sorbo a la cerveza y me dice: “-Qué más da. Frío, calor… Los telediarios nos dicen lo que quieren que creamos. Y yo me he cansado de las mentiras. Los viejos les sobramos a estos fascistas. Ya no visten de azul pero son los mismos. Los hijos, los nietos, las queridas. La familia de los del 36. Así que prefiero morirme de frío aquí afuera que de abandono ahí dentro. ¡Dita Que los parió!- luego se queda pensando como suyo no estuviera ahí, como si algo poderoso lo convocara. Pasado un minuto, sigue: “-Además, hoy se ha muerto Manuel. Me voy con él. Con Manuel. Maldita sea… ¡Cuántos tiros pegamos en el frente del Ebro! Éramos unos críos, ¡Pero teníamos lo que hay que tener! Luego… Bah, luego todo se jodió. Si pierdes una guerra, estás jodido. A Manuel le traicionaron todos. Bueno, a todos nosotros nos traicionaron todos. Yo me tuve que aguantar, pero él dijo que no le iban a torcer el brazo. Era muy suyo. Y quería olvidar de este país de mierda. Se cambió el nombre. Fíjate cómo es la vida. Luego se hizo famoso. Y hoy, que he decidido morirme, sale en los periódicos. Stéphane Hessel. Manuel, mi amigo, mi hermano-“.
Mi sorpresa empieza a crecer. -¿Stéphane Hessel era español?-. Y el viejito, escupiendo sobre el césped, con la cabeza doblada, dice: “-Más que el gazpacho cargado de ajo, más que Picasso tocándole el culo a su novia francesa, más que el Quijote, más que Max Estrella muriéndose de frío. Pero este sigue siendo un país de cabreros. Tan ingrato… ¿Tú crees que lo habrían celebrado así si supieran que era de Albacete? En Francia, bueno. O no. Pero aquí… Stéphane era muy listo. No puedes ser de un país que ha perdido una guerra. Manuel era de La Nueve. Liberamos París. Allí nos respetan. Liberar París de los franceses colaboracionistas te hacía un héroe en Francia. En España te hacía una mierda”.
Mi perplejidad enfriaba la nieve. Muchas cosas encajaban. Eran republicanos españoles los que entraron con “La Nueve” en los primeros tanques que liberaron París con el general Lecrec. ¡Hessel uno de ellos! ¡Ahí estaba su gloria! Habían perdido la guerra contra el fascismo en España y entendieron que la pelea continuaba en Francia. Hitler, Franco, Mussolini. Caimanes del mismo pozo. Aún recuerdo cuando los indignados, que escogieron el libro de Hessel como referencia, hicieron quitar banderas republicanas de la Puerta del Sol en los comienzos del 15M. Esos jóvenes, con la memoria hurtada, adoraban a Stéphane y despreciaban a Manuel. Quién los había engañado… ¿Modélica unaTransición que había mentido sobre esas cosas?
De regreso a casa, escucho la radio. Todas las emisoras coinciden: bendito Stéphane Hessel. Un antifascista. Suena bien. Como en Casablanca. Manuel. Un antifascista. Primero contra Franco. Luego, contra Hitler y Mussolini. ¿Un antifranquista? Stéphane hoy es mencionado en todos los telediarios. Manuel… Los Manuel, las Rosa, los Miguel, los Pedro, las Fuencisla siguen muriéndose todos los días en silencio. Muere hoy también una artista del teatro. Su pasado enmudece cualquier recuerdo. ¿Para qué mencionar que el mundo de los versos luchó contra la dictadura? Luego, el Ministro Wert diría que los artistas faltan al respeto a las instituciones. Los cómicos, pasados por las armas por el dictador desde el primer momento.
Quiero saber si el abuelo me está diciendo la verdad. Quiero seguir hablando con él. Pero han llegado dos tipos de una contrata de seguridad y se lo llevan adentro a la fuerza. Uno de ellos le espeta: “¡no joda viejo, que si se muere aquí afuera mete en un jaleo a la contrata!”.
Me mira el abuelo y me grita mientras lo llevan flaquito en volandas: -”¡si te vas a tener que ir de España tú también llévate a los malos por delante! ¡Siempre les sobramos medio país! ¡Acuérdate de Manuel! ¡Que no os roben a vosotros también el nombre!”-. Paralizado bajo la nieve un destello me pregunta: “¿Por qué la II República sigue floreciendo en cualquier parte menos dentro de su casa?”. Meten al abuelo dentro del hospital privatizado. Le arrancan de un manotazo la lata de cerveza. Noto hervir la nieve. El aire frío me agarra por los hombros: ¿los de la Gürtel nos van a volver a robar la memoria? Y entiendo que da lo mismo que Hessel sea o no Manuel. Que Manuel sea o no sea Hessel. La herida está en los miles de Manueles silenciados, en las miles de Manuelas silenciadas. El legado que los gobiernos de la “democracia” nos entrega. Hombres y mujeres que adelantaron nuestra rabia. Olvidados.Sin homenaje. Transición inmaculada.
Juan Carlos Monedero
dilluns, 4 de març del 2013
TÁCTICA DE ROMANONES
L'altre dia em va arribar el següent text:
Es antológica la anécdota protagonizada por don Alvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones. Este caballero fue elegido diputado ininterrumpidamente por la circunscripción de Guadalajara desde 1891 a 1923 en las listas del Partido Liberal. Y el secreto de sus reiterados triunfos electorales era una habilidosa combinación de caciquismo y clientelismo hasta el punto de hacer de la provincia alcarreña su verdadero feudo.
En cierta ocasión, don Antonio Maura, que llegaría años después a ser jefe del Partido Conservador y Presidente del Consejo de Ministros en varias ocasiones, decidió disputar el escaño al jabonoso conde. Se presentó en Guadalajara y allí se le informó de que tendría muy complicada la cosa pues el Conde de Romanones ofrecía a cada elector 2 pesetas por voto y que eso había generado un tejido cautivo muy difícil de rasgar.
- Muy bien, dijo Maura. Si Romanones paga el voto a 2 pesetas, yo lo pagaré a 3.
Y, dicho y hecho, Maura empezó a comprar los votos a 3 pesetas.
Pasados unos días Romanones llegó a Guadalajara, como siempre, a repetir la jugada. Pero cuando hubo llegado se le informó que ese año lo tendría realmente difícil puesto que Maura se le había adelantado y además había ofrecido 3 pesetas por voto. Entonces Romanones no vaciló. Fue localizando a los electores que habían sido tentados por Maura y, uno por uno, les iba diciendo:
- Toma un duro y dame las tres pesetas (que habían previamente recibido de Maura).
El resultado lo pueden imaginar: Romanones arrasó, los electores se embolsaron cada uno un duro (cinco pesetas) y a Romanones los votos le costaron a dos, como de costumbre.
Es antológica la anécdota protagonizada por don Alvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones. Este caballero fue elegido diputado ininterrumpidamente por la circunscripción de Guadalajara desde 1891 a 1923 en las listas del Partido Liberal. Y el secreto de sus reiterados triunfos electorales era una habilidosa combinación de caciquismo y clientelismo hasta el punto de hacer de la provincia alcarreña su verdadero feudo.
En cierta ocasión, don Antonio Maura, que llegaría años después a ser jefe del Partido Conservador y Presidente del Consejo de Ministros en varias ocasiones, decidió disputar el escaño al jabonoso conde. Se presentó en Guadalajara y allí se le informó de que tendría muy complicada la cosa pues el Conde de Romanones ofrecía a cada elector 2 pesetas por voto y que eso había generado un tejido cautivo muy difícil de rasgar.
- Muy bien, dijo Maura. Si Romanones paga el voto a 2 pesetas, yo lo pagaré a 3.
Y, dicho y hecho, Maura empezó a comprar los votos a 3 pesetas.
Pasados unos días Romanones llegó a Guadalajara, como siempre, a repetir la jugada. Pero cuando hubo llegado se le informó que ese año lo tendría realmente difícil puesto que Maura se le había adelantado y además había ofrecido 3 pesetas por voto. Entonces Romanones no vaciló. Fue localizando a los electores que habían sido tentados por Maura y, uno por uno, les iba diciendo:
- Toma un duro y dame las tres pesetas (que habían previamente recibido de Maura).
El resultado lo pueden imaginar: Romanones arrasó, los electores se embolsaron cada uno un duro (cinco pesetas) y a Romanones los votos le costaron a dos, como de costumbre.
Aquesta mena de testes sempre em donen que
pensar, sobre tot quan es parla de caciquisme
i de compra de vots.
Actualment de caciquisme en segueix existint.
Potser no de la mateixa manera que durant els segle XIX i principis del XX on
la majoria de la gent del poble eren analfabets i s’havien criat en ambients
rurals sota la tutela de l’amo.
La II República va tenir mola part de culpa a
l’hora d’alfabetitzar els xiquets i xiquetes, encara que, desgraciadament,
tenien que abandonar l’escola abans d’hora per a poder ajudar els seus pares i
mirar així de sortir de la misèria de la postguerra espanyola.
Durant la dictadura, encara que els cacics
locals seguien existint, sobre tot aquells que portaven la camisa blava i l’aranya
a l’alçada del cor, el cert és que no necessitaven compra vots, ja que no es
feien pràcticament eleccions i quan es votava alguna cosa, solia estar tan
amanyada que no calia pressionar els ciutadans de cap forma.
Però el restabliment de la democràcia va
comportar el naixement de nous cacics. Ara ja no havien de ser, necessàriament
els terratinents del poble, ni molt menys els que posseïen un títol nobiliari
con el comte de Romanones, ja que la política actual ha portat molts pocs
nobles a les cambres de representació. Ara són els nous rics, el qui, la
majoria de les vegades han fet fortuna gràcies a la política, ja sigui de
manera directa o indirecta, es a dir, els que s’han beneficiat del càrrec a
base de xanxullos sovint relacionats
amb l’especulació immobiliària o d’altres negocis foscos.
Els cas més extrem que conec va ser el d’una
parella que van vendre el seu vot per 5.000 pessetes, allà pels principis dels
anys 90; però quants n’hi ha que el venen per un lloc de treball o bé per a
conservar-lo. Sovint tota la família vota al cacic local que els hi dóna de
menjar de la seva pròpia ma. Avui te’n
dono, demà te’l prenc...
Si amo; gràcies amo, a les seves ordres amo...
Fins que no ens traurem de sobre aquesta xacra
no podrem dir que vivim en una autèntica democràcia. Trist!
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