divendres, 5 d’abril del 2013
EL FINANÇAMENT CORRECTE
Va dir ahir el Ministre Montoro que Catalunya
mereixia un finançament correcte. Però, què hauríem d’entendre per finançament
correcte?
Un finançament
correcte hauria de ser aquell que permetés a la Generalitat de Catalunya
cobrir totes les necessitats dels seus ciutadans i permetre créixer el país
dintre dels paràmetres adequats.
A l’hora
de parlar de finançament, des del meu punt de vista hi ha dos factors
importants que condicionen (o haurien de condicionar) l’import total de els
transferències Estat-Generalitat:
1.
Les competències de l’estat traspassades al
llarg dels anys.
Ara per
ara, la Generalitat de Catalunya forma part de l’estructura de l’estat
espanyol, per tant, en totes aquelles competències que té assumides, ha de suplir
a l’estat a l’hora d’administrar, educar, curar, invertir, protegir, etc. Per
tant, per a que tot aquest sistema funcioni, el govern d’Espanya no hauria de
dedicar ni un euro menys que els que se suposa li constaria e ell mantenir la
mateixa estructura. Però un dels errors més sovint comesos ha estat transferir
competències sense haver quantificat i dotat el muntant total per a cobrir la
despesa. Si això s’hagués fet així, la Generalitat no hauria d’haver patit
problemes de finançament i no caldria d’estar revisant el sistema cada dos per
tres.
2.
L’actual conjuntura econòmica de crisi.
S’ha de
ser conscient que, desgraciadament, en aquesta època de retallades
generalitzades que ens toca viure, la Generalitat ha de retallar seguint els
indicacions de l’estat central que, a la vegada, està supeditat a les ordres
que rep d’Europa. Per tant, en aquest cas, l’import del finançament hauria de
fluctuar atenen a diverses variables, entre elles, les que han de permetre
reduir el deute públic dintre dels límits fixats.
En aquest
segon punt s’hi podrà estar d’acord o no, però com es diu col·loquialment, és
el que hi ha. Estar clar que el sistema de finançament podria millor
substancialment apropant-lo al màxim al concert econòmic que tenen les
comunitats forals del País Basc i Navarra, es a dir, permetent que l’Agència
Tributària Catalana pugui recaptar tots els impostos (estatals, autonòmics i
transferits) i després liquidar amb el govern central la diferència positiva
resultat.
Hay que cargarse a Ada Colau
Juan José Téllez
España entera es un escrache. Los harekrishna del neoliberalismo aprovechan la rendija de los televisores para colarse en nuestras salitas de estar con pegatinas del déficit cero y el conocido mantra de “habéis vivido por encima de vuestras posibilidades”, mientras parece ser que la herencia millonaria del Rey también veranea en Suiza.
La muchachada antidesahucios increpa a los representantes de la soberanía popular cuando desayunan en la tasca de la esquina, con la misma querencia que los candidatos daban la brasa al pueblo soberano visitando sus bares y plazas de abastos, entre octavillas del vótame, vótame mucho y cartelitos de verás que guay soy o yo he nacido para resolver tus problemas o, en todo caso, para creártelos.
En el español de mi barrio, eso del escrache, ese palabro tan lunfardo, tan inglés, tan genovés, debe significar lo mismo que meterle una bulla a alguien. Y surgió en Argentina y en Uruguay para avergonzar en público a quienes permitieron que, durante las dictaduras, se torturase en privado. Claro que algunos contertulios identifican dicho movimiento con sus antípodas, con la noche de los cuchillos largos; con la misma propiedad que el obispo de San Sebastián califica al aborto como un holocausto silencioso. Está visto que en España no sólo Toni Cantó se gana la vida con las ocurrencias. Al menos, él no sale del twitter o de los guateques del tea party de UPyD.
Escucho en un viejo microsurco aquella canción portuguesa de Luis Cilia: Contra la idea de violencia, la violencia de la idea. Mejor un alegato que una bronca, un grito que un insulto, un discurso que unos brazos cruzados. Vale que no sea demasiado edificante que unos cuantos indignados se planten ante la casa de un alcalde o en el despacho de cualquier señoría y empiecen a seguirlos para que devuelvan la confianza perdida, su vara de mando o su escaño, aunque sea mediante dación en pago. Pero a fin de cuentas es lo mismo que hace el cobrador del frac y no recuerdo haber leído ninguna columna de prensa comparando a tan pintoresca organización con la kale borroka. Debe ser que el pensamiento único también protege a los profesionales frente a los aficionados. Ocurre con los piquetes informativos que montan los sindicatos en día de huelga: la opinión pública y la opinión publicada les ponen a parir de un burro, pero nadie dice ni pío sobre la presión de los empresarios –muy eficaz y con certificado de calidad– que intentan llenar de silicona la cerradura de los cerebros, con tal de que sus trabajadores no secunden los paros a riesgo de terminar parados.
Ay, barroco mío, con el corazón eternamente helado entre el juez Ruz y el juez Gómez Bermúdez, donde los presidentes sólo existen en las pantallas de plasma y la oposición parlamentaria debe haber quedado aislada por la lluvia a cántaros de la mayoría absolutista. En el país de Luis Barcenas y de Francisco Javier Guerrero, del caso Noos y de Bankia, la consigna parece ser la de que hay que cargarse a Ada Colau, la Pasionaria contra los desahucios, como le llaman sus fieles. La demagoga, como repiten al unísono, entre piropos más rotundos, la división acorazada de la gente de orden. Sus detractores incluso han llegado a compararla, tanto a ella como a Stop Desahucios, con el entorno de ETA porque usa las mismas prácticas de acoso de los batasunos de antaño, que sería lo mismo que asegurar que todas las manifestaciones son iguales o que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo es una especie de herriko taberna si confirma finalmente su fallo en contra de la doctrina Parot.
Probablemente, Ada Colau no sea Santa Rita, patrona de lo imposible, ni Agustina de Aragón ni Mariana Pineda. Pero no nos ha birlado la cartera como los bancos ni hasta ahora nos ha suprimido o congelado los derechos, como la Unión Europea y buena parte de nuestros gobiernos. Y el mayor escrache de este país lo está sufriendo ella por parte de quienes no sólo callan sino que aplauden o justifican que haya familias, sin Constitución que le ampare, expulsadas de una casa que tienen que seguir pagando a no ser que pasen a la clandestinidad de la economía sumergida.
Ahora que quieren examinar de España a los inmigrantes, habríamos de preguntar dónde tenemos que examinarnos para que nos borren de esa España que ensalza al poderoso y criminaliza al vulnerable. Hay que desconfiar de Ada Colau, que algo oculta, nos dicen. Cuando realmente los diputados y senadores que forman parte de la Plataforma de Afectados por el Olvido de Promesas quieren buscarse una coartada para votar en contra de la Iniciativa Legislativa Popular que pretende acabar con la sangría de los desahucios en esta nación de sincurros y sintechos.
Es tan burdo todo que seguramente le saldrá bien al poder. En el fresco de la sociedad de hoy, siempre juega a su favor el trazo grueso. Hay que desactivar a esa muchacha y a su Plataforma de Afectados por la Hipoteca, antes de que acabe desactivando a nuestra Ley Hipotecaria. O, lo que es peor, que su aparente búsqueda de la justicia sea una enfermedad contagiosa y termine extendiéndose a otras plataformas de afectados. Por los recortes en educación y en salud, por los recortes salariales o los recortes de derechos. Cabe recordar que las Adas siempre le ganaron la partida a las madrastras. En un país lleno de Adas Colau, no harían falta los escraches porque los representantes populares sabrían perfectamente a quienes representarían. A los ciudadanos que les pagan con sus impuestos y con sus votos. Y no a los lobbys de quienes les manejan –a ellos y a nosotros—como marionetas de un retablillo en decadencia, que va quedándose definitivamente sin público, como títeres rotos de la dignidad y la vergüenza.
España entera es un escrache. Los harekrishna del neoliberalismo aprovechan la rendija de los televisores para colarse en nuestras salitas de estar con pegatinas del déficit cero y el conocido mantra de “habéis vivido por encima de vuestras posibilidades”, mientras parece ser que la herencia millonaria del Rey también veranea en Suiza.
La muchachada antidesahucios increpa a los representantes de la soberanía popular cuando desayunan en la tasca de la esquina, con la misma querencia que los candidatos daban la brasa al pueblo soberano visitando sus bares y plazas de abastos, entre octavillas del vótame, vótame mucho y cartelitos de verás que guay soy o yo he nacido para resolver tus problemas o, en todo caso, para creártelos.
En el español de mi barrio, eso del escrache, ese palabro tan lunfardo, tan inglés, tan genovés, debe significar lo mismo que meterle una bulla a alguien. Y surgió en Argentina y en Uruguay para avergonzar en público a quienes permitieron que, durante las dictaduras, se torturase en privado. Claro que algunos contertulios identifican dicho movimiento con sus antípodas, con la noche de los cuchillos largos; con la misma propiedad que el obispo de San Sebastián califica al aborto como un holocausto silencioso. Está visto que en España no sólo Toni Cantó se gana la vida con las ocurrencias. Al menos, él no sale del twitter o de los guateques del tea party de UPyD.
Escucho en un viejo microsurco aquella canción portuguesa de Luis Cilia: Contra la idea de violencia, la violencia de la idea. Mejor un alegato que una bronca, un grito que un insulto, un discurso que unos brazos cruzados. Vale que no sea demasiado edificante que unos cuantos indignados se planten ante la casa de un alcalde o en el despacho de cualquier señoría y empiecen a seguirlos para que devuelvan la confianza perdida, su vara de mando o su escaño, aunque sea mediante dación en pago. Pero a fin de cuentas es lo mismo que hace el cobrador del frac y no recuerdo haber leído ninguna columna de prensa comparando a tan pintoresca organización con la kale borroka. Debe ser que el pensamiento único también protege a los profesionales frente a los aficionados. Ocurre con los piquetes informativos que montan los sindicatos en día de huelga: la opinión pública y la opinión publicada les ponen a parir de un burro, pero nadie dice ni pío sobre la presión de los empresarios –muy eficaz y con certificado de calidad– que intentan llenar de silicona la cerradura de los cerebros, con tal de que sus trabajadores no secunden los paros a riesgo de terminar parados.
Ay, barroco mío, con el corazón eternamente helado entre el juez Ruz y el juez Gómez Bermúdez, donde los presidentes sólo existen en las pantallas de plasma y la oposición parlamentaria debe haber quedado aislada por la lluvia a cántaros de la mayoría absolutista. En el país de Luis Barcenas y de Francisco Javier Guerrero, del caso Noos y de Bankia, la consigna parece ser la de que hay que cargarse a Ada Colau, la Pasionaria contra los desahucios, como le llaman sus fieles. La demagoga, como repiten al unísono, entre piropos más rotundos, la división acorazada de la gente de orden. Sus detractores incluso han llegado a compararla, tanto a ella como a Stop Desahucios, con el entorno de ETA porque usa las mismas prácticas de acoso de los batasunos de antaño, que sería lo mismo que asegurar que todas las manifestaciones son iguales o que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo es una especie de herriko taberna si confirma finalmente su fallo en contra de la doctrina Parot.
Probablemente, Ada Colau no sea Santa Rita, patrona de lo imposible, ni Agustina de Aragón ni Mariana Pineda. Pero no nos ha birlado la cartera como los bancos ni hasta ahora nos ha suprimido o congelado los derechos, como la Unión Europea y buena parte de nuestros gobiernos. Y el mayor escrache de este país lo está sufriendo ella por parte de quienes no sólo callan sino que aplauden o justifican que haya familias, sin Constitución que le ampare, expulsadas de una casa que tienen que seguir pagando a no ser que pasen a la clandestinidad de la economía sumergida.
Ahora que quieren examinar de España a los inmigrantes, habríamos de preguntar dónde tenemos que examinarnos para que nos borren de esa España que ensalza al poderoso y criminaliza al vulnerable. Hay que desconfiar de Ada Colau, que algo oculta, nos dicen. Cuando realmente los diputados y senadores que forman parte de la Plataforma de Afectados por el Olvido de Promesas quieren buscarse una coartada para votar en contra de la Iniciativa Legislativa Popular que pretende acabar con la sangría de los desahucios en esta nación de sincurros y sintechos.
Es tan burdo todo que seguramente le saldrá bien al poder. En el fresco de la sociedad de hoy, siempre juega a su favor el trazo grueso. Hay que desactivar a esa muchacha y a su Plataforma de Afectados por la Hipoteca, antes de que acabe desactivando a nuestra Ley Hipotecaria. O, lo que es peor, que su aparente búsqueda de la justicia sea una enfermedad contagiosa y termine extendiéndose a otras plataformas de afectados. Por los recortes en educación y en salud, por los recortes salariales o los recortes de derechos. Cabe recordar que las Adas siempre le ganaron la partida a las madrastras. En un país lleno de Adas Colau, no harían falta los escraches porque los representantes populares sabrían perfectamente a quienes representarían. A los ciudadanos que les pagan con sus impuestos y con sus votos. Y no a los lobbys de quienes les manejan –a ellos y a nosotros—como marionetas de un retablillo en decadencia, que va quedándose definitivamente sin público, como títeres rotos de la dignidad y la vergüenza.
dijous, 4 d’abril del 2013
NI ÈTICA, NI MORAL, NI RES QUE S’HI ASSEMBLI
Diu la llei que un polític no pot ocupar
un càrrec a una empresa privada dels mateix sector del que ha tingut responsabilitats
fins després de 2 anys d¡abandonar el càrrec. Des del meu punt de vista
hauria d’estar totalment prohibit que una persona amb responsabilitats
polítiques en un sector determinat pogués acabar a nòmina d’una empresa
privada del mateix sector.
Ja sabeu que diu la dita: la dona
de César, a més de ser honrada, ho ha de semblar. A alguns polítics
ni els importa semblar-ho ni encara menys ser-ho. El darrer cas ha
estat el de Manuel Lamela, exconseller de Sanitat del govern de Madrid
que acaba de recaure a l’empresa Assignia Infraestructures, sòcia de l’Hospital
del Tajo, que el mateix Lamela va privatitzar en el seu dia. Si fem una
mica de memòria (tampoc cal tanta) recordarem que Juan Manuel Güemes, que
també va ser Conseller de Salut de la Comunitat Autònoma de Madrid, fa
uns mesos va estar a punt de fer la mateixa jugada. Només la repercussió
mediàtica que va tenir el cas van fer-li fer marxa enrere. Güemes, que
en el seu dia va ser votat com el diputat més guapo de l’Assemblea de
Madrid és gendre de Carlos Fabra (el de l’Aeroport de Castelló) i marit
de l’Andrea, aquella diputada del PP que va dir allò de que se jodan.
I sembla ser que, segons les males llengües, amant de l’expresidenta
Esperanza Aguirre. Aquests han estat els casos més flagrants, però n’hi
duen d’haver molts que no coneixem perquè simplement no han transcendit
a l’opinió pública.
De totes formes, hi ha casos com els
dels expresidentes Felipe González i José María Aznar que han anar ha parar
als consells d’administració d’empreses elèctriques o Rodrigo Rato que
va ser fitxat per Movistar (anteriorment Telefònica)
Els pitjors de tots però, son els presumptes.
Els que han estat imputats en casos de corrupció o se’ls ha relacionat
amb amistats perilloses. Un cas flagrant és el del president de la Xunta
de Galícia Alberto Núñez Feijoo de qui s’acaben de publicar unes fotos
de la dècada dels anys 90 on se’l veu acompanyat per un conegut contrabandista
que avui està tancat a la presó. Encara que ho negui tot (com no!) el sol
fet de no haver sabut donar explicacions creïbles sobre la seva relació,
hauria de ser motiu suficient per a renunciar al seu càrrec i retirar-se
de per vida de qualsevol activitat política.
Tampoc és ètica l’existència dels polítics
professionals. HI ha polítics que mai han passat per cap empresa privada.
De ben joves van començar a treballar per al partit i després van veure
recompensat el seu esforç entrant a formar part d’una llista electoral.
Una vegada han ocupat un càrrec públic s’han anat perpetuant o bé se’ls
ha promocionat a un altre lloc de més responsabilitat. També els hi ha
que simultaniegen diversos càrrecs en conselles d’administració, patronats,
etc.
Si s’acotés el temps màxim que un pot
arribar a viure de la política, no caldria el sistema de llistes obertes
com reclamen alguns per a regenerar els sistema. El temps màxim que s’hauria
d’ocupar un càrrec hauria de ser 8 anys i com a molt 8 anys més ocupant
un càrrec de rang més alt. 16 anys en política ja em semblen més que suficients.
En canvi hi ha polítics que es passen tota la vida ocupant càrrecs de confiança
i orgànics, sense cap experiència professional lluny de la protecció del
partit.
El que és força evident és que quan un
polític toca poder, sinó és que perd la confiança del seu partit, la seva
activitat pública perdura durant diverses dècades.
I que s’ha de fer per a no perdre la
confiança del partit? Simplement dir sí a tot. No apartar-se mai
de les directrius que marca el partit i, d’haver una disputa pel lideratge,
saber escollir el cavall guanyador i donar-li des de el primer moment
suport incondicional.
Si em posés a fer una llista de polítics
que conec de les diferents categories, segurament en posaria uns quants.
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