Por qué ese estúpido boicot contra productos catalanes mientras, cuando
ETA mataba día si y día también, a nadie se le ocurrió sugerir nada
parecido
Es de recibo empezar felicitando al maestro Francesc-Marc Álvaro por
su excelente artículo “‘Vascos si, ETA no’ decían…” del pasado día 3. Al
leerlo recordaba aquel lunes 14 de julio de 1997 cuando un millón de
catalanes nos manifestamos como protesta por el atentado contra Miguel
Ángel Blanco aunque nunca nos importó saber cuántos vascos se
manifestaron años atrás por los atentados con víctimas mortales de plaza
España, Paseo bajo muralla, Navas, Hipercor, Sabadell, Vic, Paral·lel,
Caserna del Bruc, Sant Quirze, Lliçà, Tenor Massini, Port Olimpic,
Govern Militar… Desde el País Vasco me decían que no eran más de 40
personas.
Años después sigo sin entender la extraña admiración que muchos
catalanes sienten por todo cuanto ocurre en el País Vasco ignorando que
en el excelente documental
295 días de Jaume Ginesta se
presenta aquel día en el que el grupo de Balls de Gitanes de Lliçà de
Munt no pudo actuar en Navarra y regresó a Catalunya bajo la increíble
acusación de haber colaborado en la detención de los etarras Monteagudo,
Erezuma y Zubieta, autores de los atentados de Sabadell y Vic. Tampoco
he entendido nunca que nos obligaran a abandonar una sidrería en Gernika
por haber cometido el delito de hablar sobre lo ocurrido en Hipercor,
con la excusa de que la conversación molestaba a otros comensales, muy
“demócratas” todos ellos. Son sólo dos ejemplos pero hay más. ¿Es ese el
respeto que nos merecemos algunos catalanes cuando vamos al País Vasco?
El grito de “vascos sí, ETA no” fue un compendio de sentido común y
de reconocimiento a la valentía de miles de vascos que cada día sufrían
la violencia de la situación, una muestra del discernimiento que sobre
el llamado conflicto vasco les hacíamos llegar.
Por contraste, es la misma estupidez que muestran ciertos
representantes políticos (un concejal de Lleida, un portavoz en el
Parlament, dos exministros del Interior…) al comparar y mezclar los
deseos de miles de residentes en Catalunya con las animaladas de ETA.
Unos, los catalanes que nos basamos en argumentos totalmente lícitos
usando el diálogo, la palabra y el seny. Otros, los idearios de ETA (que
no de los vascos, aclaro) basadas en la muerte, el dolor, el
sufrimiento y la crueldad del aniquilamiento físico hacia el que piensa
diferente o incluso del que ni siquiera piensa en esos temas, como
cientos de víctimas anónimas.
Centrándonos en los dos exministros antes aludidos, mejor harían en
preocuparse de los errores que cometieron durante sus épocas en el
Ministerio… aprobando una legislación sobre victimología terrorista sin
mostrar interés alguno en escuchar las experiencias de los propios
afectados, sin estudiar las propuestas para subsanar los errores
cometidos, el uso obsceno de ciertos sectores del colectivo de víctimas
como peones en la lucha electoral o recibir solo a las víctimas de
Madrid despreciando a las víctimas catalanas o andaluzas. O la portada
del Diario de Sevilla en la que Mayor Oreja decía que “estaría dispuesto
a sentarme con ETA” ¿Nadie la recuerda?
Sin obviar un dato mas: ese estúpido boicot que plantean ciertos
sectores mediático / políticos contra los productos catalanes y que
muchos “demócratas” comparten mientras, cuando ETA mataba día si y día
también, a nadie se le ocurrió sugerir nada parecido. ¿Quizá no se
atrevieron porque el miedo es libre?
Reconozcamos que todos tenemos parte de culpa. Muchos catalanes
también han tenido su cuota de conformismo, de prudencia y de candidez,
de querer ver o imaginar en el País Vasco lo que a otros no interesa ver
en Catalunya porque les recuerda sus propios miedos y su propia
desidia: ¿Qué es mejor, imponer o dialogar? ¿Temer a quien mata o
insultar a quien habla?
Para algunos, por lo visto, es más peligroso borrar una raya en un
mapa que borrar mil vidas del suelo patrio. La incoherencia fomenta en
algunos la catalanofobia y ya sabemos que la ignorancia es atrevida. Es
momento de exponer en público el cinismo, la hipocresía y los miedos
ajenos.
Roberto Manrique es víctima de ETA y fue presidente de la AVT en
Cataluña y de la Asociación de Víctimas Catalanas de Organizaciones
Terroristas.
Blog Roberto Manrique, El trastero azul
[Artículo publicado en
La Vanguardia]