Irremediablemente estamos llegando al final… El camión que nos traslada desde Barcelona acaba de pasar la Venta de les Campusines y la llegada a nuestro primer destino, el frente del Ebro, es inmediata. Sin tiempo para acostumbrarme a la nueva situación, el sargento de la compañía me incluye entre los que debemos hacer la guardia de la noche.
Leonardo, uno de los soldados veteranos de la compañía, me advierte: “Cuando llegues abajo no enciendas ningún cigarrillo; el enemigo puede disparar al ver la brasa”. Le oigo sin escuchar. Desde que se me comunicó la orden el pánico se apoderó de mí.
Ya llevo en el puesto de guardia algunos minutos. Intuitivamente, saco la cajetilla de tabaco y las cerillas del bolsillo del pantalón y me enciendo un cigarrillo. De repente, oigo el silbido de una bala que se aproxima...