Maria Àngels Viladot i Presas
Doctora en Psicología social y escritora. Universitat Oberta de Catalunya
Doctora en Psicología social y escritora. Universitat Oberta de Catalunya
En 2008 se conmemoró el centenario del nacimiento de Simone de Beauvoir. El 14 de abril de este año se conmemoran los 30 años de su muerte. Después de sus dos tratados sobre moral, Beauvoir sentía la necesidad de escribir un libro que hablara de sí misma. Jean Paul Sartre (a pesar de las peculiaridades de la relación, su compañero hasta que la muerte los separó) le sugiere que escriba sobre qué suponía para ella ser una mujer. Y Beauvoir… Beauvoir le dice, que no significa nada, que nunca se ha sentido discriminada por serlo. Pero Sartre la invita a reflexionar y la filósofa asume una vez más su papel de intelectual comprometida y así nació, en 1949, El segundo sexo, una mirada global desde el feminismo sobre la libertad en el mundo. Después de escribirlo, nunca dejó de estar implicada en los movimientos feministas.
El segundo sexo nos exhorta a actuar como personas libres porque Beauvoir, igualmente como Sartre y otros filósofos existencialistas, considera que la libertad es indisociable en el ser humano. Sin duda, el resurgimiento implosivo del libro a finales de la década de los sesenta y los setenta fue de la mano, o bien fue una consecuencia directa, de los cambios de mentalidad que se cocían por toda Europa. Se convirtió en la biblia para decenas de miles de mujeres europeas y los EEUU. Del mismo modo, el existencialismo de Sartre contribuyó a la clase de inquietudes de los jóvenes, inquietudes que hicieron primavera con el estallido del Mayo del 68 en Francia, una de las más importantes revoluciones libertarias en el continente seguida de una huelga general multitudinaria sin precedentes. Son tiempos en los que la agitación social está a la orden del día: Primavera de Praga, en Checoslovaquia, manifestaciones contra la guerra de Vietnam y principios de la contracultura hippie en los EEUU y en diferentes países europeos, sobre todo Alemania y Holanda.
Por toda Europa se cuestionan de forma vigorosa y resuelta los roles de género; se llama por la igualdad y la libertad sexual, por la paz y el ecologismo (allí había Daniel Cohn-Bendit liderando la efervescencia) y se lucha por la ampliación de los derechos civiles de las mujeres (por ejemplo, el derecho a votar). En nuestro país, el grueso de la población femenina estaba todavía muy ligado al modelo tradicional de amas de casa y este hecho explica, en parte, el antifeminismo paradójico de algunas mujeres jóvenes de la época que, a su vez, eran militantes de organizaciones antifranquistas. El miedo a perder la aceptación de los militantes masculinos y de los hombres como grupo las convertía en sus caricaturas. Mujeres que se desvinculan de los problemas del género femenino, orgullosas de haber sido aceptadas en los círculos masculinos ya que admitir la opresión femenina las heriría la propia identidad de “mujeres liberadas”. Sin embargo, el efecto en España de la revolución cultural del 68 también conllevó una fuerte radicalización de movimientos que ya estaban en marcha, como el estudiantil y el movimiento obrero, y dio un empuje decisivo a la subversión de las feministas que durante la década de los 70, nos desafió a encarar la existencia personal. La estructura familiar, tradicional y anquilosada, se tambalea por la embestida de muchas mujeres que, sin el apoyo de las grandes organizaciones políticas, fuimos capaces de situar, en primera línea, la transformación de nuestras propias vidas. El segundo sexo, prologado por la escritora Maria Aurèlia Capmany, llega a las librerías de Cataluña en junio del 68 en manos del editor Josep Maria Castellet (Ediciones 62), que no paró hasta verlo traducido al catalán.
Ciertamente, es un hecho que las actitudes que discriminan a las mujeres persisten de tan arraigadas. Esto no quita que, desde entonces, los cambios positivos habidos en el mundo occidental, en unos países más que en otros, han sido gigantescos. Nadie puede pensar que el boom de El segundo sexo (más tarde se sumaría la obra de Betty Friedan, La mística de la feminidad, con nuevas aportaciones a las corrientes feministas) y el evento de la revolución existencial del mayo francés, pese fue efímera, no colaboraron y no han dejado una huella indeleble. Si entonces la preocupación recaía en cómo sacar a las mujeres de los espacios encorsetados del hogar y propulsarlas a lo social, hoy en día deambulamos por unas órbitas impensables en aquellos años.
Casi cincuenta años después, los jóvenes franceses vuelven a protagonizar más de 140 manifestaciones como un eco del espíritu existencial del 68, la revolución de los famosos eslóganes: “prohibido prohibir” o “debajo del asfalto está la playa”, cuando los corazones de París, del Barrio Latino, de la “Sorbonne libre” o de las universidades de Estrasburgo y de Nanterre, latían insomnes y esperanzados. Cuando escuchábamos la indecible voz de Violeta Parra, cantando “Gracias a la vida”.
Hace días que los estudiantes, los jóvenes franceses, se sublevan contra la regresión social que significa que el gobierno de Hollande se cargue el Código Laboral (el equivalente al Estatuto de los trabajadores). Las nuevas sacudidas por toda Francia, la Nuit Debout, ocupan plazas públicas en 17 ciudades de Francia y buscan convergencias con las distintas luchas sociales, con las ecologistas y estudiantiles. El pase hace pocos días del documental Mercí patron! en la Place de la Republique, bajo una llovizna persistente, terminó a golpes de palos. Una actividad más de las que por todas partes se están haciendo con el intento de dar voz a los ciudadanos que no se sienten representados en la política tradicional, en un país que se alzan voces inefables como las de Marine Le Pen.
Ha llovido mucho desde el chasquido cultural del 68 pero, a pesar de las diferentes posturas que chocaban y se contradecían, removió conciencias, el cielo y la tierra. Mientras, El segundo sexo de la Beauvoir daba alas de libertad a las mujeres. Y esto ya no se puede borrar. Lo que hemos protagonizado no ha sido en vano y prosigue.
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