diumenge, 19 d’octubre del 2014

Artur Mas da inicio a la campaña de unas plebiscitarias

JOSÉ ANTONIO SOROLLA
Periodista

Ni sí ni no, sino todo lo contrario. Artur Mas ha hecho una nueva pirueta en la carpa de la política catalana, ha renunciado a la consulta soberanista tal como se había previsto y la ha sustituido por un sucedáneo que carece de garantías democráticas y solo tendrá el valor de convertirse en un recuento de independentistas.
Quienes conocen a Mas aseguran que es un hombre que cuando toma una decisión la mantiene hasta el final y explican por este rasgo de carácter la nueva huida hacia adelante del president. Un ejemplo reciente de esta determinación fue la supresión del impuesto de sucesiones tras las elecciones de 2010. Mas lo había prometido, pero después, ante la virulencia de la crisis económica y de la flaqueza de las arcas públicas, muchos le aconsejaron que no lo eliminara. Pues bien, lo hizo, aunque después se vio obligado a recuperarlo tras las elecciones de 2012 por la presión de ERC.
Dijo que los catalanes votarían el 9-N y votarán; pero olvida que ha faltado a su palabra en otro aspecto: dijo que la consulta se haría con "garantías democráticas" y no tendrá ninguna
Concuerda también con esta obcecación del president en mantener su palabra la frase atribuida a Jordi Pujol de que Mas no sabe mentir. Así explican sus próximos la decisión de mantener el simulacro de consulta para el 9 de noviembre. Dijo que los catalanes votarían el 9-N y votarán. Pero olvidan que Mas ha faltado a su palabra en otro aspecto: dijo que la consulta se haría con "garantías democráticas" y no tendrá ninguna.

Sin garantías

No habrá ni censo, ni registro de votantes, ni colegios electorales, ni junta electoral, ni interventores imparciales ni nada que se le parezca. Los votantes se inscribirán en un registro en el momento de depositar la papeleta, los colegios electorales serán locales de la Generalitat y las mesas se formarán con voluntarios, en número de 20.000, según Mas. Cualquier parecido con una votación con garantías será mera coincidencia.
En realidad, se trata de una nueva "movilización ciudadana", pero ahora no en forma de cadena humana o de V mayúscula, sino acudiendo a unas urnas de cartón custodiadas por unos miembros de las mesas que solo pueden reclutarse entre partidarios del doble sí-si y que a buen seguro proporcionarán la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Omnium Cultural. La movilización servirá solo para contar independentistas, sin ningún otro valor.
¿Por qué ha decidido Mas programar este sucedáneo de consulta? Aparte de las razones humanas antes explicadas, que incluyen también salvarse él del fracaso de la retirada pura y simple de la consulta, la única explicación es que así presiona a ERC para que acepte la lista conjunta con CiU o con CDC en unas elecciones plebiscitarias.

Ruptura con ERC

Porque la auténtica novedad de lo ocurrido el martes es la ruptura entre CiU y ERC. Mas dejó claro que solo quiere convocar elecciones autonómicas plebiscitarias si se forma un lista conjunta de los soberanistas --en realidad, con ERC-- que pueda ser interpretada después como un "referéndum de facto".
Mas reconoció que el sucedáneo no es "la consulta definitiva", pero añadió algo que no había dicho hasta ahora: que si la consulta se hubiera podido celebrar con arreglo a la ley y al decreto impugnados tampoco hubiera sido "la definitiva" porque lo "definitivo" solo lo pueden ser las elecciones plebiscitarias. Nunca antes había razonado así, y esto forma parte también de la presión a ERC para que se apee de su oposición a la lista conjunta.
De hecho, el acto del martes es el primero de la campaña electoral de las plebiscitarias y la votación del 9-N se enmarca también en esa campaña, que se inicia con la lucha fratricida entre CiU y ERC. Si la participación es alta --y los medios audiovisuales públicos ya se encargarán de promoverla por tierra, mar y aire--, ERC tendrá mucho más difícil rechazar la lista conjunta.
Por el momento, Oriol Junqueras se resiste porque antes quiere ganar poder en los ayuntamientos en los comicios municipales de mayo y porque dirige un partido en alza frente a otro, CiU, en baja, y desprestigiado por los casos de corrupción que afectan a la familia de su fundador, Jordi Pujol. ERC pidió la misma noche del lunes un nuevo Parlament para declarar unilateralmente la independencia. Y el martes, Junqueras reclamó elecciones cuanto antes, insinuó que solo aceptaría la lista conjunta para proclamar la secesión y acusó a Mas de romper la unidad.

Lenguaje rupturista

Otra de las novedades de la comparecencia de Mas fue la extraordinaria dureza de sus palabras contra "el Estado hostil". Utilizando un lenguaje rupturista contra Madrid, probablemente el dirigente de CiU quería reafirmar su papel de liderazgo del independentismo (las primeras reacciones de la ANC y de Omnium son muy prudentes y nada contrarias al nuevo experimento) y traspasar otra línea roja en su pésima relación con Mariano Rajoy. ¿Dónde quedan ahora los 23 temas de negociación con el Gobierno central después de lo oído el martes?
Aunque Mas no reveló detalles para no facilitar el trabajo a "los adversarios", el Gobierno y el Estado, parece que el sucedáneo de consulta se basa en el artículo 122 del Estatuto de autonomía y en la ley de consultas de 2010 aprobada por el Gobierno tripartito, recurrida por el Gobierno central, suspendida por el Tribunal Constitucional, pero vigente al no ser prorrogada la suspensión tras los cinco meses preceptivos.
Mas aseguró que para poner en marcha todo lo relativo al 9-N no firmará ningún decreto y así evitará que sea recurrido por el Gobierno de Rajoy, que, probablemente, prefiere esta solución para evitar nuevos agravios en espera de que el desprestigio del proceso se produzca por sí solo. Sin embargo, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, ha anunciado que si se mantienen las preguntas (que Cataluña se convierta en un Estado y que este sea independiente), el Gobierno se verá obligado a impugnarlas.
¿Punto sin retorno?
Después de horas y horas de reuniones de los partidos soberanistas buscando fórmulas para no reconocer la verdad --que la consulta no se iba a celebrar--, al final la realidad les ha estallado en la cara. ¿Por qué se han consumido dos años así si todos sabían que el Gobierno de Rajoy no iba a permitir el referéndum, que era imposible dentro de la ley?
El exrector de la Univerisidad de Barcelona Josep Maria Bricall, tarradellista, furibundo antipujolista, dio alguna clave el viernes en una entrevista en TV-3. "El proceso --dijo-- se ha planteado tan mal que ha acabado como tenía que acabar, mal (...) Llego a pensar que no se quería la independencia porque se ha hecho tan mal que imagino que no se pretendía esto", agregó. La independencia quizá sí que se aspira a conseguir, pero se puede dudar seriamente de que fuera a través de una consulta. ¿No ha sido --y es-- todo una acumulación de agravios y de obstáculos, a lo que el Gobierno del PP contribuye generosamente, para cargarse de razones y colocar a la sociedad catalana en un punto de no retorno?