MIRAMBEL
Comenzamos
nuestro tercer y último día en Mirambel, que también pertenece a la
red de Los Pueblos más bonitos de España. No era la primera vez que
lo visitábamos. La primera debió de ser el año 1986, a los pocos años de haber
obtenido el premio Europa Nostra y que fue entregado por
la Reina Dña. Sofía en una visita que hizo a la población.
El año
pasado atendí en la Administración de Tortosa a un señor que se
apellidaba Ibáñez Daudén y que me dijo que era de Mirambel. Le comenté que sus apellidos eran
los mismos que quien fuera árbitro de futbol de la Primera División Arturo
Daudén Ibáñez, pero invertidos. Me dijo que eran primos hermanos. Hablamos
sobre el pueblo y me animó a volverlo a visitar ya que si para el año 1983 sólo
habían restaurado unas pocas calles, ahora lo estaba prácticamente todo.
Llegamos a
por la carretera del Forcall a Cantavieja
(distinta de la que cogido el primer día). Una carretera que bordea los límites
territoriales de Castellón y Teruel, de la Comunidad Valenciana y Aragón.
Cruzamos el puente del río Tornos que une por aquel punto a
las dos comunidades a 1 Km. escaso de nuestro destino.
Aparcamos
el coche justo delante de la muralla de la que destaca un hermoso torreón
cerrado. Entramos por el portal de Las Monjas y recorrimos la
calle Eras, la principal del pueblo. A parte del antiguo convento
de las Agustinas Ermitañas, en esta calle también está uno de los
establecimientos con más glamur de toda aquella zona: Las Moradas del
Temple. (Una
advertencia para aquellos viajeros que quieran visitar la zona y se quieran
hospedar en dicho establecimiento: tendrán que reservar con bastante
antelación).
Abandonamos
la calle Eras por unas escaleras y otro portal. Nada más salir
a extramuros, a mano derecha, una cuesta iba hacia los antiguos lavaderos y
desde allí un camino hacia la ermita de San Roque.
Pero
primero escogimos ir hacia la izquierda. Cruzamos un nuevo arco y subimos unas
escaleras que nos llevaron a la explanada que hay delante de la iglesia
parroquial de Santa Margarita y junto a ella el edificio del
ayuntamiento o casa del Concello, muy similar al que habíamos visto
enTronchón y como aquel, también albergó la lonja.
Volvimos
atrás y, esta vez sí, recorrimos la escasa distancia hasta llegar a la ermita
de San Roque, pasando primero por los lavaderos y el abrevadero
para las caballerías y el ganado.
Desde allí
vimos una gran casa que en su día debió de ser majestuosa a tenor de las
pinturas que todavía se pueden apreciar en la fachada. Después de visitar los
exteriores de la ermita volvimos a cruzar la muralla por otra puerta. Subimos
por una calle empinada que nos llevó a la parte posterior de la
iglesia. En este lugar vimos un edificio en ruinas que, según parece son los
últimos vestigios del antiguo castillo templario.
Pasamos
por una estrecha calle y al final de la misma La Casa Pastor, otro
sorprendente edificio. Continuamos por otra calle igual de estrecha hasta la
plaza Nicolás Ferrer que, posiblemente, sea la parte más
interesante del pueblo, de donde destacan dos palacios de estilo renacentista
aragonés: La Casa Aliaga y La Casa Castellot.
Desde allí
regresamos a la calle Eras y procedimos a abandonar la
población para dirigirnos a Cinctorres, dentro de la Comunidad
Valenciana donde habíamos reservado mesa para comer en su más conocido (y
reconocido) restaurante.