Asusta el talento de Cifuentes para mentir sin apenas pestañear, pero no nos asustan sus querellas ni las amenazas de cárcel. Eso no, porque tenemos de nuestra parte la verdad.
IGNACIO ESCOLAR
Cristina Cifuentes admite que no fue a clase como los demás alumnos. Que no se presentó a los exámenes como los demás alumnos. Que se matriculó tres meses después que los demás alumnos. Y asegura que no hubo ningún trato de favor. Que fue tratada como una alumna más.
La presidenta de Madrid es de una pasta especial. La misma de Esperanza Aguirre, a la que cada día se parece más. La de tantos otros políticos capaces de mentir con este desparpajo, con esta naturalidad.
Asusta ese talento, esa extraña capacidad. Hace falta un cinismo especial, una falta de vergüenza excepcional, para defender sin inmutarse que todo es “perfectamente legal” cuando acaban de pillarte con dos firmas falsificadas en un documento oficial: en una acta que, hace solo dos semanas, era la prueba de que había defendido su trabajo de fin de máster, que fue fabricado para responder a la primera exclusiva de eldiario.es, y que hoy la presidenta de Madrid dice que, si hay algo extraño, será culpa de la Universidad.
El trabajo fin de máster de Cristina Cifuentes sigue sin aparecer. No descarten que algún día salga, ya por fin, y que así muchos medios decreten que está ya todo aclarado, que aquí no hay nada más que investigar. Tampoco se sabe nada de su decencia política, de su honradez, de su credibilidad, de su discurso de “tolerancia cero contra la corrupción”. Tal vez los perdió en una mudanza, como su TFM. Tal vez nunca los tuvo, y solo ahora, reflejada en este máster, ha quedado nítidamente retratada su verdadera faz.
La presidenta de la Comunidad de Madrid solo ha encontrado otra querella contra eldiario.es –y ya son dos– para esconder sus vergüenzas, para tapar sus mentiras sobre un título de máster que nunca se mereció. Nos pide penas de cárcel por duplicado. Cárcel por partida doble. Cárcel por simplemente informar.
Asusta el cinismo de Cifuentes. Asusta lo barato que sale en España mentir, y lo difícil que resulta que algunos políticos asuman su responsabilidad. Asusta saber que nadie en el PP le cree, pero que todos asumen que es mejor que siga porque quitarla en este momento les viene mal. Asusta que nadie en Ciudadanos se trague sus mentiras, pero que también calculen que electoralmente les viene mejor tocada que hundida, y que por eso aún no la vayan a tumbar. Asusta esa bancada de diputados del PP de Madrid que hoy dan aplausos y ovaciones a Cifuentes con la misma efusividad acrítica con la que antes aplaudieron a Ignacio González, Francisco Granados o Esperanza Aguirre. Exactamente igual.
Asusta el talento de Cifuentes para mentir sin apenas pestañear, pero no nos asustan sus querellas ni las amenazas de cárcel. Eso no, porque tenemos de nuestra parte la verdad.
Estoy orgulloso de mi compañera Raquel Ejerique, de todos los periodistas de eldiario.es y de los socios que pagáis por nuestra libertad. Aunque el talento de Cifuentes dé mucho miedo, vamos a continuar