diumenge, 15 d’abril del 2018
Cuál es el problema del máster de Cristina Cifuentes
La aún presidenta de Madrid y el aún catedrático Enrique Álvarez han destrozado su imagen y han dañado gravemente una de las instituciones clave en la igualdad de oportunidades
La prensa libre ha pillado a Cifuentes en sus mentiras, a pesar de los esfuerzos de otros medios por fabricar cortinas de humo, para intentar que todo esto quedase impune
IGNACIO ESCOLAR
La prensa libre ha pillado a Cifuentes en sus mentiras, a pesar de los esfuerzos de otros medios por fabricar cortinas de humo, para intentar que todo esto quedase impune
IGNACIO ESCOLAR
Cristina Cifuentes está contra las cuerdas. En todas las redacciones se cruzan apuestas sobre cuántos días más se prolongará su caída. No hay un solo analista político que no dé su carrera por acabada y en su propio partido cada vez son más quienes hoy le dan la espalda. ¿Todos? No. En el PP, la ovación a los corruptos nunca se apaga del todo. Siempre hay alguien dispuesto a defender lo indefendible.
“Vale, no tiene un máster. ¿Cuál es el problema?”, se pregunta el presidente del PP de León, Juan Martínez Majo, dando voz al argumento que empiezan a repetir algunos otros. Yo le contesto, señor Martínez. Yo le contesto encantado.
El problema es que Cristina Cifuentes sí tiene un máster. Aún lo conserva en su poder, retiró el título hace medio año con la ayuda de una funcionaria tan amable que también le cambió las notas ilegalmente. Lo puede enmarcar como recuerdo, aunque es probable que pronto se lo retiren con oprobio.
El problema es que Cifuentes nunca se mereció ese título porque no se matriculó en plazo, ni fue a clase ni fue a los exámenes ni presentó su trabajo de fin de máster. Que recibió un trato de favor porque era quien era. Que sabía que el resto de los alumnos no aprueban así sus cursos.
El problema es que casi todas las familias en España saben lo que cuesta un título universitario, los esfuerzos necesarios, los sacrificios a los que obliga.
El problema es que la Universidad pública era el orgullo de la clase media en España. Que costó mucho levantar su prestigio. Que se suponía que era igual para todos. Que la aún presidenta de Madrid y el aún catedrático Enrique Álvarez han destrozado su imagen y han dañado gravemente una de las instituciones clave en la igualdad de oportunidades.
El problema es que hay decenas de miles de estudiantes y exalumnos de la Universidad Rey Juan Carlos cuyos títulos universitarios hoy están devaluados, a pesar de que ellos no aprobaron como Cifuentes. Que todos los docentes de esa Universidad, y la inmensa mayoría son honrados, también son víctimas de su comportamiento y de las prácticas de Enrique Álvarez Conde y sus “discípulas”.
El problema es que Cifuentes aprobó parte del temario por medio de convalidaciones irregulares, aprobadas en actas con firmas falsificadas. Y que ya lo está investigando la Fiscalía.
El problema es que Cifuentes mintió. Muchas veces. Tantas veces que ya cuesta recordarlas y han pasado solo tres semanas. Que cambió de versión en otras tantas ocasiones.
El problema es que acusó a los periodistas de mentir e intentó desviar la atención denunciando una “cacería”. Que inventó supuestas manos negras de sus rivales políticos donde solo había información veraz y periodismo libre.
El problema es que la prensa libre le ha pillado en sus mentiras, a pesar de los esfuerzos de otros medios por fabricar cortinas de humo, para intentar que todo esto quedase impune.
El problema es que alguien cometió un presunto delito y falsificó un documento público, un acta con firmas falsas, para intentar dar a la presidenta de Madrid una coartada.
El problema es que Cifuentes sabía que esa prueba era falsa, porque ella mejor que nadie sabe cómo aprobó realmente ese curso.
El problema es que la principal beneficiaria de ese presunto delito era ella, la presidenta de Madrid que prometió “tolerancia cero” contra la corrupción, después de más de tres décadas sin ver nada raro en el PP de González y Aguirre.
El problema es que Cifuentes utilizó esa prueba falsificada para anunciar una “querella criminal” contra quienes sí decíamos la verdad, contra eldiario.es.
El problema es que Cifuentes quería pedir cárcel contra dos periodistas, contra Raquel Ejerique y contra mí. Cárcel por decir la verdad. Cárcel a sabiendas de que nuestra información era completamente cierta. Y que el pleno del PP de Madrid interrumpió su discurso desde el plasma en esas palabras –"querella criminal"– para aplaudirla.
El problema, el del PP, es que, a pesar de todas las evidencias que son palmarias desde hace muchos días, este partido regaló a Cifuentes otro aplauso y ovación cerrada, en vez del escarnio público.
Lo de menos ya es que Cristina Cifuentes tenga un máster regalado. Que se quede el título de recuerdo. Al igual que su palabra, no vale nada.
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