dilluns, 4 de març del 2013
El coño de la Bernarda
Está feo reírse de las desgracias
ajenas pero es que el PP de ajeno tiene bien poco, por desgracia. Si
desde fuera Génova parece un circo de tres pistas, por dentro debe de
ser el coño de la Bernarda, con perdón de la Bernarda. Un día llega
Floriano, cuyo apellido no acaba de ayudarle cada vez que se arrima a un
micro, y dice una cosa; y unos días después, sale Cospedal y le da una
colleja y dice otra; y luego sale otra vez Cospedal y dice ni una cosa
ni la otra ni la contraria y se pega a sí misma una colleja.
Oír a la Cospedal hablando de conceptos como finiquito, indemnización y vida laboral es un espectáculo delirante, algo así como contemplar a Belén Esteban discutiendo de física cuántica, ¿me entiendes? Yo de los gobiernos zapateros echaba de menos a esas ministras florero, las Pajines, las Aído, aunque fuera sólo porque abrían la boca y te daban el artículo hecho. Pocas estampas más penosas para una feminista que ver un siglo de lucha por la igualdad desembocando en Bibiana y pocas más agradecidas para el columnista omnívoro que no tiene nada mejor que echarse a la boca. Pensaba que con las chicas marianas todo iba a quedarse en la mantilla y la peineta, en esa España decimonónica a la que ellas gustosamente prestan el toque de viuda negra. Hasta que apareció Cospedal y demostró que se puede ser rubia a derechas.
Y mira que era complicado destacar por el lado chusco con la competencia que tiene dentro y fuera. Está Montoro, con sus cantinflismos; está Wert, con su tupperwert; está Ana Mato, consigo misma; pero sobre todo está Mariano, que le pidió prestado el puro a Groucho y se ha pasado de la raya. La penúltima de Mariano es para enmarcar: “En la medida en que las circunstancias nos lo vayan permitiendo, iremos haciendo honor a nuestra palabra”. Una frase que demuestra que nuestro presidente está todo él hecho de gerundios.
Sin embargo, todo este despliegue de dislates sería inútil sin la figura de Bárcenas. Antes de Bárcenas el PP era como un spin-off de Enredo, aquella serie gilipollesca donde una familia de botarates se iba desintegrando y recomponiendo a fuerza de malentendidos. Muchas carcajadas, mucha palabrería y mucha vergüenza ajena, pero chicha poca. Bárcenas ha elevado él solo la política nacional de la astracanada al esperpento, de la zarzuela a la ópera, hasta el punto de que sólo le falta ponerse a cantar en los juzgados, como los grandes barítonos de Verdi y de Puccini. A la Cospedal la ha espachurrado viva con el vozarrón del barón Scarpia en el aria de Tosca: “Va, Tosca, nel tuo cuore s’anidda Scarpia”. Lo han comparado con el gánsgter chungo de los Simpson, pero la verdad es que no veíamos un malvado así desde los tiempos gloriosos de Falconetti y Jota Erre. Yo ya espero a Bárcenas comiendo palomitas.
David Torres
Oír a la Cospedal hablando de conceptos como finiquito, indemnización y vida laboral es un espectáculo delirante, algo así como contemplar a Belén Esteban discutiendo de física cuántica, ¿me entiendes? Yo de los gobiernos zapateros echaba de menos a esas ministras florero, las Pajines, las Aído, aunque fuera sólo porque abrían la boca y te daban el artículo hecho. Pocas estampas más penosas para una feminista que ver un siglo de lucha por la igualdad desembocando en Bibiana y pocas más agradecidas para el columnista omnívoro que no tiene nada mejor que echarse a la boca. Pensaba que con las chicas marianas todo iba a quedarse en la mantilla y la peineta, en esa España decimonónica a la que ellas gustosamente prestan el toque de viuda negra. Hasta que apareció Cospedal y demostró que se puede ser rubia a derechas.
Y mira que era complicado destacar por el lado chusco con la competencia que tiene dentro y fuera. Está Montoro, con sus cantinflismos; está Wert, con su tupperwert; está Ana Mato, consigo misma; pero sobre todo está Mariano, que le pidió prestado el puro a Groucho y se ha pasado de la raya. La penúltima de Mariano es para enmarcar: “En la medida en que las circunstancias nos lo vayan permitiendo, iremos haciendo honor a nuestra palabra”. Una frase que demuestra que nuestro presidente está todo él hecho de gerundios.
Sin embargo, todo este despliegue de dislates sería inútil sin la figura de Bárcenas. Antes de Bárcenas el PP era como un spin-off de Enredo, aquella serie gilipollesca donde una familia de botarates se iba desintegrando y recomponiendo a fuerza de malentendidos. Muchas carcajadas, mucha palabrería y mucha vergüenza ajena, pero chicha poca. Bárcenas ha elevado él solo la política nacional de la astracanada al esperpento, de la zarzuela a la ópera, hasta el punto de que sólo le falta ponerse a cantar en los juzgados, como los grandes barítonos de Verdi y de Puccini. A la Cospedal la ha espachurrado viva con el vozarrón del barón Scarpia en el aria de Tosca: “Va, Tosca, nel tuo cuore s’anidda Scarpia”. Lo han comparado con el gánsgter chungo de los Simpson, pero la verdad es que no veíamos un malvado así desde los tiempos gloriosos de Falconetti y Jota Erre. Yo ya espero a Bárcenas comiendo palomitas.
David Torres
diumenge, 3 de març del 2013
PUNT I FINAL (Carta enviada a diferents mitjans de comunicació)
Molt em temo que des del govern català
s’està intentant fer una llei de punt i final per eximir de
responsabilitats a alguns dels seus membres (inclòs el President), tal
i com va passar a països com l’Argentina i, de forma implícita també a
Espanya per evitar així que ningú hagués de passar comptes pels delictes
comesos durant les dictadures respectives.
El cas Palau de la Música podria acabar
esquitxant a Artur Mas, per això, els seus socis de govern (i a la vegada
principal partit de l’oposició), es neguen sistemàticament que pugui comparèixer
al Parlament per a donar explicacions sobre un, més que provable, finançament
irregular de Convergència. Raons com les que va donar Marta Rovira, Secretaria
General d’ERC (No jugarem a qüestionar les institucions catalanes),
em sonen a una excusa sense justificació possible. Quan Millet va desmantellar
les arques del Palau de la Música, Mas no era el President de la Generalitat
i que hagi acabat ocupant aquest càrrec és nomes un fet casual i efímer.
Tothom hauria de ser igual davant la
Justícia: prínceps, ducs, presidents, ministres i ciutadans del carrer.
Però els poderosos es tapen entre ells i els únics culpables som
els qui no ostentem cap títol ni càrrec.
Subscriure's a:
Missatges (Atom)