David Torres
No es que yo sea un experto en informática, más bien viceversa, pero después de ver los asientos contables de los cuadernos barcenianos, esas columnas pintadas con regla y cartabón, esa farragosa matemática de ultramarinos y esas anotaciones de la cuenta la vieja, no creo que nadie esperase encontrar precisamente una planilla de Excel. Incluso resulta sorprendente que Bárcenas llevara la contabilidad B en un ordenador, cuando estaba claro que, al igual que yo, era un hombre de libretas y bolígrafos, no de portátiles. Bárcenas era un contable de la era Gutenberg, un romántico de los que siempre lleva unos papeles a mano para atrapar la metáfora, el verso suelto, el empresario bienhechor. Si uno se fija bien, hasta se ve que el ex tesorero tiene la oreja perfectamente adaptada para sujetar un lápiz.
De cualquier modo, hay que agradecer el esfuerzo del PP por entregar un Toshiba y un Mac, uno destripado y otro metamorfoseado, cuando para el caso bien podían haberle dado al juez Ruz un telesketch. Floriano, un hombre que cada vez se parece más a su nombre, ha dictado una rueda de prensa que, como todas las suyas, más bien era una prensa de rueda. Hasta ha explicado algunas de las especificaciones técnicas del Toshiba, el cual no tenía ni puerto USB ni TDT ni UHF ni programa de centrifugado.
Han borrado los datos de los ordenadores de Bárcenas aunque, según ellos, les interesa sobremanera descubrir cuáles eran los enredos de Bárcenas. Lo más extraño de todo es que todavía nadie haya borrado al propio Bárcenas. El caso recuerda peligrosamente al de aquel sospechoso de asesinato que lavó y fregó a fondo del lugar del crimen para que la policía lo encontrara todo bien limpio, reluciente, como nuevo. ¿Que por qué he limpiado el suelo y las paredes? Está claro, para que no se pringara usted el traje de huellas, señor juez. El juez, por otra parte, ha estado un poco lento de reflejos, teniendo en cuenta que los ordenadores llevaban criando moho desde abril. Ahora se entienden ciertas particularidades del vocabulario jurídico, por ejemplo, lo de llamar “diligencias” a estos asuntos. La distancia de Génova a los juzgados es de una calle y media. Más que en diligencia, los podían haber transportado en parihuelas.
En fin, que una vez más, y gracias al PP, nos lo estamos pasando en grande. Hace poco un amigo extranjero me preguntaba cómo es tan flojo el nivel de las teleseries en España cuando sólo con las charlotadas del caso Bárcenas nos podíamos montar una comedia de siete temporadas para arrasar en los Emmy, en los Oscar y en los Sanfermines, si nos ponemos a ello. Y si al guionista le da por pergeñar un drama de alta política, íbamos a dejar el Watergate a la altura del subsuelo. Le expliqué que el problema principal es que, si lo hacíamos en serio, fuera de España no se lo iba a creer nadie. Y si lo hacíamos en broma, al estilo Floriano o al estilo Pujalte, fuera del PP no se iba a reír ni Dios.
No es que yo sea un experto en informática, más bien viceversa, pero después de ver los asientos contables de los cuadernos barcenianos, esas columnas pintadas con regla y cartabón, esa farragosa matemática de ultramarinos y esas anotaciones de la cuenta la vieja, no creo que nadie esperase encontrar precisamente una planilla de Excel. Incluso resulta sorprendente que Bárcenas llevara la contabilidad B en un ordenador, cuando estaba claro que, al igual que yo, era un hombre de libretas y bolígrafos, no de portátiles. Bárcenas era un contable de la era Gutenberg, un romántico de los que siempre lleva unos papeles a mano para atrapar la metáfora, el verso suelto, el empresario bienhechor. Si uno se fija bien, hasta se ve que el ex tesorero tiene la oreja perfectamente adaptada para sujetar un lápiz.
De cualquier modo, hay que agradecer el esfuerzo del PP por entregar un Toshiba y un Mac, uno destripado y otro metamorfoseado, cuando para el caso bien podían haberle dado al juez Ruz un telesketch. Floriano, un hombre que cada vez se parece más a su nombre, ha dictado una rueda de prensa que, como todas las suyas, más bien era una prensa de rueda. Hasta ha explicado algunas de las especificaciones técnicas del Toshiba, el cual no tenía ni puerto USB ni TDT ni UHF ni programa de centrifugado.
Han borrado los datos de los ordenadores de Bárcenas aunque, según ellos, les interesa sobremanera descubrir cuáles eran los enredos de Bárcenas. Lo más extraño de todo es que todavía nadie haya borrado al propio Bárcenas. El caso recuerda peligrosamente al de aquel sospechoso de asesinato que lavó y fregó a fondo del lugar del crimen para que la policía lo encontrara todo bien limpio, reluciente, como nuevo. ¿Que por qué he limpiado el suelo y las paredes? Está claro, para que no se pringara usted el traje de huellas, señor juez. El juez, por otra parte, ha estado un poco lento de reflejos, teniendo en cuenta que los ordenadores llevaban criando moho desde abril. Ahora se entienden ciertas particularidades del vocabulario jurídico, por ejemplo, lo de llamar “diligencias” a estos asuntos. La distancia de Génova a los juzgados es de una calle y media. Más que en diligencia, los podían haber transportado en parihuelas.
En fin, que una vez más, y gracias al PP, nos lo estamos pasando en grande. Hace poco un amigo extranjero me preguntaba cómo es tan flojo el nivel de las teleseries en España cuando sólo con las charlotadas del caso Bárcenas nos podíamos montar una comedia de siete temporadas para arrasar en los Emmy, en los Oscar y en los Sanfermines, si nos ponemos a ello. Y si al guionista le da por pergeñar un drama de alta política, íbamos a dejar el Watergate a la altura del subsuelo. Le expliqué que el problema principal es que, si lo hacíamos en serio, fuera de España no se lo iba a creer nadie. Y si lo hacíamos en broma, al estilo Floriano o al estilo Pujalte, fuera del PP no se iba a reír ni Dios.