Juan Torres López
El nombramiento como presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), que es algo así como la gran patronal bancaria, de José María Roldán, hasta el pasado 14 de septiembre Director General de Regulación del Banco de España, muestra una vez más para quién trabaja éste último.
No es la primera vez que un alto cargo del Banco de España pasa sin solución de continuidad a prestar sus servicios en la banca privada. El todavía presidente de la AEB fue subgobernador y el afamado gobernador Luis Angel Rojo pasó enseguida a formar parte del Consejo de Administración del Banco de Santander, por citar solo los casos más relevantes.
Son trasvases que en teoría no sería lógico que se produjeran pues se supone que las autoridades del Banco de España son las encargadas de poner en su sitio a los bancos privados, de controlarlos y limitar su poder y, por tanto, quienes en principio deberían estar en la otra orilla de los intereses de la banca privada, es decir, más bien enfrentada a ella.
Pero no es así. El reciente nombramiento es una prueba más de que los bancos centrales actuales son una pieza más de las que utiliza el poder bancario para defender sus intereses e imponer sus preferencias sobre el resto de la sociedad.
El recién nombrado presidente de la Asociación Española de la Banca fue uno de los más estrechos colaboradores del ex gobernador Jaime Caruana, la mano derecha en el Banco de España, un cómplice directo y material de los grandes bancos y empresas que provocaron la crisis en España. Durante su mandato, el Banco de España permitió que nuestras entidades financieras multiplicaran irresponsablemente el crédito asumiendo riesgos muy por encima de lo deseable y que disimularan sus efectos en balances distorsionando el mercado que tanto defiende en sus escritos, dejó crecer la burbuja inmobiliaria permitiendo que las tasadoras de los bancos subieran artificialmente el precio de las viviendas para así aumentar el volúmen del crédito, y no hizo nada para evitar que las entidades financieras engañaran a docenas de miles de clientes con contratos leoninos y tramposos que han costado miles de millones de euros a las familias y las pequeñas y medianas empresas españolas. Y bajo el mandato de Caruana y su colaborador ahora nombrado presidente de la AEB se permitió igualmente que la gestión bancaria en España fuese de las más caras de Europa, la más opaca, la más asimétrica y la más onerosa para los clientes. Un buen curriculum para pasar ahora a ser presidente de la patronal bancaria.
Tanto fue así, que hasta los propios inspectores del Banco de España escribieron una carta en mayo de 2006 al entonces Ministro de Economía y Hacienda en la que denunciaban la “complaciente lectura sobre la situación económica española que hace en sus última declaraciones el actual Gobernador, el señor don Jaime Caruana” (como digo, el protector del nuevo presidente de la AEB), su “falta de voluntad para adoptar las medidas necesarias para hacer posible la reconducción de la delicada situación actual”, así como la “pasiva actitud adoptada por los órganos rectores del Banco de España —con su Gobernador a la cabeza— ante el insostenible crecimiento del crédito bancario en España durante los años del mandato del señor Caruana” (la carta entera puede leerse aquí).
No se podía decir de una forma más clara y rotunda que éste último y su equipo de colaboradores en la dirección del Banco de España trabajaron simplemente para permitir que el negocio de la banca privada (dar crédito) creciera sin parar de la manera que fuese, haciendo la vista gorda ante los problemas que ello iba generando.
En cualquier país democrático solo esas denuncias hubieran bastado para que se abriese una investigación y se depurasen responsabilidades que con seguridad habrían llevado a la cárcel a quienes con esas conductas permitieron y coadyuvaron a que la economía española se hundiera solo para que bancos y grandes promotores hicieran el negocio del siglo. En España, y eso lo dice todo sobre el alcance real de nuestra democracia, el entonces gobernador fue promocionado al Fondo Monetario Internacional y uno de sus más directos colaboradores, después de ejercer nada más y nada menos que de responsable de regulación del banco central, es aupado ahora a la presidencia de la patronal de la banca privada.
Es lógico que la ésta última trate de tener a su servicio al Banco de España, como tiene también a los medios de comunicación y a una gran parte de la clase política a base de financiación privilegiada, pero lo que no se puede admitir es que eso se dé por bueno sin ningún tipo de resistencia.
El actual régimen de los bancos centrales es uno de los grandes factores de riesgo y perturbación que más afecta a las economías. Nunca han tenido más poder y autonomía y nunca ha habido más crisis financieras ni mayor inestabilidad bancaria. Y si eso es así no es solo porque en su seno se actúe con una ceguera ideológica sin par que les impide ver la realidad, como demuestran sus constantes fallos de previsión y que el tiempo siempre termine por confirmar que las medidas que proponen son erradas. El problema, además de eso, y como demuestran documentos como el mencionado de los inspectores, es la connivencia entre sus directivos y los intereses de la banca privada, una auténtica asociación de malhechores que debería ser perseguida urgentemente y castigada de una manera ejemplar si de verdad queremos salir de donde estamos y que no se vuelvan a dar problemas como los que vivimos.
El nombramiento como presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), que es algo así como la gran patronal bancaria, de José María Roldán, hasta el pasado 14 de septiembre Director General de Regulación del Banco de España, muestra una vez más para quién trabaja éste último.
No es la primera vez que un alto cargo del Banco de España pasa sin solución de continuidad a prestar sus servicios en la banca privada. El todavía presidente de la AEB fue subgobernador y el afamado gobernador Luis Angel Rojo pasó enseguida a formar parte del Consejo de Administración del Banco de Santander, por citar solo los casos más relevantes.
Son trasvases que en teoría no sería lógico que se produjeran pues se supone que las autoridades del Banco de España son las encargadas de poner en su sitio a los bancos privados, de controlarlos y limitar su poder y, por tanto, quienes en principio deberían estar en la otra orilla de los intereses de la banca privada, es decir, más bien enfrentada a ella.
Pero no es así. El reciente nombramiento es una prueba más de que los bancos centrales actuales son una pieza más de las que utiliza el poder bancario para defender sus intereses e imponer sus preferencias sobre el resto de la sociedad.
El recién nombrado presidente de la Asociación Española de la Banca fue uno de los más estrechos colaboradores del ex gobernador Jaime Caruana, la mano derecha en el Banco de España, un cómplice directo y material de los grandes bancos y empresas que provocaron la crisis en España. Durante su mandato, el Banco de España permitió que nuestras entidades financieras multiplicaran irresponsablemente el crédito asumiendo riesgos muy por encima de lo deseable y que disimularan sus efectos en balances distorsionando el mercado que tanto defiende en sus escritos, dejó crecer la burbuja inmobiliaria permitiendo que las tasadoras de los bancos subieran artificialmente el precio de las viviendas para así aumentar el volúmen del crédito, y no hizo nada para evitar que las entidades financieras engañaran a docenas de miles de clientes con contratos leoninos y tramposos que han costado miles de millones de euros a las familias y las pequeñas y medianas empresas españolas. Y bajo el mandato de Caruana y su colaborador ahora nombrado presidente de la AEB se permitió igualmente que la gestión bancaria en España fuese de las más caras de Europa, la más opaca, la más asimétrica y la más onerosa para los clientes. Un buen curriculum para pasar ahora a ser presidente de la patronal bancaria.
Tanto fue así, que hasta los propios inspectores del Banco de España escribieron una carta en mayo de 2006 al entonces Ministro de Economía y Hacienda en la que denunciaban la “complaciente lectura sobre la situación económica española que hace en sus última declaraciones el actual Gobernador, el señor don Jaime Caruana” (como digo, el protector del nuevo presidente de la AEB), su “falta de voluntad para adoptar las medidas necesarias para hacer posible la reconducción de la delicada situación actual”, así como la “pasiva actitud adoptada por los órganos rectores del Banco de España —con su Gobernador a la cabeza— ante el insostenible crecimiento del crédito bancario en España durante los años del mandato del señor Caruana” (la carta entera puede leerse aquí).
No se podía decir de una forma más clara y rotunda que éste último y su equipo de colaboradores en la dirección del Banco de España trabajaron simplemente para permitir que el negocio de la banca privada (dar crédito) creciera sin parar de la manera que fuese, haciendo la vista gorda ante los problemas que ello iba generando.
En cualquier país democrático solo esas denuncias hubieran bastado para que se abriese una investigación y se depurasen responsabilidades que con seguridad habrían llevado a la cárcel a quienes con esas conductas permitieron y coadyuvaron a que la economía española se hundiera solo para que bancos y grandes promotores hicieran el negocio del siglo. En España, y eso lo dice todo sobre el alcance real de nuestra democracia, el entonces gobernador fue promocionado al Fondo Monetario Internacional y uno de sus más directos colaboradores, después de ejercer nada más y nada menos que de responsable de regulación del banco central, es aupado ahora a la presidencia de la patronal de la banca privada.
Es lógico que la ésta última trate de tener a su servicio al Banco de España, como tiene también a los medios de comunicación y a una gran parte de la clase política a base de financiación privilegiada, pero lo que no se puede admitir es que eso se dé por bueno sin ningún tipo de resistencia.
El actual régimen de los bancos centrales es uno de los grandes factores de riesgo y perturbación que más afecta a las economías. Nunca han tenido más poder y autonomía y nunca ha habido más crisis financieras ni mayor inestabilidad bancaria. Y si eso es así no es solo porque en su seno se actúe con una ceguera ideológica sin par que les impide ver la realidad, como demuestran sus constantes fallos de previsión y que el tiempo siempre termine por confirmar que las medidas que proponen son erradas. El problema, además de eso, y como demuestran documentos como el mencionado de los inspectores, es la connivencia entre sus directivos y los intereses de la banca privada, una auténtica asociación de malhechores que debería ser perseguida urgentemente y castigada de una manera ejemplar si de verdad queremos salir de donde estamos y que no se vuelvan a dar problemas como los que vivimos.