Pablo Iglesias
Anoche sentí perplejidad cuando el
director adjunto del diario El Mundo me dijo literalmente lo que sigue:
“Tendrías que hablar de tus orígenes burgueses…Tienes orígenes burgueses
por tu casa…Ganas 1800 euros al mes por dos horas de clase a la
semana”. Puede verse
aquí.
Reconozco que no sentí ni indignación ni
enfado; no pensé que me estuvieran tratando de ofender o hacer daño;
fue, por el contrario, como asistir al suicidio de los lemmings. Los
lemmings son roedores miomorfos que habitan en el norte de América y en
algunas áreas euroasiáticas, famosos por una especie de pulsión de
muerte que les hace arrojarse al mar en masa hacia una muerte segura.
Por lo visto se trata de un mecanismo instintivo que sirve para
controlar sus explosiones demográficas. Pero hasta ayer no me constaba
que este instinto de autoregulación propio de ratones existiera también
entre ciertos periodistas. Desde luego de ser así no sería una mala
noticia.
Bromas
aparte, lo que siguió era la crónica de un ridículo anunciado. Informé
al señor Inda del barrio burgués en el que vivo (Vallecas) y de la
nómina que cobro en la universidad (cuya copia pueden ver aquí) derivada
de mi contrato de profesor interino a tiempo parcial que me obliga a
impartir 18 créditos ECTS anuales, a tutorizar un grupo sin docencia de
las antiguas licenciaturas extintas (al que sin embargo doy clase
voluntariamente y evalúo sus trabajos y ejercicios porque me parece a mí
que los estudiantes que pagan una matrícula merecen algo más que un
examen) así como al resto de obligaciones propias del personal
investigador; publicar libros, artículos académicos, ponencias para
congresos, seminarios, participar en proyectos de investigación, etc.
todo lo cual queda detallado en mi
curriculum vitae que, por supuesto, es público y puede verse
aquí.
Pregunté entonces al señor Inda por su
nómina como director adjunto de El Mundo. Aún espero la respuesta,
aunque más divertido fue recordarle, después de que afirmara que las
televisiones públicas no funcionan y que hay que cerrarlas, que la
televisión de su periódico había facturado 2,7 millones de euros a
TeleMadrid que le encargó documentales de gran calidad a la medida de la
propaganda del Partido Popular desde los que se vejaba al Doctor Montes
o se extendían teorías conspiranoicas sobre el 11M.
Deseé que me preguntara el señor Inda
cuanto cobro por ir a la Sexta. Como no lo hizo voy a contarlo. La
productora que trabaja para La Sexta Noche me paga 250 euros brutos por
cada participación en el programa, por el que les entrego una factura
con mis datos fiscales con la que después cumplo mis obligaciones con
Hacienda. Restado el 21% de IRPF (ese impuesto que es la base
recaudatoria más importante de nuestro sistema fiscal, desconocido por
las grandes fortunas que defraudan) y el 30% que dono a La Tuerka
(nuestro programa lo hemos financiado siempre los miembros del equipo
con nuestro propio dinero, estableciendo porcentajes obligatorios de
donación por cada actividad remunerada que realizara cualquiera de
nosotros), me quedo con algo menos de 125 euros. Preparar los debates de
La Sexta me lleva más o menos un día de trabajo y me siento afortunado;
pocas personas de mi edad y con mi formación pueden llegar a cobrar 125
euros por un día de trabajo en España. Buena parte del resto de
profesores interinos de mi universidad, sin ir más lejos, tienen
dificultades para encontrar actividades que les permitan complementar
sus ingresos. Por eso quizá tenga razón el señor Inda en lo de que soy
un burgués. Desde luego nunca me ha faltado nada; gracias a mi madre,
abogada laboralista que trabaja para Comisiones Obreras y a mi padre que
siempre ha trabajado como inspector de trabajo, tuve una infancia y una
adolescencia muy cómodas económicamente sin ninguna de las estrecheces
que sí afectan a muchísimas personas. Quizá sea, efectivamente, un
burgués.
Pero creo que ahora toca comparar con los
que aplican recortes y con los que les defienden en los medios. Pero no
lo voy a hacer yo; hay suficiente información en la red a propósito de
sobres y sobresueldos, contabilidades en B, financiación de partidos y
periódicos, y emolumentos a periodistas y analistas de la respetable
derecha en televisiones públicas como TeleMadrid o Canal Nou.
Eso sí, me temo que la mayoría de ellos no harán públicas sus nóminas.