Secretario de Movimientos Sociales y Relaciones con las ONG del PSOE y concejal en el Ayuntamiento de Madrid, fue un activista contra la discriminación y en favor de la igualdad de trato. Ejerció una influencia destacada en el Gobierno de Zapatero para lograr la aprobación del matrimonio homosexual
RAÚL CONDE
Activista socialista, republicano, laico, feminista, ateo, migrante y federalista. Así se definía Pedro Zerolo
en su perfil de Twitter, y así se mostró siempre en su actividad pública, ya fuera en la política o como portavoz de colectivos sociales arraigados en la defensa de la igualdad.
Concejal en el Ayuntamiento de Madrid desde 2003, Zerolo ejercía la Secretaría de Movimientos Sociales
y Relaciones con las ONG en la Ejecutiva del PSOE y era diputado electo en la Asamblea de Madrid. Convertido en símbolo del movimiento gay en España, adquirió una participación destacada en la conquista de derechos civiles. Zerolo murió ayer, en Madrid, a los 54 años, víctima de un cáncer de páncreas que le había ido gangrenando desde hace año y medio. Hasta sus últimas horas mantuvo incólume su compromiso en la lucha contra la discriminación y en favor de la igualdad de trato. Se hace imposible disociar su nombre de la causa abanderada por el colectivo homosexual en una España que en apenas cuatro décadas ha pasado de perseguir a gays y lesbianas –la ley franquista de «peligrosidad y rehabilitación social» recogía penas de hasta cinco años de internamiento en cárceles o manicomios– a ser el cuarto país del mundo que reguló los enlaces entre personas del mismo sexo.
José Luis Rodríguez Zapatero recordó ayer que el influjo de Zerolo resultó clave para llegar a convencerse
de la necesidad de promover una ley de matrimonio homosexual. El proyecto concitó el rechazo de la
Iglesia, enojada por el uso jurídico del término matrimonio. Sin embargo, el Parlamento aprobó la norma
el 30 de junio de 2005 con el apoyo de 187 parlamentarios (PSOE, Grupo Mixto, Izquierda Verde, ERC,
PNV, CC, dos diputados de Convergencia y la ex ministra del PP Celia Villalobos), y 147 votos en contra
(PP y Unió). Oficialmente, el matrimonio pasaba a ser una unión entre cónyuges, no entre marido y mujer.
La noticia alcanzó un amplio eco internacional. Un país de honda tradición católica se convirtió en cabecera
de las transformaciones sociales.
En octubre de 2003, Zerolo y su pareja, Jesús Santos, presentaron una solicitud de matrimonio en el
Registro Civil de Madrid. Les fue denegada. En cambio, justo dos años después, contrajeron matrimonio en
la Casa de la Panadería, ante 150 invitados, en un acto oficiado por la entonces concejal Trinidad Jiménez.
El beso con su marido se convirtió en un icono de la recién estrenada norma. Los grupúsculos más reaccionarios
del país le atacaron hasta la náusea y le distinguieron con sus ofensas. Él no se arrugó. «Luché por mi dignidad,
no para casarme», confesó luego a EL MUNDO.
La ley de 2005, parafraseando a Adolfo Suárez, elevó a categoría de normal en la legislación lo que ya era
normal en la calle. La trayectoria vital de Zerolo prueba el largo camino recorrido por los homosexuales hasta llegar a ese momento.
Nacido en Caracas en 1960, se crió en Canarias, y era en estas islas donde se sentía como en casa pese a
que había anclado su vida en Madrid. En 1982 se licenció en Derecho por la Universidad de La Laguna
(Tenerife) y después se trasladó a Madrid para ampliar sus estudios. En la capital comenzó a colaborar en
proyectos sociales, entre los que se encontraba el del sacerdote Enrique de Castro, cuyo fin consistía en ayudar
a personas en situación de vulnerabilidad en el barrio de Entrevías.
El salto a la política le llegó en 1989. Fue entonces cuando en las elecciones generales se presentó como
candidato al Senado por el partido Lista Antiprohibicionista sobre Drogas, un heterogéneo colectivo
apoyado por el Partido Radical Italiano y por personalidades de la talla de José Luis López Aranguren, Antonio Escohotado o la presumible próxima alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Pero su aventura se frustró rápido: no logró escaño.
Desde ese momento, Zerolo consagra su actividad a los movimientos sociales. En 1992 ingresó en el Colectivo Gay de Madrid, del que fue asesor jurídico y presidente. Posteriormente presidiría la Federación Estatal de Lesbianas y Gays. La responsable de su regreso a la política fue Trinidad Jiménez. La candidata socialista a la Alcaldía de Madrid en 2003 le ofreció ocupar el sexto lugar de su lista. También le prometió, en caso de ganar, la creación de una Concejalía de Igualdad de la que Zerolo sería su responsable. La mayoría absoluta del PP relegó al político a la oposición, pero ahí comenzó a fraguar una tarea en la izquierda madrileña que le llevó a adquirir un peso que excedía el grupo municipal. En 2004, Zapatero le introdujo
en la Ejecutiva Federal como secretario de movimientos sociales, cargo en el que le restituyó Pedro Sánchez en 2014.
Su paso por el PSOE deja una huella de profundo calado. Cuestionó el giro conservador del partido a partir de mayo de 2010, pero se mantuvo fiel: de la mano de Tomás Gómez, en 2008 pasó a formar parte de la ejecutiva regional del PSM, formación de la que llegó a ser presidente tras la retirada de Juan Barranco en enero pasado. Tan solo un mes después anunció su disposición a ser candidato socialista a la Presidencia de la Comunidad de Madrid.
En enero de 2014 le diagnosticaron un cáncer. Fue un trallazo que no mitigó un ápice su militancia. La quimioterapia le fue restando tiempo de trabajo, pero no le cercenó un milímetro sus convicciones ni tampoco una pasión por la vida que hasta sus adversarios políticos le llegaron a reconocer. Esperanza Aguirre destacó que había sido «un gran activista, político y concejal muy apreciado por todos» y Rajoy expresó en un telegrama que fue «un ejemplo de dedicación al servicio público».
Por su capilla ardiente desfilaron ayer representantes de todas las fuerzas. Pero, tal vez, el homenaje que más le hubiera gustado al propio
Zerolo es el que por la noche le tributó el movimiento gay en la plaza de Chueca, en Madrid. La causa de los gays centró su labor, pero
también sobresalió en el activismo contra el Sida y a favor de la sanidad pública.
Zerolo nunca ocultó su enfermedad. Al contrario, convirtió su última lucha en un bastión de su personalidad. Siguió yendo a los platós de televisión y se negó a ponerse una peluca después de haber perdido su característica mata de rizos. «Lucho contra el cáncer hasta la victoria final», proclamó en más de una intervención durante los últimos meses. Trabajador infatigable, socialista coherente, lector voraz de poesía. Zerolo fue, en el sentido machadiano, una buena persona. El concejal que prometía las bodas más «bonitas y duraderas».
RAÚL CONDE
Activista socialista, republicano, laico, feminista, ateo, migrante y federalista. Así se definía Pedro Zerolo
en su perfil de Twitter, y así se mostró siempre en su actividad pública, ya fuera en la política o como portavoz de colectivos sociales arraigados en la defensa de la igualdad.
Concejal en el Ayuntamiento de Madrid desde 2003, Zerolo ejercía la Secretaría de Movimientos Sociales
y Relaciones con las ONG en la Ejecutiva del PSOE y era diputado electo en la Asamblea de Madrid. Convertido en símbolo del movimiento gay en España, adquirió una participación destacada en la conquista de derechos civiles. Zerolo murió ayer, en Madrid, a los 54 años, víctima de un cáncer de páncreas que le había ido gangrenando desde hace año y medio. Hasta sus últimas horas mantuvo incólume su compromiso en la lucha contra la discriminación y en favor de la igualdad de trato. Se hace imposible disociar su nombre de la causa abanderada por el colectivo homosexual en una España que en apenas cuatro décadas ha pasado de perseguir a gays y lesbianas –la ley franquista de «peligrosidad y rehabilitación social» recogía penas de hasta cinco años de internamiento en cárceles o manicomios– a ser el cuarto país del mundo que reguló los enlaces entre personas del mismo sexo.
José Luis Rodríguez Zapatero recordó ayer que el influjo de Zerolo resultó clave para llegar a convencerse
de la necesidad de promover una ley de matrimonio homosexual. El proyecto concitó el rechazo de la
Iglesia, enojada por el uso jurídico del término matrimonio. Sin embargo, el Parlamento aprobó la norma
el 30 de junio de 2005 con el apoyo de 187 parlamentarios (PSOE, Grupo Mixto, Izquierda Verde, ERC,
PNV, CC, dos diputados de Convergencia y la ex ministra del PP Celia Villalobos), y 147 votos en contra
(PP y Unió). Oficialmente, el matrimonio pasaba a ser una unión entre cónyuges, no entre marido y mujer.
La noticia alcanzó un amplio eco internacional. Un país de honda tradición católica se convirtió en cabecera
de las transformaciones sociales.
En octubre de 2003, Zerolo y su pareja, Jesús Santos, presentaron una solicitud de matrimonio en el
Registro Civil de Madrid. Les fue denegada. En cambio, justo dos años después, contrajeron matrimonio en
la Casa de la Panadería, ante 150 invitados, en un acto oficiado por la entonces concejal Trinidad Jiménez.
El beso con su marido se convirtió en un icono de la recién estrenada norma. Los grupúsculos más reaccionarios
del país le atacaron hasta la náusea y le distinguieron con sus ofensas. Él no se arrugó. «Luché por mi dignidad,
no para casarme», confesó luego a EL MUNDO.
La ley de 2005, parafraseando a Adolfo Suárez, elevó a categoría de normal en la legislación lo que ya era
normal en la calle. La trayectoria vital de Zerolo prueba el largo camino recorrido por los homosexuales hasta llegar a ese momento.
Nacido en Caracas en 1960, se crió en Canarias, y era en estas islas donde se sentía como en casa pese a
que había anclado su vida en Madrid. En 1982 se licenció en Derecho por la Universidad de La Laguna
(Tenerife) y después se trasladó a Madrid para ampliar sus estudios. En la capital comenzó a colaborar en
proyectos sociales, entre los que se encontraba el del sacerdote Enrique de Castro, cuyo fin consistía en ayudar
a personas en situación de vulnerabilidad en el barrio de Entrevías.
El salto a la política le llegó en 1989. Fue entonces cuando en las elecciones generales se presentó como
candidato al Senado por el partido Lista Antiprohibicionista sobre Drogas, un heterogéneo colectivo
apoyado por el Partido Radical Italiano y por personalidades de la talla de José Luis López Aranguren, Antonio Escohotado o la presumible próxima alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Pero su aventura se frustró rápido: no logró escaño.
Desde ese momento, Zerolo consagra su actividad a los movimientos sociales. En 1992 ingresó en el Colectivo Gay de Madrid, del que fue asesor jurídico y presidente. Posteriormente presidiría la Federación Estatal de Lesbianas y Gays. La responsable de su regreso a la política fue Trinidad Jiménez. La candidata socialista a la Alcaldía de Madrid en 2003 le ofreció ocupar el sexto lugar de su lista. También le prometió, en caso de ganar, la creación de una Concejalía de Igualdad de la que Zerolo sería su responsable. La mayoría absoluta del PP relegó al político a la oposición, pero ahí comenzó a fraguar una tarea en la izquierda madrileña que le llevó a adquirir un peso que excedía el grupo municipal. En 2004, Zapatero le introdujo
en la Ejecutiva Federal como secretario de movimientos sociales, cargo en el que le restituyó Pedro Sánchez en 2014.
Su paso por el PSOE deja una huella de profundo calado. Cuestionó el giro conservador del partido a partir de mayo de 2010, pero se mantuvo fiel: de la mano de Tomás Gómez, en 2008 pasó a formar parte de la ejecutiva regional del PSM, formación de la que llegó a ser presidente tras la retirada de Juan Barranco en enero pasado. Tan solo un mes después anunció su disposición a ser candidato socialista a la Presidencia de la Comunidad de Madrid.
En enero de 2014 le diagnosticaron un cáncer. Fue un trallazo que no mitigó un ápice su militancia. La quimioterapia le fue restando tiempo de trabajo, pero no le cercenó un milímetro sus convicciones ni tampoco una pasión por la vida que hasta sus adversarios políticos le llegaron a reconocer. Esperanza Aguirre destacó que había sido «un gran activista, político y concejal muy apreciado por todos» y Rajoy expresó en un telegrama que fue «un ejemplo de dedicación al servicio público».
Por su capilla ardiente desfilaron ayer representantes de todas las fuerzas. Pero, tal vez, el homenaje que más le hubiera gustado al propio
Zerolo es el que por la noche le tributó el movimiento gay en la plaza de Chueca, en Madrid. La causa de los gays centró su labor, pero
también sobresalió en el activismo contra el Sida y a favor de la sanidad pública.
Zerolo nunca ocultó su enfermedad. Al contrario, convirtió su última lucha en un bastión de su personalidad. Siguió yendo a los platós de televisión y se negó a ponerse una peluca después de haber perdido su característica mata de rizos. «Lucho contra el cáncer hasta la victoria final», proclamó en más de una intervención durante los últimos meses. Trabajador infatigable, socialista coherente, lector voraz de poesía. Zerolo fue, en el sentido machadiano, una buena persona. El concejal que prometía las bodas más «bonitas y duraderas».